lunes, enero 31, 2022

Franco Loi / Somos poca cosa, Dios, somos casi nada




Somos poca cosa, Dios, somos casi nada,
somos tal vez memoria, un soplo de aire,
sombra de los hombres que pasan, nuestra gente,
recuerdo tal vez de una vida perdida,
un trueno que desde lejos nos llama,
formas que serán de otra progenie.
Pero, ¡cómo nos compadecemos, cuánto dolor,
y cuánta vida llevada por el viento!
Vamos ignorantes, cantando las glorias, 
y de lo que fuimos no queda nada.

Francesco Carlo Mario Loi, Franco Loi (Génova, Italia, 1930-Milán, Italia, 2021), Liber, Garzanti, Milán, 1988
Traducción de Anna Gargatagli

"Loi crea un milanés expresionista y exuberante, híbrido y vivo, muchas veces de grafía distinta a la de los diccionarios, pleno de neologismos y voces de otros dialectos, rico en registros que no se excluyen, sino que se superponen." Nota en el sitio de Pre-Textos, sobre la edición de Ser hombre y ser poeta, antología de poemas de Franco Loi, traducida por Esther Morillas García, 2009

"Hace rato pienso que se escribe, se traduce, se hace poesía (cada vez más) en lenguas perdidas de Europa. El único de esos idiomas que oí alguna vez fue el 'lombardo' porque mi viejo (que no lo habló nunca) perdió la memoria del presente después de los noventa años y pasó a vivir en una especie de sueño 'lombardo', con frases y canciones de sus abuelos, con los que vivía. Llegaron a la Argentina en 1877, en el Sirio. Me parece un tema interesantísimo. En España, ahora traducen al asturianu (Walt Whitman), al aranés (el antiguo occitano), al extremeñu...." Del correo en que llegó esta traducción de Anna Gargatagli, profesora de filología en la Universidad de Barcelona

 
Sèm poca roba, Diu, sèm squasi nient 

Sèm poca roba, Diu, sèm squasi nient, 
forsi memoria sèm, un buff de l’aria, 
umbría di òmm che passa, i noster gent, 
forsi ‘l record d’una quaj vita spersa, 
un tron che de luntan el ghe reciàma, 
la furma che sarà d’un’altra gent… 
Ma cume fèm pietâ, quanta cicoria, 
e quanta vita se porta el vent! 
Andèm sensa savè, cantand i gloria, 
e a nüm de quèl che serum resta nient. 


Siamo poca roba, Dio, siamo quasi niente

Siamo poca roba, Dio, siamo quasi niente,
forse memoria siamo, un soffio d'aria,
ombra degli uomini che passano, i nostri parenti,
forse il ricordo d'una qualche vita perduta,
un tuono che da lontano ci richiama,
la forma che sarà di altra progenie...
Ma come facciamo pietà, quanto dolore,
e quanta vita se la porta il vento!
Andiamo senza sapere, cantando gli inni,
e a noi di ciò che eravamo non è rimasto niente.
---
Foto: Franco Loi, Mantua, Italia, 2015 Leonardo Cendamo/Getty Images

domingo, enero 30, 2022

Daniel Mecca / De "Música de incendios"



Take Five / Dave Brubeck

Nuestros modales son modernos.

Muevo los dedos
y sé que esto
sonará mañana.

El paisaje tiene 
los colores de la vanguardia.

Un tono 
internacional.


Relaxin’ At Camarillo / Charlie Parker

No estoy loco; 
estoy relajado.

Sonrío
por estos fríos pasillos.

Me pinchan los brazos:
este mundo
sabe a relámpagos.

Alguien grita 
y no soy yo.


Strange Fruit / Nina Simone

Los sonidos de la noche
llegan al jardín
como viento.

Si abro los ojos
y señalo un lugar en el aire,
puedo ver un dolor.
Nombrarlo. 

No hacen falta metáforas.

Daniel Mecca (Buenos Aires, 1986)

Música de incendios
,
Ediciones en Danza,
Buenos Aires, 2021









---

sábado, enero 29, 2022

Nurit Kasztelan / De "Después", 2



Cuál es mi pérdida

Una rama de mi familia está rota
como planta de olivo
la sangre italiana coagula
en el desconocimiento, el verse poco.
La otra está oxidada
la envidia los brillos las telas el local
de mi abuelo en el once
fundido por mi abuela para casar
en buena forma a mis tías.
Comer lo que no se tiene.
Del otro lado guardar acumular mezquinar
incluso el cariño.
La dureza de una madre a medias
una familia a medias y yo
qué.

