lunes, octubre 14, 2024

Beatriz Vallejos / De "Cerca pasa el río"



Yo no puedo llorar la caída 
amarilla de los azahares 

Cuando el paso de tardíos bueyes 
llega y dispersa alguna alegre congregación de pájaros, 
yo no puedo llorar la caída amarilla de los azahares, 
porque distantes acordeones vienen, y silbidos lejanos 

Yo he visto al ceibo añoso ofrecer su coral 
al apretado corazón de los montes 
y he visto un pájaro —fugitivo de las ramas— 
tender con su canto el claro mantel de la mañana 

Sobre la tierra ardida la espiga se deshace 
Pero yo he visto un sauce 
inclinado verter sus verdes lágrimas sobre un río que pasa 
agua abajo, de onda en onda atravesado de estrellas 

Nada más que por eso 
yo no puedo llorar la caída amarilla de los azahares 


Hermanas
 
La siesta colonial ha terminado 
Nosotras, dibujamos un gesto 
—la perfumada atmósfera, 
caen sutiles encajes 
de nuestras manos forecidas— 

La caricia, es un rayo bruñido 
jugando en los cristales 
—la risa de los niños 
sabe de nuestro amparo oh hermanas—

Las palabras, lo nuevo 
son palomas que acuden 
a la ventana resplandeciente 
donde inclinadas, despedimos la tarde 

Un fuego alegre baila 
El vapor silba en la pava 
—nosotras conocemos esa antigua canción—
Un fuego alegre baila 
Y el zuequito esquía por los patios 
Las palabras, lo nuevo 
acuden a la ventana resplandeciente 
Bienvenidas, familiares posturas 
—nosotras dibujamos el gesto oh hermanas,
un hidroavión romántico en el corazón 
fortaleza de acero 
de nuestra triunfal delicadeza 


De "La ventana":

El ángulo azul elevado por la irradiación naranja como una 
bandeja de esplendor define la tarde cotidiana 
     La vecindad de los timbres y del agua cayendo ideal sobre 
la oculta bañista asciende el color verde frío en la pileta de 
porcelana. La máquina doméstica acelera su intermitencia 
de hilo en tensión. Esas manos de invierno para un aluminio 
decoroso iluminan la cocina en la llama dentada 
     Pero en la frontera de la luz natural las cortinas desvean
la intimidad de la penumbra recogida densa e imprecisa 
retrocediendo hacia su ancla. Es allí donde todo color es 
violento en su inmovilidad de tiempo alucinado. El perfl 
desciende a su humildad recóndita a su nivel de dolor que es 
una postura hacia el ocaso hacia la roja moneda que cae con 
la tarde 
     El silencio entonces abre sus brazos de pasión para que 
todo latido sea escuchado


Existe un puerto en la bruma
 
Y levantamos 
este collar salino que el amor arrojara 
en su desdén. El tiempo abre su pecho 
de vehementes tatuajes, su túnica boreal 
Oh símbolo sombrío! Al pie de las banderas 
los crepúsculos caen, y levemente, 
tan helada rozando un silencio de aspas 
iza la guerra su violáceo esplendor 

Detrás de los espejos la niebla empuja barcos, 
inasibles partidas, detrás de su fulgor 
Y persistimos

Beatriz Vallejos (Santa Fe, Argentina, 1922 – Rosario, Argentina, 2007), Cerca pasa el río [1952]; prólogo, notas y cronología de Gabriela Schuhmacher; Ediciones Universidad Nacional del Litoral (UNL), Santa Fe, 2024

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Foto: Beatriz Vallejos c.1949 en la portada de Cerca pasa el río, UNL, 2024

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