sábado, julio 31, 2010

Alfredo Veiravé / Dos poemas


Serpientes venenosas

José Jolís S.J. nos habla de las serpientes venenosas
y de los cascabeles (tintinean en los platillos de oro de las bailarinas
de las cortes florentinas, danzas de salones barrocos)
nos describe su color / rojo /
(búfalos de Altamira cuando uno puede ver las
oscuras cavernas paleolíticas de la mujer amada)
y cómo esas víboras de ojos fosforescentes alumbran de noche
el paso de los indígenas perdidos en la selva de sus pesadillas,
y aunque Plinio dudaría más o menos escéptico o envidioso
Jolís describe una grande del tamaño de un buey o de
un gomero de la India
sobre el cual durmieron con el Cacique Tellogotí de la Nación Giapitallagá
y el Cacique Aglaiquí de la Nación Toba.

Durante varios siglos se creyó que todo era una mentira
una exageración de los chronistas
hasta que en 1970 dos astronautas que regresaron del espacio
habían crecido 4 centímetros y medio de estatura.


Historia clínica con datos verdaderos y prosaicos

     No hagas poemas con problemas personales.
                                Drummond de Andrade


Hace años me hicieron un personal injerto de tibia
en la columna (Mal de Pott), y luego me extrajeron un riñón
(órgano que no es fácil de colocar en un poema)
hace poco
me pusieron un marlex en el cuerpo:
ya parezco el Vizconde Demediado de Calvino.
Pero esa razón, quizás, él resucita y ama más la vida
y el sol del jardín rejuvenece y tranquilo
y feliz como el destino sereno de las plantas,
yo pienso a mis amigos, a la enferma Katherine, y se llena
de energías vitales subterráneas y abro al azar
por ejemplo
las cartas de Herman Hesse o los versos de Ortiz.
Y todo lo que saludablemente leo o invento o confundo
en el Chaco o Nueva York (perdonen los lectores
la experiencia) son discursos simulados
de la imagen / "Puesto que estos misterios nos rebasan
finjamos ser sus organizadores" (¿y por qué no agregar que la poesía
es una abreviada forma personal de la ansiedad?)

Yo bebo en consecuencia a grandes sorbos en la copa transparente
que me sirve la vida, en el rosado vino
(médico-científico) del amor natural.

Alfredo Veiravé (Gualeguay, Argentina, 1928- Resistencia, Argentina, 1991), Radar en la tormenta, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1985
---
Ilustración: Seres híbridos, 1979, Raquel Forner

viernes, julio 30, 2010

Javier Foguet / Descripción




Descripción

A la altura de los ojos
las tres gotas de sangre
de las torres.
Sobre el resplandor de la ciudad
algunas estrellas muy pequeñas,
muy débiles.
Abajo calle con árboles;
al fondo
la hilera de últimas casas
tragadas por las lomas.
A mi izquierda gran ola chispeante.
A mi derecha tierra de rocío.

Javier Foguet (Tucumán, 1977), El humor de la luz, Editorial Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2009

Foto: Mezquita de la ciudad de Córdoba, Andalucía

jueves, julio 29, 2010

Daniel Martínez / Perros














Perros en la noche


Perros en la noche
solo perros

el resto no dice nada
que se calle
hasta el último recuerdo

ustedes no
son la compañía que quiero
animales nocturnos que saben como yo
que hay más seres
que están del otro lado de la soledad
lejos como la distancia
hasta esta luna que aparece
iluminando todo
perdonando tanta oscuridad

perros en la noche
ladridos como puñales en la sangre
que corren lentamente
dolorosamente despacio

soy alguien
a pesar de todo
en este momento soy quién quiero ser
quien debo ser

quisiera morirme un día así

estoy vivo
al filo de la vida
atrapado
en un sueño extraño y misterioso
realidad cruda indomesticada
sin velos sin trampas
sin mentiras generosas
solo con la verdad posible
mordiendo cada minuto
abrazado por una vez
a la certeza de la existencia

un ruego
nada más que un ruego
que mi palabra silenciosa
este a la altura
de la música
de estos perros en la noche

[inédito]

Daniel Martínez (Allen, Río Negro, Argentina, 1963)

---
Foto: Gentileza del autor

Natalia Litvinova / Mujer en una ventana




teorías sobre el lenguaje

ahora que todo está del otro lado de la ventana
y el pájaro se lleva -lo que lo nombra-
entre su pico y así todo y etcétera.
ahora que soy una mujer y ninguna y mil otras
que cierra con las manos sus ojos
para no leer todas esas teorías sobre el lenguaje
que la harían inexistente
al igual que a su poema, etcétera.

Natalia Litvinova (Gómel, Bielorrusia, 1986), Esteparia, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2010

Foto: Natalia Litvinova, Facebook

William Carlos Williams / Ama de casa





















La joven ama de casa

A las diez de la mañana la joven ama de casa
va y viene en negligé detrás
de las paredes de madera del hogar marital.
Paso solitario en mi auto.

Entonces se acerca al cordón de la acera
para llamar al hielero, al pescadero, y permanece
tímida, desceñida, recogiéndose
las sueltas mechas, y la comparo
con una hoja caída.

Las silenciosas ruedas de mi auto
se delizan haciendo crujir
las hojas secas mientras saludo y paso sonriente.


William Carlos Williams (Rutherford, 1883 - 1963), Poemas de Wallace Stevens, William Carlos Williams y Robert Lowell, versión y notas de Alberto Girri, Corregidor, Buenos Aires, 1982

The Young Housewife
At ten AM the young housewife / moves about in negligee behind / the wooden walls of her usband's house. / I pass solitary in my car. // Then again she comes to the curb / to call the ice-man, fish-man, and stands / shy, uncorseted, tucking in / stray ends of hair, and I compare her / to a fallen leaf. // The noiseless wheels of my car / rush with a crackling sound over / dried leaves as I bow and pass smiling.

American Poems
---
Ilustración: Just What Is It that Makes Today's Homes So Different, So Appealing?, 1956, Richard Hamilton

miércoles, julio 28, 2010

Delmira Agustini / Rebelión















Rebelión

La rima es el tirano empurpurado,
Es el estigma del esclavo, el grillo
Que acongoja la marcha de la Idea.
No aleguéis que sea de oro! El Pensamiento
No se esclaviza á un vil cascabeleo!
Ha de ser libre de escalar las cumbres
Entero como un dios, la crin revuelta,
La frente al sol, al viento. Acaso importa
Que adorne el ala lo que oprime el vuelo?

Él es por sí, por su divina esencia,
Música, luz, color, fuerza, belleza!
A qué el carmín, los perfumados pomos?
Por qué ceñir sus manos enguantadas
A herir teclados y brindar bombones
Si libres pueden cosechar estrellas,
Desviar montañas, empuñar los rayos?
¡Si la cruz de sus brazos redentores
Abarca el mundo y acaricia el cielo!
Y la Belleza sufre y se subleva
Si es herir á la diosa en pleno pecho
Mermar el torso divinal de Apolo
Para ajustarlo á ínfima librea!

Para morir como su ley impone
El mar no quiere diques, quiere playas!
Así la Idea cuando surca el verso
Quiere al final de la ardua galería,
Más que una puerta de cristal ó de oro,
La pampa abierta que le grita "¡Libre!"

Delmira Agustini (Montevideo, 1886-1914), "El libro blanco" (1907), Poesías completas, Editorial Losada, Buenos Aires, 1971

martes, julio 27, 2010

Giuseppe Ungaretti / Ultimos coros




9

Año tras año, en tanto observo que el invierno
Es sensitivo y, por pudor, es turbio,
Con florecer menudo brota de oro
La mimosa. Se encuadra en el ventana
De aquella casa mía de otro tiempo,
De esta donde transcurre mi vejez.

