sábado, marzo 05, 2011

Roberto Raschella / De "La casa encontrada", 2




Y el abuelo entre las zanjas
ocultaba la brama de mujer plena,
y decía que la mujer de ciudad
no mira fijo no mira torcido
si es de uno o de otro.

Y decía que en la marina había
pequeños corazones de azúcar
sobre un cielo claro de ebriedades
perdidas y españoles cercados en fortalezas,
y que las mujeres llevaban
a los hombres hasta la vida.

Pero su corazón se agrió.
Un grito le cerró la boca.
Tapé. Sólo sus ojos.




La mañana bajaba sola.
En la mesa, cerca de los frutos: cortezas ya,
semillas, un olor apenas levitado
de viejas estaciones. Los frutos,
las rosas, dejadas por tus manos
como un gran pétalo en el universo.

Pero muchos males oscuros -qué mal
no es oscuro-, muchos males oscuros
tiene el hombre en el pecho,
el pecho escondido, el pecho
en furia. Y

a las rosas y a mí
nos faltó el aire,
Después,
hubo un silencio sin cuerpo,

ed io me senti svegliar dentro a lo core.


Roberto Raschella (Buenos Aires, 1930), "Tímida hierba de agosto" (2001), La casa encontrada. Poesía reunida, 1979-2010, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2011

Ilustración: Ciruelas en un plato blanco sobre una mesa, siglo XVII, Louise Moillon

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