viernes, mayo 07, 2010

Rafael Felipe Oteriño / Dos poemas






Crujido

Viejo crujido de la escalera,
me has acompañado hasta aquí.

Cuando, debiendo llegar a tiempo, me demoraba,
trepado a invisibles caballos en el camino.

Y cuántas veces cerraste la puerta al dedo incisivo,
disimulando el metal de las palabras con pisadas de gato.

Ahora se mueve enorme tu péndulo:
toca los extremos de lo que no ha llegado aún y ya no pesa.

Como el cazador que ve una luz, y a esa luz se encamina,
subo y bajo despacio:

hasta que lo más duro de la oscuridad se disuelva.



Esa vez, Platón

Esa vez, Platón se equivocó: los poetas
no devuelven imágenes repetidas,
no conspiran contra la fidelidad de los espejos.
Hacen que el árbol de la razón
parezca enano. Que los espejos devuelvan
nuestro verdadero rostro deformado.
Tal cual es: con ojos hundidos
y una luz brevísima que irrumpe y desaparece.
Los poetas rescatan la moneda
que se perdió en el fondo del lago,
la gota que sin cesar perfora la piedra,
y eso también concierne a la República.


Rafael Felipe Oteriño (La Plata, 1945), Todas las mañanas, Ediciones del Copista, Córdoba, 2010

Ilustración: The city 1925, Frans Masereel

De Oteriño en este blog:
La arquitectura

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