sábado, septiembre 27, 2008

La salva /El niño





















La salva

Una amante pérfida me había sumergido en el deshonor. Su discurso ocupaba mi pensamiento con la imagen de una carrera absurda, en un bajel proscrito. Yo desvariaba en la sala de una orgía cínica.

Los cazadores de ballenas, aventurados antes de Colón y Vasco de Gama en el derrotero de países inéditos, no habían previsto en sus cartas el sitio del extravío. Las aves del mar sucumbieron de fatiga sobre los palos y mesetas de mi galera. Yo me detuve al pie de unos cantiles inhumanos, bajo un cielo gaseoso.

Recorría en la memoria los paisajes de la Divina Comedia, donde alguna estrella, señalada por la vista augural de Dante, sirve para encaminarlo, entre el humo del infierno y sobre el monte del purgatorio.

Mi viaje se verificaba en un mismo tiempo con la orgía decadente. Quise interrumpir el hastío del litoral grave, disparando el cañón de proa. El estampido redujo a polvo la casa del esparcimiento infame.


El niño

Los egipcios aprendieron de las avispas el arte de fabricar el papiro. Un niño refractario a la disciplina debió de sorprenderlas en su trabajo febril. Resistió los dardos emponzoñados y contó a sus padres, durante la convalescencia, el denuedo y el ingenio de los insectos.

Los antiguos alaban el entendimiento de las mujeres egipcias y su consejo en la administración de la república familiar. La madre del niño discurrió la manera de imitar el aderezo de las avispas y acertó con un nuevo medio de facilitar la comunicacion entre los presentes y los venideros. El papel se usa desde entonces en vez de la piedra.

El labrador egipcio no ganaba la propiedad de su campo y era despedido sin remedio. El invento del rapaz debió mejorar la existencia de sus progenitores y los salvó, seguramente, de sucumbir en el trajín de la obra pública, sufriendo la dieta de las tres cebollas crudas y el azote del sobrestante.

José Antonio Ramos Sucre (Cumaná, 1890-Ginebra, 1930), "El cielo de esmalte", 1929. Obra poética, Colección Archivos, n° 52, Barcelona, 2001

No hay comentarios.:

Publicar un comentario