Nurit Kasztelan (Buenos Aires, 1982), Después, Caleta Olivia, Buenos Aires, 2018; Ediciones Liliputienses, Cáceres, España, 2019


viernes, enero 28, 2022

Antonio Delfini / Advertencia




No se me acerquen
porque estoy solo
Andar con los solitarios
es como andar de noche
por las calles sin luz
No te dan nada
que te sirva en la vida
Son gente pobre
que no tiene nada que decir
sino dios mío mi dios
Sin dinero y sin ideas
que puedan ofrecerte
Son todos pobres
todos abandonados
con una sonrisa triste
en los labios blancos
Saben hacer señas
saben tartamudear
pero solo de un modo raro
No nos entenderás

No se aburran por caridad
déjenme inocente
de su aburrimiento

Antonio Delfini (Módena, Italia, 1907-1963), Poesie della fine del mondo, del prima e del dopo, Einaudi, Turín, 2013 Interno Poesia, 5 de febrero de 2021
Versión de Jorge Aulicino




Avvertimento

Non venite con me
ché sono solo
E andar coi solitari
è come andar di notte
per le strade senza luce
Essi non vi danno nulla
che vi serva nella vita
Sono gente povera
che non ha da dire
se non dio mio mio dio
O senza soldi o senza idee
che facciano per voi
Sono tutti poveri
tutti abbandonati
con un sorriso triste
sulle labbra bianche
Sanno far dei segni
sanno balbettare
ma solo in modo strano
Voi non ci capireste

Non vi annoiate per carità
lasciatemi innocente
della vostra noia

jueves, enero 27, 2022

Orsolya Kalász / El gran arte de lo explícito



Confrontar, condensar, interpretar signos,
ejercitar el modo de proteger lo que se ama,
de la proximidad falsa, de su aspereza y filo,
pero también de la desconsolada tristeza de lo real.
No hace falta mucho para aplicar la antigua ley de la heráldica
de los 200 pasos:
Usted cuelgue su diseño
de escudo del amor
afuera en un árbol
retroceda la cantidad exacta de pasos
necesarios para sentir el ansia,
y con los ojos bien abiertos
dese allí la vuelta.

Orsolya Kalász (Dunaújváros, Hungría, 1964), Siete mujeres. Poesía alemana actual, Editorial Detodoslosmares, Capilla del Monte, Córdoba, Argentina, 2020. Op. Cit., abril 12, 2021
Versión de Micaela van Muylem
---
Foto: Orsolya Kalász, Staufen, Alemania, 3 de abril de 2017 Patrick Seeger/Picture Alliance/Getty Images

miércoles, enero 26, 2022

Laura Crespi / De "El poeta laureado"




5. El poeta gana su heredad

Más voces
y más sonidos cristalinos
de vasos entrelazados en la danza
como una oleada marina y veraniega
pero casi diez años después
o antes.


Por el otro lado de la casa
que se abría al final del pasillo
tocaron el timbre y justo 
bajé a abrir la puerta yo.


Ahí estábamos y era diciembre. 
Unos pocos días antes
el amigo de un poeta novel
había muerto luego de un incendio
narcotizado en su casa y solo.


Alguien dedicó poemas
y alguien los colgó sobre un cordel 
mientras la brisa de diciembre 
desintegraba en un solo instante 
todo el lapso del verano
que acababa de instalarse
sobre unas nubes tan puras de tan blancas
reapareciendo al final de la lectura.


Más y más hacia la noche
personas que construían diálogos
y prolongadas ecuaciones de palabras 
sobre esa terraza iluminada de La Paternal 
con unos flashes de los reflectores
y las luces que el viento movía
entre nubes ahora espesas
que desprendía la gente
exhalando hacia arriba
hacia la bóveda azulada
atravesando el aire
con el humo blanco
de sus cigarrillos.


Y después como atraídos 
por cápsulas espaciales 
despegando silenciosas
aisladas y retraídas
se iban yendo 
y elevando
todas juntas a la vez.

(...)

Laura Crespi (San Fernando, Buenos Aires, Argentina, 1973), El poeta laureado, Carretilla Roja, Monte Grande, Buenos Aires, Argentina, 2017


martes, enero 25, 2022

Fiona Benson / Advertencia



Pero piensa en el cactus:
su piel gruesa
y su aspecto reseco
esconden sin embargo un corazón húmedo;
haz una muesca en su cáscara y la savia
brota como leche azucarada
del depósito de agua
que guarda bajo sus espinas,
su arsenal de púas.
Y una vez en la vida
cuando caen las lluvias sesgadas
aparece este halo de flores.