En tanto me aproximo al gran silencio,
¿Será un indicio de que nada muere
Si incesante retorna su apariencia?

¿O sabré finalmente que la muerte
No reina más que sobre la apariencia?

Giuseppe Ungaretti (Alejandría, 1888-Roma, 1970), "Ultimos coros para La Tierra Prometida", Secreto del poeta. De Leopardi y de Ungaretti, versiones de Ricardo Herrera, Ediciones del Copista, Córdoba, Argentina, 2010


9
Ogni anno, mentre scopro che Febbraio/ É sensitivo e, per pudore, torbido, / Con minuto fiorire, gialla irrompe / La mimosa. S'inquadra alla finestra / Di quella mia dimora d'una volta, / Di questa dove passo gli anni vecchi. // Mentre arrivo vicino al gran silenzio, / Segno sarà che niuna cosa muore / Se ne ritorna sempre l'apparenza? // O saprò finalmente che la morte / Regno non ha che sopra l'apparenza?


Ilustración: Young Peasant Woman with Three Children at the Window, 1840, Ferdinand Georg Waldmüller

¿Fraude o traducción?, 2

La defensa de la rima


En la revista Fénix, correspondiente al mes de abril del año próximo pasado, Pablo Anadón continúa la polémica iniciada en este blog, a raíz de otro artículo suyo, también aparecido en Fénix, cuya sustancia consistía en señalar que las traducciones de la poesía en inglés, francés e italiano que se hicieron en la Argentina el siglo pasado nos habían confundido, puesto que en general se tradujo en verso libre lo que en el original era verso rimado o con atención marcada al metro y la rima.
Esa polémica continuó luego en otras intervenciones mías y en una charla que en setiembre próximo pasado Anadón dio en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, para desembocar en el libro El verso libre, que acaba -por así decirlo- de publicar Ediciones del Dock.
Sólo quisiera aclarar dos puntos de este segundo artículo de Anadón:
1) ó a) Anadón presume que la métrica y la rima no han sido mera artificiosidad para los poetas que se valieron de ellas. A mí vez presumo que sí lo fueron, no para ellos, sino para sus obras, donde siempre ha sido más importante el trabajo semántico que los logros de las rimas en versos de extensión regular. Añade Anadón, más adelante, que no alcanzo a mojarle la oreja al problema estético al que me enfrento. Y dice que la rima ha sido "un dique generador de imprevistas potencialidades semánticas" (sic). He visto por ejemplo potencialidades semánticas como que don Francisco Quevedo rimara "ardía" con "fría" en el magnífico cuarteto en el que dice "mas no desotra parte en la ribera/ dexará la memoria en donde ardía:/ nadar sabe mi llama la agua fría", donde a todas luces me parece que la belleza reside en la imagen de la llama sobre el agua helada del Cocito.
2) ó b) En su afán propedéutico, me señala Anadón el presunto error de que haya dicho en alguna parte "verso blanco" en lugar del verso libre. Refiere a cierto párrafo en el que hablaba yo de la opción por el verso blanco que hizo Alberto Girri en sus traducciones. Bien: Girri tradujo tanto en lo que Anadón entiende como verso blanco cuanto en verso libre. Pero además ambas expresiones son casi idénticas, si concurrimos a la que se considera máxima autoridad de la lengua, el diccionario de la Real Academia: éste dice que verso blanco o suelto es "El que no forma con otro rima perfecta ni imperfecta", en tanto el verso libre (y también "suelto") es "El que no está sujeto a rima ni a metro fijo y determinado". De donde Anadón infiere -con todo lo falible que es una inferencia- que el verso blanco sí está sujeto a metro, ya que no a rima, supongo.

Jorge Aulicino

lunes, julio 26, 2010

William Carlos Williams / Estas





















Estas

son las desoladas, oscuras semanas
cuando la naturaleza iguala en su aridez
la tontería del hombre.

El año se sumerge en la noche
y el corazón se sumerge
más hondo que la noche

en un vacío lugar barrido por los vientos,
sin sol, sin estrellas o luna,
pero con una luz peculiar como de pensamiento

que hila un sombrío fuego
girando sobre sí misma hasta que,
en el frío, se inflama

para hacer que el hombre no se entere
de lo que sabe, ni de la misma
soledad. Ni un espectro

que quede sin abrazar -vacío,
desesperación - (se quejan
y silban) entre

los fogonazos y estampidos de la guerra;
casas en cuyos cuartos
el frío es mayor de lo imaginable,

desaparecidos los que amábamos,
vacíos los lechos, húmedos
los sofás, desiertas las sillas.

Escóndelo en algún sitio
fuera de la mente, deja que eche raíces
y crezca sin relación con los celosos

ojos y oídos: por sí mismo.
En esta mina vienen a cavar: todos.
¿Es este el contrapunto de la más suave

de las músicas? La fuente de la poesía que
mirando el reloj parado dice:
¿Se ha parado el reloj

que ayer andaba tan bien?,
y oye el sonido del agua en el lago
al salpicar, que ahora es piedra.

William Carlos Williams (Rutherford, 1883 - 1963), Poemas de Wallace Stevens, William Carlos Williams y Robert Lowell, versión y notas de Alberto Girri, Corregidor, Buenos Aires, 1982


These
are the desolate, dark weeks / when nature in its barrenness / equals the stupidity of man. // The year plunges into night / and the heart plunges / lower than night // to an empty, windswept place / without sun, stars or moon / but a peculiar light as of thought // that spins a dark fire - / whirling upon itself until, / in the cold, it kindles // to make a man aware of nothing / that he knows, not loneliness / itself - Not a ghost but // would be embraced - emptiness / despair - (They / whine and whistle) among // the flashes and booms of war; / houses of whose rooms / the cold is greater than can be thought, // the people gone that we loved, / the beds lying empty, the couches / damp, the chairs unused - // Hide it away somewhere / out of mind, let it get to roots / and grow, unrelated to jealous // ears and eyes - for itself. / In this mine they come to dig - all. / Is this the counterfoil to sweetest // music? The source of poetry that / seeing the clock stopped, says, / The clock has stopped // that ticked yesterday so well? / and hears the sound of lakewater / splashing - that is now stone.

Ilustración: The Pantry, 1969, Andrew Wyeth

domingo, julio 25, 2010

Alberto Girri / De "Juegos alegóricos", 2




Despertar que cae en la nada

Tan nube aislada, tan
en soledad de grullas salvajes,

tan de desgastar sentimientos,
atemperarse el brillo de su luz,
como con el polvo mezclándose,

tan de no otra dote, prebenda,
que la del solitario sol, de nuevo
su llegar a irse,
campana a la mañana, tambor al anochecer,

tan las huellas todavía
de esperanzas de la víspera,
unas, indelebles, sutiles,
hilos de araña,
otras, flagrantes,
pisadas de caballo,

tan vasto tumulto,
tan sorprendiéndose
desvelado antes de su hora,
tan incoherencia, tan
como la imagen de una bola de arena
entre las manos, sin cohesión alguna.

Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "Juegos alegóricos", 1991, Obra poética VI, Corregidor, Buenos Aires, 1992

Nota: Sin que esto signifique mucho más que lo se quiera hacerle significar, conste que este es el último poema del último libro de Alberto Girri.
---
Ilustración: Grullas atacando a pigmeos, en el Atlas catalán de los Cresques, 1375

Marianne Moore / Una aplanadora





A una aplanadora

La ilustración
no es nada para ti sin la aplicación.
Te falta la mitad del sentido. Aplastas todas las partículas
en apretada conformidad, y vas y vienes sobre ellas.

