lunes, agosto 31, 2009

Gerard Manley Hopkins / Perfección





















El hábito de la perfección

Silencio elegido, canta para mí
Y bate en mi oreja de caracol,
Condúceme a calmas pasturas y sea
Tu música la que guarda el corazón.

No den forma a nada, labios, amorosamente mudos:
Es el cierre, el toque de queda enviado
Desde donde vienen todas las capitulaciones
Lo único que los hace elocuentes.

Cubiertos sean los ojos por doble penumbra
Y encuentren la luz no creada:
Esa muchedumbre vacilante que observas
Enreda, roba, se burla de la simple visión.

¡Paladar, conejera de sabrosa lujuria,
No desees ser lavado con vino:
Debería ser tan dulce su cántaro, su piel
Tan fresca como la del divino ayuno!

¡Fosas de la nariz, el descuidado aire que gastan
Sobre la agitación y las torres del orgullo
Con qué deleite dispersarán los incensarios
A lo largo de las naves del santuario!

Oh manos como prímulas al tacto, pies
Que quieren pisar el césped afelpado;
Pero tú caminarás la calle dorada
Y tú revelarás y hospedarás al Señor.

Y, Pobreza, sé tú la esposa
Inicia ahora la fiesta de bodas,
Y ropas del color de los lirios trae
A tu esposo, no trabajadas ni tejidas.

Gerard Manley Hopkins (Essex, Inglaterra, 1844-Dublin, 1889)
Versión de J. Aulicino

The Habit of Perfection
Elected Silence, sing to me / And beat upon my whorlèd ear, / Pipe me to pastures still and be / The music that I care to hear. // Shape nothing, lips; be lovely-dumb: / It is the shut, the curfew sent / From there where all surrenders come/ Which only makes you eloquent. // Be shellèd, eyes, with double dark / And find the uncreated light:/ This ruck and reel which you remark / Coils, keeps, and teases simple sight. // Palate, the hutch of tasty lust, / Desire not to be rinsed with wine: / The can must be so sweet, the crust/ So fresh that come in fasts divine! // Nostrils, your careless breath that spend / Upon the stir and keep of pride, / What relish shall the censers send / Along the sanctuary side!// O feel-of-primrose hands, O feet / That want the yield of plushy sward, / But you shall walk the golden street / And you unhouse and house the Lord. // And, Poverty, be thou the bride/ And now the marriage feast beguin, / And lily-coloured clothes provide / Your spouse not laboured-at nor spun.

PoemHunter

Retrato: G.M. Hopkins, por Anne Eleanor Hopkins, 1859 National Portrait Gallery, Londres

domingo, agosto 30, 2009

Hugo Padeletti / Dos poemas


Me he sentado a la puerta y he mirado pasar

los años como ramas hacia el humo.
Los pesados membrillos fueron humo
también. Y las granadas,

alveolada codicia de incendiados
veranos,
se abrieron sin salvarse:

amarilla, astringente, con amargo
sabor medicinal,
la cáscara en el clavo.


Pocas cosas

y sentido común
y la jarra de loza, grácil,
con el ramo
resplandeciente.

La difícil extracción del sentido
es simple:

el acto claro
en el momento claro
y pocas cosas -
verde
sobre blanco.

Hugo Padeletti (Alcorta, 1928), Antología poética (1944-1980), Editorial Pre-Textos, Aldaia, Valencia, 2006

Ilustración: Caspar David Friederich, Monk by the sea, 1809

sábado, agosto 29, 2009

Pier Paolo Pasolini, "Las cenizas de Gramsci", partes IV, V y VI (final)




Las cenizas de Gramsci

IV

El escándalo de contradecirme, de estar
contigo y contra ti; contigo en el corazón,
a la luz, contra ti en las oscuras vísceras;

de mi paterna condición, traidor
-en el pensamiento, en una sombra de acción-,
me sé a ella unido en el calor

de los instintos, de la estética pasión;
atraído por una vida proletaria
anterior a ti, y para mí religión

su alegría, no la milenaria
lucha suya; su naturaleza, no su
conciencia: es la fuerza originaria

del hombre que se ha perdido en el acto,
al darle la ebriedad de la nostalgia,
una luz poética: y más

no sé decir, que no sea
justo pero no sincero, abstracto
amor, no dolorosa simpatía...

Como los pobres, pobre, me ato
como ellos a humillantes esperanzas,
como ellos para vivir me bato

cada día. Pero en la desoladora
condición mía de desheredado,
yo poseo: y es la más exaltante

de las posesiones burguesas el estado
más absoluto. Pero como yo poseo la historia,
ella me posee; ella me ha iluminado:

¿pero de qué sirve la luz?


V

No digo el individuo, el fenómeno
del ardor sensual y sentimental...
otros vicios tiene, otro es el nombre

y la fatalidad de su pecar...
Pero en él amasados como comunes
vicios prenatales, ¡y qué

objetivo pecado! No son inmunes
los internos y los externos actos, que lo hacen
encarnar en la vida, a ninguna

de las religiones que en la vida son
hipoteca de muerte, instituidas
para engañar la luz, dar luz al engaño.

Destinados a ser sepultados
sus despojos en Verano, es católica
su lucha con él: jesuíticas

las manías con las que dispone el corazón;
y todavía más adentro: tiene bíblica astucia
su conciencia... e irónico ardor

liberal... y rústica luz, entre los digustos
de dandy provinciano, de provinciana
salud... Hasta las ínfimas minucias

en las que se esfuman, en el fondo animal,
Autoridad y Anarquía... Bien protegido
de la impura virtud y del ebrio pecar,

defendiendo una ingenuidad de obseso,
¡y con cuánta conciencia! vive el yo: yo
vivo, eludiendo la vida, con el pecho

el sentido de una vida que sea olvido
penetrante, violento... Ah cómo
entiendo, mudo en el húmedo rumor

del viento, aquí donde es muda Roma,
entre cipreses cansadamente convulsos,
cerca de ti, el alma de cuyo burilado tañe

Shelley... Cómo entiendo el vórtice
de los sentimientos, el capricho (griego
en el corazón del patricio, nórdico

veraneante) que lo tragó en el ciego
celeste del Tirreno; el carnal
goce de la aventura, estética

y pueril: mientras postrada Italia
como dentro del vientre de una enorme
cigarra, descubre blancos litorales,

esparcidos en el Lazio de veladas turbas
de pinos, barrocos, de amarillentos
calveros de rúcula, donde duerme,

con el miembro hinchado entre andrajos, un sueño
goethiano el muchachito campesino...
En Maremma, oscuros, de estupendas zanjas

de sagitaria entre las que se impone claro
el avellano, por las sendas que el paso
de su juventud recorre ignaro.

