De los avispones no quiero decir nada,
pues es fácil reconocerlos.
Tampoco las revoluciones en curso
son peligrosas.
La muerte como séquito del alboroto
es decisión antigua.
Pero de las efémeras y de las mujeres,
cuídate, de los cazadores domingueros,
de los esteticistas, de los indecisos, de los bienintencionados,
de los que no han sido castigados por ningún desprecio.
De los bosques trajimos leña menuda y troncos.
y durante mucho tiempo no nos salió el sol.
Embriagada por el papel sobre la cinta continua,
no reconozco las ramas,
ni el musgo, fermentado en tintas más oscuras,
ni la palabra, en las cortezas grabada,
cierta y audaz.
Desgaste de hojas, pancartas,
carteles negros... De noche y de día
se estremece bajo las estrellas, estas o aquellas,
la máquina de la fe. ¡Pero en la madera,
mientras esté verde, y con la bilis,
mientras sea amarga, estoy
decidida a escribir lo que fue en un principio!
¡Procurad manteneros despiertos!
El enjambre de avispones sigue
la huella de las virutas despedidas, y junto al pozo
se le eriza a la tentación,
que antaño nos debilitó,
el cabello.
Ingeborg Bachmann (Klagenfurt, Austria, 1926 - Roma, 1973), El tiempo postergado, traducción de Arturo Parada, Cátedra, Madrid, 1991
Foto: DW
No hay comentarios.:
Publicar un comentario