martes, septiembre 30, 2014

Gonzalo de Berceo / Quiero fer una prosa











Vida de Santo Domingo de Silos
(Fragmento)

En el nomne del Padre que fizo toda cosa,
et de don Ihesuchristo, fijo de la Gloriosa,
et del Spíritu Sancto, que egual d'ellos posa,
de un confesor sancto quiero fer una prosa.

Quiero fer una prosa en román paladino
en qual suele el pueblo fablar a su vezino,
ca non so tan letrado por fer otro latino:
bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.

Quiero que lo sepades luego de la primera
cúya es la ystoria, metervos en carrera:
es de Sancto Domingo toda bien verdatera,
el que diçen de Silos, que salva la frontera.

En el nomne de Dios, que nombramos primero,
suyo sea el preçio, yo seré su obrero,
galardón del laçerio yo en él lo espero,
que por poco serviçio da galardón larguero.

Señor Sancto Domingo, dizlo la escriptura,
natural fue de Cañas, non de bassa natura,
lealmente fue fecho a toda derechura,
de todo muy derecho, sin nula depresura.

Parientes ovo buenos, del Criador amigos,
que siguíen los esiemplos de los padres antigos.
Bien sabíen escusarse de ganar enemigos:
bien les veníe en mientes de los buenos castigos.

Juhán avíe nomne, el su padre ondrado,
de liñaje de Mans un omne sennalado,
amador de derecho, de seso acabado,
nol' falsaríe su dicho por aver monedato.

El nombre de la madre deçir non lo sabría,
como non fue escripto non l' devinaría;
mas váyala su el nombre Dios, e Sancta María:
prosigamos el curso, tengamos nuestra vía.

La çepa era buena, emprendió buen sarmiento,
non fue como caña, que la torna el viento,
ca de luego así prendió, como de buen çimiento,
de oír vanidates non lo prendíe taliento.

Gonzalo de Berceo (La Rioja, España, entre 1195 y 1198-c. 1260), Vida de Sancto Domingo de Silos. Vida de Sancta Oria, Virgen, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante, 2004
Publicación original: Espasa-Calpe, Madrid, 1966
Ilustración: Casa de los Chapiteles, Logroño, sin fecha. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

lunes, septiembre 29, 2014

Fabián Casas / Scania












Scania (Lipo Remix)

La montaña Tian Men se parte en dos,
dejando libre curso al río Chu.
Sus aguas cristalinas
se precipitan hacia el Este
y luego giran hacia el Norte.
En ambas orillas,
los verdes picos gemelos
se miran cara a cara,
mientras a un costado de la ruta,
en un Scania inmenso,
duerme el Emperador del Barrio.

Fabián Casas (Buenos Aires, 1965), El hombre de overol y otros poemas, Vox, Bahía Blanca, 2006
Festival de Poesía de Rosario

domingo, septiembre 28, 2014

Isabella Panfido / Dos poemas










Ocre

Días de fin de verano, desgajados
como granos de agosto, agrios.
En las manos lo árido, sin eco
del adiós, es tierra magra,
así como en torno a la sofora,
en círculo calcinado,
la hierba del año muere
en el néctar de una intempestiva florescencia.


Ámbar. Cementerio judío

En Praga, indolente y desordenada,
entre despojos de magia,
bajo una pequeña piedra
que emergía entre raíces de sauco,
he escrito una plegaria en lápiz negro.

Era el verano del noventa y seis,
la última quietud antes del desmoronamiento;
a Rabbi Loeb, destilador de tiempo y deseos,
pedía la alquimia elemental
de convertir en cobre el plomo de los pensamientos.

Pero mi piedra gentil se habrá perdido
si cada día es excavación de la memoria
y aflora intacto el sufrimiento
como un insecto en ámbar.

Isabella Panfido (Venecia, 1955), "Pantone", La grazia del danno, La Vita Felice, Milán, 2014
Versiones de Jorge Aulicino


Ocra    

Giorni di fine estate, spiccati 
come grani d’agosto, agri. 
Nelle mani il secco senza eco 
del commiato è terra magra 
come intorno alla sofora
in cerchio calcinato   
l’erba dell’anno muore     
nel nettare di una intempestiva fioritura. 


Ambra. Cimitero ebraico    
                         
A Praga, indolente e sciatta 
tra spoglie di magia, 
sotto una piccola pietra   
emersa tra le radici di sambuco 
ho scritto una preghiera in nero di matita.  

Era l’estate del novantasei, 
l’ultima quieta prima dello smottamento, 
a Rabbi Low, distillatore di tempo e desideri,  
chiedevo l’alchimia elementare 
di convertire in rame il piombo dei pensieri   

Ma la mia pietra gentile si è perduta 
se ogni giorno è sterro di memoria 
e il danno affiora intatto 
come un insetto in ambra. 

sábado, septiembre 27, 2014

Antonella Anedda / De "Dal balcone del corpo"





Aniversario II

Hace veinte años era inquieta
como un pájaro capturado
pero el matrimonio reveló
en su quietud un vacío
donde el mundo piensa mirarte vivir
y en cambio tú te balanceas sobre un asta invisible.

En un tiempo la vida era severa, en blanco y negro
-como las fotos de los objetos que tomaba
Después lentamente comenzaron a aflorar los colores:
al comienzo, sinopias, luego más decididos y ahora densos
capaces de arrojar sangre a quien los mira.
La casa de enfrente, por ejemplo,
observada en todas sus variaciones de luz, es mi obra maestra.

¿Soy yo la que a la mañana me pongo la ropa preparada la noche
      anterior?
¿Esa tela apenas arrugada sobre la madera de la silla?
Tú no existes, dice la llama que en algún lugar del pecho
ha comenzado a murmurar mientras se agita.
Qué importa, dice el río, lamiéndome los zapatos con su fango.
Slp hacen los remolinos a los lejos.
Como sábanas de los sueños de amor... ¿qué soy?
Parejas, cuchicheando. Al alba, entre los arbustos.
Veo mi cuerpo: ahora libera chispas
capaces de iluminarme el camino.

Envejeciendo me lleno de imágenes.
Antes, el alma rechazaba las formas
turbada, amasaba el sexo con el alimento.
El blanco y el negro servían para poner orden en el exceso
hasta que entre las grietas he comenzado de nuevo a amar.
He separado el sexo del alimento, el alimento de los cuadros
y silenciosamente las imágenes me han recompensado:
me venían al encuentro como espejo de los fondos
pero también con la nitidez de las faltas.
Sin sombras: cosas que debían ser vistas.
Historias de las que no hay que apartar los ojos.

Hace falta un tiempo para el inventario.
Incluido el crimen latente en nosotros.
Basta un detalle para que me visiten los delitos
como la (verdadera) historia de los hombres
que violentaron y mataron por aquí indiferentes
a ese ruido de ramas, ese partirse de leños
que no impidieron a la sangre tocar las hojas
y a los gritos elevarse entre la alondras.

No somos lo que nos gusta creer.
Fingimos finalmente hasta que se nos desliza la vida.
También yo, todavía.
¿Quién dice que de verdad me procrearon,
que no me encerrarán, como ayer a la desconocida, en un ataúd de pino
cuando mi catálogo está apenas en el comienzo?
sobre el margen de una era con el útero vacío
para siempre un antro donde no entrarán
sino agua y algas, finalmente.
Es el tiempo de la carcajada en el desierto
cuando en lugar de la belleza
está el movimiento del cuerpo que se nutre zapando
las papas y las coliflores en la huerta.
...
Allá entre las plantas estaba aquel chico
al que habrá llevado la madre
luego desaparecido en algún instituto.