Fiona Benson (Wroughton, Inglaterra, 1978), Bright Travellers, Cape, Londres, 2014
Versión de Jonio González



CAVEAT

But consider the cactus:
Its thick hide
and parched aspect
still harbour a moist heart;
nick its rind and
sap rises up like sugared milk
from the store of water
held beneath its spines,
its armoury of barbs
and, once a lifetime,
when the hard rain falls
there is this halo of flowers.

lunes, enero 24, 2022

José Antonio Ramos Sucre / De "El cielo de esmalte", 3




Entre los eslavos

La Iglesia inmemorial cabía en la sombra de un roble. Yo admiraba el altar de plata dorada, primor bizantino. Registré el coro y los muebles de encina esculpida.

Allí se efectuaron una exequias inolvidables. El cortejo de unos hombres enlutados se anticipaba al féretro de un joven. Portaban sendas linternas.

El consejo de ancianos se había reunido para decidir el restablecimiento de una ceremonia antigua, en señal de tribulación.

La virgen más bella del lugar montaba el caballo del difunto y presidía el duelo. Se habían apasionado desde la niñez.

La fiesta debía terminar fuera del poblado, en el cementerio, y yo la observé desde lejos. La virgen se abandonó al trote de su cabalgadura y yo la vi desaparecer en un camino ideal, de vaguedad celeste.

José Antonio Ramos Sucre (Cumaná, Venezuela, 1890-Ginebra, Suiza, 1930), "El cielo de esmalte", 1929; Obra poética, Colección Archivos, n° 52, Barcelona, 2001


domingo, enero 23, 2022

Verónica Zondek / De "El libro de los valles"




Mapocho

El río atrae una bandada de pájaros.
Los pájaros visten negro traje y camisa blanca.
Los pájaros son cerdos voladores
y pastan el gris de la ciudad.
Él sólo observa.
Inclina aterido el cuerpo
sobre un borde en el Puente Pedro de Valdivia.
Observa cómo sus trajes se tornan marrón.

Escucha caer un lamento en los cielos del olvido.

Santiago, el Valle de las Gaviotas, es triste.
Es de tumulto tan grande
que el graznido feroz se desarma
y el ojo insiste en recordar cuerpos a la deriva:
carroña
carroña entrañable para cerdos sin vuelo.

Entre pluma tibia y tanta
la memoria encuentra asilo.
Es azul el horizonte y extensa

el ala posible.


geografía

Avista un ave que le indica el camino.
Lo sobrevuela una bandada de loros facundos.
Su huella avanza por una ruta apenas signada.
Su mirada es arriba en la cuenca de un lago.
El desagüe es municipal y lo habitantes son dispersos.
Los volcanes no se guiñan un ojo.
Los volcanes no se activan.
Impertérritos
esperan el momento preciso.

En Valle Silencio se impone una geografía.

El hombre
este hombre que vaga

acata y 
calla.


Buenos Aires

No se habla de la ciudad sin valle.

Él no cree posible ver lo que ver.
Percibe hondamente la diferencia.
Siente la atracción.
Sabe lo fatal.

Ve un plano transitable e infinito.
Ve un plano sin límite elevado.
Ve un plano donde la geografía no existe.
Donde toda conciencia de lo natural se hunde.

Ve un plano hecho para vivir.
Ve un plano decorado por el recuerdo de un río.
No ve agua para el vagabundo.

Construcción sobre construcción
la ciudad atrae fatal.


libre albedrío

Huye la indiferencia.
Entra a Valle Serpiente.
Ve fluir un diáfano como cualquier comienzo.
Toca un húmedo lecho de piedras que parlan.
Ve como un cuerpo trasladado por la tentación arrastra su vuelo.
Ve una lengua solitaria que traiciona.
Puede cometer un crimen.
Hasta el cielo primigenio de un sueño
Arrastra el cuerpo por las piedras tibias.
Recorre el valle en busca de carne.
Los caminos se bifurcan.
No encuentra el bien ni el mal.
No encuentra dios que lo proteja de elegir.

