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en cada jarrón,
enciende una brillante luz;
arregla amapolas y rosas.
Esto no es consolar
sino castigar;
porque aquí, una mujer
-olvidada de alabar
y de responder-,
de pronto deseó llorar
por una nimiedad.
Yosano Akiko (Sakai, 1878-Tokio, 1942), Alberto Girri, Versiones, Corregidor, Buenos Aires, 1974
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