Yo, también, la detesto: hay cosas que son importantes más allá
de todo este jugueteo
Al leerla, en cambio, con un perfecto desprecio por ella, uno
descubre que hay dentro
después de todo, un lugar para lo genuino.
Manos que pueden agarrar, ojos
que pueden dilatarse, cabello que puede erizarse,
si debe; estas cosas son importantes no porque una
interpretación altisonante puede ser puesta sobre ellas sino porque
ellas son
útiles; cuando ellas se vuelven tan derivativas como para volverse
inentendibles, la
misma cosa puede ser dicha para todos nosotros - que nosotros
no admiramos lo que
no podemos entender. El murciélago,
colgado cabeza abajo o en la búsqueda de algo
para comer, elefantes empujando, un caballo salvaje revolcándose, un infatigable,
lobo bajo
un árbol, el crítico inconmovible titila su piel como un caballo
que espanta una mosca, el fanático del
béisbol, el estadístico - caso tras caso
podría ser citado si
uno lo deseara; no es válido
discriminar contra “documentos financieros y
libros de texto escolares”; todos estos fenómenos son importantes. Uno debe
hacer distinciones
sin embargo: cuando es arrastrado en prominencia por poetas mediocres,
el resultado no es poesía,
ni hasta los autócratas entre nosotros pueden ser
“literalistas de
la imaginación”— que por encima de
la insolencia y la trivialidad puedan presentar
para una inspección, jardines imaginarios con sapos verdaderos
y nosotros vamos a
tenerlos. Mientras tanto, si exige por un lado, desafiando
su opinión—
la materia prima de la poesía en
toda su crudeza, y
lo que es por otra parte,
genuino, entonces está interesado en la poesía.
Marianne Moore (Kirkwood, Estados Unidos, 1887-Nueva York, Estados Unidos, 1972), "Selected Poems (1935)", Complete Poems, Macmillan-Penguin, Nueva York, 1994
Versión de Noelia Torres
Foto: Marianne Moore como estudiante de primer año en el Bryn Mawr College en Pensilvania, sin fecha Museum of the City of New York
Poetry
I, too, dislike it: there are things that are important beyond
all this fiddle.
Reading it, however, with a perfect contempt for it, one
discovers in
it after all, a place for the genuine.
Hands that can grasp, eyes
that can dilate, hair that can rise
if it must, these things are important not because a
high-sounding interpretation can be put upon them but because
they are
useful. When they become so derivative as to become
unintelligible,
the same thing may be said for all of us, that we
do not admire what
we cannot understand: the bat
holding on upside down or in quest of something to
eat, elephants pushing, a wild horse taking a roll, a tireless
wolf under
a tree, the immovable critic twitching his skin like a horse
that feels a flea, the base-
ball fan, the statistician--
nor is it valid
to discriminate against "business documents and
school-books"; all these phenomena are important. One must make
a distinction
however: when dragged into prominence by half poets, the
result is not poetry,
nor till the poets among us can be
"literalists of
the imagination"--above
insolence and triviality and can present
for inspection, imaginary gardens with real toads in them,
shall we have
it. In the meantime, if you demand on the one hand,
the raw material of poetry in
all its rawness and
that which is on the other hand
genuine, you are interested in poetry.
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