La ausencia abre la garganta hasta el pecho,
es una de las tantas coronas de espinas
que vuelan al acaso sobre las frentes de los seres humanos.

El chico se ha perdido
y no estoy en condiciones de encontrarlo.
Hoy es mi aniversario de matrimonio
"todavía joven", dicen, pero en realidad vieja:
en un tiempo las mujeres de mi edad descansaban
mientras la vida...
La vida se refleja aquí, en el riachuelo.
La cara del chico toma cuerpo
como la luna contra el horizonte de cartón
de cuando me casaba y el amor...

¿Dónde estaba el amor? ¿En qué se convirtió durante todos esos años?
¿Se había desmenuzado en mil recuerdos distintos que se entrechocan como
     vajilla?
¿Había dejado caer su cuerpo? ¿Sus esquirlas centelleaban todavía?

El espejo está vacío,
¿pero todo está de veras muerto o comienza lentamente a florecer?:
un huevo, un zumbido, el canto de una rana
la salamandra que avanza cautamente a lo largo del muro,
mientras un hombre entra limpiándose los zapatos en el felpudo
y el café rebosa destilando su negrura
para bendecirme, hoy.

Antonella Anedda (Roma, 1958), "Dal balcone del corpo", 2007, Antologia, selección, traducción y prólogo de Jorge Aulicino, Hilos Editora, Buenos Aires, 2014

Foto: USI Università della Svizzera italiana/YouTube


Anniversario II 

Venti anni fa ero inquieta
come un uccello catturato
ma il matrimonio si è rivelato
nella sua quiete un vuoto
dove il mondo pensa di guardarti vivere
e invece tu dondoli su di un’asta invisibile.

Un tempo la vita era severa, in bianco e in nero
- come le foto degli oggetti che scattavo
Poi  lentamente sono affiorati i colori:
all’inizio sinopie, poi più decisi e ora densi
capaci di dare sangue a chi li guarda.
La casa di fronte per esempio
osservata in ogni variazione di luce è il mio capolavoro. 

Sono io che al mattino metto i vestiti preparati la sera prima?
Quelle stoffe appena increspate sul legno della sedia?
Tu non esisti, dice la fiamma che in una parte del petto
ha cominciato crollando a mormorare.
Che importa, dice  il fiume lambendomi le scarpe col  fango
Slp fanno i gorghi al largo.
Come lenzuola dei sogni d’amore…che sono? 
Coppie, bisbiglianti. All’alba, tra i cespugli.
Vedo il mio corpo: adesso sprigiona faville
capaci di rischiararmi il cammino. 
Invecchiando mi riempio di immagini.
Prima l’anima scacciava le forme 
turbata le impastava al sesso, al cibo.
Il bianco e nero, servivano a mettere ordine al troppo
finché tra le fessure ho ricominciato a amare. 
Ho diviso il sesso dal cibo, il cibo dai quadri 
e quietamente le immagini mi hanno ricompensato:
mi venivano incontro con lo specchio degli sfondi
ma anche con il nitore delle colpe. 
Senza ombre: cose che dovevano essere viste.
Storie da cui non distogliere gli occhi.

Ci vorrebbe un tempo per elencare.  
Anche il crimine latente in noi. 
Basta un dettaglio perché mi visitino i delitti
come la (vera) storia degli uomini
che violentarono e uccisero qui intorno incuranti
dei tonfi dei rami, di quel troncarsi di legni
che non impedirono al sangue di toccare le foglie 
e alle urla di salire tra le allodole.

Non siamo quello che ci piace credere.
Fingiamo fino all’ultimo finché ci scorre la vita.
Anche io, ancora.
Chi dice che davvero mi generarono, 
che mi chiuderanno come ieri la sconosciuta in una bara di pino 
quando il mio catalogare è appena all’inizio?
sul ciglio di un’era con l’utero vuoto
per sempre un antro dove non entreranno
che acqua e alga, finalmente. 
E’ il tempo della risata nel deserto 
quando al  posto della bellezza
c’è il moto del corpo che nutre zappando
le patate e i cavolfiori nell’orto. 

Là  tra le piante c’era quel bambino 
al quale avrebbero portato via la madre
poi scomparso in qualche istituto.

L’assenza apre la gola fino al petto,
è una delle tante corone di spine
che volano a caso sulle fronti degli esseri umani. 

 Il bambino si è perso 
io non sono in grado di trovarlo.
Oggi è il mio anniversario di matrimonio
“ancora giovane”, dicono ma in realtà vecchia: 
un tempo le donne della mia età  riposavano
mentre la vita…
La vita si specchia qui nel rigagnolo. 
La faccia del bambino si concretizza
come la luna contro l’orizzonte di cartone 
di quando mi sposavo e l’amore… 

Dov’era l’amore? In cosa si era tramutato durante tutti quegli anni? 
Si era sminuzzato in mille ricordi diversi che cozzano come stoviglie? 
Aveva lasciato cadere il suo corpo? Le sue scaglie baluginavano ancora?

Lo specchio è vuoto 
ma tutto è davvero morto o inizia piano a fiorire?: 
un uovo, un ronzio, il canto di un rana 
il geco che avanza cautamente  lungo il muro, 
mentre un uomo entra pulendosi le scarpe sul tappeto 
e il caffè trabocca stillando  il suo nero 
fino a benedirmi, oggi.

viernes, septiembre 26, 2014

Adam Zagajewski / Dos poemas












El cine Potencia

La pantalla del cine Potencia podía acoger
cualquier película y cualquier imagen;
los indios se encontraban aquí como en casa,
pero los héroes soviéticos
tampoco podían quejarse.
Al acabar la sesión se hacía un silencio
tan profundo que la policía se inquietaba.
Pero por la tarde la ciudad dormía con la boca
abierta, como un niño en el cochecito.
Al atardecer a veces se levantaba viento
y en el crepúsculo la tormenta centelleaba
con un resplandor irreal, violeta.
A medianoche en el límpido cielo
volvía la frágil luna.
Parece que algunos domingos
Dios estaba cerca.


En la belleza ajena

Sólo en la belleza ajena
hay consuelo, en la música
ajena y en los poemas ajenos.
Sólo en los otros hay salvación,
aunque la soledad sepa como
el opio. No son el infierno los otros,
si se los ve por la mañana, cuando
limpia tienen la frente, lavada por los sueños.
Por eso pienso mucho qué
palabra emplear, «él» o «tú». Cada «él»
es una traición a cierto «tú», mas,
a cambio, en un poema ajeno fiel
aguarda un sereno diálogo.

