Los colores del atardecer
aparecían al terminar las tareas.
El hijo de Doña María, la vendedora
de frutas y verduras, nos acompañaba
a contemplar el cielo.
Luego de una larga jornada
sobre el tractor, sus ojos
nos acercaban la luz
del corazón de las sandías partidas, del jugo
de los melones ablandados por las lluvias.
Él, antes de sentarse con nosotros,
se bañaba solo y al salir de la pileta
cruzaba los brazos tiritando de frío.
Su rostro abría un éxtasis lejano
que nos dejaba desnudos, uno al lado del otro,
en el vacío de la tarde.
El origen de las estrellas
Miraba a los mayores hacer el fuego
como quien contempla el origen de las estrellas.
A esas alturas ya había descubierto que no nacían solas.
Se trataba de minúsculos grupos resultantes
de una materia nebulosa. En el proceso de formación,
algunas explotaban violentamente. Intuí lo infernal:
nada bueno iba a pasar bajo cuerpos vacilantes.
Babas del diablo
Atrás de los piramidales se escondía el sol.
En ese punto de fuga, mi perro desaparecía
y llegaban otros sin dueños. Las babas
del diablo quedaban retenidas
por los pinos. Las avispas
hacían sus panales y en lo bajo de los troncos
varias culebras se encontraron muertas.
Las mujeres avanzábamos de la mano,
o convencíamos a algún amigo para que
nos acompañara a explorar.
Agitadas, voceábamos su nombre,
dándonos palmadas sobre la boca.
La gloria y el miedo iniciaron un lugar donde
luces y sombras se perdían juntas. Inexpertas,
jurábamos que nunca nos íbamos a enamorar.
/ a Fernanda,
Cecilia e Inés
La fuerza divina
no podía elevarnos. Con la creciente
el pueblo se puso intransitable.
Por el camino de arena
se arreaba el ganado
a tierras más altas. Nadie podía
llegar a la iglesia.
Dios se había convertido
en un pájaro que bajaba
en picada
para devorar ranas y libélulas:
los temores vagos
entre el cielo y la tierra
necesitan alimentarse.
Comprendimos,
en nuestro humano entendimiento,
que la fuerza divina
era limitada, sin embargo,
nos salvaba.
Agradecidos, tomábamos sol,
cerca de la tranquera
para ver el paso de las vacas.
Gabriela Schuhmacher (Sante Fe, Argentina, 1970)
Universidad Nacional del Litoral,
Santa Fe, 2021
N. del Ad.: Algunos de los poemas de Golpe de frío refieren a los del Trabajar cansa, de Cesare Pavese, según se deja constancia en el final de este libro. De los aquí presentados, "Los colores del atardecer" tributan a "Revelación"; "Babas del diablo", a "Mujeres apasionadas" y "Después".
Otra Iglesia Es Imposible - Ediciones UNL - Op. Cit. - El Poeta Ocasional - De lo que no Aparece en las Encuestas - Toda - El Coloquio de los Perros - El Litoral
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