Ciegamente fragantes en las secas
curvas de Versilia, que sobre el mar
embrollado, ciego, los tersos estucos,

los taraceados leves de su pascual
campiña, enteramente humana,
expone, sombría sobre Cinquale,

desatada sobre la tórrida Apuane,
los azules vítreos sobre el rosa... De escollos,
quebradas, convulsas, como por un pánico

de fragancia, Riviera, blanda,
yerta, donde el sol lucha con la brisa
por dar suprema suavidad a los óleos

del mar... Y alrededor zumba de alegría
el exterminado instrumento de percusión
del sexo y de la luz: así a eso habituada

está Italia, que no tiembla, como
muerta en su vida: gritan acalorados
desde cientos de puertos el nombre

del compañero los jovencitos transpirada
la oscuridad de la cara, entre la gente
ribereña, en huertos de cardos, en sucias playitas...

¿Me pedirías tú, muerto despojado,
que abandone esta desesperada
pasión de estar en el mundo?


VI

Me voy, te dejo en el anochecer
que, si bien triste, tan dulce desciende
para nosotros vivos, con la luz de cera

que en el barrio en penumbra se coagula.
Y lo alborota. Lo hace más grande, vacío
alrededor, y, más lejano, lo reenciende

de una vida inquieta que del ronco
rodar del tranvía, de los gritos humanos
dialectales, hace un concierto sordo

y absoluto. Y escucha cómo en aquellos lejanos
seres que en vida gritan, ríen,
en aquellos vehículos suyos, en aquellos pobres

caseríos donde se consuma el impío
y expansivo don de la existencia
aquella vida no es más que escalofrío;

corpórea, colectiva presencia;
escucha la falta de toda religión
verdadera; no vida, sino sobrevivencia

-tal vez más alegre que la vida- como
de un pueblo de animales, en cuyo arcano
orgasmo no se siente más pasión

que en la ocupación cotidiana:
humilde fervor al que da un sentido de fiesta
la humilde corrupción. Cuánto más vano es

-en este vacío de la historia, en esta
zumbante pausa en que la vida calla-
cualquier ideal, más bien es manifiesta

la estupenda, adusta sensualidad
casi alejandrina, que todo minia
e impuramente asciende, cuando acá

en el mundo, algo se sacude, y se arrastra
el mundo en la penumbra regresando
a vacías plazas, a desangelados talleres...

Ya se encienden las luces constelando
Via Zabaglia, Via Franklin, el entero
Testaccio, despojado en su gran

monte sucio, la calle del Tíber, el negro
fondo, más allá del río, que a Monteverde
reúne o esfuma invisible sobre el cielo.

Diademas de luces que se pierden,
resplandecientes, y frías de tristeza
casi marina... Falta poco para la cena;

brillan los raros autobuses de la barriada,
con racimos de obreros en las puertas,
y grupos de militares van, sin prisa,

hacia el monte que oculta en medio de excavaciones
cenagosas y montones de tachos de basura
en la sombra, sigilosas meretrices

que esperan airadas sobre la inmundicia
afrodisíaca: y, no lejos, entre casillas
invasoras en los costados del monte, o en medio

de monobloques, casi mundos, los chicos
ligeros como jirones juegan en la brisa
ya no fría, primaveral; encendiendo

de atolondramiento juvenil su romano
anochecer de mayo oscuros adolescentes
silban por las veredas en la fiesta

vespertina; y sacuden las persianas
de los garajes de improviso, gozosamente
si la oscuridad ha rendido serena a la tarde,

y en medio de los plátanos de Piazza Testaccio
el viento que cae en amagos de tormenta
es bien dulce, aunque rasure el pelo

y las fetideces del matadero, allí se embeba
de sangre descompuesta, y por donde vaya
agite repulsas y olor de miseria.

Es un rumor confuso la vida, y éstos, perdidos
en ella, la pierden serenamente
si no tienen el corazón pleno: de gozarse

allí, miserables, el anochecer: y potente
en ellos, inerme, por ellos, el mito
renace... Pero yo, con el corazón consciente

de que sólo en la historia hay vida,
¿podré jamás con pura pasión actuar
si sé que nuestra historia ha terminado?

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975), Le ceneri di Gramsci , 1957, Tutte le poesie, Mondadori, 2003
Versión de J. Aulicino

Se pueden leer las partes I, II y III de este poema en Las cenizas de Gramsci en este blog

Le ceneri di Gramsci
IV
Lo scandalo del contraddirmi, dell'essere / con te e contro te; con te nel core, /in luce, contro te nelle buie viscere; // del mio paterno stato traditore / - nel pensiero, in un'ombra di azione - / mi so ad esso attaccato nel calore // degli istinti, dell'estetica passione; / attratto da una vita proletaria /a te anteriore, è per me religione // la sua allegria, non la millenaria /sua lotta: la sua natura, non la sua /coscienza: è la forza originaria // dell'uomo, che nell'atto s'è perduta, / a darle l'ebbrezza della nostalgia, / una luce poetica: ed altro più // io non so dirne, che non sia / giusto ma non sincero, astratto / amore, non accorante simpatia... // Come i poveri povero, mi attacco / come loro a umilianti speranze, / come loro per vivere mi batto // ogni giorno. Ma nella desolante / mia condizione di diseredato, / io possiedo: ed è il più esaltante // dei possessi borghesi, lo stato / più assoluto. Ma come io possiedo la storia, / essa mi possiede; ne sono illuminato: / /ma a che serve la luce?