Verónica Zondek (Santiago de Chile, 1953), El libro de los valles, LOM Ediciones, Santiago de Chile, 2003


Foto: Jorge Fondebrider, Jorge Aulicino y Verónica Zondek, Valdivia, Chile, invierno de 2017. Archivo del Administrador

sábado, enero 22, 2022

José María Alvarez / De "Museo de cera", 2





Príncipe de las tinieblas

                 Maldición! Estamos rodeados!
                                           De algún libro

El limpio cielo
Del Sur El calor de una copa
Mientras escucho a Mozart
Las telas de Velázquez o Rousseau
Estas playas en calma que contemplo
Y aquellas que en Homero
O con Virgilio he divisado tantas veces
Quienes me amaron y yo amé
La lealtad que mi alma
Guarda a determinados
Paisajes rostros libros
La luz de la cabecera de mi cama
Y en ella Stevenson Montaigne
Cervantes Tácito Stendhal
Shakespeare o Borges
Mi cuerpo y mi destino
Que acepto
Eso es todo 


Bell de jour

                 Descálzate y camina sin miedo hasta la cama
                                                                      John Donne


Oh Ángel de esta noche
Bajo el cielo del Sur

Llena otra vez mi copa

Permite a mis sentidos renacer
Gozar de nuevo el cuerpo
De esta mujer que me acompaña
El resplandor de los jazmines en la calma
El avance sereno
Del amanecer que se avecina

Permíteme fumar un último cigarro
Mientras contemplo el mar y la llanura
La ciudad que descansa como un perro
El paso antiguo de los barcos
Sobre la claridad que empieza a levantarse

Permíteme beber la última copa
Y esta embriaguez sagrada El cuerpo
Caliente
De esta mujer Mi vida
Como una música lejana
Sean el telón de fondo
De este momento en que saber
Alcanza su equilibrio
                   entierra
Los ojos del destino
                   Y todo ya angustia cárcel
Persecución amores gloria derrota o luz
Se confunden borrosos
En el bajorrelieve


Meditación
                               Siempre estoy asombrado de mí mismo
                                                                          Oscar Wilde

No hay sabiduría en el más allá.
Ni aquí. Y será lo que fue.
Sé que no hay nada
más allá de la tierra que piso,
del mar o el cielo que contemplo,
de mi cuerpo que extraño.
¿A qué, entonces, responde la eternidad
que mora en mi corazón?


Lectura de Virgilio

                         -No. No con agua. La quiero del mismísimo temple de la Muerte
                                                                                                      Herman Melville
                           Para John le Carré

Sentado en mi terraza yo leía
la Eneida, el corazón prendido
en su belleza recia y broncínea.
De pronto sucedió uno de esos momentos
cuya plenitud sensual es el lazo más hondo
con el misterio que acaso somos.
Leía el Libro VIII, cuando ese verso:
“Devexo interea propior fit vesper Olympo”.
Su belleza me arrebató, como una ola
que te toma bañándote y te eleva.
Y de repente, todo, cuanto me envolvía y yo
ya no existíamos sino por esa
belleza:
DEVEXO INTEREA PROPIOR FIT VESPER OLYMPO.
Cómo traducir la intensidad de esa curvatura
del cielo por la que asciende
ese lucero de la tarde.
También la tarde del mundo estaba muriendo
en sus últimas ascuas. Y yo sentí
su incendio en mi piel, y los cielos y la tierra
se tiñeron de rojo, como si esa estrella
que desde el libro ascendía sobre el poniente
fuera arañada por las cumbres de oro. 

José María Alvarez (Cartagena, España, 1942), Museo de cera, segunda edición completa, Renacimiento, Sevilla, 2016


viernes, enero 21, 2022

Iván Carvajal / Tres poemas



Se desplazan procurando que la arena
cubra sus siluetas en puntillas
un susurro podría traicionarlos
en esa tierra de nadie borran

los trazos trenzados en la inmensidad
bajo el arbusto un sorbo de la vasija
mientras el padre da su ración de pienso
al asno cómplice de aquella huida

olfateando con la piel han aprendido
el arte de vislumbrar sobre el contorno
las dunas donde la palma
de una mano puede cavar albergue

adormecidos la madre y el hijo sobre el lomo
tal vez arriben a la costa tal vez alcancen
el último tren o se extravíen o seguirán
por los siglos de los siglos en tiniebla

hacia lo eterno.



Devuelve al padre los brocados los anillos
se descalza y viste el sayo la suerte
está echada resta el gesto de la mano
la espalda brilla tal vez por un instante

todavía el viejo lo distingue atraviesa
el trigal la lejanía no ha borrado aún
del todo ese destello pertinaz pegado
al párpado el adiós que asciende

tórtolas más arriba contempla
parsimonioso el halcón y su caída
el ojo ya nada alcanza a ver
ni el ave ni el hijo ni la presa.

