jueves, abril 26, 2018

Cesare Pavese / Atlantic Oil













El mecánico borracho está feliz tirado en una zanja.
Desde la piola, de noche, en cincos minutos por el prado, *
uno está en casa; pero primero está el fresco de la hierba
para gozarlo, y el mecánico duerme y ya llega el alba.
A dos pasos, en el prado, se alza el cartel
rojo y negro: quien se acerca mucho no llega a leerlo,
tan grande es. A esta hora, está todavía húmedo
de rocío. El camino, de día, lo cubre de polvo,
como cubre los arbustos. El mecánico, abajo, se estira en el sueño.

El silencio es extremo. Dentro de poco, bajo la tibieza del sol,
pasarán los autos sin descanso, despertando el polvo.
De golpe, en la cima de la colina, ralentan un poco;
luego se tiran hacia la curva. Alguno se para
en el polvo, frente al garaje, que lo llena de litros.
Los mecánicos, un poco atontados, estarán a la mañana
sobre los bidones, sentados, esperando un trabajo.
Es un gusto pasarse la mañana sentado en la sombra.
Aquí el hedor de los aceites se mezcla al olor de verde,
de tabaco y de vino, y el trabajo los viene a buscar
a la puerta de casa. Cada tanto, hay para divertirse:
campesinas que pasan y le echan la culpa, de animales y esposas
asustadas, al garaje que mantiene ese tráfico;
campesinos que miran torvos. Cada uno, de vez en cuando,
hace una bajada rápida a Turín, y regresa más despejado.

Después, entre reír y vender nafta, alguno se para:
estos campos, si uno los mira, están llenos de polvo
del camino y, si uno se sienta en la hierba, se viene encima.
Entre las cuestas, siempre hay una viña que gusta más:
terminará en que el mecánico se casa con la viña
que le gusta y con su chica, y saldrá con el sol,
pero a zapar, y llegará con todo el cuello negro,
y beberá de su vino, prensado las tardes de otoño en la bodega.

También de noche pasan autos, aunque silenciosos,
tanto que al borracho, en la zanja, no lo han despertado.
En la noche no levantan polvo, y el haz de los faros
revela todo el cartel, sobre el prado, en la curva.
Bajo el alba, los autos van cautos y no se oyen ruidos,
salvo el de la brisa que pasa, y, alcanzada la cima,
se pierden en la llanura, hundiéndose en la sombra.

* Piola: modo dialectal piamontés por fonda

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908-Turín, Italia, 1950), Trabajar cansa. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos,  Griselda García Editora, Del Dock, Cartografías, Buenos Aires, 2018
Versión de J. Aulicino

Ilustración: Manuele Fior/Circolo dei Lettori

Atlantic Oil

Il meccanico sbronzo è felice buttato in un fosso.
Dalla piola, di notte, con cinque minuti di prato,
uno è in casa; ma prima c'è il fresc dell'erba
da godere, e il meccanico dorme che viene già l'alba.
A due passi, nel prato, è rizzato il cartello
rosso e nero: chi troppo s'accosti, non riesce più a leggerlo,
tanto è largo. A quest'ora è ancor umido
di rugiada. La strada, di giorno, lo copre di polvere,
come copre i cespugli. Il meccanico, sotto, si stira nel sonno.

È l'estremo silenzio. Tra poco, al tepore del sole
passeranno le macchine senza riposo, svegliando la polvere.
Improvvise alla cima del colle, rallentano un poco,
poi si buttano giù dalla curva. Qualcuna si ferma
nella polvere, avanti al garage, che la imbeve di litri.
I meccanici, un poco intontiti, saranno al mattino
sui bidoni, seduti, aspettando un lavoro.
Fa piacere passare il mattino seduto nell'ombra.
Qui la puzza degli olii si mesce all'odore di verde,
di tabacco e di vino, e il lavoro li viene a trovare
sulla porta di casa. Ogni tanto, c'è fino da ridere:
contadine che passano e dànno la colpa, di bestie e di spose
spaventate, al garage che mantiene il passaggio;
contadini che guardano bieco. Ciascuno, ogni tanto,
fa una sevelta discesa a Torino e ritorna più sgombro.
Poi, tra il ridere e il vendere litri, qualcuno si ferma:
questi campi, a guardarli, sono pieni di polvere
della strada e, a sedersi sull'erba, si viene scacciati.
Tra le coste, c'è sempre una vigna che piace sulle altre:
finirà che il meccanico sposa la vigna che piace
con la cara ragazza, e uscirà dentro il sole,
ma a zappare, e verrà tutto nero sul collo
e berrà del suo vino, tochiato le sere d'autunno in cantina.

Anche a notte ci passano macchine, ma silenziose,
tantoché l'ubriaco, nel fosso, non l'hanno svegliato.
Nella notte non levano polvere e il fascio dei fari
svela in pieno il cartello sull prato, alla curva.
Sotto l'alba trascorrono caute e non s'ode rumore,
se non brezza che passa, e toccata la cima,
si dileguano nella pianura, affondando nell'ombra.

Poesie, Monadori, 1969

1 comentario:

  1. Hola, Jorge, qusiera pasarte un par de links donde hay material de mis últimos libros publicados: "Las Otras" ( http://www.nestorbarron.com.ar/Lasotras.htm ), y "Ética del Soldado" (http://www.nestorbarron.com.ar/EticadelSoldado.htm ).
    Gracias. Te mando un abrazo,
    Néstor Barron

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