Las centelleantes astillas de piedra
son aplastadas hasta el nivel del bloque original.
Si no fuera "el juicio impersonal en materia
estética una imposibilidad metafísica", tú

podrías limpiamente alcanzarlo.
En cuanto a las mariposas, apenas concibo
la atención de una sobre ti, pero interrogar
la congruencia del complemento es vano, si es que existe.

Marianne Moore (Kirkwood, Missouri, 1887-Nueva York, 1972), "Selected poems (1935)", Complete Poems, Macmillian Publishing Company/Penguin Books, Nueva York, 1994
Versión de J. Aulicino

To a steam roller
The ilustration / is nothing to you without the application. / You lack half wit. You crush all the particles down / into close conformity, and then walk back and forth on them. // Sparkling chips of rock / are crushed down to the level of the parent block. / Were not "impersonal judgment in aesthetic / matters, a metaphysical impossibility," you // might fairly achieve / it. As for butterflies, I can hardly conceive / of one´s attending upon you, but to question / the congruence of the complement is vain, if is exists.


Ilustración: Diseño de Leonardo Da Vinci, siglo XV-XVI

sábado, julio 24, 2010

Edgar Bayley / Del doctor Pi, 2




La cascada y la lingüista

El doctor Pi se encontraba bajo una cascada. Se había refugiado allí mientras esperaba a Marta. Llegaría de un momento a otro. Era lo convenido. Poco podía ver Pi a través de las aguas y ya anochecía. "No importa -se dijo el doctor Pi- la llegada de Marta todo lo justificará." Y siguió esperando. Al rato, de entre las aguas de la cascada alguien apareció. No era Marta. Era una lingüista, especializada en estilística, que, sin saludarlo, le dijo:
-Antes que nada convengamos en que discurso es toda enunciación integrada por un locutor y un auditor.
El doctor Pi sacó de un bolso un calentador portátil y un farol. Llegaban ya el aire y el ruido de la noche cercana.
-Vamos despacio -dijo Pi.
-Y hay varias clases de discurso -prosiguió la lingüista-. Tenemos, por ejemplo, el discurso indirecto y el discurso indirecto libre. Le aclaro -agregó la señora dando unos pasos hacia él (era rubia, rebosante, de piel cobriza, desmelenada, y llevaba una túnica roja)-, que el discurso indirecto libre se produce por la omisión de verbos introductores y nexos.
- Eso debe ser verdad -dijo Pi-, pero me estoy mojando, está haciendo frío, oscurece, espero a Marta y tengo ganas de acostarme con ella.
-Hermoso estilema -dijo la lingüista y se acercó un poco más a Pi.
De pronto apareció Marta. La lingüista se fue.
Pi abrazó y besó a Marta y la saludó con estas palabras:
- La desfamiliarización del significante no se resuelve en una degradación de su carga semántica.

Edgar Bayley (Buenos Aires, 1919-1990), "Vida y memoria del doctor Pi", Obras, Grijalbo Mondadori, Buenos Aires, 1999

Ilustración: Priestess of Delphi, 1891, John Collier

viernes, julio 23, 2010

Marina Tsvetáyeva / Dos poemas




A mis versos…

A mis versos escritos tan temprano,
que no sabía yo que era poeta,
brotados como chorros de una fuente
como chispas de un proyectil,

llegados como diablos diminutos
al templo del incienso y del sueño,


a mis versos de muerte y juventud
-¡Intactos! ¡No leídos! ¡Solos!

Dispersos entre el polvo de las tiendas,
donde nadie los ve ni los verá.
como a vinos excelsos a mis versos,
también les llegará su hora.

Koktebel, 13 de mayo de 1913


Mi día…

Mi día es desordenado y absurdo:
al poderoso le pido pan,
al rico le ofrezco una limosna,

enhebro en una aguja – un rayo,
al ladrón confío – la llave,
con cascarilla doy color a mi pálido rostro.

El pordiosero no me da pan,
el rico no acepta mi dinero,
el rayo no entra por la aguja.

El ladrón entra sin llave,
y yo, tonta, me deshago en lágrimas-
por un día vano e inútil.

27 de julio de 1918

Marina Ivánovna Tsvetáyeva (Moscú, 1892  -  Yelábuga, 1941), Un espíritu prisionero, traducción de Selma Ancira, Galaxia Gutenberg, España, 1999
---
Foto: Marina Tsvetáyeva, 1925 Pyotr Shumov / Wikimedia Commons

martes, julio 20, 2010

Edgar Bayley / Del doctor Pi


De la poesía

El poeta Madariaga había adquirido un haras. Con caballos de raza. Caballos de mucha alzada, petisos, y caballitos muy pequeños obtenidos a través de sutiles entrecruzamientos y técnicas refinadísimas. Su intención no era preparar caballos de carrera, aunque los tenía velocísimos y muy codiciados por varios studs. Su propósito aparente era obtener nuevas especies de caballos. Caballos que en realidad no iban a parecer caballos.
Tenía padrillos de diversas razas: enormes, silenciosos, de impresionante apostura y yeguas ardientes, huidizas y buscadoras a la vez. Tenía peones y técnicos avezados y tenía también un proyecto muy audaz que mantenía en absoluta reserva. Sí, había mucha actividad en ese haras (“Don Eusebio” se llamaba).
Al término de la jornada, y tras la cena, se producían discusiones, a veces enconadas, entre los biólogos, los zoólogos y Madariaga.
-A ustedes les falta imaginación -solía decir Madariaga-, formación literaria, les falta saber mitológico.
-Puede ser -le respondían-, pero sabemos lo que no puede hacerse.
-No es sólo eso; ustedes no creen que sea posible ahora lo que alguna vez fue posible -insistía Madariaga.
-Hay un límite para los cruzamientos y las hibridaciones, y, en todo caso, no están dadas las condiciones para que aparezca un nuevo animal sobre la tierra. Además nada sabemos sobre la clase de animal que usted pretende conseguir -le respondían.
Al llevar a este punto de la conversación, Madariaga callaba prudentemente.
El doctor Pi, que solía asistir a esas reuniones, poco a nada decía, pero lo intrigaban los planes de Madariaga. Cierta noche en que Pi permanecía, como de costumbre, ajeno a la conversación de Madariaga con los sabios y se dedicaba a observar los distintos objetos que decoraban el amplio salón comedor, se sintió atraído por una porcelana.
-Una porcelana valiosa, no hay duda -se dijo.
Pero ¿por qué le había interesado tanto? Se acercó a la porcelana, la tomó entre sus manos; era una hermosa pieza. Sin embargo, algo le decía que ese objeto lo atraía por algo más que por su valor artístico. La porcelana tenía la forma de un centauro. Quizá fuese Quirón, el prudente.
-Una pieza de valor, ¿verdad, Madariaga?
Este se limitó a asentir y prosiguió conversando con los sabios.
-Hasta estamos obteniendo caballos que cada vez se parecen menos a caballos: las cabezas, especialmente, son cada vez más diferentes de las cabezas de los caballos comunes.
-¿Qué se propone usted? -preguntó el profesor Héctor Maldonado.
-Todavía es prematuro decirlo. Prosigan sus experiencias en esa dirección y luego hablaremos.
Fue entonces cuando tomó la palabra el profesor von Krausen.
-Hemos de acompañarlo -dijo-, hasta un cierto punto de su investigación, experimento o como quiera llamarlo. Le daremos un plazo (un mes, digamos), si al cabo de ese lapso usted no nos confiesa cuál es el fin que persigue con todo esto, le anunciamos desde ya que no tendremos más remedio que abandonarlo.
-Sería una lástima, una gran lástima, me vería obligado a recurrir a servicios menos eficientes y eso lo echaría todo a perder.
El doctor Maldonado, más conciliador, se acercó a Madariaga.
-Comprenda -dijo- que no es posible que trabajemos a oscuras. Debe darnos alguna pista para descifrar este enigma.
-Bien -contestó Madariaga-, les daré esa pista que me piden: la solución de ese enigma, como usted lo llama, está en esta misma habitación.
Los científicos se miraron asombrados. Sólo el doctor Pi encontró en esas palabras la confirmación de una ligera sospecha, que había surgido al observar la porcelana. Ahora veía claro: el poeta Madariaga se proponía volver a la vida al centauro Quirón.
Nada dijo Pi al respecto. Tampoco comentó nada sobre el particular con los científicos. Otras ocupaciones, obligaciones o vocaciones lo absorbieron. Nunca supo cómo habían terminado esos experimentos. Pi tiene una curiosidad intensa, pero muy diversificada, por eso no podemos saber hoy si el centauro es sólo una porcelana junto a un tapiz o ha vuelto a vivir, y aconseja y orienta. Quizá Madariaga pueda decirlo.