V
Non dico l'individuo, il fenomeno / dell'ardore sensuale e sentimentale... / altri vizi esso ha, altro è il nome // e la fatalità del suo peccare... / Ma in esso impastati quali comuni, / enatali vizi, e quale // oggettivo peccato! Non sono immuni / gli interni e esterni atti, che lo fanno / incarnato alla vita, da nessuna // delle religioni che nella vita stanno, / ipoteca di morte, istituite / a ingannare la luce, a dar luce all'inganno. // Destinate a esser seppellite / le sue spoglie al Verano, è cattolica / la sua lotta con esse: gesuitiche // le manie con cui dispone il cuore; / e ancor più dentro: ha bibliche astuzie / la sua coscienza... e ironico ardore // liberale... e rozza luce, tra i disgusti / di dandy provinciale, di provinciale / salute... Fino alle infime minuzie // in cui sfumano, nel fondo animale, / Autorità e Anarchia... Ben protetto / dall'impura virtù e dall'ebbro peccare, // difendendo una ingenuità di ossesso, / e con quale coscienza!, vive l'io: io, / vivo, eludendo la vita, con nel petto // il senso di una vita che sia oblio / accorante, violento... Ah come / capisco, muto nel fradicio brusio // del vento, qui dov'è muta Roma, / tra i cipressi stancamente sconvolti, / presso te, l'anima il cui graffito suona // Shelley... Come capisco il vortice / dei sentimenti, il capriccio (greco / nel cuore del patrizio, nordico // villeggiante) che lo inghiottì nel cieco / celeste del Tirreno; la carnale / gioia dell'avventura, estetica // e puerile: mentre prostrata l'Italia / come dentro il ventre di un'enorme / cicala, spalanca bianchi litorali, // sparsi nel Lazio di velate torme / di pini, barocchi, di giallognole / radure di ruchetta, dove dorme // col membro gonfio tra gli stracci un sogno / goethiano, il giovincello ciociaro... / Nella Maremma, scuri, di stupende fogne // d'erbasaetta in cui si stampa chiaro / il nocciolo, pei viottoli che il buttero / della sua gioventù ricolma ignaro. // Ciecamente fragranti nelle asciutte / curve della Versilia, che sul mare /aggrovigliato, cieco, i tersi stucchi, // le tarsie lievi della sua pasquale / campagna interamente umana, / espone, incupita sul Cinquale, // dipanata sotto le torride Apuane, / i blu vitrei sul rosa... Di scogli, / frane, sconvolti, come per un panico // di fragranza, nella Riviera, molle, / erta, dove il sole lotta con la brezza / a dar suprema soavità agli olii // del mare... E intorno ronza di lietezza / lo sterminato strumento a percussione / del sesso e della luce: così avvezza // ne è l'Italia che non ne trema, come / morta nella sua vita: gridano caldi / da centinaia di porti il nome // del compagno i giovinetti madidi / nel bruno della faccia, tra la gente / rivierasca, presso orti di cardi, in luride spiaggette... // Mi chiederai tu, morto disadorno, / d'abbandonare questa disperata / passione di essere nel mondo?

VI
Me ne vado, ti lascio nella sera / che, benché triste, così dolce scende / per noi viventi, con la luce cerea // che al quartiere in penombra si rapprende. // E lo sommuove. Lo fa più grande, vuoto, / intorno, e, più lontano, lo riaccende // di una vita smaniosa che del roco / rotolio dei tram, dei gridi umani, / dialettali, fa un concerto fioco // e assoluto. E senti come in quei lontani / esseri che, in vita, gridano, ridono, / in quei loro veicoli, in quei grami // caseggiati dove si consuma l'infido / ed espansivo dono dell'esistenza - / quella vita non è che un brivido; // corporea, collettiva presenza; / senti il mancare di ogni religione / vera; non vita, ma sopravvivenza // - forse più lieta della vita - come / d'un popolo di animali, nel cui arcano / orgasmo non ci sia altra passione // che per l'operare quotidiano: / umile fervore cui dà un senso di festa / l'umile corruzione. Quanto più è vano // - in questo vuoto della storia, in questa / ronzante pausa in cui la vita tace - / ogni ideale, meglio è manifesta // la stupenda, adusta sensualità / quasi alessandrina, che tutto minia / e impuramente accende, quando qua // nel mondo, qualcosa crolla, e si trascina / il mondo, nella penombra, rientrando / in vuote piazze, in scorate officine... // Già si accendono i lumi, costellando / Via Zabaglia, Via Franklin, l'intero / Testaccio, disadorno tra il suo grande // lurido monte, i lungoteveri, il nero / fondale, oltre il fiume, che Monteverde / ammassa o sfuma invisibile sul cielo. / / Diademi di lumi che si perdono, / smaglianti, e freddi di tristezza/ quasi marina... Manca poco alla cena; // brillano i rari autobus del quartiere, / con grappoli d'operai agli sportelli, / e gruppi di militari vanno, senza fretta, // verso il monte che cela in mezzo a sterri / fradici e mucchi secchi d'immondizia / nell'ombra, rintanate zoccolette / che aspettano irose sopra la sporcizia / afrodisiaca: e, non lontano, tra casette / abusive ai margini del monte, o in mezzo // a palazzi, quasi a mondi, dei ragazzi / leggeri come stracci giocano alla brezza / non più fredda, primaverile; ardenti // di sventatezza giovanile la romanesca / loro sera di maggio scuri adolescenti / fischiano pei marciapiedi, nella festa // vespertina; e scrosciano le saracinesche / dei garages di schianto, gioiosamente, / se il buio ha resa serena la sera, // e in mezzo ai platani di Piazza Testaccio / il vento che cade in tremiti di bufera, / è ben dolce, benché radendo i capellacci // e i tufi del Macello, vi si imbeva / di sangue marcio, e per ogni dove / agiti rifiuti e odore di miseria. // È un brusio la vita, e questi persi / in essa, la perdono serenamente, / se il cuore ne hanno pieno: a godersi // eccoli, miseri, la sera: e potente / in essi, inermi, per essi, il mito / rinasce... Ma io, con il cuore cosciente // di chi soltanto nella storia ha vita,/ potrò mai più con pura passione operare, / se so che la nostra storia è finita?
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Foto: Pasolini frente a la tumba de Gramsci, ANSA

viernes, agosto 28, 2009

Pier Paolo Pasolini / "Las cenizas de Gramsci", III


Las cenizas de Gramsci

III

Un jirón rojo como aquel
arrollado al cuello de los partisanos
y, cerca de la urna, sobre el terreno pálido,

distintamente rojos, dos geranios.
Allí estás tú, bandolero y con dura elegancia
no católica, catalogado entre extranjeros

muertos: Las cenizas de Gramsci... Entre esperanza
y vieja desconfianza te aproximas, llegado
al acaso a este magro invernáculo, frente

a tu tumba, a tu espíritu atrapado
aquí abajo entre estos liberados. (O es algo
distinto, tal vez, de más alto éxtasis

incluso más humilde, ebria simbiosis
adolescente de sexo con muerte...)
Y en el país donde no tuvo reposo

tu tensión, siento qué errado estabas
-aquí en la calma de las tumbas- y a la vez
qué razón -en la inquieta suerte

nuestra- tú tenías escribiendo páginas
supremas en los días de tu asesinato.
He aquí, para testimoniar la simiente

todavía no dispersa del antiguo dominio,
estos muertos fijados a una posesión
que ahonda su abominación en los siglos

y su grandeza: y cerca, obsesa,
aquella vibración de yunques en sordina,
sofocada y angustiante -del humilde

barrio- para atestiguar el fin.
Y heme aquí a mí mismo... pobre, vestido
de telas que los pobres ojean en las vidrieras

de barato esplendor, y que ha gastado
la suciedad de las más remotas calles,
de los asientos de los tranvías que

enajenan mi día: en tanto siempre más extraño
soy a este descanso, en el tormento
de mantenerme vivo; y si me sucede

el amor por el mundo, no es más que violento
e ingenuo amor sensual
así como, confuso adolescente, en un tiempo

lo odié, si en él me hería el mal
burgués de mi burgués: y ahora, dividido
-contigo- el mundo, ¿objeto no parece

de rencor, y casi de místico
desprecio, la parte que ni tiene el poder?
Y sin embargo sin tu rigor, subsisto

porque no elijo. Vivo en el no querer
el tramonto de posguerra: amando
el mundo que odio -en su miseria

desdeñoso y perdido- por un oscuro escándalo de conciencia.