Adam Zagajewski (Lvov, actual Ucrania, 1945), Ángel Enríquez Díaz-Pintado,  Las ideas estéticas de Adam Zagajewsk y sus fuentes clásicas, tesis doctoral, Universidad de Granada,  Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Filología Griega y Filología Eslava, 2012

Traducción del polaco: Ángel Enríquez Díaz-Pintado
Envío de Jonio González

jueves, septiembre 25, 2014

Rómulo Bustos / Dos poemas









El carroñero

El carroñero hace bien su tarea:
mondar el hueso, purificarlo de la pútrida
                                                                         excrecencia
En algún lugar de la vida, algo
hace exactamente lo contrario: cubre el hueso
empuja la oscura floración de la carne
A su extraño modo
el carroñero también trabaja en la resurrección
                                                                        de los muertos

 

Cotidiana 

La hermana pasa lentamente la escoba sobre el pequeño tumulto
de las hormigas
y no cesa de asombrarse de lo rápidas que acudieron
al saltamontes inesperadamente caído del techo
—Parece que supieran —dice

Cuánta minúscula y moviente voracidad sobre el cuerpo muerto
Cuánto vértigo de pinzas trincando, desgarrando, cargando
victoriosamente el animalejo

—Algo las llama —insiste sabiamente la hermana

Yo nada digo
Yo aparto los pies y dejo barrer
mientras miro la desorientación de las hormigas
que ahora no parecen saber tanto

Rómulo Bustos (Santa Catalina de Alejandría, Colombia, 1954), Sacrificiales, Veintisiete Letras, Madrid, 2007
Envío de Jorge Fondebrider

miércoles, septiembre 24, 2014

Alejandro Nicotra / Tres poemas











Árboles

"¿Ya son, los árboles, invernales?"
La pregunta regresa,
con más razón ahora.

Como de otros labios,
la escucha el hombre;
sin sonido, parecida a algún pájaro
lejos, sobre las cumbres.

Son invernales.

Los árboles en el alba,
tras el reflejo de una oblicua luna
que aún se despide...

[de Hogueras de San Juan, 1989-1993]


Marina

El grito de la gaviota,
en la medianoche de invierno,
eriza la atención
sonámbula,

                    y el ojo ve
de súbito, su hora: acantilado, espina.
(Y sombra,

en la memoria -que te pierde, como
un mar sus islas.)

[de Cuaderno abierto, 1994-2000]


Antes de la tormenta

La tormenta,
                     que avanza
y ha cubierto ya el ángulo
del sur:
            pero los árboles,
sus hermanas menores del jardín,
            las cazuelas con agua,
no mueven ni siquiera una hoja, una onda:

Yo atiendo a esa quietud, como a un asunto
                personal.

[de De una palabra a otra, 2006-2008]

Alejandro Nicotra (Sampacho, Córdoba, Argentina,1931), La tarea a cumplir, selección y prólogo de Ricardo Herrera, Editorial Brujas, Córdoba, Argentina, 2014

martes, septiembre 23, 2014

Carina Sedevich / Dos poemas




Enciendo la lámpara de sal de la montaña
junto a mi cama.
Me suelto el pelo
recordando las canas invisibles.
Me acuesto entre las sábanas de hilo
con la bata dorada de la China.
Debajo mi piel blanca no desea
ni en sus botones rosados
ni en sus lunares pálidos.
Sobre la almohada se escuchan mis anillos
porque está fresco, quizás,
y se afinaron mis dedos.
El oro, la plata, la amatista.
Afuera la noche se ha espesado
porque terminó la luna llena.
Empieza el mes que precede al invierno.

Qué ligera que soy sin tus deseos.

Qué dulce corre el alma
en mi esqueleto.
Qué cierta es esta cara y estos flancos
qué ciertos que son,
qué delicados.
Me admira mi gata, blanca y parda,
y yo la admiro a ella en su silencio.
Hasta el perfume rojo de las flores
tengo.

Qué ligera que soy sin mis deseos.



Mi madre me llevaba a aprender a bailar.
Ella hubiera querido bailar, de pequeña.

Yo sólo me acuerdo del conservatorio
-la fachada blanca,
las columnas altas,
las escaleras de mármol veteado-

y muy vagamente el olor de mi trusa
guardada en el bolso
toda la semana.

Ni una sola imagen del salón de baile.
Apenas un piano que sonaba al fondo.

Yo recuerdo el otoño en los bulevares,
el aire en la cara al salir de la clase,

mis primas, más grandes, que podían ir solas.

Yo apenas recuerdo haber deseado
aquello:

alcanzar esa breve
libertad de mis primas.

Carina Sedevich (Santa Fe, Argentina, 1972), Escribió Dickinson, Alción, Córdoba, Argentina, 2014

Foto: Facebook

lunes, septiembre 22, 2014

May Sarton / El trabajo de la felicidad



Pensé en la felicidad, en cómo se teje a diario
con el silencio de la casa vacía
y en que no es súbita ni gratuita
sino una creación, como el crecimiento de un árbol.
Nadie lo ve, pero detrás de la corteza
crece otro círculo en anillos que se expanden.
Nadie oyó a la raíz cavar más hondo en lo oscuro,
pero por ese trabajo hacia adentro el árbol se eleva
y sus penachos brillan, y sus hojas destellan.

Así, la felicidad se teje con la paz de las horas
y hunde sus raíces en lo profundo de la casa sola:
en el rincón, el busto antiguo; los frescos pisos encerados,
blancas cortinas que ondulan suave y continuamente
cuando libre se mueve el viento silencioso por el cuarto;
una biblioteca, una mesa y la pared blanqueada—
esos son los dioses de la casa, queridos y familiares,
aquí el trabajo de la fe puede hacerse mejor
y el árbol que crece es musical y verde.

Porque ¿qué es la felicidad sino crecer en paz,
el sentido atemporal del tiempo cuando los muebles
pasaron toda una vida en el mismo lugar
y los viejos sueños, así como el viento al moverse, agitan
las hojas de la felicidad presente?
Nadie ha oído una mente ni escuchado un pensamiento
pero donde alguien vivió en introspección
el aire queda cargado de bendiciones, y bendice;
las ventanas miran a las montañas y las paredes son amables.

May Sarton (Wondelgem, Bélgica, 1912-York, Maine, 1995), en El Placard
Versión de Sandra Toro

Photograph provided by Susan Sherman; prepared for on-line use by Chris Thompson/Digital Library


The Work of Happiness

I thought of happiness how it is woven
Out of the silence in the empty house each day
And how it is not sudden and it is not given
But is creation itself like the growth of a tree.
No one has seen it happen, but inside the bark
Another circle is growing in the expanding ring.
No one has heard the root go deeper in the dark,
But the tree is lifted by this inward work
And its plumes shine, and its leaves are glittering.

So happiness is woven out of the peace of hours
And strikes its roots deep in the house alone:
The old chest in the corner, cool waxed floors,
White curtains softly and continually blown
As the free air moves quietly about the room;
A shelf of books, a table, and the white-washed wall––
These are the dear familiar gods of home,
And here the work of faith can best be done,
The growing tree is green and musical

For what is happiness but growth in peace,
The timeless sense of time when furniture
Has stood a life's span in a single place,
And as the air moves, so the old dreams stir
The shining leaves of present happiness?
No one has heard thought or listened to a mind,
But where people have lived in inwardness
The air is charged with blessing and does bless;

Windows look out on mountains and the walls are kind.

domingo, septiembre 21, 2014

Richard Eberhart / La furia del bombardeo aéreo


Creerías que la furia del bombardeo aéreo
movería a Dios a apiadarse; los espacios infinitos
todavía callan. El mira los rostros sacudidos de terror.
Ni siquiera la historia sabe qué sucede.

Te parecerá que después de tantos siglos
Dios debería suscitar en el hombre arrepentimiento;
sin embargo, es capaz de matar como Caín, pero
                   /con una voluntad múltiple,
sin haber progresado de sus antiguas furias.

¿Fue estupidizado el hombre para contemplar su propia estupidez?
¿Es Dios indiferente por definición, más allá de todos nosotros?
¿La verdad eterna es la agresiva alma del hombre
donde la Bestia rapiña en su propia avidez?