Guaraguao, Revista de Cultura Latinoamericana, n° 68, CECAL, Barcelona, 2021


Ulises

Va a soñar entre los picos de las gaviotas
que vienen a sus pies por las migajas
nadie asome a perturbar su somnolencia
a solas rumia el chasquido de las madreperlas
enhiesto marino que enhebra sus leyendas
de corsario de puertos lejanos
viejo es su hábito de esconderse con los pájaros
en él nada queda de la ostentosa astucia
y el olvido jubila sus Calypsos sus Penélopes
ya sólo el sueño saquea sus andrajos.

Poemas de un mal tiempo para la lírica, Universidad Central de Ecuador, 1980

Iván Carvajal (San Gabriel, Ecuador, 1948)


jueves, enero 20, 2022

Jane Kenyon / En varios colores



Todas las mañanas, taza de café
en mano, miro hacia afuera en dirección a la montaña.
Por lo general, es azul, pero hoy
es del color de una berenjena.

Y el cielo cambia
de gris a un tono damasco claro
mientras el sol 
envuelve la calle principal de Andover.*

Estudio la cara del gato
y descubro un rastro de blanco
alrededor de cada ojo, como si
hoy él mismo
formara parte de la obra.

Jane Kenyon (Ann Arbor, Michigan, Estados Unidos, 1947- Wilmot, New Hampshire, Estados Unidos, 1995), From Room to Room, Alice James Books, Farmington, Maine, 2016
Traducción de Jonio González

* Andover: pueblo ubicado en el condado de Merrimack, New Hampshire, estado en el que vivía Jane Kenyon. (N. del T.)



IN SEVERAL COLORS

Every morning, cup of coffee
in hand, I look out at the mountain.
Ordinarily, it's blue, but today
it's the color of an eggplant.

And the sky turns
from gray to pale apricot
as the sun rolls up
Main Street in Andover.

I study the cat's face
and find a trace of white
around each eye, as if
he made himself up today
for a part in the opera.
---
Foto: Jane Kenyon y su gato, por Robyn Brown Singularidade

miércoles, enero 19, 2022

Silvia Rosa / De "Tutta la terra che ci resta"



Hicimos magia - mira -
revolviendo cada rincón para que brillara
como una moneda de platino
y luego tomamos el cielo
con la punta de nuestras lenguas
lo trabajamos en escala de grises
sin más tonos cálidos ni orientación

así que ahora nuestros pasos en falso brillan
bajo el cielo plomizo que nos aplasta,
privados de olfato para no tropezar con el olor
de estiércol y madriguera, bidimensionales y nítidos
nos duplicamos al margen de la imagen,
en una aséptica anestesia cromática, dentro de
una cúspide de sombra a estrenar

*

Al final de la noche las ojeras
nos consuelan, manchitas de lunas
llenas en la cara. La redención del túnel,
con su fragor azabache y sus polillas guías,
es un camino de aluminio que acoge
nuestros fantasmas, a 150 km por hora.
Afuera queda el rosedal de las pifias y errores
de esta Grilla de Hermann: los fusilazos
de los faros antiniebla y los lamentos son suprimidos
de una lista de cifras binarias, blanca y negra.

Falta profundidad a este andar,
una visión general, talento
para sobrevivir a las heridas de la oscuridad

Silvia Rosa (Turín, Italia, 1976)
Versiones de Jorge Aulicino



Tutta la terra che ci resta
,
Vydia Editore, 
Montecassiano, Macerata, 2022














Abbiamo fatto una magia – guarda
rimestato ogni angolo affinché rilucesse 
come una moneta di platino 
e poi abbiamo preso il cielo 
con la punta delle nostre lingue 
l’abbiamo lavorato in una scala di grigi
senza più toni caldi e orientamento

così adesso luccicano i nostri passi falsi
sotto il plumbeo che ci schianta, 
privi di olfatto per non imbattere nell’odore 
di sterco e di tana, bidimensionali e nitidi 
ci duplichiamo a latere dell’immagine, 
in un’asettica anestesia cromatica, dentro 
una cuspide d’ombra, nuova di zecca



All’estremità della notte le occhiaie 
ci confortano, piccole chiazze di lune 
piene sul volto. La redenzione del tunnel, 
con i suoi boati corvini e le falene-bussole, 
è una strada d’alluminio che accoglie 
i nostri fantasmi, a 150 km orari.
Il roseto di abbagli ed errori resta fuori
da questa griglia di Hermann: le fucilate 
degli antinebbia e i rimpianti sono espunti 
da un elenco di cifre binarie, o bianco o nero. 