Edgar Bayley (Buenos Aires, 1919-1990), "Vida y memoria del doctor Pi", Obras, Grijalbo Mondadori, Buenos Aires, 1999

Ilustración: Animales fabulosos, 1913, Franz Marc

Mary Oliver / Cisne



El cisne

A través de las anchas aguas
algo viene
flotando- una delgada
y fina

nave, llena
de flores blancas
que se mueve
sobre sus músculos milagrosos

como si el tiempo no existiera,
como si traer tales regalos
a la orilla seca
fuera una felicidad

casi inconcebible.
Y ahora entorna sus negros ojos,
vuelve a arreglar
las nubes de sus alas,

arrastra
una pata elaboradamente tejida,
del tinte del carbón.
Pronto estará acá.

Ah, ¿qué voy a hacer
cuando ese pico color amapola
descanse en mi mano?
Dijo la señora Blake sobre el poeta:

Extraño la compañía de mi marido-
tanto se la pasa
en el paraíso.
¡Claro! El camino al cielo

no se encuentra en millas rectas.
Está en la imaginación
con la que uno percibe
este mundo,

y los gestos
con los cuales se lo honra.
Ah, ¿qué voy a hacer, qué voy a decir cuando esas
blancas alas
toquen la orilla?

Mary Oliver (Maple Heights, Ohio, Estados Unidos, 1935-Hobe Sound, Estados Unidos, 2019), versión de Tomás Maver
Gentileza de Natalia Litvinova


The Swan
Across the wide waters / something comes / floating– a slim / and delicate // ship, filled / with white flowers- / and it moves / on its miraculous muscles // as though time didn’t’ exist, / as though bringing such gifts / to the dry shore / was a happiness // almost beyond bearing. / And now it turns its dark eyes, / it rearranges / the clouds of its wings, / it trails / an elaborate webbed foot, / the color of charcoal. / Soon it will be here. // Oh, what shall I do / when that poppy-colored beak / rests in my hand? / Said Mrs. Blake of the poet: // I miss my husband’s company- / he is so often / in paradise. / Of course! The path to heaven // doesn’t lie down in flat miles. / It’s in the imagination / with which you perceive / this world, / and the gestures / with which you honor it. / Oh, what will I do, what will I say, when those / white wings / touch the shore?

---
Ilustración: Cisnes, juncos y lirios, 1877, Walter Crane

Actualización: ene. 2019

lunes, julio 19, 2010

Alberto Girri / De "Tramas de conflictos"




Bajo el aspecto acedia

Bajo el aspecto vaciarnos
de cuanto sea amar lo amable,

de vergüenzas por faltas,
lisonjas por aciertos,

de tentarse, exaltarse, abatirse,
como libres atributos de una índole,

de ardides de la escasez: masticar
con violencia para engañar el hambre,

de ficciones de dominio: la mirada
rígida, barbilla que ordena;

vaciándonos, que nuestros
deseos y apegos detengan su girar,
nada que conmueva
este desabrimiento, amarillez
de plantas que acedan,

y no obstante, vaciedad
a la espera de su propia consunción,
para rehacernos,
inspirando
profundo, hasta los talones
y zambullirse,
rastrear qué queda
del maltratado humano germen,
y reanimarlo,
que flote
hasta volver a vaciarse.

Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "Tramas de conflictos", 1988, Obra poética VI, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1992
---
Ilustración: Study for April Wind, 1952, Andrew Wyeth

domingo, julio 18, 2010

Aldo Oliva / En la ruina de los arsenales...




Las mujeres se acercan al violeta

En las ruinas de los arsenales progresa la palabra.

Tu canto es el lúcido olvido de la muerte,
Viejo Pájaro; la otra forma
del penúltimo acto muerto en tu corazón.

Cada palabra funda una derrota y dos duros dilemas
que no son ella: el diestro vasallaje floral
llamando a duelo en la memoria,
la incierta destrucción del vacío por el fuego concreto.

Hagan juego. Una ficha, un pétalo absoluto de la sangre
al rescate instantáneo
del secreto sabor definitivo
grávido entre dos riberas.

Pero nunca hay certeza. La exhumación nocturna del oriente
-esa ira- socava grises tierras
de espesa y lenta vida donde sólo un presunto
desenlace de ventanas al sol
celebra la aventura más acá de la curva
tiniebla de los vientres.

A cada consagración su fiebre. Ardías en qué ciénagas
de ilusorias corolas lustrales, en qué asidua
y dulce opacidad del clima de otra carne,
en qué absorción violeta?
Salta, salta, te digo -hay una Mano allá-
de la roca del despojamiento.

Aldo Oliva (Rosario, 1927-2000), "De fascinatione", 1997, Poesía completa, Editorial Municipal de Rosario, Rosario, 2003

Ilustración: Puesta de sol en Etretat, 1883, Claude Monet

sábado, julio 17, 2010

Osip Mandelstam / Golondrina













Olvidé la palabra que quería decir.
La golondrina ciega volverá a la morada de las sombras
con sus alas cortadas, para jugar con transparencias.
Una canción nocturna se canta en la languidez.
No se oyen los pájaros y la siempreviva no florece.
Se transparentan las crines de la manada nocturna,
en el río seco nada una canoa vacía
y entre los grillos deambula la palabra olvidada.
Crece lentamente como una tienda o un templo,
y, de repente, se arrojará a los pies,
enloquecida como Antígona, la golondrina muerta,
con ternura de Estigia y una rama verde.
Oh, si tan solo regresara el pudor de los dedos videntes
y la alegría prominente del reconocimiento.
Me da tanto miedo el sollozo de las Aónides,
las campanas, la interrupción y la niebla.
А los mortales le fue dado el poder de amar y conocer,
para ellos, el sonido se derrama en los dedos,
pero olvidé lo que quiero decir,
y el pensamiento incorpóreo
vuelve a la morada de las sombras.
No es lo que repite, Antígona, amiga,
la golondrina transparente.
Sobre los labios, como un hielo negro,
arde el recuerdo del sonido estigio.

1920

Osip Mandelstam (Varsovia, 1891-Vladivostock, 1938)
Versión de Natalia Litvinova

Foto: Osip Mandelstam c.1921. Archivos varios


ЛАСТОЧКА

Я слово позабыл, что я хотел сказать.
Слепая ласточка в чертог теней вернется,
На крыльях срезанных, с прозрачными играть.
В беспамятстве ночная песнь поется.

Не слышно птиц. Бессмертник не цветет,
Прозрачны гривы табуна ночного.
В сухой реке пустой челнок плывет,
Среди кузнечиков беспамятствует слово.

И медленно растет как бы шатер иль храм,
То вдруг прокинется безумной Антигоной,
То мертвой ласточкой бросается к ногам
С стигийской нежностью и веткою зеленой.

О, если бы вернуть и зрячих пальцев стыд,
И выпуклую радость узнаванья.
Я так боюсь рыданья аонид,
Тумана, звона и зиянья.