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975), Le ceneri di Gramsci, 1957, Tutte le poesie, Mondadori, 2003
Versión de J. Aulicino

Le ceneri di Gramsci
III
Uno straccetto rosso, come quello/ arrotolato al collo ai partigiani / e, presso l'urna, sul terreno cereo, // diversamente rossi, due gerani. / Lì tu stai, bandito e con dura eleganza / non cattolica, elencato tra estranei // morti: Le ceneri di Gramsci... Tra speranza / e vecchia sfiducia, ti accosto, capitato / per caso in questa magra serra, innanzi // alla tua tomba, al tuo spirito restato / quaggiù tra questi liberi. (O è qualcosa / di diverso, forse, di più estasiato // e anche di più umile, ebbra simbiosi / d'adolescente di sesso con morte...) / E, da questo paese in cui non ebbe posa // la tua tensione, sento quale torto / - qui nella quiete delle tombe - e insieme / quale ragione - nell'inquieta sorte // nostra - tu avessi stilando le supreme / pagine nei giorni del tuo assassinio. / Ecco qui ad attestare il seme // non ancora disperso dell'antico dominio, / questi morti attaccati a un possesso/ che affonda nei secoli il suo abominio // e la sua grandezza: e insieme, ossesso, / quel vibrare d'incudini, in sordina, / soffocato e accorante - dal dimesso // rione - ad attestarne la fine. / Ed ecco qui me stesso... povero, vestito / dei panni che i poveri adocchiano in vetrine // dal rozzo splendore, e che ha smarrito / la sporcizia delle più sperdute strade, / delle panche dei tram, da cui stranito / è il mio giorno: mentre sempre più rade / ho di queste vacanze, nel tormento / del mantenermi in vita; e se mi accade // di amare il mondo non è che per violento / e ingenuo amore sensuale / così come, confuso adolescente, un tempo // l'odiai, se in esso mi feriva il male / borghese di me borghese: e ora, scisso / - con te - il mondo, oggetto non appare // di rancore e quasi di mistico / disprezzo, la parte che ne ha il potere? / Eppure senza il tuo rigore, sussisto // perché non scelgo. Vivo nel non volere / el tramontato dopoguerra: amando / il mondo che odio - nella sua miseria // sprezzante e perso - per un oscuro scandalo della coscienza...
 
---
Foto: Carnet del Comintern de Antonio Gramsci, 1922 International Gramsci Society

Alberto Girri / De "Lo propio, lo de todos"


Desde Kierkegaard

Hundimos -¿o se lo sumerge?-
el dedo en la tierra,
y es
para tranquilizarnos, averiguar
en qué nos apoyamos,

pero tentados
hacia probables semejanzas, acuciados
por el solo gusto de obtenerlo,
nos atrae emprender idéntica
operación en la existencia,
y es lastimoso, adverso:
el dedo sumergiéndose
en la existencia -¿escarbando en ella?-,
y sin impregnarse de nada,
ni siquiera
detectar a quién dirigirnos e indagarle
qué nos trajo aquí y después nos desechó,
cómo tomamos interés
en una empresa llamada realidad,
y si Alguien la conduce.

Nada
de lo que se hiciera entonces
amendrentará,
envolverá, manifiestamente,
un recaer del universo
de nuestras dilatadas, constantes
prácticas en las análogas pruebas, resoluciones,
donde todo fue ya examinado,
donde a lo sumo
nuestros balbuceos, fintas, no exigen
ir más allá de amagos de pobrísima sustancia,
optar entre que una ventana
lleve o no cortinas,
que un armario
tenga o no coloración oscura, reflejo
de hiel, viejas cóleras,
o roja, viveza de la impaciencia.

Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "Lo propio, lo de todos", Obra poética IV, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1984
---
Ilustración: Jorge Macchi, Match, 2007

jueves, agosto 27, 2009

Cristian Rodríguez / Dos poemas


3

La imagen espeluznante de dos caniches
Blancos como piel de putas
Detrás del enrejado

Juguetes inmóviles
Articulados
Prístinos
De un alma cautiva

La calle canta su soleado mantra
Por detrás del andador
Precisa ortopedia estructural
El cielo azul ni una nube

Cuando
Pasás
Los caniches
Gorjean
Su histérico ladrido parecido a un quejido
Y saltan
En su caja de sombreros

12

El cable de la ira reptando
Buscador
De puchos maricas
Encasquillados
De medidas de rouge

Dona caprichosa
Quemaste naves
Sin mí

Ya no tuve padre
Y mi madre se cansó pronto de mí

Desideré
Sin eje alguno
Enajenado
Deambulé

Dejarme imaginar que soy dios
Un chiquito
Un querubín letárgico

En el eclipse
No dormí y observé


Cristian Rodríguez (Buenos Aires, 1965), Los tábanos decapitados 2, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2009


Ilustración: Jorge Macchi, La ciudad luz, 2007

miércoles, agosto 26, 2009

Germán Arens / de los "Versos de Gabino"


Vecinos

Ayer...

(no daré
datos precisos
en relación
a Waimann,
dejo situado
el ayer
en algún lugar
de mi tiempo)
vi a Waimann
esperando
a la muerte
en su puerta
de calle.
Lo sé
muerto
desde hace
cuatro meses,
predestinación
de su médico.
Ayer
vi a Waimann
esperando
a la muerte...

y hoy
Waimann
está muerto
está muerto
está muerto
Ayer...
además de
a Waimann
esperando
a la muerte
en su puerta
de calle
ví a Alberto...
volvía satisfecho
del gimnasio...
y ayer,
además de
a Waimann
en su puerta
de calle
esperando
a la muerte
al momento
en que Alberto
satisfecho
volvía
del gimnasio...
pude ver
a la mujer
de Kandia
y en sus manos,
de la cooperativa obrera
cinco bolsas.
Todos ellos
(mis vecinos)
me han visto,
aunque no tienen
el deseo irrelevante
de escribirme.