Manca profondità a questo andare, 
uno sguardo d’insieme, il talento 
di sopravvivere alle lesioni del buio

martes, enero 18, 2022

José Miguel Marinas / De "Razón de duelo", 2




de "razón":

III
dar razón del duelo 
como quien canta el melisma más terrible
sin voz, entredientes,
y de vez en cuando se vuelve a la vida
y habla y negocia, o dice qué hermoso este edificio
o cómo me gustan las líneas de tu boca
o cuánto falta para el verano
pero sabe que el otro borde del umbral
la parte interior de esa zona sin aire
le convoca de continuo
para que diga de lo imposible algo


de "non nomina":

IX
un cuenco de manos
para capturar el agua de la lluvia
un pliegue de la hoja de la cardenca
donde se almacena el agua del cielo
como en un cuévano 
un peine pasando moroso
por la mata de pelo recién lavado
con el agua de lluvia de la cardenca
(no recuerdo el color de los ojos de mi madre)


XX
regiones de la pérdida:
no damos abasto a recorrer los paisajes derrotados
contamos flores nuevas, casas, catedrales, el aparato todo 
del mundo como es
y parece que los ajustes cuadran
las metas son casilleros en la planilla que se van tachando
como si estuvieran cumplidas, colmadas las ambiciones
todo va como va, vive la rueda de la culminación
los desperfectos en el núcleo de lo que hacemos parece
que son daños a lo más colaterales
devastadas regiones de la pérdida
tan dentro 
tan normalizadas
que no hay ojos ni caligrafía que las haga legibles
todo se resuelve en negar que haya otra vida
precisamente aquí y ahora

José Miguel Marinas (Vitoria, España, 1948-León, España, 2022), Razón de duelo, Traviesas de Poesía, segunda edición, León, España, 2014


lunes, enero 17, 2022

Julio Orione / Dos poemas



Mi balcón

Cada octubre en Buenos Aires escucho 
las torcazas en el mismo ritual amatorio
y en noviembre vienen en pareja a visitarme 
                                                                    Pero, 
donde antes anidaban, no más.. perché?, chi lo sa? 
A veces visítanme zorzales y brillantes colibríes. Y mariposas monarca y lagartijas
                                     Pero anoche tuve un huésped inesperado  
                                                                                      un aguacil
girando enceguecido alrededor de mi lámpara.
Voló, se quemo las delicadas alas
                                                     y abur

                                                                 Noviembre de 2021


sinos

sé que un sí requiere un no
cuando el no reclama un sí
y el sino del sí no es igual
sino inverso al sí del no
y del no al sí hay un solitario sol
que para el sí o para el no retorna
y que en su sino sí envuelve 
los no del sí, los del no, sí

                                        Agosto de 2021


Julio Orione (Buenos Aires, 1941)


Foto: Julio Orione en el café Puerto Rico, cerrado en 2021. Buenos Aires, 2019

domingo, enero 16, 2022

Juan Bautista Ritvo / De "Orfeo"




Epílogo

Aquí no hay polifonía,
tampoco se escuchan sonidos
que alcanzan, complejos e intrincados,
su punto crítico,

como si les alcanzara la sombra del rumor
de millones de años,
de eras sin fin,
las inciertas columnas de lo ancestral
anteriores a los balbuceos míticos.

No,
aquí
descansan las cosas
de su vértigo,
aunque nada nos garantice
que la rotación del planeta,
sus feroces accidentes,
el abismo de las razas y de las clases,
deje en paz
nuestro cuerpo,
abrumado.

¿Vamos perdiendo?
Si, vamos perdiendo.

La aguja de Norte-Dame
ardió muchos años más tarde
y junto con ella, todo el maderamen;
la piedra, ennegrecida, agrietada,
todavía está allí- el atrio
está vacío.

El planeta conserva, empero,
su núcleo ardiente
mientras el agua
trepa década a década,
año tras año.

