Con tanto ruido
empezaba a dolerme la cabeza;
abrí la mano y solté puñados de palabras.
El viento de la libertad
arrastra y mece las letras más nobles
y las más envidiosas,
groseras e iracundas.
(“Que hayan de ser nuestros mejores discípulos
los cuervos que vengan a sacarnos los ojos”,
se quejaba el poeta junto al Duero.)
Pero ni siquiera hace falta ser discípulo,
ni tampoco el mejor.
Basta con ser sencillamente un cuervo,
una serpiente voladora:
el viento magnánimo de la libertad
mece tiernamente y arrastra consigo
perlas, rosas y basura.
Jüri Talvet (Pärnu, Estonia, 1945), Elegía estonia y otros poemas, Llambert Palmart, Valencia, 2002
Traducción de Jüri Talvet y Albert Lázaro-Tinaut
Envío de Jonio González
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