Germán Arens (Bahía Blanca, 1967), Versos de Gabino, El Suri Porfiado Ediciones, Buenos Aires, 2009

Foto: Arens con su hija Malena

Pier Paolo Pasolini, "Las cenizas de Gramsci", II

Las cenizas de Gramsci

II
Entre dos mundos, la tregua en que no estamos.
Elecciones, dediciones... otro sonido no tienen
más que el de este jardín desventurado

y noble en que, terco el engaño
que mitigaba la vida, resta en la muerte.
En los círculos de sarcófagos no hacen

más que mostrar la superstite suerte
de gente laica las laicas inscripciones
en estas grises piedras, breves

e imponentes. Aún de pasiones
sofrenadas sin escándalo están ardidos
los huesos de los millonarios de naciones

más grandes; zumban, casi nunca desaparecidas,
las ironías de los príncipes, de los pederastas
cuyos cuerpos están en las urnas esparcidos

reducidos a ceniza y todavía no castos.
Aquí el silencio de la muerte es fe
de un civil silencio de hombres que permanecen

hombres, de un tedio que en el tedio
del Parque, discreto cambia: y la ciudad
que, indiferente, lo confina en medio

de tugurios y de iglesias, impía en la piedad,
allí pierde su esplendor. Su tierra
gorda de ortigas y de legumbres da

estos magros cipreses, esta negra
humedad que salpica los muros alrededor
de desvaídos garabatos de boj, que la noche

serenando convierte en despojados
barruntos de alga... esta hierbecita sufrida
e inodora, donde violeta se abisma

la atmósfera, con un escalofrío de menta,
o heno podrido, y quieta allí preludia
con diurna melancolía, la apagada

trepidación de la noche. Rudo
de clima, dulcísimo de historia, está
entre estos muros el suelo que trasuda

otro suelo; esta humedad que
recuerda otra humedad; y resuenan
-familiares de latitudes y

horizontes donde inglesas selvas coronan
lagos dispersos en el cielo, entre praderas
verdes como fosfóricos billares o como

esmeraldas: "And O ye Fountains..."- las piadosas invocaciones...

Pier Paolo Pasolini (Bologna, 1922 -Ostia, 1975), Le ceneri di Gramsci , 1957, Tutte lae poesie, Mondadori, 2003
Versión de J. Aulicino


Le ceneri di Gramsci
II
Tra i due mondi, la tregua, in cui non siamo. / Scelte, dedizioni... altro suono non hanno / ormai che questo del giardino gramo // e nobile, in cui caparbio l'inganno / che attutiva la vita resta nella morte. / Nei cerchi dei sarcofaghi non fanno // che mostrare la superstite sorte / di gente laica le laiche iscrizioni / in queste grigie pietre, corte // e imponenti. Ancora di passioni / sfrenate senza scandalo son arse / le ossa dei miliardari di nazioni // più grandi; ronzano, quasi mai / scomparse, le ironie dei principi, dei pederasti,/ i cui corpi sono nell'urne sparse // inceneriti e non ancora casti. / Qui il silenzio della morte è fede / di un civile silenzio di uomini rimasti // uomini, di un tedio che nel tedio / del Parco, discreto muta: e la città / che, indifferente, lo confina in mezzo // a tuguri e a chiese, empia nella pietà, / vi perde il suo splendore. La sua terra / grassa di ortiche e di legumi dà // questi magri cipressi, questa nera / umidità che chiazza i muri intorno / a smotti ghirigori di bosso, che la sera / / rasserenando spegne in disadorni / sentori d'alga... quest'erbetta stenta /e inodora, dove violetta si sprofonda // l'atmosfera, con un brivido di menta, / o fieno marcio, e quieta vi prelude / con diurna malinconia, la spenta // trepidazione della notte. Rude / di clima, dolcissimo di storia, è / tra questi muri il suolo in cui trasuda // altro suolo; questo umido che / ricorda altro umido; e risuonano / - familiari da latitudini e // orizzonti dove inglesi selve coronano / laghi spersi nel cielo, tra praterie / verdi come fosforici biliardi o come // smeraldi: "And O ye Fountains..." - le pie invocazioni...

En este blog: Las cenizas de Gramsci I
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martes, agosto 25, 2009

Pier Paolo Pasolini / "Las cenizas de Gramsci", I




Las cenizas de Gramsci

I

No es de mayo este impuro aire
que el oscuro jardín extranjero *
hace todavía más oscuro, o encandila

con ciegas aperturas... este cielo
de babas sobre los áticos amarillos
que en semicírculos vastos velan

las curvas del Tíber, los montes
turquesa del Lazio... Expande una mortal
paz, desamorada como nuestros destinos,

entre las viejas murallas el otoñal
mayo. En él está la grisura del mundo,
el fin del decenio en el que nos parece

entre los escombros terminado el profundo
e ingenuo esfuerzo de rehacer la vida;
el silencio, anegado e infecundo...

Tú, joven en aquel mayo en el que el error
era todavía vida, aquel mayo italiano
que a la vida añadía al menos ardor,

atolondrado al menos e impuramente sano
entre nuestros padres -no padre sino humilde
hermano- ya con tu flaca mano

delineabas el ideal que ilumina
(pero no para nosotros: tú muerto y nosotros
muertos igualmente contigo en el húmedo

jardín) este silencio. No puedes,
¿lo ves?, más que reposar en este sitio
extraño, todavía, confinado. Hastío

patricio te rodea. Y, descolorido,
sólo te llega algún golpe de yunque
de los talleres de Testaccio, amodorrado

en el atardecer: entre míseros tinglados,
desnudos montones de lata, chatarra, donde
cantando vicioso un aprendiz ya cierra

su jornada mientras alrededor aclara.

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975), "Le ceneri di Gramsci" , 1957, Tutte le poesie, Mondadori, 2003
Versión de J. Aulicino

* El cementerio protestante de la Porta di San Paolo. "Extranjero", en tanto no católico, administrado por un comité de embajadas de países con fuerte presencia "acattolica". Yacen allí Shelley y Keats.


Le ceneri di Gramsci
I
Non è di maggio questa impura aria / che il buio giardino straniero / fa ancora più buio, o l'abbaglia // con cieche schiarite... questo cielo / di bave sopra gli attici giallini / che in semicerchi immensi fanno velo / / alle curve del Tevere, ai turchini / monti del Lazio... Spande una mortale / pace, disamorata come i nostri destini, // tra le vecchie muraglie l'autunnale / maggio. In esso c'è il grigiore del mondo, / la fine del decennio in cui ci appare // tra le macerie finito il profondo / e ingenuo sforzo di rifare la vita; / il silenzio, fradicio e infecondo... // Tu giovane, in quel maggio in cui l'errore / era ancora vita, in quel maggio italiano / che alla vita aggiungeva almeno ardore, / / quanto meno sventato e impuramente sano / dei nostri padri - non padre, ma umile / fratello - già con la tua magra mano // delineavi l'ideale che illumina / (ma non per noi: tu morto, e noi / morti ugualmente, con te, nell'umido // giardino) questo silenzio. Non puoi, / lo vedi?, che riposare in questo sito / estraneo, ancora confinato. Noia // patrizia ti è intorno. E, sbiadito,/ solo ti giunge qualche colpo d'incudine / dalle officine di Testaccio, sopito // nel vespro: tra misere tettoie, nudi / mucchi di latta, ferrivecchi, dove / cantando vizioso un garzone già chiude // la sua giornata, mentre intorno spiove.
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lunes, agosto 24, 2009

Alberto Girri / De "Elegías italianas"


MEMORATO

Villa Borghese

Octubre, árida ya la tibieza.

