Silvia Dabul
(Mendoza, 1962)
Un hombre trepa por las paredes y sube al cielo, de Edgar Bayley
Me gusta el ascenso de este hombre decidido que se detiene a oler malvones, geranios y hortensias, flores sin aroma alguno. Mi homenaje a Edgar Bayley, a su hombre solitario que trepa, y a la arbitrariedad que permite la poesía:
De la inexistencia de un aroma y una pierna (de Silvia Dabul)
Hoy murió, a las diez de la mañana,
el hermano de mi madre.
Lo hizo esta vez completamente,
su pierna derecha había muerto solitaria
algunos años antes.
Es posible que fuera la izquierda,
pero no es esto crónica
y a los efectos del verso
es sin duda mejor mantener
-aunque dudosa-
la derecha ausencia intacta.
Ya Bayley hizo trepar a ese hombre
por la pared al piso trece,
y no le puso obstáculos en el camino
cuando se detuvo a aspirar
el improbable olor
de hortensias y malvones.
Así yo,
amparada en la impunidad del poeta,
preclara,
sin ambigüedades,
me dispongo a amputar
la pierna equivocada de mi tío muerto
a las diez de la mañana,
el hermano de mi madre.
2005
Un hombre trepa por las paredes y sube al cielo
Colgado de una soga
el hombre que escala las paredes
tiene fuertes zapatones con clavos
Escala las paredes
porque ha olvidado las llaves de su casa
y mientras escala las paredes
hasta llegar al piso trece
se detiene algunos momentos
en los balcones de cada piso
donde aspira el olor de los geranios
las madreselvas
las hortensias
y los malvones
Hay sol
gallardetes
vendedores ambulantes
y más allá está el río
y más allá los puentes
por donde se va a la pampa
Abajo están los niños
que salen de las escuelas
y por el cielo pasan aviones y pájaros
y sombreros de anchas alas
que el viento arrancó a los desprevenidos
La soga ha sido atada a la viga
que sobresale en la azotea
Un hombre la ciñó a su cintura
y asciende tomándose de la soga
con sus manos enguantadas
Usa un chaleco floreado y una gorra a cuadros
Debe llegar al piso trece
donde tiene que regar unos claveles
pisar maíz
escribir unas cartas
y preparar una cazuela
Sube lentamente
y en cada piso se detiene un rato para descansar
Entra en el balcón de cada piso
y se sienta en un sillón
o se extiende sobre una reposera
y conversa con la vecina o los vecinos
y acepta un café o un mate
o deja caer un chorro de una bota de vino
en su garganta
o juega a las cartas
o escucha confidencias y da consejos
y cuenta algún episodio de su vida
hasta que saluda y se va
y sigue trepando por las paredes
colgado de una soga
Es el hombre que tiene fuertes zapatones con clavos
y un chaleco floreado y una gorra a cuadros
que olvidó las llaves de su casa
y aspira el olor de los geranios
y debe llegar al piso trece
antes de que aparezcan los búhos
y se iluminen las ventanas
Están los pájaros y el río allá lejos
y el césped del parque
y los caballos que galopan por la llanura
y esta silla desvencijada
y la bañera
fuera de uso
llena de tierra y de flores
y el mar y el navío que se acerca
y la lagartija que se escurre entre las rocas
y el vendedor de diarios que desde abajo
le grita consejos y advertencias
mientras el hombre vuela
asciende
conquista cada piso con esfuerzo
y mira siempre hacia arriba
la tierra está lejos
el cielo está lejos
El hombre que trepa por las paredes
colgado de una soga
cuando entra en una casa por el balcón
es bien recibido por los vecinos
y él trata de ser útil
pero en uno de los pisos
una mujer inesperada
que es una sola
y al mismo tiempo
todas las mujeres de su vida
le pide que la lleve con él
Entonces ella se ata también con la soga
y sube con el hombre
más allá del piso trece
hacia las nubes
el aire libre
el cielo
el viento
entre los geranios
las sombrillas
las reposeras
sobre puentes y puestos de diarios
y mástiles
y enredaderas
y algunas gotas
y semillas
y sueños
con su gorra a cuadros
con su chaleco floreado
con su enamorada de siempre
Edgar Bayley (Buenos Aires, 1919-1990)
---
Foto: Silvia Dabul en Hostnews
No hay comentarios.:
Publicar un comentario