jueves, diciembre 16, 2010

Juan José Saer / Dante




Dante

I / En memoria de Bice Portinari

Empujaste a un hombre a la locura. Una
mañana, caminando bajo el sol florentino
te vio destellar nítida, contra el tejido
de los sueños amargos de su última noche.
Inclinaste gentil
la grávida cabeza
y en la creciente de los años el ademán
tranquilo se incrustó como un diamante sobre el cielo
feroz y vago de sus días. Y en plena juventud,
después, moriste, casada con un hombre común
que te quería desconociéndote. Oh, Bice
Portinari, así son las mañanas de este mundo:
despertamos de un sueño amargo
y andamos como fantasmas
hasta que recogemos, del sol de nuestras ciudades,
un núcleo de claridad, o más bien una joya
férrea que veneramos, gastada y turbia,
en algún sucio anochecer.
´

II / El paso por el fuego

El que fue más que un padre para mí
iba delante, y detrás iba el padre de la argéntea
frase que repetía: Hic plura pones vocibus et modis
passo solutis
. Yo avanzaba en el medio,
ascendiendo hacia el llano plagado de flores en que vería,
otra vez, por fin, la claridad de mi infancia. Me golpeaban,
de a ráfagas, unos recuerdos rotos, el manchón
púrpura a la mañana y la blancura tardía
incitadora de un sueño de paz. Pero ese fuego seco
me cegaba, flamante,
distinto al de este mundo, y en un momento dado
mi mente vaciló y mi horror
fue tan grande, que no pude ni siquiera
gritar.


III / El regreso

Fui real entre aquellos simulacros
y mi sombra, para gran maravilla de las sombras
que vagaban por esas cimas de redención,
volvía todavía más rojas a las llamas. Ahora
la gran fiesta final se ha disipado y camino
hacia las piedras borrosas de una ciudad
en la que nunca, de nuevo,
resonarán los pasos de la hija de Folco.

Ahora soy yo la sombra entre estos cuerpos reales.


Juan José Saer (Serodino, 1937-París, 2005), El arte de narrar, Universidad del Litoral, Santa Fe, 1988

Ilustración: La sombra, 1981, Andy Warhol

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