martes, mayo 12, 2009

Saúl Ibargoyen / La peste azul




La peste azul


No eran pedazos de ensuciado dolor
perforando la totalidad del aire:
tampoco espirales de bichos sangrientos
ni trazos de un dedo gigante
marcando de horror las camas y las calles.
No era el metálico galope
de las caballadas negras trizando
hierbas y plumas perdidas:
tampoco era una áspera sombra
olfateando un posible destino
en la carne más fresca:
no era aquel escudo adonde
un sagrado animal imponía su tenso vuelo
entre astros de fuego:
no era el gesto voraz del señor de los ejércitos
con su pequeño disfraz
y su pequeña espada
y sus pequeños ojos
porque en él alcanza su exacto tamaño
todo lo mezquino.
No no era la figura casi humana
que como un balón repleto de monedas
va hundiéndose en el barro
de su propia inmundicia.
No era un templo vaciado
de amor y sufrimiento
ni una bandera de colores inermes
sometida a impúdicos jabones
y al grosero manoseo imperial.
No era el hombre sin oficio fijo
ni la mujer duramente preñada
ni el mesero desconocido
ni el niño resucitado
ni la muchacha que ya no estudia
ni respira
ni la suripanta que dejó de fornicar
ni el juntador de basura cuyas quietas manos
alguien lavó
ni el soldado que asesinara su uniforme
en aquella balacera
del día de ayer o de hoy.
No era una ciudad sin olor a simple gente:
ni la ciudad de las máscaras
ni el completo país de los mascarones:
no eran los rostros de pieles blancas
ni las caras de pieles azulencas
ni las mejillas y las bocas
valientes y abiertas.
No eran los cuidados cadáveres
ni los muertos sin apellido
ni los examinados cuerpos en estuches diversos
ni las vacunas mágicas
ni los remedios tribales
ni las perversas bendiciones en orejas indefensas
ni los discursos cocinados
en ollas de puro cristal.
No no era esto todo lo que vimos:
fue en el nuevo año de la peste azul.

México DF, abril/mayo 2009

Saúl Ibargoyen (Montevideo, 1930, con nacionalidad mexicana desde 2001-Ciudad de México, 2019)

En PoétiArbitraria, México

act. 2019

2 comentarios:

  1. Hermosa traducción de la Amy (me quedé con ganas de leer más). Y con éste, como se dice en el barrio, no hay derecho, che. ¡Qué animal! Gracias, gracias, Irene

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  2. A decir verdad, a mí este poema me pareció muy mecánico y bastante poco atractivo: cada sustantivo con su correspondiente adjetivo –o con la proposición incluida correspondiente– y una previsibilidad de metrónomo. Tal vez fue la urgencia y los buenos sentimientos que lo inspiraron, pero creo que más allá de las intenciones y la verborrea, falla.

    J.F.

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