lunes, julio 20, 2020

Alberto Muñoz / De "La peste"

















I

Vuelvo del hospital. No sé a quién he visto.
Llueve y es hora de terminar con el aire. Los enfermeros son silvestres
y llevan en sus bandejas bujías para la noche y cánulas.
Sólo el amor puede salvarte, madre mía.
Pero yo debo quitar de mis oídos esa majestad de leche que regalan a los gatos en los pasillos del hospital.
Alguien grita desde una ventana que hay un buque que los lleva.


III

Ya no es necesario escuchar las aventuras del infectólogo Chan. Alguien debería callarlo, como los viejos editores silenciaron en su momento a Verne. En cualquier momento veremos emerger del fondo del Río de la Plata un pulpo de goma y el Dr. Chan explicará ante las cámaras que ha mutado el virus.


XII

Somos promiscuos. Nos gustan los boleros. Cómo hacer para que no duela, cómo hacer para que duela. Tenemos juguetes rabiosos. Lencería. Cremas. Lociones.
Compramos una muñeca finlandesa que dice: “Al corro del higo chumbo, al higo chumbo, higo chumbo, a las cinco de la mañana”. Y cuando la gozamos por atrás canta: “Porque Tuyo es el reino”.
No podemos pedir más; pero estamos tristes. La peste nos ha entristecido. Somos dos putos tristes; nosotros, que nos queremos tanto…


XVI

Los grandes amantes regresan de las zarzas, dominan el estío; huyen de la fotosfera en el áspero rostro de las playas y los insectos antiguos. Así son las películas ahora, no dejamos de ver ninguna de amor y de venganza. Lloramos en el sofá, no parecemos más nosotros.

Alberto Muñoz (Buenos Aires, 1951)

Eduardo Mileo, Alberto Muñoz, Javier Cófreces, 
La peste
Ediciones en Danza,
Buenos Aires, 2020









1 comentario:

  1. El pangolín o el murciélago24 julio, 2020 04:16

    El doctor Chan(ta) quería mutar en candidato o en héroe nacional.
    No le dio el piné.

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