Hablo de Van Wettering, de Averill,
nombres de una lista, de cuyos rostros no me acuerdo
pero que fueron hacia una muerte prematura, ellos que en el colegio
hace poco distinguían una correa de alimentación de una de detención.

Richard Eberhart (Austin, Minessota, 1904-Hanover, New Hampshire, 2005), Alberto Girri, 15 poetas norteamericanos [primera serie], Bibliográfica Omeba, Buenos Aires, 1966



The Fury of Aerial Bombardment

You would think the fury of aerial bombardment
Would rouse God to relent; the infinite spaces
Are still silent. He looks on shock-pried faces.
History, even, does not know what is meant.

You would feel that after so many centuries                
God would give man to repent; yet he can kill
As Cain could, but with multitudinous will,
No farther advanced than in his ancient furies

Was man made stupid to see his own stupidity?
Is God by definition indifferent, beyond us all?                  
Is the eternal truth man's fighting soul
Wherein the Beast ravens in its own avidity?

Of Van Wettering I speak, and Averill,
Names on a list, whose faces I do not recall
But they are gone to early death, who late in school      
Distinguished the belt feed lever from the belt holding pawl.


-See more at: http://allpoetry.com/Richard--Eberhart

sábado, septiembre 20, 2014

Eiléan Ní Chuilleanáin / Bessboro




Esto es lo que heredo -
nunca fue mi propia vida,
sino el nombre de una casa que oí
y  que otros  escucharon como advertencia
de lo que le podría ocurrir a una chica
intrépida y con mala suerte:
un fragmento de destino
desolado,  un martillo - nota del miedo -
pero nunca vi el lugar.
Ahora que estoy parada en la reja
y que el tiempo hace tanto se ha ido
es su ausencia la que llueve
que apuñala justo entre las costuras
de mi abrigo grande,  en agujas
puntiagudas, llenando el día corto.

La reja de hierro blanca  está cerrada,
la verja blanca viaja fuera de la vista
hacia  la avenida,  la lluvia
oculta la distancia, desdibujando todo sonido
y un inacabado velo de niebla
esconde elementos de lo conocido:
tejados y altas ventanas ciegas.
La historia se ha ido.

Eiléan Ní Chuilleanáin (Cork, 1942), The Girl who Married the Reindeer, Gallery Press, Oldcastle, 2001
Versión: Marina Kohon

Foto: University of Limerick


Bessboro

This is what I inherit —
It was never my own life,
But a house’s name I heard
And others heard as warning
Of what might happen a girl
Daring and caught by ill-luck:
A fragment of desolate
Fact, a hammer - note of fear —
But I never saw the place.
Now that I stand at the gate
And that time is so long gone
It is their absence that rains,
That stabs right into the seams
Of my big coat, in pointed
Needles, crowding the short day.
The white barred gate is closed,
The white fence tracks out of sight
Where the avenue goes, rain
Veils distance, dimming all sound
And a halfdrawn lace of mist
Hides elements of the known:
Gables and high blind windows.
The story has moved away.

viernes, septiembre 19, 2014

Xavier Oquendo Troncoso / De cómo el dolor tarda pero llega











Que se vaya el sabor a dolor.
                                     Que se aleje.
Que no se venga contra mi muro,
contra la sombra de mi pared.
Que se largue el sol de mi ocaso.
Que no me ilumine ni me saque brillo.

Que otro día venga a enseñarme sus dardos.
Que otro momento se haga
obligatoriamente en la dialéctica.
Que ahora no.
Que no se esfuerce en brillar
junto a mi luna empírica de luz.
Que no se riegue su líquido solar.
Que no se vaya por el surco
del amor salobre que viene,
que va. Que se enfurece.
Que no se ilusione el sopor del dolor.

Que se vaya este yo de mi dolor
en la sangre madura que el vino esfuma.

Que se enlode la sombrilla del dolor
en la lluvia que se engorda de granizo.

Mi dolor casi siempre
se deja enrumbar por el correntoso
y saludable gusto
                                 de enseñarse en público.

Xavier Oquendo Troncoso (Ambato, Ecuador, 1972), Lo que aire es, Caza de Libros, Bogotá, 2014
Envío de Jorge Fondebrider

jueves, septiembre 18, 2014

Micaela Chirif / Dos poemas













No he hecho más que caer dice el hombre...

     no he hecho más que caer dice el hombre
     y ya anochece

hay una mancha blanca en mi pantalón y en la mesa
la bolsa de suero los dos caquis

quiero escapar en la misma dirección que el aire
pero el hombre se desploma

las piernas se flexionan y los brazos
se elevan ligeros
para caer de inmediato
junto al cuerpo que se sumerge
como una vertical que hace silencio

el hombre ha muerto

una interminable lista de objetos contundentes
caen a mis pies como naranjas


Voy a comprar pan dijo la muchacha...

voy a comprar pan dijo la muchacha
            son cosas que se dicen sin pensar
pero ya nadie dice
como si nada
como sin pensar
            voy a tomar un té
            voy a comprar el pan
y se sienta
con un cuchillo en la mano a esperar
            a que hierva el agua
            a que la muchacha vuelva
            a que la cosa descienda desde los cielos
            como una piedra

Micaela Chirif (Lima, 1973), Sobre mi almohada una cabeza, Pre-Textos, Valencia, 2012
Envío de Jorge Fondebrider

miércoles, septiembre 17, 2014

Betti Alver / Corales en un río antiguo










La alta y arqueada cresta
de un reluciente arco iris sobre el río aquel día.
Nos detuvimos en el puente de hierro;
delante se extendía tu camino de metal.

Todos los tesoros del tiempo han perdido su lustre.
La verdad de Dios tiene una luminosidad apagada y sin vida,
pero el río fluye más fuerte y rápido
allí donde las cuentas de coral todavía relucen.

Betti Alver (Jõgeva, Estonia, 1906 -Tartu, Estonia, 1989)
Versión de Eduardo Conde sobre la traducción al inglés de Toomas Helme

martes, septiembre 16, 2014

Miguel Angel Petrecca / Colectivos tapados de polvo












Colectivos tapados de polvo
desde Avellaneda, Burzaco, Banfield,
desde La plata, Temperley, Bosques,
vienen día y noche, van y vienen,
carros de cartoneros, combis, autos,
motos con encomiendas y cartas,
camiones como hormigas con su container,
y camiones de basura en la madrugada
hacia provincia a enterrar su carga,
vienen y van, patrullas, ambulancias,
carros atmosféricos y de bomberos,
todos con sus sirenas y sus luces,
colectivos repletos, tambaleantes,
hacia Paso del Rey, Moreno, Ezeiza,
Lomas de Zamora, Quilmes, Echeverría,
van a paso de hombre, de tortuga,
en los cuellos de botella detenidos,
en peajes, en piquetes, en barreras,
van con gente en el estribo trenes,
algunos ya sin las persianas metálicas
codiciadas por la industria de la refundición,
otros con las persianas cascoteadas
a su paso desde el borde de las villas,
van el Gran Capitán, el Tucumano
y el ramal a Córdoba recién reabierto,
el Belgrano, el Sarmiento, el Sanmartín,
y el Belgrano cargas, lentísimo,
todo un montón de hierro viejo,
van ómnibus de larga distancia
medio vacíos fuera de la temporada
hacia los balnearios vacíos y últimos,
hacia los pequeños oasis de las YPF,
van con sus choferes cansados que cabecean
en medio de la ruta soñando un accidente,
despertándose un segundo antes para evitarlo,
van con trabajadores golondrina,
con viajantes de comercio y turistas,
van con familias nómades y fugitivos,
por las rutas provinciales y nacionales,
polvorientos por caminos de ripio
que registran solo los mapas mentales,
van hacia las salinas y los yacimientos,
bordeando las vías muertas de tren,
entre medio de los campos de soja,
van con el sol calentando la carrocería
o una tenue luz de minero en la frente
de noche, por un túnel subfluvial,
van hacia las villas, hacia los villorrios,
hacia las últimas poblaciones perdidas,
van hacia una ciudad recién fundada.

