He visto a un poeta escribir
acerca de la inutilidad de la poesía.
Ellos, en el final de sus vidas,
se vuelven caóticos y telúricos,
reflexionan sobre el cosmos,
denigran, con justa razón, del poema
mientras sus manos se convulsionan
sobre un vaso de whisky
y vuelven al tormento inicial
que se expande ahora en las dedicatorias.
Dormitan sobre sus carátulas
pero ya no conspiran, como otros, en los salones.
Buenos y visionarios,
no confiesan nunca su debacle,
están sobre el fin del mundo.
Lloran porque la palabra se ha vuelto estúpida
y se preguntan si ha sido legítima la espera.
Marta Kornblith (Lima, 1959-Caracas, 1997), Oraciones para un dios ausente, Monte Avila, Caracas, 1994
Envío de Gustavo Valle
acerca de la inutilidad de la poesía.
Ellos, en el final de sus vidas,
se vuelven caóticos y telúricos,
reflexionan sobre el cosmos,
denigran, con justa razón, del poema
mientras sus manos se convulsionan
sobre un vaso de whisky
y vuelven al tormento inicial
que se expande ahora en las dedicatorias.
Dormitan sobre sus carátulas
pero ya no conspiran, como otros, en los salones.
Buenos y visionarios,
no confiesan nunca su debacle,
están sobre el fin del mundo.
Lloran porque la palabra se ha vuelto estúpida
y se preguntan si ha sido legítima la espera.
Marta Kornblith (Lima, 1959-Caracas, 1997), Oraciones para un dios ausente, Monte Avila, Caracas, 1994
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