jueves, junio 13, 2013

Poemas elegidos, 23


Francisco Pancho Muñoz
(Buenos Aires, 1945)

Me viene, hay días, una gana ubérrima, política..., de César Vallejo
Cholo pensante y sufriente con la palma de la mano en su mentón y los dedos soportando la posición de la cabeza; en la otra, están el bastón y su codo, donde todo se apoya y resplandece. También hay, y sobresale, un zarzo negro en uno de los dedos. Esa es la fotografía, lo primero que conocí de Vallejo.
Todo vino después; en plena adolescencia. A partir de entonces, la lectura o emoción literaria fue diferente y mi gusto poético comenzó a depender de según cuanto se acercaran o alejaran del peruano del Perú. Precisión de calígrafo emocional para explicar acción y resultados. “Quiero escribir pero me sale espuma”.
El resto fue obsesión por unos cuantos años y conocimiento memorioso y absoluto de ese artefacto de palabras de donde no es posible escapar sin salir lastimado.
Yo, que llevo leyéndolo más de cincuenta años, aún muestro honradamente las marcas del combate.



Me viene, hay días, una gana ubérrima, política... 

Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remedar a los niños y a los genios.

Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo
y me urge estar sentado a la diestra del zurdo, y responder al mudo,
tratando de serle útil
en todo lo que puedo y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.

Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, provecto.
Me viene a pelo,
desde el cimiento, desde la ingle pública,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido;
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplín, en sus hombros.

Quiero, para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudarle a matar al matador –cosa terrible-
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.

César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892- París, 1938)

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