lunes, noviembre 05, 2018

Héctor Kaknavatos / Del legajo de una claridad (1)















¿Y si no fue así?
¿Y si fueron de otro modo las cosas?
Maldije la hora y el momento en que te vi venir
Así hermosa, así fanática
a la cabeza en la falange de los longobardos
y atronaba la multitud, salve augusta…
mas tú veías hacia el brasil
armarse los navíos de los aqueos
cambiar banderas
los fogoneros en huelga en el malecón
vagar tozudos errando
con flecos de la cabellera de Agamenón
en puñados
en busca de burdeles
conversando sentados en el atracadero
con néstor, san gerásimo, notis botsaris
de la resurrección de la raza…
esa noche ocurrió el desastre
juraron todos,
algunos por su madre clitemnestra
otro por el nombre de su hijita
otro por el soldado desconocido
otro… cómo voy a acordarme ahora
pero el último
ah, dios mío, qué momento fue aquel… (2)
.................................................................
.................................................................

Sin conspiraciones
así como tarde de sábado santo
me pusieron por primera vez la cruz de sangre
del cordero desollado de pascua,
horrorosa marca entre los ojos
entre dos mares
por un lado el egeo por el otro el jonio
y en el medio la señal
sangrienta.

¿Cómo encontrar, ya, calma? al otro día
llegó el duro mensaje: tu cadáver
aplastado como el tren que cayó en la quebrada
lo encontraron pescadores mongoles en baikal
flotando al lado de una cesta;
entonces acabada ya santa sofía
acabado mesolongui
acabado notis bótsaris
los argonautas se casaron en brasil,
dispersaron los cabellos de agamenón
a los cinco vientos
quemaron las naves
y no volvieron a hablar de monemvasiá.

En la noche… ¿qué digo?
cada noche
todas las noches
claridad bárbara
claridad de los longobardos
claridad como pulpo seco
frente a frente a un sol mayor
curtidor (4)
...........................................................

Los crucé todavía jurando una vez más,
no importa…
raza de perros…
aqueos porfiados, semillas turcas,
francolevantinos:
tiraron de los rodrigones
arrojaron otra vez pólvora al suelo
se encendieron todos como antorchas
(qué sed esta de bombazos, dios mío)
y cuando impusieron su propia voluntad
empezaron una  ronda bajo la ventana del papa
con polifemo a la cabeza
saltando desde guadalajara hasta metsovo
que se te corta el aliento.
anda a sostenerte tú ahora,
zumbaban los atabales desde brasil hasta baikal
chirriaban los clarines desde noruega hasta
nueva caledonia
y nuestro astro, todo alma, se lanzó cuarenta varas adelante
así te despedazamos
ogresa
claridad…

Mis manos cruzadas hélice
en la popa de arájova
el gobernalle entre tus ojos
las escotillas abiertas
los cañones listos y las bombardas
mi abuelo, marino de horacio nelson
artillero, juramentado en frigia
con su martini y bastante pólvora
de dimitsana
acechando desde la ventana de navarino
este claridad que se escabulle hace años ya…
¿y que fuera sólo eso?
¿los sospechosos proyectos del arqueólogo holandés?
¿los astutos ojos del profanador de santos,
dando vueltas en las barriadas pobres
vendiendo, digamos, amuletos
espiando las fortificaciones de nuestra casa?
¿las cañoneras del mar?
¿la lanza de san Jorge?
son para que las cuente uno ya estas cosas?
¿son para reclutarlas?
¿son para confiarles armas automáticas?
¿digan ustedes:
dónde vieron un egipto arrepentido?
¿un vencedor jubilado, un pastor bizantino,
un godo mercachifle
un guiñapo?
¿un obispo promotor?
a fin de  cuentas, ¿dónde vieron mis manos cruzadas
hélice en la popa de arájova?

Ah… arájova, la rara porcelana minoica
del omóplato del profeta Daniel,
estaba escrito que adivinase
la desgracia de hoy
la continuación en el cementerio
los suplementos nocturnos extraordinarios
el nudo ciego del consejo de ministros;
hablaba claramente a través de todo eso de esa,
de la claridad
que venía en línea recta desde la raza de los atridas
y ahora hace años que se escabulle
en lejanas plantaciones de cacao
descalza y despeinada,
una vez en cilicia tejedora
otra en san francisco de mesera
en bukovina lavandera
o puta en vladivostok,
hasta que una noche el mar, otra vez el mar,
trajo su cadáver hasta githeio
entre piedras pómez japonesas
limones podridos de siria
o carcomidos mascarones de las proas de los fenicios
veintisiete años de viaje por el mar abierto…

Lo que ocurría entre tanto por el otro lado,
es lo que hace que el asunto sea más trágico;
ya van a entender ustedes
que en esa torre maniota
con almenas que miran hacia los cafés
donde se pudren colgados los mapas militares
de la II división de los pelasgos
junto a las armaduras de los isaurios
las barajas
y las tazas sucias
en esta torre maniota digo,
nuestras venas parían sin tregua
no cabían ya en ese lugar
crujían los cimientos de mistrá por la flebitis.

¡Ay! Abuelo, ¿cómo te quedaste impasible
oteando desde la ventana de navarino
la frigia  desmechada,
mientras en los cafés que estaban a tu espalda
el tahúr ganaba con la maña
que aprendió en los mapas de los pelasgos?
ahora el eurotas se trasladó
entremedio de nuestras ventanas;
hacía falta un esbozo de acueducto
para conservar el rostro seco del antepasado.

Finalmente, también eso ocurrió:
un don nadie
un despreciable funcionario de impuestos
exigió la expulsión de los isaurios
la liquidación de la torre maniota
y en paralelo el sabotaje del minstro
a la industrialización del país;
exige, incluso, la exhumación de la claridad,
la autopsia más meticulosa
acorde a los nuevos antecedentes
que entregó el omóplato del profeta Daniel
encontrado en los cimientos de una antigua casa de arájoba,
finalmente solicita enterrarla
con honores de primer ministro en funciones…
¿qué haremos ahora?

El timón
entre tus ojos
eso lo hizo todo…

(1) Adaptación de un viejo manuscrito de la familia Kaknavatos
(2) Aquí el manuscrito está estropeado por los años
(3)
(4) Aquí otra vez el manuscrito está estropeado

Héctor Kaknavatos (El Pireo, Grecia, 1920-Atenas, 2010)
Traducción de Pedro Ignacio Vicuña

Ref.:
Tinta China
Jornada
Trianart
Nikos Stabakis, Surrealism in Greece. An Anthology - Google Libros

No hay comentarios.:

Publicar un comentario