¿Bajará, por fin, el Deus ex machina
y nos enseñará, nuevo Leonardo,
a construir alas
del hombre-pájaro, alas agitadas por el viento
del Paraíso, alas que trepan a los techos, a las cornisas,
que suben a los montes y caen en picada
para de nuevo remontar hasta perderse
en las límpidas alturas
junto a los cetáceos celestes de Meryon?
El hombre-pájaro flota sobre los campos,
sobre las ciudades, pequeñas y grandes,
sobre los pinares doblegados por la nieve,
sobre la tierra agostada por la sequía;
llega hasta lo alto de las bóvedas góticas
que resisten, silenciosamente resisten,
mejor que nosotros, la fatiga irreversible,
la estulticia de los sacerdotes,
el veneno de los que arden por el poder,
el rencor de los expulsados.
Atget llama, quizá inútilmente, a las maderas,
y a las sogas y a la tierra y a las piedras de la calle
que pueblan sus fotos; nunca más hermosas
que cuando los curadores alcanzan a reproducir
ese signo de lejanía próxima que causan
tanto la luz excesiva, indomeñada,
como el cálido color sepia, también signo,
pero de distancia, ante el cual, en silencio,
inclinamos la cabeza.

Juan Bautista Ritvo (Santa Fe, Argentina, 1940)

Orfeo o el nacimiento de la noche,
ensayo/poema
17g Editora, 
Buenos Aires-Bahía Blanca, 2021 












sábado, enero 15, 2022

Claudia Schvartz / De "Ávido don"




El pez en vértigo azul un ave
el poema sin lengua
la suma de inminencias en la torre que cae
como un presentimiento
es gravedad el vaivén de las estrellas
el teatro de la noche y la sorpresa
quieto existir de la extranjera
que pronuncia un paisaje en movimiento

*

   El cielo se desliza
Siempre este vaciarse del instante
Siempre soñar: la forma árbol y generaciones de árboles distintos
Otra vez singulares maneras del instante.

   El cielo se desliza. No sabe que es invierno
Y la que escribe es otra, la que observa del árbol la plegaria
y en la tierra en suspenso, un tiempo que genera.

*

de "Notas para un poema":

El río limpísimo después de la lluvia.
Nadie se ha atrevido a sentarse en el muelle a lavar
ollas.
Perfecto silencio que un trino espaciado profundiza.

Un habla tan bonita

Quiroga encallado en la selva como Conrad entre
mares

El último sol pone de bronce la casuarina.

Presa de la acción: hacer hacer

Para la confusión cada vez más grande, más arbitraria.
Más lejos de mí.
Pleno ataque compulsivo: el teléfono, las orillas
desbarrancadas, los fantasmas.
Se acerca fin de año.

(…)

Tanta luz
que la sombra se vuelve deslumbrante.

Jugando al golf con el machete con lógica perfectamente
inocente.

De lejos la casa flota.

Claudia Schvartz (Buenos Aires, 1952), Ávido don, primera edición 1999; Leviatán, Buenos Aires, 2009


viernes, enero 14, 2022

Philippe Jaccottet / La voz




¿Quién canta allí cuando toda voz se calla? ¿Quién canta
con esa voz sorda y pura tan bello canto?
¿Será fuera de la ciudad, en Robinson, en un
jardín cubierto de nieve? ¿O es aquí muy cerca,
alguien que no sospechaba se lo escuchara?
No estemos impacientes por saberlo
pues el día no es diferentemente precedido
por el invisible pájaro. Pero hagamos solamente
silencio. Una voz sube, y como un viento de marzo
sin llanto, más bien sonriente ante la muerte.
¿Quién cantaba allí cuando nuestra lámpara se apagó?
Nadie lo sabe. Pero sólo puede oír el corazón
que no busca la posesión ni la victoria.

L’ignorant. Poèmes 1952-1956

Philippe Jaccottet (Moudon, Suiza, 1925 – Grignan, Francia, 2021), "La poesía de Philippe Jaccottet", Op. Cit., abril 12, 2021
Versones de Carolina Massola


Foto: Laie

jueves, enero 13, 2022

María Mascheroni / De "Blues de las almas inquietas"




manos a la obra 
es esta noche   hay cosas que enmendar
camina a oscuras tanteando
haber cumplido ocho años ayuda   hará el altar
un paso el candelabro las cerillas
la imagen del santito cubierto en celofán brilla en la niebla del cuarto 
otro paso   el corazón como tambor de la tierra profunda
veloz   dicen que se lo puede llamar quedo por su nombre largo
que suena como un canto y envuelve todo el sur
dicen que ha curado mujer
un paso
la niña teme a su pie firme 
      Namuncurá Namuncurá
el otro pie avanza
pedirá
pedirá que su madre despierte y la mire cuando se zambulle 
en el peligro del dique

