jueves, julio 20, 2017

Guadalupe Grande / Dos poemas














Postal VII
(Fábrica de moneda y timbre)

En el centro de cada moneda
se asoma hacia la calle
la pupila de la limosna.

Una lágrima helada,
una lágrima de tinta
en la que se conjugan todas las palabras
hasta llegar aquí,
     espejo sin azogue
que cierra la cuadratura del círculo:

     uno por uno es uno,
     dos por dos en las manos de cada esquina,
     tres por tres en los túneles del desconcierto,

salta la oca en las lágrimas de la limosna.

(La llave de niebla, Calambur, Madrid, 2004)


Gatas pariendo

Así escuchas las cosas de tu vida como el maullido de un gato al fondo del jardín

Te despiertas de madrugada y oyes al fondo muy al fondo ese remoto maullido de gato recién nacido

Y un verano y otro y  luego otro más hasta llegar a esta noche

Al fondo jardín al fondo

Así escuchas las cosas de tu vida así escuchas las cosas del mundo
a oscuras   de noche  palpando el susto de no  entender o el de no querer hacerlo

y ese gato que no para de maullar y es una pequeña herida no sabes de qué no sabes de quién pero ahí está insistiendo clamando de hambre y noche al borde del peligro al borde del abismo al borde del jardín   un coche un faro luego nada

y continuarán los maullidos más obcecados que tú y si no al tiempo al próximo verano hasta la próxima canícula sonido desvalido como una onomatopeya tan poco lírica que no la puedes escribir te dices

qué pensaría nadie y quien es nadie al leer esa onomatopeya tan líricamente escrita tan ridículamente sonora tan de viñeta de posguerra

pero suena suena cada noche

y tú para bordear la herida te dices  que así empezó todo con una onomatopeya con un sonido tan innombrable como ahora el insistente maullido del gato recién nacido convocándote a dónde pidiéndote qué

O quizá algo peor  tal vez nada te convoque y tan solo te despiertas en medio de la noche para ser el precario testigo que no puede traducir una onomatopeya
Eso te dices para bordear la herida

Escuchas al gato y recuerdas que  has visto un hombre con el torso descubierto y sin brazos al borde de la calle
has rozado la pierna perdida en el pantalón doblado sobre el muslo y has visto que la muerte es  un ramo de rosas de plástico atado a un farol

y te has preguntado qué palabra no es una onomatopeya indescifrable para seguir la sombra de los días

Un verano y otro y otro más  al fondo de la vida al fondo del jardín al fondo del sonido

Y las gatas siguen pariendo sin parar y paren onomatopeyas que al fondo del jardín resuenan como las tablas de la ley

(Hotel para erizos, Calambur, Madrid, 2010)

Guadalupe Grande (Madrid, 1965)

Más poemas de Guadalupe Grande en Emma Gunst

No hay comentarios.:

Publicar un comentario