Miguel Angel Petrecca (Buenos Aires, 1979), El Maldonado, Ediciones Gog y Magog. Buenos Aires, 2007

lunes, septiembre 15, 2014

Sergio Solmi / Una vez
















de Dal balcone [1968]

Estábamos
sobre la colina de Bérgamo, entre
la hierba alta, tú los nenes yo. Giraba
sobre nosotros, entre lluvia y escampada, la vaga
rueda de rayos oscurecidos: por el aire
trémulo se deshacía
en delicia el paisaje.

Estábamos en la punta de la vida
(esa que no regresa, no regresa),
atravesados de luz, suspendidos
en un mundo vacilante, sombras gentiles
sumidas en un delicuescente elíseo.

1956

Sergio Solmi (Rieti, 1899–Milán, 1981), Poeti italiani del novecento, a cura di Pier Vincenzo Mengaldo, Mondadori, Milán, 1978
Versión de Jorge Aulicino


da DAL BALCONE

Una volta

Eravamo
sulla collina di Bergamo, dentro
l'erba alta, io te i bimbi. Volgeba
su noi, tra pioggia e schiarita, la vaga
ruota dei raggi annerati: per l'aria
tremula si sfaceva
il paessaggio in delizia.

Eravamo alla punta della vita
(quella che più no torna, più non torna),
attraversati di luce, sospesi
in un mundo esitante, ombre gentili
assunte in un deliquescente eliso.

1956

domingo, septiembre 14, 2014

Denise Levertov / La carretera Merritt

       







         
         


 Como si fuera
que se movieran para siempre, que continuáramos
          moviéndonos.

                        Bajo un pálido cielo donde
                        conforme se encendían las luces una estrella
                                 atravesaba la niebla y ahora
                         mantiene regularmente
                                                    una constante
                           sobre nuestras siete rutas
                           como un soñado continuo.

Y la gente (¡nosotros!).
             los humanos metidos dentro de los autos
             aparentes
              sólo en las paradas en las estaciones de servicio
                                   inseguros,
                      mirándose entre sí
                             
                                    bebiéndose de prisa el café en
                             las máquinas automáticas y apurados
                          de vuelta a los autos
                                         desvaneciéndose
                                         dentro de ellos para siempre, para
                                         seguir andando

Cosas aquí y allá fuera del
cerrado camino, loas árboles, árboles, matorrales
pasando a un costado, pasando
              los autos que
              siguen andando delante de
nosotros, que nos pasan, nos apresuramos detrás
                               y
           a la izquierda, los que vienen
      hacia nosotros, brillando con excesivo fulgor
corriendo implacablemente

          en seis rutas, deslizándose
          al norte y al sur, veloces
          con un confuso rumor.

Denise Levertov (Ilford, Reino Unido, 1923-Seattle, EE.UU., 1997), Alberto Girri, 15 poetas norteamericanos [primera serie], Bibliográfica Omeba, Buenos Aires, 1966


MERRITT PARK WAY 

     As if it were 
forever that they move, that we 
     keep moving.

          Under a wan sky where 
          as the lights went on a star 
              pierced the haze and now 
          follows steadily 
                          a constant 
          above our six lanes 
          the dreamlike continuum ... 

And the people - ourselves I 
          the humans from inside the 
         cars, apparent 
         only at gasoline stops 
                              unsure, 
               eyeing each other 

                        drink coffee hastily at the 
                    slot machines and hurry 
              back to the cars 
                       vanish 
                       into them forever, to 
                          keep moving -

Houses now and then beyond the 
sealed road, the trees / trees, bushes 
passing by, passing 
                  the cars that 
                                keep moving ahead of 
          us, past us, pressing behind us 
                             and 
                 over left, those that come 
            toward us shining too brightly 
moving relentlessly 

              in six lanes, gliding 
         north and south, speeding with 
         a slurred sound

---
Foto s/d

sábado, septiembre 13, 2014

Richard Wilbur / Pieza de museo















Los buenos y grises guardianes del arte
patrullan las salas con zapatos de esponja,
imparcialmente protectores, aunque
tal vez sospechan de Toulouse.

Uno de ellos dormita aquí contra la pared,
acomodado en una silla mortuoria.
Una bailarina de Degas hace piruetas
sobre la raya de su pelo.

¡Mira cómo gira! Allí está la gracia,
pero también es evidente la tensión.
Degas amaba ambas cosas:
la belleza unida a la energía.

Edgar Degas adquirió una vez
un hermoso Greco, y lo tuvo
junto a la pared, al lado de su cama,
para colgar de él sus pantalones antes de dormirse.

Richard Wilbur (Nueva York, Estados Unidos, 1921 - Belmont, Estados Unidos, 2017), Alberto Girri, 15 poetas norteamericanos [primera serie], Bibliográfica Omeba, Buenos Aires, 1966


Museum Piece

The good gray guardians of art
Patrol the halls on spongy shoes,
Impartially protective, though
Perhaps suspicious of Toulouse.

Here dozes one against the wall,
Disposed upon a funeral chair.
A Degas dancer pirouettes
Upon the parting of his hair.

See how she spins! The grace is there,
But strain as well is plain to see.
Degas loved the two together:
Beauty joined to energy.

Edgar Degas purchased once
A fine El Greco, which he kept
Against the wall beside his bed
To hang his pants on while he slept. 
---
Act. 2017

viernes, septiembre 12, 2014

Gabriele D'Annunzio / De "Canto de la invitada"
















[de Canto de la invitada]

III

Cuando los jóvenes rayos del sol alborozos
áureos en las aguas turbias encienden,
la valisneria * en el fondo,
recibe al dios con temblor;

y las flores femíneas ávidas emergen
sobre sus volubles espirales, al polen,
a las auras, al sol ofreciendo
sus cálices lujuriosos;

las nupcias sonríen, auspicios cantan
por el selvático estanque los favonios,
mas las flores masculinas al sol
flotan entristecidas;

tal del alma, por el diamantino
fulgor de tus iris, con un ímpetu
de nueva juventud
me sube el deseo;

y a tu flexible flanco de antílope
tiendo mis brazos, y a tu temerosa
boca anhelando amor
tiendo yo mi boca temerosa:

suenan los besos, corren estremecimientos
largos por las íntimas venas, ¡pero rígidas
a tus pies caen
con alas truncadas las estrofas!

Gabriele D'Annunzio (Pescara, 1863-Gardone, 1938), "Canto de la invitada", Canto nuevo [1896], traducción de Fernando Iscar, Lumen, Barcelona, 1987

 * Planta acuática cuyo lujurioso florecer bajo la influencia del sol compara el poeta con su propia excitación ante la presencia de la amada. [N. del T.]


