domingo, junio 06, 2010

Jude Nutter / La belleza es...




El florero de plata

escrito después de una residencia en la escuela secundaria, Western Minnesota

La belleza, escribió él, es como un refugio envejeciendo
en el bosque
: Tyler Joel Rakowski, primera fila,
el segundo a la izquierda, girando sobre su silla
como si tuviera grasa en las sentaderas de su pantalón
para mirar a Tanya Engler en el rincón trasero
al lado de la biblioteca, donde ella, toda la semana,
hacía sus poemas, acomodando los títulos de novelas
hacia abajo, justo a mitad de la página
en un mágico orden propio. Salvaje
de soledad. Como el viento que ha recorrido un largo camino.
Encuentra la palabra para mí, les dije, para describir lo que se amontona
en las esquinas de tu corazón
. Y estoy segura
de que era soledad lo que él quería decir, pero quién de entre nosotros

negaría alguna vez un desliz como ese.
Y al día siguiente está nevando,
una blanca fuga convirtiendo el mundo en algo nuevo.
Y el día después de eso. Deja que el poema sea extraño,
digo, misterioso; deja que contenga todo
lo que no deseas saber sobre la vida.
Ellos escriben sobre la muerte
,
sus rostros flotando como lunas sobre el oscuro
acabado de sus escritorios. Unas pocas millas al oeste
y es Dakota del sur y de qué sirve el misterio.
Imagina que eres un turista y te regalas
algo para llevar a casa. Ellos eligen
el silbido constante del viento al costado
de un campo; la tos seca del tren de carga
uniendo yardas por medio de las vías durante la noche;
la forma en que un hermano desapareció
en la oscuridad del invierno. Para lo que
no hay consuelo. La belleza, escribió,
es como un florero de plata, íntegro y sin manchas.
Y ellos escriben sobre el mundo inmaculado

del cuerpo, que conocerán solo brevemente
por lo que es como su opuesto,
antes de elegir recordar el sabor deslumbrante de la finitud,
durante su primera vez. Y son guíados
por el neón sombrío del espíritu. La belleza,
escribió, es como una marea precipitándose sobre mí.
Es marzo, pero las chicas, inentendibles, bellamente
a la deriva, llevan faldas y sandalias; discuten
la agonía del amor como si fuera una cosa poco frecuente, mientras los chicos

esperan, creciendo en sus manos, que son las grandes
manos de los hombres, que ellos apoyan en sus escritorios
mientras hablo. No importa hacia donde mire,
escribió, o cuántas puertas cierro
detrás de mí, siempre está allí
. Y cuando me voy

no llego muy lejos: una tormenta retrayéndose
desde Dakota del sur me mantiene a la orilla del camino
con el motor en marcha. Me inclino hacia atrás
en la calma luz. Y, sí, nuestras vidas
son cortas. Pero no estoy pensando en la muerte;
estoy pensando cómo, sin sombra, bajo
una cierta democracia de la luz, todas las cosas
se convierten en plata. Puedes llamarla belleza
o soledad: si tuvimos suerte,
son la misma cosa. Y me gusta cómo se siente.
Cierro mis ojos, escribió, lo más
fuerte posible, y puedo ver
.

Jude Nutter (nació en North Yorkshire, Inglaterra, reside en los Estados Unidos desde 1980). The Curator of silence, University of Notre Dame Press, 2006
versión de Silvia Camerotto

The silver vase
written after a high school residency, Western Minnesota//Loveliness, he wrote, is like an aging shed/in the forest: Tyler Joel Rakowski, first row,/second from the left, sliding round in his chair/as if he had grease on the seat of his trousers/to stare at Tanya Engler in the back corner/by the bookcase, where all week/she made her poems, ordering the titles of novels/in some magical arrangement all her own/right down the middle of the page. Wild/with loneliness. Like wind that’s come a long way./Find me the word, I’d told them, to describe what collects/in the corners of your heart. And I’m sure/it was loneliness he meant, but who among us//would ever refuse a slip like that./And the next day it is snowing,/a white fugue slicking the world to a new thing./And the day after that. Let the poem be strange,/I say, mysterious; let it hold everything/you don’t want to know about life./They write about death,/their faces floating like moons over the dark/finish of their desks. A few miles west/and it’s South Dakota and what use is mystery./Imagine you’re a tourist and give yourself/one thing to take home. They choose/the steady hiss of wind along the border/of a field; the dry cough of freight/linking in the rail yards at night;/the way a brother vanished/in the darkness of winter. For which/there is no relief. Loveliness, he wrote,/is like a silver vase, untarnished and whole./And they write from the unspoiled world//of the body, which they will know only briefly/for what it is before choosing to remember/the bright taste of finitude during their first sex/as its opposite. And are led astray/by the bleak neon of the spirit. Loveliness, /he wrote, is like a tide rushing over me./It is March, but the girls, unreadable, beautifully/adrift, wear skirts and open sandals; they discuss/the agony of love as if it’s a rare thing while the boys//wait, growing into their hands, which are the large/hands of men, which they place on their desktops/while I talk. No matter where I turn,/he wrote, or how many doors I shut/behind me, it’s always there. And when I leave//I don’t get far: a storm hauling in/from South Dakota keeps me on the shoulder/with the engine running. I lean back/into the calm luminosity. And, yes, our lives/are short. But I’m not thinking about death;/I’m thinking about how, without shadow, under/a certain democracy of light, all things/turn silver. You can call it loveliness/or loneliness: if we were lucky,/they’re the same thing. And I like how it feels./I close my eyes, he wrote, as tight/as they go, and I can see.

Ilustración: Silver Seas, 2, Richard Corbett

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