es ésta la noche
con sus tesoros bajo el brazo despertará a su hermana mayor
decidieron subir de la mano la noche hacia el lugar sagrado
al Pan de Azúcar
otro paso 
Namuncurá y golpea
      Namuncurá 
Namuncurá y se apoya
hay cosas que enmendar
-antes de que la noche sea tan larga y las horas de sueño predominen
y yo no pare más de beberme el peligro del río, la tentación de la 
roca más alta, mientras espero que ella se sacuda la tristeza y venga
antes que 

es esta noche
Namuncurá
alarga con cuidado su brazo roza con los dedos el hombro desnudo
susurra al oído el nombre de su hermana y despierta un grito en 
medio de la estridencia de la noche iluminada sólo por la imagen 
estridente de la noche silenciosa
Namuncurá   Ceferino   implora
tapa la boca de la hermana   susurra: Ceferino! el altar!
 
los ojos inmensos recuerdan y cierran el grito justo antes de que 
los pasos cansados de la madre alcen la voz y ¿qué pasa?
¿qué ha pasado?
la pequeña como un rayo ha simulado el sueño
la sonrisa despunta y se oculta rauda en el río
de su corazón

ahora late como un altar resplandeciente

María Mascheroni (Buenos Aires, 1958)

Blues de las almas inquietas
,
Hilos Editora,
Buenos Aires, 2021











miércoles, enero 12, 2022

Roberta Iannamico / De "Rosa"



La vaca 

La vaca se acuesta sola en el medio de la pampa 
sobre la letra P de la provincia de buenos aires 
mira las estrellas 
el cuerpo lleno de lagunas 
por ahí navegan sabores 
sol que rumia para que se le haga amarillo 
entre los dientes 
en la noche larga la teta se le enciende como un 
farolito 
la luz mala 
como un planeta de cinco puntas. 

Tendal, 2000


Las cosas 

Siempre con las cosas 
la ropa 
los platos 
los huevos duros 
el agua de la canilla 
los juguetes tirados 
lo caliente 
lo frío 
lo suave 
lo pesado 
las cosas que entran 
en una mano 
eso es lo que tengo 
para armar un mundo. 

Muchos poemas, 2008


Prosa 

Voy a empezar a escribir en este cuaderno. Es como si el cuaderno me lo pidiera. Llename de letras, Roberta. Y yo voy haciendo crecer las palabras como pasto, renglón por renglón, página tras página, como esos campos rayados va a ser mi cuaderno, pero de papel y letras. Pasan cuatro perros amigos. Un collie, uno negrito, uno rengo y un setter. Todos siguen al setter, porque parece ser el más alegre, el más joven, con su pelo rojizo brillante, encendido. Y además tiene el entusiasmo del extranjero. Es un perro escapado que gana la calle por primera vez. 

Muchos poemas


está oscuro 
y son las tres de la tarde 
llueve 
y adentro hay fuego 
no puede 
ser más perfecto 
salgo afuera 
porque muero por vivir 
adentro de un poema 
la lluvia con su música 
su rítmico sonar 
estoy 
adentro del tambor 
que las gotas tocan 
como locas 
devotas 

Nomeolvides, 2015

Roberta Iannamico (Bahía Blanca, Argentina, 1972)

Rosa 
(Poemas 1997-2021)
Gog y Magog, 
Buenos Aires, 2021










martes, enero 11, 2022

Ricardo Montiel / De "El rezo de los chatarreros"




Mi padre de espaldas

Una vez vi a mi padre de espaldas
caminar entre espaldas porteñas.
Enseguida supe que era él.
Se distinguía por sus hombros caídos,
redondeados como lomas de arena,
y por la fuerte asimetría de sus codos:
el izquierdo más abajo que el derecho
cuando guarda sus manos por el frío
en los bolsillos de su chaqueta marrón.
Quise buscar un teléfono…
comprobar que él estuviera
todavía con vida. 
Sin embargo, desistí.
No quería perder de vista
su paso ligero y vacilante,
levemente desfasado del resto,
como de recién llegado a mí. 


El rezo de los chatarreros

Sólo creo
en el rezo universal de los chatarreros.
Esa voz distorsionada, balbuceante
resonando entre los mudos edificios,
que pide de milagro el desecho,
la cosa sin cabida por vieja,
averiada o juzgada incompatible.

Es el único
rezo universal en que creo,
el que lento se desplaza sobre una
desvencijada y distópica pick up,
que va cargando en su lomo peregrino 
lo que otros destinan al infierno.

Ricardo Montiel (Maracaibo, Venezuela, 1982. Vive en Buenos Aires) 

El rezo de los chatarreros
El Ángel Editor, 
Quito, 2021