La primera parte de este poema, aquí
Las remembranzas
de Leopardi
Versión y notas de Angel Faretta
(Segunda parte)
Ni el corazón diría que la verde edad
Estaba condenado a extinguir en este
Nativo burgo salvaje entre una gente
Zafia, vil: a quienes palabras raras
Son causa de risas y de burlas como
doctrina y saber; que me odia y huye
No ya por envidia, que no me tiene
Mucha, sino porque imagina que tal
valor tenga para mí, si bien de fuera
A nadie jamás siquiera lo señalo.
Paso los años, desahuciado, solo,
Sin amor ni vida; y áspero por fuerza
Entre todos ellos malo me vuelvo,
Me despojo de piedad y de virtud
Y me hago despreciador de hombres
Entre este rebaño, en tanto vuela
El caro tiempo juvenil, más querido
Que la fama y el lauro, más que la pura
Luz del día y el respirar: te pierdo
Sin un deleite, inútilmente, en este
Morar inhumano, entre los afanes,
Oh de la yerma vida única flor.
Giacomo Leopardi (Recanati, 1798-Nápoles, 1837)
Nè mi diceva il cor che l'età verde
Sarei dannato a consumare in questo
Natio borgo selvaggio, intra una gente
Zotica, vil; cui nomi strani, e spesso
Argomento di riso e di trastullo,
Son dottrina e saper; che m'odia e fugge,
Per invidia non già, che non mi tiene
Maggior di se, ma perchè tale estima
Ch'io mi tenga in cor mio, sebben di fuori
A persona giammai non ne fo segno.
Qui passo gli anni, abbandonato, occulto,
Senz'amor, senza vita; ed aspro a forza
Tra lo stuol de' malevoli divengo:
Qui di pietà mi spoglio e di virtudi,
E sprezzator degli uomini mi rendo,
Per la greggia ch'ho appresso: e intanto vola
Il caro tempo giovanil; più caro
Che la fama e l'allor, più che la pura
Luce del giorno, e lo spirar: ti perdo
Senza un diletto, inutilmente, in questo
Soggiorno disumano, intra gli affanni,
O dell'arida vita unico fiore.
“La verde edad...” Aquí reaparece o se reconfigura el topos de la “fanciulezza” como mitologema efébico y paradisíaco. Veamos este pensamiento de Leopardi (el 102 según las ediciones) y su perfecta continuidad con lo pensado un siglo antes por Vico.
“Gli anni della fanciullezza sono, nella memoria di ciascheduno, quasi i tempi favolosi della sua vita, come, nella memoria delle nazioni, i tempi favolosi sono quelli della fanciullezza delle medesime.”
“Los años de la juventud son, en la memoria de cada quién, casi tiempos fabulosos de su vida, como en la memoria de las naciones los tiempos fabulosos son aquellos de la juventud de las mismas.”
Vico:
“Ne’ fanciulli é vigorosísima la memoria, quindi vivida all exceso la fantasia ch’altro non é che memoria o dilatatta o composta”.
“Quella Degnitá e il Principio dell’ evidenza delle Imagini Poetiche, che dovete formare il primo Mondo fanciullo”.
“En los niños es vigorosísima la memoria, por ello mismo su fantasía es vívida en exceso, pues ésta no es otra cosa que memoria dilatada compuesta”.
También:
“Este axioma (*) es el Principio de la evidencia de las Imágenes Poéticas, que debieron formar el primer Mundo en su infancia.” Ciencia Nueva, Tercera edición –1744. I-L
*: Vico –claro está- escribe y piensa en “Dignidad” en vez de “axioma” como se traduce y lo hago aquí sumada esta nota al pie. Téngase presente que Vico es antes que nada jurista.
Esta “fanciulleza” que debería volcarse como “muchachez” no es la infancia en cuanto a estado sinónimo de primitivo o de salvaje. Si no del primer curso providencial en los pueblos que da lugar al lenguaje mitopoético.
Como puede notarse aquí se da, y una vez más, el doble vínculo casi inmemorial que tiene el pensar y poetizar italianos con respecto a la vida agreste y campesina. Por un lado tales loci son emblemas de la paz, el sosiego y el retiro lejos de los afanes mundanos y citadinos -es decir ya burgueses- y por el otro síntoma del abandono e incuria en que se ha caído en tales sitios aislados luego de haber participado o intentado participar de los negotii del mundo urbano.
Lo tenemos ya en Horacio con su topos del “Beatus Ille” y su quinta sabina opuesta a la Urbs. Luego en Boccaccio y sus tránsfugas citadinos huyendo de la peste hacia un retiro campesino.
Tenemos más adelante un ejemplo contundente de ello en la célebre carta de Maquiavelo a su amigo Francesco Vettori del 10 de diciembre de 1513, durante su ostracismo en su propiedad de San Casciano y donde le anuncia entre otras cosas que ha compuesto un tratado con el título De Principatibus.
“Trasferiscomi poi in su la strada nel l’hosteria, parlo con quelli che passono, domando delle nueve de’ paesi loro (...) Venuta la sera, mi ritorno in casa, et entro nel mio scrittoio; et in su l’uscio mi spoglio quella vesta cotidiana piena di fango et di loto, et mi metto pan reali et curiali (...)”
“Me traslado luego a la posada que está sobre el camino, charlo con aquellos que pasan, les demando nuevas de sus pagos(...) Al caer la tarde, regreso a casa, y entro en mi escritorio, y allí me despojo de las ropas cotidianas llenas de barro y lodo y me pongo paños reales y curiales (...)”
Tras un extenso hiato barroco, tenemos este doble vínculo nuevamente en Leopardi, escritor bisagra si los hay; luego ya en prosa en “I promessi spossi” –siempre mal traducida como “Los novios”- y a su manera en el epos siciliano de Giovanni Verga. En poesía será retomado en el eglogismo ya nostálgico sumado a un cristianismo tolstoiano algo imbuido de sentimentalismo en Giovanni Pascoli y su figura del fanciullo a quien dedica todo un tratado filosófico.
El también siciliano Pirandello desde luego que no falta a la cita y en una de sus primeras obras dialectales Lumíe di Sicilia -Limas de Sicilia- eleva en drama de oposición absoluto entre campo-ciudad. El primer topos manifestación de lo fértil y de lo fructífero, y la ciudad adonde se ha ido -o caído la novia de juventud del protagonista, lugar de perdición, falsedad e hipocresía, remarcado esto por el trabajo de actriz que ha tomado la que ha huido del campo a la ciudad.
El topos de la “fanciulezza” será vuelto a reconfigurar por Pavese y Pasolini pero ya en pugna total con el mundo moderno industrial. Donde esa condición representa al mundo agrario y campesino contra la “adultez industrial”. O también de su corrupción cuando la fanciulezza se traslada del “paese” a la “cittá”.
¿Hemos los argentinos debido a esta presencia italiana ya más que centenaria en nuestra configuración como nación, cultura y espíritu, traído desde allí hasta aquí buena parte de este doble sentimiento y vínculo con el campo, la vida rural y lo agrario en general?
Ilustración: Due fanciulli che disegnano, 1835, Giacomo Trecourt
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