[Canto dell'opsite]

III

Quale, se i giovini raggi tripudii
ne l’acque torpide aurei accendono,
la vallisneria a l’imo
sente il dio con un fremito;

e i fior feminei avidi emergono
su le volubili spirali, a i pollini
a l’aure a ’l sol porgendo
lussurïosi i calici:

le nozze arridono, liberi cantano
lungo il selvatico stagno i favonii,
ma i fiori maschi a ’l sole
intristiti galleggiano;

tale da l’anima, Lalla, ne ’l gemmeo
fulgor de le iridi tue, con un impeto
di giovinezza nuova
mi sale il desiderio;

e a ’l tuo flessibile fianco di dàina,
Lalla, io le braccia, e a la tua trepida
bocca alenando amore
tendo io la bocca trepida:

i baci scoccano, corrono brividi
lunghi per l’intime vene, ma rigide
a’ tuoi piedi le strofe
con ali mozze cadono!

---

jueves, septiembre 11, 2014

Richard Eberhart / "Caminé hacia el camposanto para ver los muertos"









Caminé hacia el camposanto para ver los muertos.
Las puertas de hierro estaban cerradas, no pude entrar,
un dorado faisán en las oscuras ramas del abeto
miraba con temerosa regularidad la puesta del sol.

Yo dije, señor pájaro, no me hagas más guiños,
he tenido bastante con mi oscuro ardor de ojos;
no te puedo mirar, ni alabarte,
pero trasládate a las vigas de Montaigne.

El que habla con el Absoluto saluda a una sombra,
el que a sí mismo se busca a sí mismo se perderá;
y los dorados faisanes no son una ayuda,
y la acción debe ser aprendida del amor del hombre.

Richard Eberhart (Austin, Minessota, 1904-Hanover, New Hampshire, 2005), Alberto Girri, 15 poetas norteamericanos [primera serie], Bibliográfica Omeba, Buenos Aires, 1966


"I Walked out to the Graveyard to See the Dead"

I walked out to the graveyard to see the dead.
The iron gates were locked, I couldn't get in,
A golden pheasant of the dark fir boughs
Looked with fearful method at the sunset.

Said I, Sir bird, wink no more at me,
I have had enough of my dark eye-smarting,
I cannot adore you, nor do I praise you,
But assign you to the rafters of Montaigne. 

Who talks with the Absolute salues a Shadow.
Who seeks himself shall lose himself;
And the golden pheasants are no help,
And action must be learned from love of man.

miércoles, septiembre 10, 2014

Filippo Tommaso Marinetti / Batalla (fragmento)


Peso + olor

Mediodía 3/4 flautas gemidos canícula tumbtumb alarma Gargaresh * romperse crepitación marcha Tintineo mochilas fusiles zuecos clavos cañones crines ruedas furgones judíos buñuelos pan al aceite cantinelas tenduchas vaharadas rebrillo legaña hedor canela                moho flujo reflujo pimienta pelea mugre remolino naranjos-en-flor filigrana miseria dados ajedrez naipes jazmín + nuez moscada + rosa arabesco mosaico carroña aguijones frangollo                  ametralladoras = grava + resaca + ranas Tintineo mochilas fusiles cañones chatarra atmósfera = plomo + lava + 300 hedores + 50 perfumes empedrado-colchón detritos estiércol-de-caballo carroñas flic-flac amontonarse camellos asnos estrépito cloacas Souk-de-los-plateros ** dédalo seda azul galabieh púrpura naranjos moucharabieh arcos decabalgan bifurcación placita pulular.

Le monoplan du Pape [1912]

Filippo Tommaso Marinetti (Alejandría, Egipto, 1876 - Bellagio, Italia, 1944), Poetas italianos del siglo XX. Selección, prólogo, traducción y notas de Horacio Armani, Ediciones Librería Fausto, Buenos Aires, 1973

Notas del traductor:

* Oasis en que se desarrolló una batalla durante la guerra ítalo-turca (1912), situado al oeste de Trípoli.

** Souck: mercado. En el texto figuran también otras palabras árabes en su versión francesa, como moucharabieh (enrejado de madera que se colocaba en las ventanas para ver al exterior sin ser vistos).

Battaglia (frammento)
Peso + odore

Mezzogiorno 3/4 flauti gemiti solleono tumbtumb allarme Gargaresh schiantarsi crepitazione marcha Tintinnío zaini fucili zoccoli chiodi cannoni criniere ruote cassoni ebrei fritelle pani-all'olio cantinele botteguece zaffate lustreggio cispa puzzo cannella          muffa flusso riflusso pepe risa sudiciume turbine aranci-in-fiore filigrana miseria dadi scacchi carte gelsomino + nocemoscata + rosa arabesco mosaico carogna pungiglioni acciabattío           mitragliatrici = ghiai + risacca lava +rane Tinntinío zaini fucili cannoni  ferraglia atmosfera = piombo  + 300 fetori + 50 profumi selciato-materasso detriti sterco-di-cavallo carogne flic-flac ammassari cammelli asini frastuono cloaca Souk-degli-argentieri dedalo seta azzurro galabieh porpora aranci moucharabieh archi scavalcare biforcazione piazzetta pullulío.


martes, septiembre 09, 2014

John Gould Fletcher / Tres poemas









Recuerdo y olvido

He olvidado cuántas veces él me besó,
pero no puedo olvidar
una rama temblorosa, una hoja que cayó
al suelo.

Pensamientos fugitivos

Mis pensamientos son gorriones que atraviesan
una gran ola que rompe
en burbujas de oro sobre una roca negra e inmóvil.

Un actor

Simula que está enojado,
finge ser valiente.
Cierra el puño
como una serpiente enroscada;
alzándose en espiral, se prepara para asomar la cabeza
por encima de la larga hierba de la llanura.

John Gould Fletcher (Little Rock, Arkansas, Estados Unidos, 1886-1950), Japanese Prints, Four Seas, Boston, 1918; The Gutenberg Project, e-book.
Trad. de Jonio González


MEMORY AND FORGETTING

I have forgotten how many times he kissed me, 
But I cannot forget 
A swaying branch—a leaf that fell To earth.

FUGITIVE THOUGHTS

My thoughts are sparrows passing 
Through one great wave that breaks 
In bubbles of gold on a black motionless rock.

AN ACTOR

He plots for he is angry, 
He sneers for he is bold.
He clinches his fist 
Like a twisted snake; 
Coiling itself, preparing to raise its head, 
Above the long grasses of the plain.

lunes, septiembre 08, 2014

Dino Campana / Oh poesía poesía poesía



Oh poesía poesía poesía
Surge, surge, surge
Por sobre la fiebre eléctrica del empedrado nocturno.
Suéltate de las elásticas silhouettes equívocas
Deslízate en el disparo, en el súbito alarido
Sobre la anónima fusilería monótona
De las voces incansables como olas
Chilla la ramera perversa en el cuadrivío
Porque el joven elegante le robó el perrito
Brinca una cocotte langosta
De una vereda a otra toda verde
Y desolla mi médula el rechinar ferroso del tranvía
Silencio - un gesto fulmíneo
Originó una lluvia de estrellas
De un costado que se doblega y roe bajo el golpe certero
En un manto de sangre aterciopelado y vigilante
Sigue el silencio. Comenta seco
Y sordo un revólver que anuncia
Y cierra otro destino.

