El jardín de los viejos está cerca de tu casa.
Cuando salís para dar un paseo o a hacer compras
los ves sin mirar, detrás de la reja, en ese jardín
todo de piedra y con casas y molinos con gnomos.
No detenés el paso, tampoco lo acelerás como
quien huye. En la marcha entrevés caras grises,
huesos frágiles, pieles resecas, muecas rígidas
en todas las facciones y, más allá, alguien
disfrazado -y no muy bien- de enfermero.
El jardín de los viejos está muy cerca de tu casa.
Fue antes una casa donde entraste tan sólo una vez.
Recordás ahora al matrimonio anciano con ese acento
italiano que no pudiste relacionar -tal vez el Friuli-,
así como el papel multicolor, sedoso, en las paredes.
Esta es o fue una casa que quisiste comprar alguna vez
y que al ver los laberintos y los molinos del jardín,
hechos con un material que parece cartón o yeso,
recordaste que habían aparecido -escultor y casa-
en un suplemento cultural como cosa curiosa.
Ahora quedan tan solo dos de esas artesanías,
han destruido las demás para ganar espacio.
Ahora pasás casi a diario cuando vas por el pan,
cuando te acercás a la librería o das un paseo.
Es ahora el jardín de los viejos y está cerca de tu casa.
Angel Faretta (Buenos Aires, 1953), Propio laberinto, inédito
Foto: Angel Faretta en FB
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