Y el contacto visual,
la sensación táctil,
concentrados,
unificados en las hojas,
y la mano, diestra,
la que sabe y avanza mejor,
eligiendo
con la avidez de un pájaro
aquellas de tono aún verde
(signo del agua,
conjuro
contra lo agresivo del amor),
hasta separarlas totalmente
de las amarillas, nervaduras,
materia sin sol
como hebras de una soga
para la tentación más recóndita,
una horca que huela a tierra.

En el montón de desechos,
insípida ofrenda, otoño que vuelve,
hoy habremos transferido,
delegado al mundo vegetal
nuestros padeceres:
los que se aman se aman sin reservas
cuando franquean el paso
de lo natural a lo simbólico.


INSCRIPCIONES

¿Sabéis de otro?

¿Sabéis de otro
tan capaz
de sostenerse y afirmarse
sobre toda excelencia,
sobre los que poseían
lo que yo no tuve,
desde una lengua,
aguzada
carcoma de los huesos,
arma
y pequeño miembro
de elocuencia y vejación
desenmascarando
al trepador de la gloria,
al Alighieri,
astuto nacido para frustrarme
con su verso inconmovible?

¿Conocéis
quién mejor que yo,
Cecco Angiolieri,
toscano de Siena,
inconformista,
pudiera envidiar
la plenitud de haber dicho
io venni in luogo d'ogni luce molto?

Sabríais
de mi color lívido,
cara de penitencia,
color
de las sombras de cosidos ojos
fraternizando en el Pugatorio.


San Agustín hubiera visto en mí

San Agustín hubiera visto en mí
al hurgador de la antigüedad,
el erudito embrollón
digno de ser anatemizado
por humillarse
persiguiendo elogios,
laureles en el Capitolio,
recompensas
que otorgan príncipes y cortes;

Shakespeare
no vio más que mi obra -su inspiración-,
pues para este bárbaro
los hombres no importan,
mueren,
pasan y mueren
y los gusanos tienen que comerlos,
aunque no de amor.

Tú, alma ambiciosa,
mira mejor, con total simpleza,
piénsame
ajeno al estímulo del rétor,
ajeno a los lamentos
que ante el tribunal de la Razón depuse
por agravios de Amor,
detenido
en aquel Viernes Santo de 1327
en Santa Clara, en Aviñón, *
por el repentino milagro
y la singular aventura de la vida
llenando los atrios, el paisaje,
las nacientes flores
bajo Su pie desechas.

* Fue en la iglesia de Santa Clara, en Aviñón, el 6 de abril de 1327, donde Francesco Petrarca dice haber visto por primera vez a Laura -probablemente la hija del caballero Audibert de Noves, casada con el conde Hugues de Sade- y se enamoró de ella para siempre.

Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), Elegías italianas, editorial Sur, Buenos Aires, 1962
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Ilustración: retrato de Laura Noves, Biblioteca Medicea Laurenziana, Florencia

domingo, agosto 23, 2009

La dama Otomo No Sakanoue / Dos poemas




LXIII

Dices; "Iré", pero no vienes.
Ahora dices: "No iré",
Conque te esperaré.
¿He aprendido a entenderte?

LXIV

No sonrías para tus adentros
Como un montaña verde
Cuando la cruza una nube.
Se enterarán de nuestro amor.

La dama Otomo No Sakanoue (Japón, c.695-750), Kenneth Rexroth, Cien poemas japoneses, traducción del inglés: Carlos Manzano. Editorial Gadir, Madrid, 2007

Komu to yu mo
Konu toki aru wo
Koji to yu wo
Komu to wa mataji
Koji to yu mono wo


Aoyama wo
Yoko giru kumo no
Ichijiroku
Ware to emashite
Hito ni shirayu na
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Imagen: Episodio de Genji-monogatari, por Gukei, parte de una serie de 31 escenas, siglo XVII, Galería Janette Ostier, Paris / Wikimedia Commons

viernes, agosto 21, 2009

Nicanor Parra / De "Poemas y antipoemas"


Solo de piano

Ya que la vida del hombre no es sino una acción a distancia,
Un poco de espuma que brilla en el interior de un vaso;
Ya que los árboles no son sino muebles que se agitan:
No son sino sillas y mesas en movimiento perpetuo;
Ya que nosotros mismos no somos más que seres
(Como el dios mismo no es otra cosa que dios)
Ya que no hablamos para ser escuchados
Sino para que los demás hablen
Y el eco es anterior a las voces que lo producen;
Ya que ni siquiera tenemos el consuelo de un caos
En el jardín que bosteza y que se llena de aire,
Un rompecabezas que es preciso resolver antes de morir
Para poder resucitar después tranquilamente
Cuando se ha usado en exceso a la mujer;
Ya que también existe un cielo en el infierno,
Dejad que yo también haga algunas cosas.

Yo quiero hacer un ruido con los pies
Y quiero que mi alma encuentre su cuerpo.

Nicanor Parra (San Fabián de Alico, 1914), "Poemas y antipoemas", Obra gruesa, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1969

Foto: Parra Viviana Peláez/Universidad de Chile

jueves, agosto 20, 2009

Wallace Stevens / Vida común














La vida común

Ese es el friso del centro de la ciudad,
Principalmente el campanario de la iglesia,
Una línea negra junto a una línea blanca;
Y la chimenea de la planta eléctrica,
Una línea negra trazada en el aire plano.

Es una luz mórbida
Aquella en la que están paradas
Como una lámpara eléctrica
Sobre una página de Euclides.

En esa luz, el hombre es un resultado,
Una demostración, y la mujer,
Sin rosa y sin violeta,
Las sombras que están ausentes en Euclides,
No una mujer para un hombre.

El papel es muy blanco
Para esas líneas negras.
Relumbra debajo de un tejido
De alambre, los dibujos de tinta,
Los planos que deberían tener genio,
Los volúmenes como ruinas de mármol,
Delineados y con anotaciones en orden
Alfabético y notas al pie.
El papel es muy blanco.
Los hombres no tienen sombras
Y las mujeres tienen un solo lado.

