viernes, abril 19, 2024

Pedro Ignacio Vicuña / Tres poemas




Domingo 26 de julio

Pareciera que el tiempo no pasa 
el mismo gato ronronea
a la misma hora
bajo la misma sombra

Por el tiento de la piel                los años        se agolpan
                 de la ausencia

Es como una película vieja              con señales de algo
                  que no es ya
Avanza siempre        y es siempre la misma
sólo la luz varía el ángulo

Pienso en una otredad que no tiene lengua
y me avasalla el silencio que gotea
desde las paredes ateridas.

Diario del retorno, Balandro, Santiago de Chile, 2020


La rama de mirto

Al final
todas las tintas
las manchas y las trazas
que uno deja en el papel
todos los diarios que uno escribe
todas las señas
las marcas en el muro
los pasos en silencio
son diarios de muerte.

La fatigosa lucha se desgasta
el insistente martillo
la duda impenitente
dejan su sombra en las cuartillas
en el garabato inane
en la raya absurda.

Solo esa rama de mirto
que juguetea airosa
y el pelo cayendo por la espalda
el eco de una voz en Sardes
caminando sobre el agua
aquello que uno ama
permanecen en el aire
en su rodar puro
sin propósito ni afán
en el tiempo
ignorando la sombra
la boca negra
de las sombras.

Cuarentena, abril 17 de 2020


Arte poética 

Cuando la palabra polen
golpea a mi puerta
y los objetos cotidianos toman matices amarillos
y un aroma como el sol se perfila en los utensilios mínimos
sé que las cosas no tienen nombre
sino un sonido oculto
como la piedra recién nacida. 

Es que el verano con sus pedazos de espuma
No puede tener nombre sino esencia
Que la palabra que golpea las almas
Con su sello preciso
Reteniendo apenas trizaduras de memorias
Conteniendo apenas soplos detenidos
Apenas si toca el pulso loco del oleaje. 

Así renacen los sonidos en mi boca
y ruedo manso vertiendo este eco indetenido
de lo que conoce su propia envergadura
del agua que se hace piedra y cáliz
y cuerpos derramándose en la medianoche fugitiva.
Así repito repitiendo sonidos que maduran
la textura del sueño y del deseo
y sé (aunque no parezca)
que las cosas no responden a su nombre
a la triste insignia que se les clava en el alma
sino que ruedan embrujadas, transparentes
labrando su propio ascenso
conteniendo el signo de su puro peso.

 Fragmenta Memoriae, Mosquito Editores, Santiago de Chile, 1995

Pedro Ignacio Vicuña (Santiago de Chile, 1956)

Más poemas de Pedro Ignacio Vicuña en Otra Iglesia Es Imposible

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