martes, noviembre 27, 2018

Ezra Pound / Canto I



















Y entonces descendimos a la nave,
Enfilamos quilla a la rompiente, a la mar divina, y
Erguimos el mástil e izamos la vela en la nave prieta,
Embarcamos ovejas y nuestros propios cuerpos
Agobiados de llanto, y los vientos en popa
Nos impulsaban con velas panzudas,
De Circe esta nave, la diosa del peinado minucioso.
Nos sentamos en el sollado, el viento trababa el timón,
Y con velas tirantes cruzamos el mar hasta el final del día.
El sol a su modorra, sombras cubren el océano,
Llegamos a los confines de las más altas aguas,
A las tierras cimerias, y ciudades pobladas
Cubiertas de niebla de apretada trama, jamás perforada
Por destello de luz solar
Ni tachonada de estrellas, espiando desde el firmamento
La noche más prieta amortajaba a estos infelices mortales.
El océano revertía su curso, llegamos entonces al sitio
Que Circe predijo.
Aquí Perimedes y Euríloco realizaron los ritos,
Y empuñando la ceñida espada
Excavé el hoyuelo de un codo de ancho;
Derramamos libaciones para cada muerto,
Primero la hidromiel y luego vino dulce, agua mezclada con
    harina blanca.
Entonces recé muchos rezos a esas tétricas calaveras;
Como es costumbre en Ítaca, toros estériles de los mejores
Para el sacrificio, amontonando ofrendas en la pira,
Una oveja sólo para Tiresias, negra y con un cencerro.
Obscura sangre fluyó a la fosa,
Almas del Érebo, cadavéricos despojos de doncellas muertas
El día de su boda, de jóvenes y ancianos que mucho soportaron;
Almas maculadas de lágrimas recientes, tiernas niñas,
Hombres tantísimos, eviscerados con lanza de bronce,
Despojos de batalla, empuñando sus armas aún sangrantes,
Todos éstos me atosigaban; con sus gritos,
Con palidez, clamando a mis hombres por más víctimas;
Faenamos los rebaños, ovejas a bronce abatidas;
Derramamos ungüentos, clamando a los dioses,
A Plutón poderoso, alabando a Proserpina;
Desenvainada la filosa espada,
Me planté para apartar a los impetuosos difuntos impotentes,
Hasta que pudiese oír a Tiresias.
Pero primero vino Elpénor, nuestro amigo Elpénor
Insepulto, yerto en la dilatada tierra,
Sus miembros que dejamos atrás en la casa de Circe,
Sin lágrimas ni mortaja sepulcral, urgidos por otros trabajos.
Lastimero espíritu. Y exclamé con palabras presurosas:
«Elpénor, ¿cómo has llegado hasta esta oscura costa?
»¿Has venido a pie, aun así aventajando a los navegantes?».
          Y él con graves palabras:
«El hado adverso y el vino abundante. Dormía en la morada
    de Circe.
»Y bajando por las altas escalas, descuidado,
»Di contra el contrafuerte y caí,
»Desnucándome, y el alma buscó el Averno.
»Pero tú, oh rey, te imploro me recuerdes, al inllorado,
    insepulto,
»Amontona mis armas, sea mi tumba en la playa y su
    inscripción:
»Un hombre sin ventura, y su nombre por venir.
»Por estela, el mismo remo que fatigué junto a mis
    compañeros».
Y vino Anticlea, a quien aparté de un golpe, y luego Tiresias el
    tebano,
Alzando su vara dorada, me conoció, y habló primero:
«¿Por segunda vez? ¿Por qué, hombre desastrado,
»Ante los muertos sin sol y en esta región infeliz?
»Apártate de la fosa, déjame mi brebaje sanguinario,
»para inspirar mi vaticinio».
          Y di un paso atrás,
Y él, vigorizado con la sangre, dijo: «Odiseo
»Retornarás atravesando un Neptuno hostil, por oscuros
    mares,
»Perderás a todos tus compañeros». Y entonces vino
    Anticlea.
Quédate quieto, Divus. Me refiero a Andreas Divus,
In officina Wecheli, 1538, basado en Homero.
Y navegó pasando Sirenas y de allí desviando mar afuera
Y hasta Circe.
            Venerandam,
En la frase del cretense, Afrodita de la dorada corona,
Cypri munimenta sortita est, hilarante, orichalchi, con
    doradas
Cintas y pechera, tú, la de oscuros párpados,
Portando la rama dorada del Argicida. De modo que:

Ezra Pound (Hailey, Estados Unidos, 1885-Venecia, Italia, 1972)
Traducción de Jan de Jager

Imagen: Getty


Cantos,
Sexto Piso,
Madrid, 2018











Nota: Este blog ha publicado versiones de varios de los Cantos de Pound por traductores argentinos. El primer canto es de importancia capital para entender la obra, a juicio de este Administrador. Reescritura pura y directa del XI de la Odisea, salvo el final, es un portal que propone -a partir de los dos puntos que lo coronan- un viaje en apariencia caótico por toda la historia de la humanidad, con las conexiones entre hechos y personajes dispersos que Pound encontraba, basadas no muy remotamente en su mirada económica.

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