А смертным власть дана любить и узнавать,
Для них и звук в персты прольется,
Но я забыл, что я хочу сказать,
И мысль бесплотная в чертог теней вернется.

Все не о том прозрачная твердит,
Все ласточка, подружка, Антигона...
А на губах, как черный лед, горит
Стигийского воспоминанье звона.

Ноябрь 1920

jueves, julio 15, 2010

Mary Oliver / Garza




La garza

Todas las veces
salvo una
los pececitos
y las ranas con lunares
reconocen
las patas de bambú
de la garza
a partir de las finas
y pulidas cañas
en los bordes
del sedoso mundo
de agua.
Luego,
en su última pulgada de tiempo,
ven,
por un instante,
la blanca espuma
de sus hombros
y la blanca curva
de su panza
y la blanca llama
de su cabeza.
¿Qué más se puede decir
de semejantes nadadores salvajes?
Estaban acá,
en silencio,
ya desaparecieron, habiendo saboreado
el terror puro.
Por eso inventé palabras
con las cuales pararme atrás,
en la orilla verde-
con las cuales decir:
¡Miren! ¡Miren!
¿Qué es esa muerte negra
que se abre
como una blanca puerta?

Mary Oliver (Maple Heights, Ohio, Estados Unidos, 1935-Hobe Sound, Estados Unidos, 2019), versión de Tomás Maver
Gentileza de Natalia Litvinova

The Egret
Every time / but one / the little fish / and the green / and spotted frogs / know / the egret’s bamboo legs / from the thin / and polished reeds / at the edge / of the silky world / of water. / Then, / in their last inch of time, / they see, / for an instant, / the white froth / of her shoulders, / and the white scrolls / of her belly, / and the white flame / of her head. / What more can you say / about such wild swimmers? / They were here, / they were silent, / they are gone, having tasted / sheer terror. / Therefore I have invented words / with which to stand back / on the weedy shore — / with which to say: / Look! Look! / What is this dark death / that opens / like a white door?


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Foto: Mary Oliver, 2007 JP Taylor

Actualización: ene. 2019

Jude Nutter / La Anunciación




Mira

después de La Anunciación (siglo XV)
desde la Iglesia de St. Marie Madeleine, Aix-en-Provence


Mira, Dios llega entre el manto y el cascabeleo
del fino metal: aquí está él, de cuclillas con sus ángeles
en el techo de la capilla, forzando los pulidos
hilos de su aliento a través de la alta ventana roseta,
su túnica arrugada como una hoja de papel de aluminio;
y si no miras de cerca pensarás que es un desliz
en la pintura, pero resbalando de cabeza y alineada por completo hacia abajo
la rampa del aliento de Dios hacia María
es un pequeño bebé con todo el brillo del cielo
iluminando sus nalgas minúsculas. Y mira: incluso Dios
es víctima de la vanidad, balanceando un globo en la palma
de su mano. Es lo suficientemente contemporáneo: ¿acaso no llevamos
todos fotos de nuestros hijos o copias de sus poemas
en nuestros bolsillos delanteros? Y aquí está Gabriel
en la capilla anexa, en su manto enorme — ningún indicio
de spandex en ningún lado, e incluso levantarse del suelo
cuando se usa un manto cinco veces más grande y más pesado que
una alfombra persa, es un milagro, sin duda.
Y mira: algo sagrado sale del cuerpo
para dejar su carga en el mundo, y no me refiero
a la aflicción ofrecida por Dios — me refiero a esta oración
que Gabriel dice, las letras de cada palabra revistiéndose
ante él en el aire como una tropa de insectos
(aunque podrías pensar que es un graffiti
garabateado en la pared detrás de él — algo ligeramente
obsceno escrito por el vigilante en su solitarias
rondas por la capilla).
El futuro depende de lo que está a punto de ocurrir, y por eso María
está encerrada como un blanco en un nimbo de fuego sutil;
¿por qué Gabriel manifiesta el lenguaje en el aire, sus manos
aleteando entre los ceñidos e inoportunos gestos, aterrada
ella mirará hacia arriba y se apartará
a último momento. María, por supuesto, lo ignora,
a pesar de que las páginas del libro que ella estaba leyendo
han comenzado a agitarse un poco, en la turbulencia
de la respiración de Dios. Estos son los segundos finales
antes de que todo cambie, para cada uno de nosotros, para siempre:
y mira, ella es una mujer común, despreocupada
por los presagios, pensando sólo en el hombre con el que está a punto de casarse,
que en este preciso momento está construyendo armarios
en un taller al final de su jardín.

Jude Nutter (North Yorkshire, Inglaterra, residente en los Estados Unidos desde 1980), The Curator of Silence, University of Notre Dame Press, 2006
Versión de Silvia Camerotto

Look
after The Annunciation (fifteenth Century)/from the Church of St. Marie Madeleine, Aix-en-Provence

Look, God arrives in the wrap and the rattle /of thin metal: here he is, /squatting with his angels /on the roof of the chapel, forcing the burnished /threads of his breath through the high, rose window, /his robe crumpled like a sheet of foil; /and if you don’t look closely you think it’s a hiccup /in the paint, but sliding headfirst and fully formed down /the copper chute of God’s breath toward Mary /is a tiny baby with all the radiance of heaven /glazing its minuscule buttocks. And look: even God /is a victim of vanity, balancing a globe on the palm /of his hand. It’s contemporary enough: don’t we all /carry pictures of our children or copies of poems /in our breast pockets? And here’s Gabriel /in the side chapel in his oversized cloak —no glimmer /of spandex anywhere and it’s a miracle, no doubt, /to even lift off the ground when you’re wearing /a cloak five sizes too large and thick as a Persian carpet. /And look: something holy wanders out of the body /to lay its burden on the world, and I don’t mean /the affliction offered by God —I mean this prayer /Gabriel is uttering, the letters of each word lining /up before him in the air like a troop of insects /(even though you might assume it’s graffiti /scrawled on the wall behind him —something slightly /obscene written by the watchman on his lonely /rotations through the chapel). /The future depends /on what is about to happen, and that’s why Mary /is locked like a target in a nimbus of subtle fire; /why Gabriel manifests language in the air, his hands /fluttering in tight, distracting gestures, terrified /she will glance upward and so turn aside /at the last moment. Mary, of course, is oblivious, /even though the pages of the book she was reading /are beginning to flutter a little in the turbulence /of God’s breathing. These are the final seconds /before everything changes, for each one of us, forever— /and look, she’s an ordinary woman, untroubled /by omens, thinking only of the man she is about to marry,/who right this moment is happily building cabinets /in a workshop at the bottom of his garden.

Ilustración: La Anunciación, 1445, El Maestro de la Anunciación de Aix (casi seguramente, Barthélemy d'Eyck, van Eyck o d' Eyck)

martes, julio 13, 2010

Edgar Lee Masters / De "Antología de de Spoon River", 9




Thomas Trevelyan

Leemos en Ovidio la triste historia de Itis
hijo del amor de Tereo y Procne, asesinado
por la pasión reprobable de Tereo por Filomela,
servida su carne a Tereo por Procne,
y la furia de Tereo, persiguiendo a la asesina
¡hasta que los dioses convirtieron a Filomela en ruiseñor,
laúd de la luna naciente, y a Procne en golondrina!
¡Oh, habitantes y artistas de la antigua Hélade,
que pusisteis en pequeños incensarios sueños y sabiduría,
un incienso sin precio, fragante para siempre,
cuyo vaho despeja los ojos del alma!
¡Cómo aspiré su dulzura aquí en Spoon River!
El inciensario se abrió cuando hube vivido y descubierto
que todos matamos a los hijos del amor, y todos nosotros,
sin saber lo que hacemos, devoramos su carne;
¡y todos nos vemos convertidos en cantores, aunque sólo sea
una vez en la vida, o —¡ay!— en golondrinas,
gorjeando entre vientos fríos y hojas que caen!

