martes, noviembre 11, 2014

Fabio Morábito / El justificante perfecto




Me fascina la anécdota de aquel hombre a quien su mujer le pidió que escribiera un justificante para su hijo que había faltado a la escuela. Mientras ella se apura en los preparativos para salir con el niño rumbo al colegio, el hombre lucha en la mesa del comedor con el justificante: quita una coma, vuelve a ponerla, tacha la frase y escribe una nueva, hasta que la mujer, que está esperando en la puerta, pierde la paciencia, le arranca la hoja de las manos y sin ni siquiera sentarse garabatea unas líneas, pone su firma y sale corriendo. Era sólo un justificante escolar, pero para el marido, que era un conocido escritor, no había textos inofensivos y aun el más intrascendente planteaba problemas de eficacia y de estilo. Quise escribir el justificante perfecto, confesó el hombre en una entrevista, y no me extraña, porque escritor es aquel que se enfrenta al fracaso de escribir y hace de ese fracaso, por decirlo así, su misión, mientras los demás sencillamente redactan. Podemos estirar esa anécdota e imaginar a alguien que, soga en mano, a punto de colgarse de una viga del techo, se dispone a redactar unas líneas de despedida, toma un lápiz y escribe la consabida frase de que no se culpe a nadie de su muerte. Hasta ahí va bien la cosa, pero decide añadir unas líneas para pedir disculpa a sus seres queridos y, como es un escritor, deja de redactar y se pone a escribir. Dos horas después lo encontramos sentado a la mesa, la soga olvidada sobre una silla, tachando adjetivos y corrigiendo una y otra vez la misma frase para dar con el tono justo. Cuando termina está agotado, tiene hambre y lo que menos desea es suicidarse. El estilo le ha salvado la vida, pero quizá fue por el estilo que quiso acabar con ella; tal vez uno de los resortes de su gesto fue la convicción de ser un escritor fallido y tal vez lo sea, como lo son todos aquellos que pretenden escribir el justificante perfecto, que son los únicos a quienes vale la pena leer. Escriben para justificar que escriben, la pluma en una mano y una soga en la otra.

Fabio Morábito (Alejandría, 1955, Egipto), El idioma materno, Gog y Magog, Buenos Aires, 2014

Foto: s/d

3 comentarios:

  1. Alicia Silva Rey11 noviembre, 2014 15:33

    Los escritores de la Biblia, los escritores de las Órdenes de la Regencia Jesuítica o de la Dinastía China Ming, Virginia Wolf -que escribió para su marido tres versiones distintas de despedida antes de meterse con piedras en los bolsillos en el Río Ouse desbordado por las lluvias estacionales, y otras cartas más para su hermana preferida-, Leonardo Da Vinci en sus Codex: ¿redactaban meramente estos casos?
    ¿O eran solamente "estilistas"? ¿Y dónde poner el ritmo? Ah, el ritmo, el ritmo. Lo es (casi) todo. Buen escritor polifacético, Pablo Morábito.

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  2. Buenìsimo. Vale la pena leer a Mórabito. Hizo un "justificante perfecto".

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