Wallace Stevens (Reading, Pennsylvania, 1879 - Hartford, Connecticut, 1955), “Parts of a World”, 1942, Collected Poetry & Prose, The Library of America, Nueva York, 1997
Versión de J. Aulicino


The Common Life
That's the down-town frieze,/ Principally the church steeple,/ A black line beside a white line;/ And the stack of the electric plant,/ A black line drawn on flat air.// It is a morbid light/ In wich they stand,/ Like an electric lamp/ On a page of Euclid.// In this light a man is a result,/ A demostration, and a woman,/ Without rose and without violet,/ The shadows that are absent from Euclid,/ Is not a woman for a man.// The paper is whiter/ For these black lines./ It glares beneath the webs/ Of wire, the designs of ink,/ The planes that ought to have genius,/ The volumes like marbles ruins/ Outlined and having alphabetical / Notations and footnotes./ The paper is whiter./ The men have not shadows/ And the women have only one side.

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Ilustración: Matthias Weischer Escultura 1, 2008

miércoles, agosto 19, 2009

Vicente Huidobro / Poema póstumo


La poesía es un atentado celeste

Yo estoy ausente, pero en el fondo de esta ausencia
Hay la espera de mí mismo.
Y esta espera es otro modo de presencia
La espera de mi retorno
Yo estoy en otros objetos
Ando de viaje dando un poco de mi vida
A cierto árboles y ciertas piedras
Que me han esperado muchos años.

Se cansaron de esperarme y se sentaron.

Yo no estoy y estoy
Estoy ausente y estoy presente en estado de espera
Ellos querrían mi lenguaje para expresarse
Y yo querría el de ellos para expresarlos
He aquí el equívoco, el atroz equívoco.

Angustioso, lamentable
Me voy adentrando en estas plantas
Voy dejando mis ropas
Se me van cayendo las carnes
Y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas

Me estoy haciendo árbol. Cuántas veces me he ido convirtiendo en otras cosas...
Es doloroso y lleno de ternura.

Podría dar un grito pero se espantaría la transubstanciación
Hay que aguardar en silencio. Esperar en silencio.

Vicente Huidobro (Santiago de Chile, 1893-Cartagena, Chile, 1948), de "Ultimos poemas", póstumo, 1948. Antología Poética, ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1993

Foto: Huidobro, tomando la mano de Lya de Putti, rodeado de otras actrices. Nueva York, 1937 Retablo de Literatura Chilena, Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Humanidades

martes, agosto 18, 2009

Ignacio Uranga / de "El ella real"


Interacción comunicacional

Sí, dijo esa noche con el vaso de ron vacío, después de
la conversación que derivó en temáticas no adecuadas
para el fin sexual que la reunión tenía como propósito:
porque después del diálogo, después de comprar el diario
de madrugada al chico de 6 años, después de años de
no comer monedas de chocolate, después de ella y de mí
es decir después de nosotros que parecíamos para siempre
la idea de llegar hasta su cuarto a desordenar las sábanas
empezaba a convertirnos en objetos: quizá por eso la deci-
sión de tomarla de la mano en calle Mitre y caminar hasta
Alem, para subirme al colectivo y dejarla ahí en la esquina
parada, diciendo ahora con la mirada un auténtico sí, un sí
legítimo: el sí que había sido no empezaba, con sus íconos
gestuales o metalingüísticos, en el momento menos indicado
a ser sí: la palabra del otro, el habla ajena introducida en otro
contexto, sea cual fuere la exactitud de su transmisión, se ve
sometida, siempre, a determinadas modificaciones semánticas:
cuando yo recupero el sí que dijo, inevitablemente dejo fuera
una constelación de lo que también dijo con sus ojos: quiero
decir que el lenguaje nunca tuvo la facultad de ser la forma
absoluta del pensamiento: lo supe después, cuando ella quedó
sola en la esquina diciendo sí, mientras yo me preguntaba
sobre la ventanilla de la 500 cómo se lee una mujer

Ignacio Uranga (Bahía Blanca, 1982), El ella real, Hemisferio Derecho Ediciones, Bahía Blanca, 2009

Ilustración: Edward Hopper, Excursion into philosophy, 1959

lunes, agosto 17, 2009

Néstor Groppa / de "Obrador"





La casa de la venta de artículos místicos

"Paz-fortuna-prosperidad-salud-unión-polvos mágicos-pirámides-
defumadores-tolerancia-amor-talismanes-objetos esotéricos..."

Sahumerios con sulfuros de otra vida,
y otras vidas. Velas con la llama, todavía,
del amanecer del mundo, transmitido
de vela en vela. Símbolos
de la Científica Basilio
donde Cristo ha dejado su butaca vacía
y colgada su corona espinuda.
Elementos esotéricos, vendaval
de poderes, recortes de fuerzas
positivas, flujos, playas espirituales
con el alma del oro y sales de descarga,
sarta de rogativas
(deprecaciones, imprecaciones); invocaciones
con gamas de poderes telepáticos por microondas;
poderes y más poderes;
joderes, xoderes
de sectas tan o más viejas que las arañas.

Al frente de un otoño flotando
en el tipal
que hilvanaba la ciudad
con el amanecer;
recorrida, recamada y salpicada
por almácigos de humos blancos,
grises y azules, como los cielos cardinales
del acontecimiento de la duda.

La huelga de los vendedores ambulantes,
los de Citizen, las Bics, las pulseras de bronce
antirreumáticas, los portadocumentos, los espejitos
que reciben y amontonan ojos y labios
hasta rebalsar. Todos los del SIVEAMJU
(sindicato de vendedores ambulantes jujeños) con su olla
popular en el puente Lavalle,
la "morocha" que guardan bajo un tablón
-cubierto con nailon negro subliminal-
al apresurar la lluvia
de estos días tocados de diciembre.
Como aquellos días aciagos, los de guardar,
los propicios, los lunes de flores para el cementerio,
los viernes de soltero, los jueves del cambio de película
en los cines, el canto del quitupí y otras yerbas
de sahumeriar abundante, apasionadamente
y mantener en la billetera una pluma de caburé
(así no falta dinero, grande y menudeo),
purgándose y bañándose al amanecer del día aciago
(1 de agosto), requiriendo los andenes y beneficios
de ángeles protectores y sus atenciones para con el hogar.