Dino Campana (Marradi, 1885 – Scandicci, 1932), "Otros poemas", Cantos órficos y otros poemas, estudio preliminar y traducción de Antonio Aliberti, Epsilon Editora, Buenos Aires, 1986


O poesia poesia poesia

O poesia poesia poesia
Sorgi, sorgi, sorgi
Su dalla febbre elettrica del selciato notturno.
Sfrenati dalle elastiche silhouettes equivoche
Guizza nello scatto e nell'urlo improvviso
Sopra l'anonima fucileria monotona
Delle voci instancabili come i flutti
Stride la troia perversa al quadrivio
Poiché l'elegantone le rubò il cagnolino
Saltella una cocotte cavalletta
Da un marciapiedi a un altro tutta verde
E scortica la mie midolla il raschio ferrigno del tram
Silenzio - un gesto fulmineo
Ha generato una pioggia di stelle
Da un fianco che piega e rovina sotto il colpo prestigioso
In un mantello di sangue vellutato occhieggiante
Silenzio ancora. Commenta secco
E sordo un revolver che annuncia
E chiude un altro destino.


Foto: Hacia el monte Falterona. Enero de 1912. Desde la izquierda: Diego Babini, Dino Campana, Francesco Bossi, Giacomo Mazzotti, Achile Cattani, un salesiano no identificado. 

domingo, septiembre 07, 2014

James Merrill / El cisne negro









Negro en el agua lisa tras los juncos,
el cisne negro traza
un caos privado que gorjea en su estela,
asume, como cuarta dimensión, el esplendor
que acerca al niño con blancas ideas de cisnes
al verde lago
donde cada paradoja significa maravilla.

Aunque el negro cuello se arquea indistinto
de una interrogación sobre el lago,
el cisne condena todo cuestionamiento fácil:
algo en sí mismo, equívoco, presentido,
como el dolor o el canto de mujeres en el despertar;
y el canto del cisne que canta
es el hondo silencio del cisne.

Ilusión: el cisne negro sabe irrumpir
en la expectación, el pico
apunta ya a su pecho, ya a su imagen,
y atraviesa nuestras vidas, si el lago es vida,
y por el suave giro de su cuello
transforma, a tiempo, los daños del tiempo;
en menos que una pluma negra, el dolor del tiempo.

Hechicero: el cisne negro ha aprendido a entrar
en el perdido centro secreto del dolor,
donde, como en fiestas de mayo, diversas tragedias
se entrelazan, listones en el poste, para compartir
un mismo hundimiento, médula de invierno puro
que no cambia y es
brillo siempre en hielo y aire.

Siempre se mueve en el lago el cisne negro. Siempre
llega el momento de mirar
cómo, alto emblema, vira y se desplaza
hacia la otra orilla, siempre. El niño rubio en
la ribera, manos llenas de complejas maravillas, permanece
ya en éxtasis, ya en incertidumbre.
Sus labios alientan: amo ese cisne negro.

[1946]

James Merrill (Nueva York, 1926-Tucson, 1995), Harold Bloom, La escuela de Wallace Stevens, traducción y edición de Jeannette L. Clariond, Vaso Roto, Madrid-México D.F., 2011
Envío de Jonio González




[The Black Swan

Black on flat water past the jonquil lawns
Riding, the black swan draws
A private chaos warbling in its wake,
Assuming, like a fourth dimension, splendor 
That calls the child with white ideas of swans
Nearer to that green lake
Where every paradox means wonder.

Though the black swans arched neck is like
A question-mark on the lake,
The swan outlaws all possible questioning: 
A thing in itself, like love, like submarine 
Disaster, or the first sound when we wake;
And the swan-song it sings
Is the huge silence of the swan.

Illusion: the black swan knows how to break 
Through expectation, beak
Aimed now at its own breast, now at its image, 
And move across our lives, if the lake is life, 
And by the gentlest turning of its neck
Transform, in time, times damage;
To less than a black plume, times grief.

Enchanter: the black swan has learned to enter 
Sorrows lost secret center
Where like a maypole separate tragedies
Are wound about a tower of ribbons, and where 
The central hollowness is that pure winter
That does not change but is
Always brilliant ice and air.

Always the black swan moves on the lake; always
The blond child stands to gaze 
As the tall emblem pivots and rides out
To the opposite side, always. The child upon 
The bank, hands full of difficult marvels, stays
Forever to cry aloud
In anguish: I love the black swan, the black swan.

American Poets Since 1950]

sábado, septiembre 06, 2014

Robert Graves / La mañana antes de la batalla


























Hoy, la pelea: mi fin está muy cerca,
y sellada la orden que limita mis horas:
lo supe mientras caminaba ayer al mediodía
por un desierto jardín lleno de flores.
... Cantando, despreocupado, me prendí unas rosas en el pecho,
corté una rama de cerezas... y luego, luego la Muerte
sopló en el jardín desde el norte y el este
agostando toda la belleza con un aliento helado.

Miré, y ¡ah! vi de pie ante mí a mi espectro,
con la cabeza aplastada por violento golpes:
la fruta entre mis labios en sangre coagulada
se había transubstanciado, y exudaba la pálida rosa un olor enfermizo,
hasta que me pareció a través de una inundación de llanto
que hombres muertos en el cercado jardín florecían.

Roberto Graves  (Wimbledon, Londres, 1895- Dejà, Mallorca, 1985), Tierra de nadie: los poetas ingleses de la Gran Guerra, inédito; La Balandra, n° 9, Buenos Aires, invierno de 2014
Versión de Rolando Costa Picazo


THE MORNING BEFORE THE BATTLE

To-day, the fight: my end is very soon,
  And sealed the warrant limiting my hours:
I knew it walking yesterday at noon
  Down a deserted garden full of flowers.
...Carelessly sang, pinned roses on my breast,
  Reached for a cherry-bunch---and then, then, Death
Blew through the garden from the North and East
  And blighted every beauty with chill breath.


I looked, and ah, my wraith before me stood,
  His head all battered in by violent blows:
The fruit between my lips to clotted blood
  Was transubstantiate, and the pale rose
Smelt sickly, till it seemed through a swift tear-flood
  That dead men blossomed in the garden-close.

The First World War Poetry Digital Archive, Universidad de Oxford
1916, Westminster Gazette, 13 March, p.2. Robert Graves Resources


Foto: Robert Graves en uniforme, 1915 Universidad de Otago

viernes, septiembre 05, 2014

Nicanor Parra / De "La camisa de fuerza"



Qué 
hora es

Cuando el enfermo grave
Se recupera por algunos segundos
Y pregunta la hora a los deudos
-Reunidos como por arte de magia
Alrededor del lecho de muerte-
En un tonito que hace poner los pelos de punta

Quiere decir que algo marcha mal
Quiere decir que algo marcha mal
Quiere decir que algo marcha mal.


Regla de tres

Independientemente
De los veinte millones de desaparecidos
Cuánto creen ustedes que costó
La campaña de endiosamiento de Stalin
En dinero contante y sonante:

Porque los monumentos cuestan plata.

Cuánto creen ustedes que costó
Demoler esas masas de concreto?

Sólo la remoción de la momia
Del mausoleo a la fosa común
Ha debido costar una fortuna.

Y cuánto creen ustedes que gastaremos
En reponer esas estatuas sagradas?

Nicanor Parra (San Fabián de Alico, 1914-Santiago de Chile, 2018), "La camisa de fuerza", 1962-1968, Obra gruesa, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1971

miércoles, septiembre 03, 2014

Giovanni Raboni / Los hechos del diablo












Puede darse que viviendo aquí
uno se vuelva en serio como decís:
más opaco, más libre cada día,
como la niebla que viene siempre menos,
un poco menos cada invierno. Eh, también yo
conozco, sabés, esos trucos
del diablo -tu diablo banquero
especialista en tapaderas. Y que si uno
tiene comercio con él, con el Protocolo, vive en paz
con todos, envejece bien... Cierto es, entonces:
de esta forma se paga. Incluso si queda
siempre afuera algo, el memorial
del ahorcado, las muecas del amor
sobre las paredes de los mingitorios...

