miércoles, abril 06, 2022

Kurt Schwitters / Wantee, a su vecino




I

No, el más viejo. El grande.
¿Qué te parece, debo ir?

Justo esta mañana. A punto de salir,
tarde, para el trabajo, me detuvo en la escalera

y me pidió que lo ayudara con el calentador de agua,
de modo que le enseñé dónde poner las monedas,

mientras lo hacía me temblaba la mano. Sí,
los sueños de nuevo, no sé

cuánto hace que no duermo toda la noche.
¿Sabes que es alemán? Sí,

lo han investigado, por supuesto. No sé si
es profesor o algo por el estilo. Artista.

Pero aun así, esas manos grandes...,
no dejo de verlas sosteniendo un arma.

Bien, le dije que lo haría, y
él dice que ha comprado un pastel.

Pastel de chocolate, dice, y café,
¿me acompaña? ¡Por supuesto

que sé lo que pretende! Pero sonríe,
y su risa me hace olvidar

que es alemán. Sí, iré,
pero si en media hora

no estoy de vuelta,
baja y llama a su puerta.


II

Rosas. Dos rosas rojas. Y ¿sabes?
había dispuesto la pequeña mesa

con el pastel en el medio, dos platos,
y una toalla blanca a modo de mantel.

Me encantó. Y sus cuadros...,
nunca he visto nada igual,

pedazos de tela pegados,
pedazos de papel, no puedo explicar

por qué me parecieron tan tranquilizadores.
Es el modo en que los describió

como si amara esos recortes,
cada uno por sí mismo.

Pueden bombardear una ciudad hasta reducirla a escombros,
dijo, y cada vez que oigo una sirena

me estremezco, pero
nadie puede destruir la mente humana.

Sí, se refería a los nazis,
también son sus enemigos, pero

no insistió en ello.
De repente se puso de pie,

¿quiere un café?, dijo
y empezó a quitar la manta de la cama.

Bueno, y poco a poco fui acercándome a la puerta,
pero se volvió de nuevo hacia mí,

en la mano un hervidor de hojalata —el café—
que había envuelto para que se mantuviese caliente.

Me encanta. ¿El café?
Con leche y mucha azúcar.

Sí, con el tiempo
quizá aprenda a que me guste también.

Kurt Schwitters (Hannover, Alemania, 1887-Kendal, Reino Unido, 1948), The Merzbook: Kurt Schwitters Poems, edición y traducción del alemán al inglés, Colin Morton, Quarry Press, Kingston, Ontario, Canadá, 1987
Versión del inglés al castellano, Jonio González.

 El título del poema refiere a Edith Wantee Thomas, cuyo apodo procede de la expresión Want tea? (¿Quieres té?) y a quien Schwitters conoce en 1941en Londres, donde vive hace un año con su hijo Ernst y Esther Guldahl, esposa de éste. Antes, Schwitters ha abandonado Noruega (huyendo de los nazis, que la han invadido) y ha pasado por varios campos de internamiento británicos (por "enemigo de Su Majestad") hasta su puesta en libertad. En 1945 sufre una apoplejía y se muda con Wantee, su pareja desde hace tiempo, a Ambleside. Ella cuidará de Schwitters hasta la muerte de éste, el 8 de enero de 1948. (N. del T.)


Foto: Kurt Schwitters leyendo su Ursonate, serie fotográfica de Ernst Schwitters Archivo Kurt und Ernst Schwitters/Merz Barn


WANTEE, TO HER NEIGHBOUR

I

No, the older one. The big one.
What do you say, shall I go?

Just this morning. On my way out,
late for work, he stopped me on the stair

needing help with the geyser, so
I showed him where to put the pennies,

my hand trembling as I did. Yes,
dreams again, I don't know

when I've had a night's sleep.
You know he's German? Yes,

vetted of course. I don't know,
a professor or something, an artist.

But still, those big hands,
I keep seeing them holding a gun.

Well, I told him I would, and
he says he's bought a cake.

Chocolate cake, he said, and coffee,
won't you join me? Well of course

I know what he's after! But his smile,
the way he laughs makes me forget

he's German. Yes I'm going,
only, wait half an hour, then

if I'm not back, you
come down and knock on his door.

II

Roses. Two red roses. And you know
he had set his little table

with the cake in the centre, two plates,
and a white towel for a table cloth.

It was charming. And his pictures
are like nothing I've seen,

bits of cloth stuck down,
bits of paper, I can't explain

why I found them so soothing.
It's the way he described them

as if he loves those scraps,
each one for itself.

They can bomb a city to rubble,
he said, and I flinched

as if hearing a siren, but
no one can destroy the human mind.

Yes, he meant the Nazis,
they're his enemies too, but

he didn't dwell on that.
All at once he stood up,

you'd like coffee, he said
and started tearing off the bedclothes.

Well yes, I edged toward the door,
but he turned round again

a tin pot in his hand -- the coffee --
he had it wrapped up to keep warm.

Oh he's charming. The coffee?
With milk and a lot of sugar.

Yes, given time
I could learn to like it too.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario