domingo, julio 06, 2008

Enrique Lihn / De "Estación de los desamparados", 1


En cuanto se toca el problema del indio -ya nadie lo toca, ningún peruano habla de esto con sinceridad-
empiezan, pues, las hipocresías.
Yo no tengo ninguna solución para el problema de indio:
lo que ahorita les diga lo creerán un horror, pero no es mi solución: nadie tiene ninguna.
La falta de oxígeno a tales alturas podría ser la causa de una disminución del cerebro.
Cuando tú subes a la sierra no piensas con la cabeza:
al atardecer todo es de una tristeza horrorosa.
Ni modo de comunicarse con ellos, huyen del blanco como del demonio.
Qué tal odio carajo.
Es la falta de oxígeno.
El cerebro deja de respirar. También está ese alcohol:
lo mezclábamos con cualquier cosa para disimularlo
pero igual nos encerrábamos uno tras otro bajo llave
por el temor de lo que podría ocurrírsenos que se nos ocurriera.
Una vez me adelanté a todos los demás.
Uno de mis amigos me encerró en mi habitación y quiso prenderle fuego.
Nuestra idea era incendiar el hotel e incendiarnos mutuamente vivos con él.
Sí, qué tal crimen venderles ese tipo de alcohol.
El indio no es erótico:
sólo cuando ha perdido la conciencia se deja atrapar por las mujeres que le caen atrás golpeándolo,
él las golpea bárbaramente,
luego se están juntos:
esto ocurre en medio de unas risitas estúpidas, es así por timidez,
se avergüenza de sí mismo y de la enfermedad que le ha pegado esa llama:
la Gran Sifilítica.
Los Conquistadores llevaron la sífilis a Europa, un producto neto de la sierra.
No podemos bajarlos a todos de la sierra
ni podemos subir donde ellos están.
Allí la Reforma Agraria distribuye la miseria.
Son las tres cuartas partes de la población donde no hay más que dos grupos sociales: los blancos y los indios.
Como en ningún otro país del mundo los conquistadores estamos aquí en una aplastante minoría:
por ejemplo, a mí me corresponde cargar con tres indios a la espalda,
ni modo de respirar.
La única solución es que nos arrojen del Perú.
Cada uno de ellos baja a la ciudad,
esto representa una meditación de diez años invertidos en acariciar un sueño de progreso
que se disipa a las veinticuatro horas.
En la estación lo esperan para robarle su dinero.
Luego lo estafan si por fin ha logrado sentar plaza de frutero.
Ahí termina por lo general la aventura
con el regreso rápido a su comunidad
y el peligro constante de confundir el camino,
unos ratos a pie y otros andando.
El servicio militar los arranca de su medio
y les ofrece por dos años toda clase de vejaciones
a manos de entrenadores sádicos que se divierten con el indio.
Un tenientillo de bigotes en punta
les ordenaba encuclillarse sobre el lomo de los caballos.
Se azotaba a los brutos para hacerlos emprender una carrera de locos.
A quien caía lo castigaban por estúpido:
todos eran pateados en el suelo.
Por esa falta de oxígeno, no creas, uno mismo en la altura ya no piensa lo que piensa.

(...)

Estas noticias del Perú: notas al margen de un país que como tal no llegará a ser nunca
escrito ni escrito por completo, mezcladas a un problema personal,
esto es, respetuosas de la literatura
a la que están ligadas por un hilo de araña,
han repetido textualmente
el decir siempre excluyente, en cada caso, de cualquier número de personas
reunidas como cualquier número de personas al azar.
Decía Goethe para no ser menos que él mismo:
El arte -si de esto se tratara aquí-
es la exageración de una verdad parcial.
Y de eso se trata aquí con el perdón del arte
y con la complicidad parcial de la verdad.
Sólo he excluido la exageración
por un problema de método.

Enrique Lihn (Santiago de Chile, 1929-1988), Estación de los desamparados*, Libros del Bicho, Premiá Editora S.A., México DF, 1982

*Del prólogo:
...Este libro, pues, que abunda en un corazón partido, es al mismo tiempo una crónica del Perú: repetición, más o menos literal, de textos orales harto inocentes por lo demás, como se verá; obra de montaje con materiales del natural...
...En 1972 algunos de los textos fueron rechazados por una revista chilena porque molestarían a los peruanos del general Alvarado*.
Hipócrita Lector de Lima publicó dos o tres fragmentos; otros, más numerosos, aparecieron en el número 3 de la revista Taller de Letras, Chile.
Quizás ahora, en un tercer país, se edite esta Estación antes de que esté escrita en una lengua muerta
Enrique Lihn



*Juan Velasco Alvarado (Piura, 1909- Lima, 1977). Militar peruano. Gobernó tras un golpe de Estado en 1968. Estatizó el petróleo y otros sectores de la economía. Comenzó una reforma agraria. Restringió la libertad de prensa. Fue derrocado por un golpe de Estado en 1975.

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