Edgar Lee Masters (Garnett, 1868 - Melrose Park, Pennsylvania , 1950), Spoon River Anthology, Macmillan, 1915
Versión de Gerardo Gambolini

Thomas Trevelyan
Reading in Ovid the sorrowful story of Itys,/ Son of the love of Tereus and Procne, slain / For the guilty passion of Tereus for Philomela, / The flesh of him served to Tereus by Procne, / And the wrath of Tereus, the murderess pursuing / Till the gods made Philomela a nightingale, / Lute of the rising moon, and Procne a swallow! / Oh livers and artists of Hellas centuries gone, / Sealing in little thuribles dreams and wisdom,/ Incense beyond all price, forever fragrant, / A breath whereof makes clear the eyes of the soul! / How I inhaled its sweetness here in Spoon River! / The thurible opening when I had lived and learned / How all of us kill the children of love, and all of us, / Knowing not what we do, devour their flesh; / And all of us change to singers, although it be / But once in our lives, or change alas! to swallows, / To twitter amid cold winds and falling leaves!

Puede verse también "El cuervo adusto y Filomela", por William Faulkner, en este blog
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Ilustración: Grabado de Johannes Baur con Tereo, Procne y Filomela, en The Metamorphoses by Ovid, 1703 The Ovid Project

lunes, julio 12, 2010

Juana Bignozzi / De "Si alguien tiene que ser después"



un hombre toma un taxi
en la esquina de mi casa
a la 1 de la mañana
en medio de una lluvia que me protege
en esta ciudad ajena
¿va hacia un destino al que quisiera sumarme?
¿va a recoger la prensa del partido?
ya no hay partido ni prensa
¿va hacia una charla seductora con una muchacha confusa
entregada a lo peor de la poesía
los fastos y el falso misterio de los poetas
como lo fui yo durante una larga juventud?
tomo eternamente una copa
detrás de un vidrio
y sé que él no va hacia ninguno de los escenarios
que me permitieron vivir
pero quisiera pensar que he visto a alguien yendo hacia un destino

Juana Bignozzi (Buenos Aires, 1937-2015), si alguien tiene que ser después, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2010

Ilustración: Two Models in a Window with Cast Iron Toys, 1987, Philip Pearlstein

Miguel Gaya, vanguardista

Yo también fui un poeta vanguardista
por Miguel Gaya

Todos hemos cometido actos de los que no podemos enorgullecernos. En mi caso fue mi período como poeta vanguardista. Fue más o menos así:
Hace muchos años, y por razones que prefiero no recordar ni entender, cundió entre los jóvenes poetas de entonces una no sé si llamarla moda, tal vez tendencia, consistente en encabezar los poemas más vanguardistas y herméticos con epígrafes en idiomas extranjeros. Inglés, preferentemente. Asimismo, esos poemas en general llevaban por título nombres de ciudades europeas. De ciudades no turísticas, preferentemente. Los poemas, tal vez por herméticos, llevaban pocos versos. También preferentemente.
Negado como soy a todos los idiomas (hasta el materno, han afirmado), me quedaba frente a esos poemas sumido en una suerte de estupor metafísico. ¿Por qué no citar los poetas traducidos, por qué no traducir los epígrafes? ¿Por qué los poemas no referían en absoluto a las ciudades citadas en los títulos?
Quiso el destino, o mi labor profesional, que por esos días llegara a mis manos un libro primoroso de la agencia estatal alemana GTZ, de apoyo a las pequeñas y medianas empresas de ese país y del Tercer Mundo (como se decía por allá). Estaba escrito con minuciosidad teutona, y abundaba en gráficos, estadísticas y muchas declaraciones de rubicundos ciudadanos germanos, economistas supuse, que posaban sobre sus nombres, títulos y honores en bonitas fotografías de fondo azul. De más está decir que hojeaba ese libro con la misma atención bovina que le dispensaba a los poemas. Parecía que en esa época todo era hermético para mí.
Entonces una idea perversa se apoderó de mi voluntad. Lo primero que hice fue copiar trabajosamente cinco frases tomadas al azar de cualquier informe del libro, y partirlas en dos en cualquier lado. Quedaron, obvio es decirlo, cinco dípticos. Después atribuí cada una de ellas a uno de los especialistas, a los que suponía yo economistas, trámite mediante el cual quedaron convertidos de iure et facto poeticae en auténticos poetas alemanes contemporáneos. Finalmente, elegí de entre los informes y reseñas lo que yo supuse nombres de pequeñas ciudades germanas.
El siguiente paso fue hacer una lista alfabética de diez palabras tomadas de los poemas herméticos de entonces. Digamos “ausencia”, “cauterizar”, “gaseoso” y así. Por último, copié de la novela que estaba leyendo en ese momento, cuyo nombre ahora mismo no recuerdo, también diez frases cortas tomadas por riguroso azar. Finalmente, combiné todo, nombres de probables ciudades, supuestas citas y dudosos autores alemanes por un lado, y frases extirpadas de la novela convenientemente revueltas e intervenidas con palabras “poéticas” por el otro. El conjunto resultó un corpus de poemas herméticos, titulados “Deutschland Revisited”, nada menos. Quiero que usted calibre cuánto de manualidad tuvo la cosa, cuánto de bricolaje. Hablo, por supuesto, de una época remota, anterior al copy & paste, de máquinas de escribir y tediosas composiciones manuales.
Al finalizar todo fue de mal en peor, y no estoy orgulloso de lo que hice. Se los di a leer a varios poetas herméticos de entonces, algunos hasta amigos, justo es confesar. Todos ellos lo leyeron con atención reconcentrada y evidente respeto. Ninguno se intimidó por las frases en alemán, y todos tuvieron algo que decir. No puedo afirmar que fueron elogiosos, pero tampoco lapidarios. Fueron, dentro de lo que cabe, educados y cautos. Incluso uno de ellos me felicitó por abandonar “las boludeces coloquialistas que curten tus amigos” (quise entender que se referían a Cófreces y Jonio González, si no a Freidemberg y Bellessi). Y otro se jugó asegurando que tenía ahí “el principio de algo, quizás grande”. Todos me auguraron bienaventuranzas.
Reconozco que al cuarto o quinto intento la cosa dejó de causarme gracia, y me empezó a dar un poco de miedito. Me vi, le aseguro, en riesgo de convertirme en un autor de culto, de ser arrastrado por un pacto fáustico con rumbo a un paper de análisis académico. Decidí cortar por lo sano, literalmente, y me deshice de esos poemas trabajosamente construidos mediante la purificación del fuego, para no hablar jamás del asunto. Hasta hoy, en que le aseguro que el caso fue rigurosamente cierto (como decía el ínclito Mangieri, que de poesía de vanguardia la sabía lunga).

Arseni Tarkovski / Klee


Paul Klee

Había una vez un pintor
llamado Paul Klee
en algún lugar más allá de las montañas,
sobre el prado.
Sentado, sólo, en la vereda,
con lápices de colores dibujaba
cuadrados y ganchitos,
África, un niño sobre el andén,
al diablo con camisa azul,
estrellas y animales en el cielo.
No quería que sus dibujos fueran
un documento exacto de la naturaleza
donde se ordenan, obedientes,
las personas, los caballos,
las ciudades y las aguas.
Quería que las líneas y las manchas
hablaran claramente
como los grillos entre los sonidos de julio.
Y una mañana, sobre el cartón,
se asomó el ala y luego el rostro,
del ángel de la muerte.
Klee supo que había llegado la hora
de despedirse de sus amigos y de la Musa.
Klee se despidió y se murió,
y no podría ser más triste.
Si Klee hubiera sido un malvado,
el ángel de la muerte, un poco más natural.
Junto al pintor nosotros también
podríamos desaparecer y el ángel
esparciría nuestros huesos.
Pero díganme, ¿para que?
Si el cementerio es peor que el museo,
donde a veces deambulan los vivos
y cuelgan en fila los cuadros de Klee,
celestes, amarillos, benditos...

