Ahab
En el rostro, afuera, a bordo, a los lejos,
el ojo humano que mira, la claridad
perpetuamente observada, los ecos
y las sombras enfermas, la orilla
ordenadora y los perfumes del lecho,
combatiendo sobre precarios puentes,
odiándose, porque la obstinación
ata cabos que la lumbre en tierra no desata,
y los leviatanes se burlan del deseo
y es bella una mano en lo alto de la colina.
Durante años conversando a solas,
sin muelles declinantes en la tarde
ni sombras agoreras contra los débiles
muros: sólo la estela en el fondo del agua,
las olas golpeando remotamente la costa,
el cuerpo como una red de infinitos desafíos,
el alma una barcaza arrastrada mar adentro.
Rafael Felipe Oteriño (La Plata, 1945), Rara materia, Carmina, Buenos Aires, 1980
En el rostro, afuera, a bordo, a los lejos,
el ojo humano que mira, la claridad
perpetuamente observada, los ecos
y las sombras enfermas, la orilla
ordenadora y los perfumes del lecho,
combatiendo sobre precarios puentes,
odiándose, porque la obstinación
ata cabos que la lumbre en tierra no desata,
y los leviatanes se burlan del deseo
y es bella una mano en lo alto de la colina.
Durante años conversando a solas,
sin muelles declinantes en la tarde
ni sombras agoreras contra los débiles
muros: sólo la estela en el fondo del agua,
las olas golpeando remotamente la costa,
el cuerpo como una red de infinitos desafíos,
el alma una barcaza arrastrada mar adentro.
Rafael Felipe Oteriño (La Plata, 1945), Rara materia, Carmina, Buenos Aires, 1980
Foto: Fundación Konex
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