La pirámide
a Antonio Requeni
Entré a la trampa de rodillas,
iluminado por mi carne
como una víbora.
Traje luz de afuera,
el desorden de los animales,
el mareo de la hierba,
una voluta intrusa
atragantada
entre los planos fríos
y el silbido del canto de las piedras.
Aquí, en el centro de la pirámide,
sin gravedad, sin alma,
donde el universo se detiene
y cava la fosa de su propia guerra,
en un ángulo homicida,
hendido
por el venablo de una línea recta,
aguardo que descienda el faraón,
suntuoso de olvido,
desde otro sol
por la escalera inversa.
Ya no me oculta mi nombre ni mi calavera.
La pirámide se cierra
insurrecta en la luz.
El espejismo era toda la tierra.
Leopoldo Castilla (Salta, 1947), Libro de Egipto, Ediciones Ultimo Reino, Buenos Aires, 2003
De Castilla en este blog:
LV, de Manada
Foto: Caravana cerca de las pirámides de Giza, 2006, Jorge Aulicino
a Antonio Requeni
Entré a la trampa de rodillas,
iluminado por mi carne
como una víbora.
Traje luz de afuera,
el desorden de los animales,
el mareo de la hierba,
una voluta intrusa
atragantada
entre los planos fríos
y el silbido del canto de las piedras.
Aquí, en el centro de la pirámide,
sin gravedad, sin alma,
donde el universo se detiene
y cava la fosa de su propia guerra,
en un ángulo homicida,
hendido
por el venablo de una línea recta,
aguardo que descienda el faraón,
suntuoso de olvido,
desde otro sol
por la escalera inversa.
Ya no me oculta mi nombre ni mi calavera.
La pirámide se cierra
insurrecta en la luz.
El espejismo era toda la tierra.
Leopoldo Castilla (Salta, 1947), Libro de Egipto, Ediciones Ultimo Reino, Buenos Aires, 2003
De Castilla en este blog:
LV, de Manada
Foto: Caravana cerca de las pirámides de Giza, 2006, Jorge Aulicino
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