Fue en las islas griegas donde vi el Mediterráneo
completamente azul, sin sombra de transparencia. "Y
felizmente es así", me dijo la muchacha griega que
servía cafés a la orilla de las rocas. "Conocí a algunos que
quisieron rasgar el mar para ver lo que escondía
y nunca más volvieron". Entendí lo que quería: que
yo rasgara la superficie del mar, y bajase los peldaños
del abismo que nos cautiva hasta la eternidad. "Si vienes
detrás de mí, y me traes de vuelta, haré lo que
deseas". Pero ella fingió no entender mi
lengua, aunque hablásemos un inglés de aeropuerto.
Y cuando llegamos al gran anfiteatro, bajo
las colinas de los pinos rodenos y los bosques de
cipreses, el cielo estaba completamente limpio, como si
los dioses ya hubieran dejado de existir. Recité
un verso en griego clásico, poniendo a las aves en
desbandada. "¿Ves lo que has hecho?", me gritó la muchacha
griega. "¡Llenaste el cielo con una nube de pájaros!"
Y nos pusimos a mirarlos, a la espera de saber para
dónde se dirigían. Pero se hacía tarde para tomar
el barco. Las islas me dan claustrofobia, dijo
la muchacha griega. Y me puse a correr hacia el barco que
ya tenía los motores en marcha, sin pagarle el café.
Nuno Júdice (Mexilhoeira Grande, Portugal, 1949 - Lisboa, 2024), selecciòn del autor en Aurora Boreal, 2012
Traducciones de Diego Valverde Villena
A CRISE GREGA
Foi nas ilhas gregas que vi o mediterrâneo
completamente azul, sem sombra de transparência. «E
ainda bem que é assim», disse-me a rapariga grega que
servia cafés à beira das rochas. «Conheci alguns que
quiseram rasgar o mar para ver o que ele escondia,
e nunca mais voltaram.» Percebi o que ela queria: que
eu rasgasse a superfície do mar, e descesse os degraus
do abismo que nos prende até à eternidade. «Se vieres
atrás de mim, e me puxares de volta, farei o que
desejas.» Mas ela fingiu que não percebia a minha
língua, embora falássemos num inglês de aeroporto.
E quando chegámos ao grande anfiteatro, debaixo
das colinas de pinheiros bravos e dos bosques de
ciprestes, o céu estava completamente limpo, como se
os deuses já tivessem deixado de existir. Ainda recitei
um verso em grego antigo, pondo as aves em
debandada. «Vês o que fizeste?», gritou-me a rapariga
grega. «Encheste o céu com uma nuvem de pássaros!»
E ficámos a olhar para eles, à espera de saber para
onde se dirigiam. Mas fazia-se tarde para apanhar
o barco. As ilhas fazem-me claustrofobia, disse
à rapariga grega. E entrei a correr para o barco que
já tinha os motores a trabalhar, sem lhe pagar o café.
completamente azul, sin sombra de transparencia. "Y
felizmente es así", me dijo la muchacha griega que
servía cafés a la orilla de las rocas. "Conocí a algunos que
quisieron rasgar el mar para ver lo que escondía
y nunca más volvieron". Entendí lo que quería: que
yo rasgara la superficie del mar, y bajase los peldaños
del abismo que nos cautiva hasta la eternidad. "Si vienes
detrás de mí, y me traes de vuelta, haré lo que
deseas". Pero ella fingió no entender mi
lengua, aunque hablásemos un inglés de aeropuerto.
Y cuando llegamos al gran anfiteatro, bajo
las colinas de los pinos rodenos y los bosques de
cipreses, el cielo estaba completamente limpio, como si
los dioses ya hubieran dejado de existir. Recité
un verso en griego clásico, poniendo a las aves en
desbandada. "¿Ves lo que has hecho?", me gritó la muchacha
griega. "¡Llenaste el cielo con una nube de pájaros!"
Y nos pusimos a mirarlos, a la espera de saber para
dónde se dirigían. Pero se hacía tarde para tomar
el barco. Las islas me dan claustrofobia, dijo
la muchacha griega. Y me puse a correr hacia el barco que
ya tenía los motores en marcha, sin pagarle el café.
Nuno Júdice (Mexilhoeira Grande, Portugal, 1949 - Lisboa, 2024), selecciòn del autor en Aurora Boreal, 2012
Traducciones de Diego Valverde Villena
A CRISE GREGA
Foi nas ilhas gregas que vi o mediterrâneo
completamente azul, sem sombra de transparência. «E
ainda bem que é assim», disse-me a rapariga grega que
servia cafés à beira das rochas. «Conheci alguns que
quiseram rasgar o mar para ver o que ele escondia,
e nunca mais voltaram.» Percebi o que ela queria: que
eu rasgasse a superfície do mar, e descesse os degraus
do abismo que nos prende até à eternidade. «Se vieres
atrás de mim, e me puxares de volta, farei o que
desejas.» Mas ela fingiu que não percebia a minha
língua, embora falássemos num inglês de aeroporto.
E quando chegámos ao grande anfiteatro, debaixo
das colinas de pinheiros bravos e dos bosques de
ciprestes, o céu estava completamente limpo, como se
os deuses já tivessem deixado de existir. Ainda recitei
um verso em grego antigo, pondo as aves em
debandada. «Vês o que fizeste?», gritou-me a rapariga
grega. «Encheste o céu com uma nuvem de pássaros!»
E ficámos a olhar para eles, à espera de saber para
onde se dirigiam. Mas fazia-se tarde para apanhar
o barco. As ilhas fazem-me claustrofobia, disse
à rapariga grega. E entrei a correr para o barco que
já tinha os motores a trabalhar, sem lhe pagar o café.
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Foto: Zunái
act. 2024
Cada vez que me topo con un poema nuevo de Nuno Júdice me doy cuenta que es el que andaba buscando.
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