Giovanni Raboni (Milán, 1932-Fontanellato, 2004), A tanto caro sangue, Mondadori, Milán, 1988
Versión de Jorge Aulicino


I fatti del diavolo

Può darsi che a vivere qui
si diventi sul serio come dici:
più opachi, più liberi ogni giorno:
come la nebbia viene sempre meno,
un po' meno ogni inverno. Eh, li conosco
anch'io, sai, questi trucchi
del diavolo - il tuo diavolo banchiere
specialista in coperchi. E che se uno
ha commercio con lui, col Protocollo, vive in pace
con tutti, invecchia bene... Certo, è allora,
è così che si paga. Anche si resta
sempre fuori qualcosa, il memoriale
dell'impiccato, le smorfie dell'amore
sulle pareti degli orinatoi...

martes, septiembre 02, 2014

John Ashbery / El manual de instrucciones









Cuando estoy sentado mirando por la ventana del edificio
desearía no tener que escribir el manual de instrucciones
     sobre los usos de un nuevo metal.
Miro hacia la calle y veo a la gente, cada cual caminando
     con una paz interior,
y los envidio; ¡están tan lejos de mí!
Ninguno de ellos tiene que preocuparse por terminar
     este manual en un plazo fijo.
Y, como es mi costumbre, empiezo a soñar, apoyando los codos
     sobre el escritorio y asomándome un poco a la ventana,
¡en la borrosa Guadalajara! ¡Ciudad de las flores rosadas!
¡La ciudad que más quise y la que menos vi,
     en México!
¡Pero supongo que estoy mirando, apremiado por tener
    que escribir el manual de instrucción.
tu plaza pública, ciudad, con tu primoroso quiosquito
     de música!
La banda está tocando "Scherezada", de Rimsky-Korsakov.
Alrededor están las muchachas de las flores, ofreciendo
     flores rosadas y de color limón,
todas atrayentes en sus vestidos de franjas rosa y azul
     (¡Oh!, qué tintes rosa y azul),
y cerca de allí esta el blanco puesto donde mujeres
     de verde ofrecen frutas verdes y amarillas.
Las parejas se pasean; todo el mundo tiene un humor festivo.
Primero, encabezando el desfile, un tipo apuesto
     vestido de azul oscuro. Usa un sombrero blanco
y tiene bigotes, que acaba de recortarse para esta ocasión.
Su amada, su esposa, es joven y bonita; su chal es
     rosado, encarnado y blanco.
Sus zapatillas son de charol, al estilo norteamericano,
y lleva un abanico, porque es recatada y no quiere
     que la gente le mire la cara con demasiada frecuencia.
Perto todo el mundo está tan ocupado con su esposa o su amada
que dudo que nadie repare en la esposa del hombre de bigotes.
¡Aquí vienen los muchachos! Saltando y arrojando pequeñas
     cosas en la acera
que es de baldosas grises. Uno de ellos, algo mayor,
     tiene un palillo entre los dientes.
Está más silencioso que el resto y afecta no fijarse
     en las bonitas chicas vestidas de blanco.
Pero sus amigos las miran, y vocean sus bromas a las
     chicas sonrientes.
Sin embargo pronto todo esto acabará, con el andar de los años,
y el amor los conduzca al paseo por otra razón.
Pero he perdido de mi vista al muchacho del palillo.
¡Aguarda, allí está, del otro lado del quiosco de la música,
apartado de sus amigos, en una animada charla con una niña
de catorce o quince años. Trato de oir lo que se dicen
pero al parecer solo hablan algo entre dientes, tímidas
     palabras de amor, probablemente,
ella es un poco más alta que él, y mira calmosamente
     en sus sinceros ojos.
Ella viste de blanco. La brisa desordena su largo y hermoso
     pelo negro contra su mejilla aceitunada.
Es evidente que está enamorada. El muchacho, el muchachito
     del palillo, también está enamorado.
Sus ojos lo demuestran. Alejándome de esta pareja,
observo que hay un intermedio en el concierto,
los paseantes están descansando y sorbiendo bebidas
     con pajillas
(las bebidas son servidas de una gran garrafa de vidrio
     por una señora de azul oscuro),
y los músicos se mezclan con la gente, con sus uniformes
     blanco crema, y conversan
sobre el tiempo, tal vez, o sobre cómo les va a sus niños
     en la escuela.
Aprovechamos esta ocasión para acercarnos en puntillas
     a una de las calles laterales.
Aquí puede verse una de esas casas blancas con molduras
     verdes
que son tan populares aquí. ¡Mira, te lo dije!
Adentro está fresco y oscuro, pero el patio está soleado.
Una anciana de gris está sentada allí, abanicándose con un
     abanico de hoja de palmera.
Nos recibe en su patio, y nos ofrece una bebida fresca.
"Mi hijo está en la ciudad de México", nos dice. "El también
     los hubiera recibido
si estuviera aquí. Pero está empleado en un banco allá.
Miren, esta es una fotografía de él."
Y un joven de piel morena con dientes como perlas nos sonríe
     desde el marco de gastado cuero.
Le agradecemos su hospitalidad, porque se está haciendo tarde
y queremos captar la vista de la ciudad, antes de dejarla,
     desde algún sitio adecuado.
Esa torre de la iglesia servirá, esa de un rosa descolorido,
     contra el violento azul del cielo. Entramos lentamente.
El cuidador, un viejo vestido de gris y castaño
     nos pregunta desde cuándo estamos en la ciudad, y si
     nos gusta.
Su hija está fregando las gradas; nos saluda con la cabeza
     cuando pasamos a la torre.
Pronto alcanzamos la punta, y toda la red de la ciudad
     se extiende ante nosotros.
Allí está el barrio rico, con sus casas rosadas y blancas,
     y sus deshechas, frondosas azoteas.
Allí está el barrio más pobre, sus casas azul oscuro.
Allí está el mercado, donde los hombres están vendiendo
     sombreros y espantando moscas,
y allí está la biblioteca pública, pintada en varios tonos
     de verde pálido y beige.
¡Mira! Allí está la plaza de donde venimos, con los
     paseantes.
Ahora hay menos, ahora que el calor es más intenso,
pero el muchacho y la chica aún están escondidos en la
     sombra del quiosco de música.
Y allí está la casa de la viejita:
todavía está sentada en el patio, abanicándose,
¡Qué limitada, pero qué completa también, ha sido muestra
     experiencia de Guadalajara!
Hemos visto el amor de los jóvenes, el amor de los esposos, y el
     amor de una anciana madre por su hijo.
Hemos oído la música, paladeado las bebidas y contemplado
     las coloreadas casas.
¿Qué otra cosa resta por hacer, sino quedarnos? Y eso no
     podemos hacerlo.
Y mientras una última brisa refresca la cúspide de la
     desgastada vieja torre, clavo la mirada
en el manual de instrucciones que me hizo soñar con
     Guadalajara.

John Ashbery (Nueva York, 1927), Alberto Girri, 15 poetas norteamericanos. Segunda serie, Bibliográfica Omeba, Buenos Aires, 1969