domingo, abril 25, 2010

Ernesto Mejía Sánchez / Dos poemas




La vida espiritual

La podredumbre de vivir, el sueño,
la alegría del sol en los ojos abiertos,
la nada esperada y satisfecha:
todo esto dado sin pedirlo
ni merecerlo, menos la desilusión,
la desdicha, porque mientras ponías
la pluma en el papel (¿para qué?)
o la copa en el mantel, sentías
que estabas descifrando el universo,
o lo que tú creías que era el universo.


Las manchas del tigre

¿Qué orden prescribe nuestra
congregación? Sin contorno y
sedosa la escurridiza piel
de nuestro monarca, tensa al menor
movimiento, desde adentro esculpida,
existe por nosotras. Y todo es
lanzado a la rápida ferocidad
del tirano que entigrecemos.
No se puede evitar la presencia
de nuestra escritura que dibuja
el rencor para hacerlo visible.
Decoramos lo inútil destructor,
el descenso de la bondad sin motivo.
Vamos a cuestas del resentimiento
delirante. Somos llevadas sin consulta.
No somos más que manchas. Manchas
puras llevadas y traídas por
el sin gobierno de lo sanguinario.
La belleza cargando con la culpa
de su criatura en rebeldía.


Ernesto Mejía Sánchez (Masaya, 1923-Mérida, México, 1985), Jorge Rodríguez Padrón, Antología de poesía hispanoamericana (1915-1980), Espasa Calpe, Madrid, 1984


Ilustración: Homenaje a La Tour, 1998, Fernando Botero


De Mejía Sánchez en este blog:
La mordedura de las uvas menudas...

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