domingo, abril 18, 2021

Adam Zagajewski / Dos poemas


















Oda a la suavidad

Los amaneceres son ciegos como gatitos.
Las uñas crecen confiadamente, aún
saben qué tocarán. Suaves
son los sueños y la ternura como niebla
suspendida sobre nosotros, igual que la campana de Segismundo
antes que el frío la abrazase.

Poemas escogidos, Pre-Textos, Valencia, 2005
Traducción de Elzbieta Bortkiewicz


Tierra del Fuego

Tú, que ves nuestras casas por la noche
y las finas paredes de nuestras conciencias,
tú, que oyes el zumbido de las máquinas
de coser de nuestras conversaciones,
sálvame, arráncame de este sueño,
de esta amnesia.

¿Por qué es la infancia, ¡oh, tesoros de aluminio,
oh, susurro de plomo, amenazante y bello,
la única fuente, la única añoranza!?
La vejez, posterior a la edad madura, ¿por qué
es un camino inacabable,
amarillo como si fuera el Sáhara?

Sabes muy bien que algunos días
incluso el deseo se vuelve seco,
y los labios al rezar se endurecen.

A veces la moneda del sol se vuelve mate
y la vida empequeñece hasta tal punto
que podría caber
en los guantes azules de una gitana 
que predice el pasado
de hasta siete generaciones.
 
Y es entonces cuando en un pueblo
del sur un charlatán
decide destruirte, a ti,
y a mí y a sí mismo.

Tú, que ves el blanco de nuestros ojos,
tú, que te escondes igual que un pinzón
en los serbales,
y en las cálidas medias de las nubes
como un halcón,
abre las repletas cajas de cantos,
abre la sangre que late en las aortas
de animales y piedras,
enciende las farolas en los negros jardines.
 
Innombrable, invisible, silencioso,
libérame de la anestesia,
llévame a la Tierra del Fuego,
llévame allí, donde los ríos
fluyen verticalmente, verticalmente fluyen
ríos horizontales.

Tierra del fuego, Acantilado, Madrid, 2017 
Traducción de Xavier Farrè

Adam Zagajewski (Lvov, actual Ucrania, 1945-Cracovia, Polonia, 2021)


Foto: Adam Zagajewski delante de su casa en Cracovia, 2017 Lisbeth Salas/El País

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