(1957)

Arseni Tarkovski (Elisavetgrad,  Ucrania, 1907 - Moscú, 1989)
Versión de Natalia Litvinova en Pregúntale al señor de la noche qué noche es esta


ПАУЛЬ КЛЕЕ

Жил да был художник Пауль Клее
Где-то за горами, над лугами.
Он сидел себе один в аллее
С разноцветными карандашами,

Рисовал квадраты и крючочки,
Африку, ребенка на перроне,
Дьяволенка в голубой сорочке,
Звезды и зверей на небосклоне.

Не хотел он, чтоб его рисунки
Были честным паспортом природы,
Где послушно строятся по струнке
Люди, кони, города и воды.

Он хотел, чтоб линии и пятна,
Как кузнечики в июльском звоне,
Говорили слитно и понятно.
И однажды утром на картоне

Проступили крылышко и темя:
Ангел смерти стал обозначаться.
Понял Клее, что настало время
С Музой и знакомыми прощаться.

Попрощался и скончался Клее.
Ничего не может быть печальней.
Если б Клее был немного злее,
Ангел смерти был бы натуральней.

И тогда с художником все вместе
Мы бы тоже сгинули со света,
Порастряс бы ангел наши кости.
Но скажите мне: на что нам это?

На погосте хуже, чем в музее,
Где порой слоняются живые,
И висят рядком картины Клее -
Голубые, желтые, блажные...

1957
---
Ilustración: Ad Marginem, Paul Klee, 1930

domingo, julio 11, 2010

Federico García Lorca / Fragmento de oda y poema

Oda a Walt Whitman
(Fragmento)

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.
Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.

Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho,
hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te soñaban.

¡También ése! ¡También! Y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta,
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbres de gritos y ademanes,
como gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman, los maricas
turbios de lágrimas, carne para fusta,
bota o mordisco de los domadores.

¡También ése! ¡También! Dedos teñidos
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.

Pero tú no buscabas los ojos arañados,
ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños,
ni la saliva helada,
ni las curvas heridas como panza de sapo
que llevan los maricas en coches y terrazas
mientras la luna los azota por las esquinas del terror.

Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
toro y sueño que junte la rueda con el alga,
padre de tu agonía, camelia de tu muerte,
y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.

Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.


Introducción a la muerte
Poemas de soledad en Vermont

Muerte


¡Qué esfuerzo!
¡Qué esfuerzo del caballo por ser perro!
¡Qué esfuerzo del perro por ser golondrina!
¡Qué esfuerzo de la golondrina por ser abeja!
¡Qué esfuerzo de la abeja por ser caballo!
Y el caballo,
¡qué flecha aguda exprime de la rosa!,
¡qué rosa gris levanta de su belfo!
Y la rosa,
¡qué rebaño de luces y alaridos
ata en el vivo azúcar de su tronco!
Y el azúcar,
¡qué puñalitos sueña en su vigilia!
Y los puñales diminutos,
¡qué luna sin establos!, ¡qué desnudos,
piel eterna y rubor, andan buscando!
Y yo, por los aleros,
¡qué serafín de llamas busco y soy!
Pero el arco de yeso,
¡qué grande, qué invisible, qué diminuto,
sin esfuerzo!

Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, 1898-Granada, 1936), "Poeta en Nueva York", 1929-1930, Antología poética, Losada, Buenos Aires, 1967
---
Foto: Walt Whitman con los niños Katharine y Harry Johnston, hijos de Amelia y John Johnston, en cuya casa se alojó Whitman algunas temporadas. Nueva York, 1878, William Kurtz/The Walt Whitman Archive

Denise Levertov / Intimación



Intimación

Me exasperan estas ramas, esta luz.
El cielo, aunque azul, importuna.
Atónita, he empezado a sentir
que debo hacer algo más,
no puedo siquiera seguirle el ritmo
a días con los que bailé otros inviernos.
Al árbol del campanario
lo cortaron, ése al que el amanecer
solía dorar – y un fervor de pájaros y querubines
subyugaba. La sequía melló
más de una hoja verde.
Porque sé
que una necesidad distinta ha comenzado
a arrojar sus líneas de mí hacia
un lugar que no conozco, es que trato
de alcanzar un silencio apenas presente,
elusivo, entre los latidos de mi corazón.

Denise Levertov (Ilford, Reino Unido, 1923-Seattle, EE.UU., 1997), A Door in the Hive, New Directions Publishing Corporation, Nueva York, 1989
Versión de Sandra Toro en Denise Levertov en Castellano

Intimation
I am impatient with these branches, this light./ The sky, however blue, intrudes./ Bemuse I've begun to see/ there is something else I must do,/ I can't quite catch the rhythm/ of days I moved well to in other winters./ The steeple tree/ was cut down, the one that daybreak/ used to gild --that fervor of birds, and cherubim/ subdued. Drought has dulled/ many a green blade./ Because/ I know a different need has begun/ to cast its lines out from me into/ a place unknown, I reach/ for a silence almost present,/ elusive among my heartbeats.
---
Ilustración: Wind from the Sea, 1948, Andrew Wyeth

sábado, julio 10, 2010

Miguel Gaya / Dos poemas




Finisterre

Hemos ido perdiendo todo.

Desde esta mañana
la niebla fue tragándose el pasado,
lo que somos,
el futuro.
Creímos que eso éramos
pero lo demás se fue yendo después:
en el puerto los barcos amarrados,
un hombre en un bote,
las casas del camino,
una hilera de hórreos en el campo

Todo disolviéndose
frente a nosotros
y todo lo observamos
en silencio.

Otra hilera se fue
de chopos desvaneciéndose callados
como quien se licúa.

Las nubes bajaron entonces,
nos bañaron
enormes.

Una ceguera blanca después subió desde la tierra,
la humedad final que preña al mundo.

Espiamos por la ventana lo que se esfuma
y nada nos decimos.

Estamos en el centro de algo que termina.

Con un hierro aguzado avivas la llama de los troncos.

“¿Quieres té?”, dices ahora.
También la noche viene. También el viento.
Y la tempestad, y el graznido de pájaros que viajan por el aire.

Navegamos lo inmenso.

[inédito]


(Marsella)
Rimbaud y los perros

Durante sus correrías por África
Arthur Rimbaud era asediado
por los perros.
Amarillos, feroces,
persistentes,
trotaban y gruñían
mezclándose en la sombra del poeta.
Reproduciéndose a dentelladas
famélicas.

Todas las mañanas Rimbaud
llenaba sus bolsillos de piedras afiladas
para mantener a raya a los perros
que palpitaban
por su carroña.
Lo que iba dejando a su paso
los alimentaba.
Ruinas y hombres oscuros
rajados a latigazos
de un idioma incomprensible.

Los perros de Rimbaud lo atormentaban.
A veces lo esperaban
echados en las galerías
y lamían sus manos.
Otras
con los pelos erizados
y las fauces rojas
lo acechaban encorvados
en la oscuridad.
Nunca supo qué le producía más terror.

Los vio en África.
Los procreó en Roche.
En Marsella lo alcanzaron
y les dio de comer su pierna.

Adiós les dijo
al expirar.

