jueves, septiembre 22, 2016

Rubén Reches / Rincones













Casi todos los días,
con el respeto de cualquier hecho por su probabilidad de ocurrir,
en algún rincón de la ciudad dos hombres amigos se confiesan que
      perdieron sus vidas.

En sus voces y en sus ojos hay tranquilidad,
si las manos sostienen vasos o botellas no tiemblan,
pero breves mensajes de miedo se arrojan de un alma a la otra
como entre columpios.

Durante años, en vacíos cafés de barrio, encerrados en piezas
      horas enteras,
se habían aconsejado, reprendido, agradecido palabras
      alentadoras o brutales
como si se tratara de monedas de oro.

Ahora advierten que, aun los más pronunciados giros
logrados tras cada acometimiento de la voluntad,
tampoco fueron sino el único modo de hacer que el itinerario que los trajo
      hasta esta conversación
fuese duramente recto;
que todo fue como el que hasta ayer estaba en sus últimos días y hoy es el
      último y lo sabe y mira el reloj
y, aun con error, entiende que siempre estuvo en la agonía,
que una fiesta, una celda, una mañana mirando libros
no lo conducían a ella sino que desde ella se devanaban.

Como en toda conversación entre quienes ya ven acero en el minuto,
si hay sillas, estas arraigan en un mar de muertos.
Ambos lo saben, pero no lo mencionan ni les importa mirar.

Ahora distinguen días en que, sin pudor, como se orina el viejo,
de algún rincón vedado irán a desenterrar sus invenciones
para exhibirlas a la impiedad de gente que todavía no nació.

Ahora saben que son un mismo odio ese que antes los hacía medirse
      con ciudades
y aquel que los llevará a esconder los fósforos cuando la esposa envejecida
      quiera hacerse un té.

Y esto sucede casi todos los días, en algún rincón de la ciudad,
con el respeto de cualquier hecho por su probabilidad de ocurrir.

Rubén Reches (Buenos Aires, 1949-2018), inédito XXIV Festival de Poesía de Rosario

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