jueves, diciembre 17, 2020

José María Antolín / Ultima Cena

















Y todos somos elegidos
En nuestra esclavitud emocional—

Y los nidos construidos del mundo
Son pensados como sólo uno.

Protocolos: — Adversarios de la danza,

Y de éste un mundo joven
Después de todo, atado a nuestra capacidad
           somática de respiración;

Como un lagarto sobre los escombros del Detroit
        del nuevo milenio, financieramente
        desintegrado
                   [Desde muy lejos—
En Iglesia de un solo miembro/
                              él, maestre de
      cultura emergente, con la primera
Hinchazón de su garganta de ladrillo rojo
      irritada centro de barrios demolidos
Emite la más profunda marca inmobiliaria,
      la gran habitación, para este nuevo
      mundo
Todavía sin progenie.

Un correo de alguien con menos fuerza… no
      habría sido atendido—
Alguien de camuflaje mayor
Alguien de menos fiebre — no habría vencido su
      suelo

Y en el nombre del Ahora digo:

Oh hasta tú muñeca inuit, eres incompetente
      compañera — (para tareas de felicidad).
Cómo alcanzaré a salir de tu madriguera

De hielo e idolatría, la piel de caribú falsa, y
      hueso tintado como ojo—
Mis confesivas frases a esa marioneta, inquebrantable
      profesión de fe
Ofrecida al fuego transformador de la obra de
      arte, fuego blanco o turbio.
Los segundos del día en los pensamientos
Son semillas
            que ayudan a distinguir
Cómo pierden el velo los ríos,

Cómo a nuestra empatía se desnudan,
Buscando
El cansino acceso estructural
A nosotros — para allí enraizarse, allí la
      mercancía, el microscópico molino
      triturador
Del trigo de Dios
Con su ancestral Noviazgo en lo Oscuro—
Allí donde sólo los juguetes sencillos sobreviven.

Las cosas no piensan —pero son anfitrionas;

Y las cáscaras del grano divino
Son únicos visibles, flotantes navíos
Sobre el flujo del devenir, reconocidos en mil
      aguas y desangramientos
Y en monstruo de resina o plásticos
En apariencia quieto.

(¿Quién manager de esta zona oscura?) — (un
     año magro
De vetas paralelas,
Higienizado por santa linfa, quién) — (el correo
De alguien con menos fuerza sería inaudible)
      — (aunque orquesta iluminada
Permanece calva en sus metales y maderas)
      — (sólo inquilinos roedores roen
cables, islas,
El director sustituto a su 26 años es el más
      bello hombre, Bernstein, jamás nacido,
      isla de escucha,
Su hermoso cabello intacto mantendrá al
      principal en cama. Cuando la radio
      ya transmite su debut
Y otras ondas entran hasta los tálamos — nada
vuelve hacia atrás o será corregido
Sólo inversamente paz de vino anciano entrando a
      odres nuevos)—

Las cosas no piensan — pero son anfitrionas
      poderosas, como espacios
Las situaciones La dramática traición, suave
      u honda
            convierte en ficción
Nuestro pensar y el lugar de la silla humana.

Y los cordones umbilicales de las cosas sólo
      a posteriori
Hermanan el cuerpo; no antes.
                          La contemplación del
      óleo, o la obra maestra de porcelana
      china antimotriz
Inician el proceso de injerto imparable, las
      cosas, los nombres no piensan — pero
      huéspedes tenaces
Son, que se abrevan de nuestra corriente, vivos
      o muertos, estemos conscientes,
      ebrios, orando.

Igual que el sueño de poseer
Un centímetro cuadrado de pintura del altar
      de Mathias Grünnewald—
Guardado en el bolsillo del pecho, cuando
      luces apagadas
Lo convertirían en una brasa
Dentro de mi sien despierta,
Y mi cuerpo, montón de barro en el llano
      sobre la reliquia.

El dinero lo cambia casi todo—
Aunque es sabido que, a la hora de esfuerzos
      físicos extremos

De transformación, precisamente los actores
      no son como el resto de vivientes—

También montón de barro
El paréntesis de voz en el más ancho ecosistema;

Tantas invisibilidades a la mesa de la Última
      Cena,
En la casa el segundo piso — escasamente
      iluminado,
Primer piso inundado por un río.

José María Antolín (Valladolid, España, 1968), Elegías del Río Brazos, Diputación de Valladolid, Fundación Jorge Guillén, Valladolid, 2018


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