17/12/09

en Perras, varios autores, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2010

Miguel Gaya (Ayacucho, Argentina, 1953)

---
Ilustración: Paseo nocturno, 1981, Miquel Barceló

viernes, julio 09, 2010

Javier Adúriz / Aníbal




671, Aníbal

Le habían echado cable hasta el límite.
Y ya no era sólo el peso del traje,
las tuercas de la mirilla con ese cri-cri
de la materia frotando la materia,
había que buscar el suelo con los pies
y el plomo, ahí donde soportar y ver
en descenso eran uno al unísono.
No hagas macanas, Aníbal, pensá
en nosotros, recordó justo antes
de sentir una especie de humus
revoloteando abajo, un espesor de barro
removido por primera vez en su vida.
Entonces rió: el obelisco de la calle
Corrientes aparecía ahí, pero doblado.

Ahora podía decirse que llegaba a un fondo
de sí. Empezó a mover los guantes
lentos, apartando vaya a saber qué.
No era sencillo en esas latitudes observar
la cuestión de la historia. Esa masacre
llegada desde antiguo y todavía
viva, y con aletas respirando fuerte.
Le habían hablado tanto, que confundía
lo burdo real con las palabras.
A santo de qué, por fin, ir a ver el vacío,
esa estampida de lo utópico, su propia cara
descompuesta cantando a la bandera
con frío seco y miedo, los altercados,
los sucios gritos y balazos en lo remoto.

No estaba ahí para eso, se dijo y apoyó
lo que pudo en una especie de roca.
Debo encontrar el bastiscafo de Méndez,
debo seguir en esta pena hasta encontrarlo
se arengó, pero veía poco o poco menos
que formas enormes, oxidadas, en estado
de quiebre. La deformidad amenazante
de algo que se hubiera hundido para siempre.
Había que mudar lo general, lo abstracto
por la cosa concreta. Atender primero
a la respiración cada vez más complicada.
Y si pudiera tironear un poco más de aire
y trasladarme con destreza de una punta
a otra, de un extremo a otro, a otro.

El horizonte se abría ahora en un abra
de tierra y viento duro que lo mantenía
despierto. La postal de una compenetración
de cielo o barro con la vida. Una ruda
fotografía de antaño, cuando los animales
rumiaban y eran casi futuro, el porvenir
de alguien que se acerca y ve lo que ve,
con fe presente. ¡Cuándo las macanas, cuándo!
empezó a revolverse en su hondura. Aquel trago
en la escollera había sido nada más que un trago,
no la provocación que dijeron después, no
ese puño suyo saliendo a la mandíbula del otro,
por más que señalaran que hubo alevosía, dolo,
daño. Las cosas no son como se cuentan.

Mirá esos ojos fríos que van y vienen.
Mirá ese cuerpo, esa majestad solitaria y única
haciendo su instinto, su curiosidad de hambre,
el impaciente oportunismo de la naturaleza.
Me duele tanto el cuello. Si son como rayos
que suben de la base y me atornillan la nuca.
No hagas macanas, Aníbal, por favor, pensá
en nosotros. Como si alguna vez, señora,
te hubieras ido de mi vista, aun cuando mirara
hacia otro mundo y te diera la espalda. Fuimos
los gestos de una canción compartida. Solos sí,
pero juntos en esos días de vendaval y odio,
de poner el cuerpo a quien viniera por nosotros.
Dejame de joder, siempre fui tuyo, siempre.

Y sin embargo, un pífano lo retuvo distante.
Hubiera querido no ver aquellos bombardeos.
Hubiera querido no ver aquellos cuerpos
con sus torsos informes, quemados sobre el cemento.
Hubiera querido no ver el hongo, la radiación
expandida. La furia de ese oficial, con la mano
apuntando a la sien de otro, que torcía la boca
y extendía la cara. Tampoco saber de aquel puntazo
contra el viejo, para recoger unas monedas
y acelerar la moto, el estupor de una mente
que cae para no levantar. Méndez, Méndez,
la cachiola de Méndez ¿dónde carajo está?...
Y menos, la multiplicación de los míseros
rogando famélicos la llegada del ángel vengador.

Sé que aquí no hay espacio para lágrimas, pero
por dios, estaría llorando años enteros y siglos
y miríadas de siglos hasta formar un océano de sodio
y de nitrato, y allí bajar para sacar a Méndez
de su encierro. Y ahí o aquí, sortear los animales planos,
estas bestias de las que nunca se tuvo noticia hasta tenerla.
Y como si hubiera un débil resplandor, perforando
lo negro del paisaje, encontrar al amigo. Y abrazarlo
con una intensidad desconocida. Y fulminar la chapa,
y alcanzar el boquete necesario para pasar grampa
y soga, y tironear de ahí, porque está gordo y viejo
y saque la cabeza como si fuera un parto, por dios,
y entonces sí buscar lo alto, eso mejor que nosotros,
animales turbios de materia miserable, los nada.

Allá, allá hay un débil resplandor. A manderecha,
como una luz, ¿me copia?...

Javier Adúriz (Buenos Aires, 1948), inédito

Foto: The Golden Dog, 2006, Nevada Tony Paiva/Lost America

jueves, julio 08, 2010

Louise Bogan / Había llegado a la casa...




Medusa

Había llegado a la casa en una caverna de árboles
Frente a un cielo puro.
Todo se movía -colgaba una campana lista para ser tañida.
Sol y reflejos pasaron rodando.

Entonces estuvieron ante mí los desnudos ojos
Y la cabellera sibilante
En la ventana, vistos a través de una puerta.
Los ojos sin pestañas, las serpientes en la frente,
Formadas en el aire.

Ahora, esta es una escena muerta para siempre.
Nada despertará.
El fin no iluminará más que esto,
La lluvia no la empañará.

El agua caerá y dejará de caer
Y la repicada campana no emitirá sonido.
Desde el fondo del suelo,
siempre crecerá hierba para heno.

Y yo estaré aquí como una sombra,
Bajo el gran día equilibrado,
La mirada en el polvo amarillento que levantaba el viento.
Y que no se dispersa.

Louise Bogan (Livermore Falls, Maine, 1897-Nueva York, 1970)
Versión de J. Aulicino

Medusa
I had come to the house, in a cave of trees, / Facing a sheer sky. / Everything moved,—a bell hung ready to strike, / Sun and reflection wheeled by. // When the bare eyes were before me / And the hissing hair, / Held up at a window, seen through a door. / The stiff bald eyes, the serpents on the forehead / Formed in the air. // This is a dead scene forever now. / Nothing will ever stir. / The end will never brighten it more than this, / Nor the rain blur. // The water will always fall, and will not fall, / And the tipped bell make no sound. / The grass will always be growing for hay / Deep on the ground. // And I shall stand here like a shadow / Under the great balanced day, / My eyes on the yellow dust, that was lifting in the wind, / And does not drift away.
PoemHunter

Ilustración: Gebirgstal, 1922, Erich Heckel

miércoles, julio 07, 2010

José Emilio Pacheco / Caras y adiós




El derroche

Mientras espero a la que llega tarde,
ahora y siempre, observo
la multitud.
Y no me pongo sociológico,
apocalíptico ni estético.

Hoy me limito a ver los rostros de todos.
Pienso en el desmedido gasto superfluo,
las horas-hombre (o las hora-Dios, según la creencia)
desperdiciadas en dar a cada cual unos rasgos
que jamás se duplican.

Hay -dijo Bioy- un verdadero derroche de caras.


Hierba de ayer

Nos encontramos para despedirnos
Ante el jardín hoy como nunca ajeno.

Corta hierba y qué más
La podadora en la tarde.

En su ferocidad lo ignora todo
Acerca de la vida que anula entre sus cuchillas.

Borra este hoy que se vuelve ayer
La podadora implacable.

Te digo adiós.

Con esta hierba nos vamos.

José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939-2014), Tarde o temprano. Poemas 1958-2009, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2009

Ilustración: Nadie supo lo que se venía (detalle), 2009, Antonio Seguí