viernes, agosto 16, 2013

Ezra Pound, / Canto XVII

De modo que las viñas brotan de mis dedos
Y las abejas cargadas de polen
Se mueven pesadas entre los brotes.
chirr – chirr – chir-rikk – un sonido como de ronroneo,
Y los pájaros adormilados en las ramas.
           ZAGREUS! IO ZAGREUS!
Con la primera pálida claridad del cielo
Y las ciudades engarzadas en sus colinas,
Y la diosa de las bellas rodillas
Avanzando, con los robledales al fondo,
La ladera verde, con mastines blancos
           saltándole alrededor;
Y de allí hacia la desembocadura del arroyo, hasta el anochecer,
El agua espejada ante mí,
          y los árboles creciendo en el agua,
Troncos de mármol surgiendo de la quietud
Pasando los palazzi,
                     en la quietud,
Esta luz ahora, no del sol.
                   Crisoprasa,
Y el agua de un verde límpido, y límpido azul;
Adelante, hacia los altos acantilados de ámbar.
                                       Entre ellos,
La Gruta de Nerea,
     la que es como una grande y curvada valva,
Y la nave arrastrada sin sonido,
Sin olor a astillero,
Ni grito de pájaro, ni sonido alguno de ola que se mece,
Ni chapuzón de delfines, ni sonido alguno de ola que se mece,
Dentro de su gruta, Nerea,
                      la que es como una grande y curvada valva,
En la suavidad de la roca,
el acantilado verde gris a lo lejos,
en la cercanía, los acantilados portales de ámbar,
Y la ola.
límpido verde, y azul límpido,
Y la caverna blanca como la sal, violeta como un fulgor,
fresca, lisa como el pórfido,
la roca bruñida por el mar.
Ningún grito de gaviota, ningún ruido de marsopas
La arena como malaquita, y nada de frío.
la luz – no del sol.

Zagreo, alimentando a sus panteras,
el césped claro como una colina a plena luz.
Y bajo los almendros, los dioses,
con ellos, choros nympharum. Dioses,
Hermes y Atenea,
Como aguja de brújula,
Entre ellos, temblaba –
A la izquierda está el lugar de los faunos,
    sylva nympharum;
El bosque bajo, matorral de zarzas,
la cierva, el cervatillo jaspeado,
retozan entre las retamas,
como hojas secas entre las amarillas.
Y por una quebrada entre las colinas,
el gran avenida de Memnon.
Por detrás, el mar, crestas que se ven por sobre las dunas,
El mar de noche produciendo tejas,
A la izquierda, la avenida de los cipreses.
Llegó una nave,
Un hombre asía la vela,
Guiándola con el remo trabado la borda, diciendo:
Allí, en el bosque de mármol,
los árboles de piedra – surgiendo del agua –
las pérgolas de piedra –
hoja sobre hoja de mármol,
plata, acero sobre acero,
picos de plata surgiendo y cruzándose,
proa enfrentada contra proa,
la piedra, pliegue sobre pliegue, pli sur pli,
las vigas doradas se inflaman en la noche
Borso, Carmagnola, los hombres de oficios, i vitrei,
Hacia allí, en cierto tiempo, una y otra vez, tiempo tras tiempo,
Y las aguas más espléndidas que el vidrio
Oro de bronce, el resplandor sobre la plata,
Cubas de tintura a la luz de las antorchas,
El brillo fugaz de ola bajo proas,
Y los picos de plata emergiendo y cruzándose,
Árboles de piedra, blancos y rosaditos en la oscuridad,
Cipreses junto a las torres,
    Flotan en la noche bajo cascos de madera.
 
  “En la penumbra el oro
se rodea de su luz.” …

Tendida ahora en su madriguera, las zarzas haciéndole medio arco,
Un ojo para el mar, a través de esa mirilla,
Luz gris, con Atenea.
Zothar y sus elefantes, el taparrabos dorado,
El sistro, sacudido, sacudido,
las cohortes de sus bailarines,
Y Aletha, en el recodo de la costa,
con los ojos puestos en el mar,
y en sus manos los despojos marinos
Relucientes como la sal por la espuma.
Koré a través de la pradera iluminada,
con polvo verde y gris en el pasto:
“Para esta hora, hermano de Circe.”
Con su brazo por sobre mi hombro,
Vi el sol por tres días, el sol leonado,
Como un león en un arenal;
y ese día,
Y por tres días, y ni uno más,
Esplendor, como el esplendor de Hermes,
Y embarcado desde allí,
      hacia el lugar de piedra,
El blanco pálido, sobre el agua,
     agua conocida,
Y la blanca foresta de mármol, rama plegada sobre rama,
La trenzada pérgola de piedra,
Hacia allí Borso, cuando le dispararon la flecha barbada,
Y Carmagnola, entre las dos columnas,
Segismundo, después de ese naufragio en Dalmacia.
Puesta de sol como el saltamontes en vuelo.

Ezra Pound (Hailey, EE UU, 1885-Venecia, Italia, 1972) The Cantos, New Directions, Nueva York, 1993
Versión de Jan de Jager

XVII

So that the vines burst from my fingers
And the bees weighted with pollen
Move heavily in the vine-shoots:
chirr--chirr--chirk-rikk -- a purring sound,
And the birds sleeply in the branches.
       ZAGREUS! IO ZAGREUS!
With the first pale-clear of the heaven
And the cities set in their hills,
And the goddess of the fair knees
Moving there, with the oak-woods behind her,
The green slope, whit white hounds
       leaping about her;
And thence downto the creek's mouth, until evening,
Flat water before me,
       and the trees growing in water,
Marble trunks out of stillness,
On past the palazzi,
                      in the stillness,
The light nowm not of the sun,
                      Chrysophrase,
And the water green clear, and blue clear;
On, to the great cliffs of amber.
                                            Between them,
Cave of Nerea,
       she like a great shell curved,
And the boat drawn without sound,
Without odour of ship-work,
Nor bird-cry, nor any noise of wave moving,
Nor splash of porpoise, nor any nois of wave moving,
Within her cave, Nerea,
                                  she like a great shell curved

(...)

Sunset like the grasshopper flying.


[Se publica sólo un fragmento del original debido al control sobre los derechos de autor ejercido en la web]

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