Otrora, antes de la "Científica"
y de los "últimos días",
en el "hotel y restorán a la carta"
sacaban sus mesitas a la vereda
bajo los copiosos plátanos
con bellotitas alérgenas.
Los parroquianos de los Pericos
comían sangüiches (acompañaban
con cerveza). En la fonda de enfrente, la de la bomba
ferroviaria, otra criolla desensillaba vinos
y aventaba picantes de plata.
Esos fantasmas frecuentaban, en el comedor,
las mesas con sillas en sus encimas,
el mantelito con iniciales, arrollado,
sus espejos inundados con barritos de moscas
y la máquina de expréss, apagada ("se sirven
sólo desayunos"). Todavía vemos abandonados
tres cuartos de Vasija Secreta y un porrón
de Quilmes a medio vaciar
frente al televisor desconectado.

En el salón (comedor a la carta) ya no cabe el presente.
Las raíces revienen al aire
y eso va secando al dondiego de la noche
y agosta y aletarga cada día,
por más votos y cintas rojas
contra la envidia, por más pirámides
con siete fuerzas, por más contras, ofrendas,
rogativas y "Gracias al Espíritu Santo"
("perdón por la demora") que derramen
sobre tanto espejo mudo
apartado de consulta mundana.

En una percha en cruz
cuelga la corona de Cristo
y el alma de oro
que desató su lluvia y mundo fino,
sin liga, hasta aquí,
hasta esta ciudad como nido de quenti-colibrí.

Néstror Groppa (Laborde, Córdoba, 1928-San Salvador de Jujuy, 2011), Obrador, ediciones Buenamontaña, Jujuy, 1988

Noticia: Groppa residió en Jujuy desde 1952

Foto: Néstor Groppa en El Tribuno, Salta

De Groppa en este blog:
Poemas de Libro de ondas - Segunda parte

act. 2021

domingo, agosto 16, 2009

Eugenio Montale / Testamento




Pequeño testamento

Esto que de noche fulgura
en el casco de mi pensamiento,
huella nacarada de babosa
o esmeriles de vidrio pisoteado,
no es lámpara de iglesia o de taller
que alimente
clérigo rojo o negro.
Sólo este arco iris puedo
dejarte como testimonio
de una fe que fue combatida
de una esperanza que ardiera más lenta
que un duro leño en la chimenea.
Conserva su ceniza en el espejito
cuando, extintas las lámparas,
la sardana se vuelva infernal
y un sombrío Lucifer baje sobre una proa
del Támesis, del Hudson o del Sena
sacudiendo sus alas de betún semitruncadas
de cansancio a decirte: es la hora.
No es una herencia, no es un amuleto
que ampare del golpear de los monzones
sobre la telaraña de la memoria,
pero una historia dura tan sólo en la ceniza
y persistencia es sólo la extinción.
Exacto era el indicio: quien lo ha reconocido
no puede fracasar al encontrarte.
Cada uno reconoce a los suyos: el orgullo
no era huida, la humildad no era
vileza, el tenue resplandor difuminado
allá abajo no era igual al de un fósforo.

Eugenio Montale (Génova,1896-Milán,1981), de "La bufera e altro", El vacío que nos invade, traducción y edición de Horacio Armani, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1990


Piccolo testamento
Questo che a notte balugina/ nella calotta del mio pensiero,/ traccia madreperlacea di lumaca/ o smeriglio di vetro calpestato,/ non è lume di chiesa o d'officina/ che alimenti/ chierico rosso, o nero./ Solo quest'iride posso/ lasciarti a testimonianza/ d'una fede che fu combattuta,/ d'una speranza che bruciò più lenta/ di un duro ceppo nel focolare./ Conservane la cipria nello specchietto/ quando spenta ogni lampada/ la sardana si farà infernale/ e un ombroso Lucifero scenderà su una prora/ del Tamigi, dell'Hudson, della Senna/ scuotendo l'ali di bitume semi-/ mozze dalla fatica, a dirti: è l'ora./ Non è un'eredità, un portafortuna/ che può reggere all'urto dei monsoni/ sul fil di ragno della memoria,/ ma una storia non dura che nella cenere/ e persistenza è solo l'estinzione./ Giusto era il segno: chi l'ha ravvisato/ non può fallire nel ritrovarti./ Ognuno riconosce i suoi: l'orgoglio/ non era fuga, l'umiltà non era/ vile, il tenue bagliore strofinato/ laggiù non era quello di un fiammifero.

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Ilustración: Sense Titol i Mitj Borrat, 2005 Miquel Barceló

sábado, agosto 15, 2009

Carlos Pellicer / Sonetos a Gorostiza



Diciéndole a José Gorostiza

Uno

¿Te diste cuenta de que en Junio el día
tiene algo de la noche? La pregunta
lleva en la flor de tu presencia adjunta
el fruto silencioso deste día.

Algo de subterránea idolatría
alcanza al cielo que el amor conjunta
y entre el día y la noche se barrunta
todo eso que no sé y es cosa mía.

Pasa por la alegría un soplo obscuro
que fácil pudo unirse a lo maduro.
Desbaraté con mis palabras eso

que nunca supe lo qué es. Y sigo
diciéndote de Junio… Libre y preso,
si te das cuenta de lo que yo te digo.


Dos

La ventana soy yo. El todo afuera
está dentro de mí. Te sigo ardiendo
sin que nadie lo vea. No destruyendo
la luz de piedra de tu cordillera.

Dentro de mí se ve crecer lo afuera.
La luz que no fue mía ya la enciendo.
La flor cuya belleza nunca entiendo
me da en los ojos su fulgor ceguera.

Me dices que así es Junio. Yo quisiera
desnudarme en sus ojos. Desde afuera
verme por dentro. Sin decirme nada

volver a las antiguas geometrías.
Y estoy entre mi nube y tu almohada
viendo caer las noches y los días.


Tres

Tu ausencia es para siempre. Te quedaste
para siempre también. Juntos hallamos
lo que nunca se encuentra. Embalsamamos
lo frutal de la vida. Todo amaste

sin decírselo a nadie. Tu desgaste
fue propio de la luz. Si nunca estamos
en donde todo el mundo, es porque estamos
con nosotros y en todo. No hay contraste.

El papelito de la mariposa
que cayó en una rosa, por descuido
sólo nosotros lo leímos. Cosa

que nadie toma en cuenta. Noche tuya
fue día para mí. Lo prometido
es deuda. Que anochezca y que concluya.

Lomas de Chapultepec, 17 de Junio de 1973

Carlos Pellicer (Villahermosa, Tabasco, 1897 - Ciudad de México, 1977), José Gorostiza - Carlos Pellicer, Correspondencia 1918-1928, Ediciones del Equilibrista , México, 1993

Nota del Ad.: Pellicer escribió estos sonetos exactamente tres meses después de la muerte de José Gorostiza (Villahermosa, 1901-Ciudad de México, 1973)

Foto: Pellicer La Jornada, México

viernes, agosto 14, 2009

Juan Manuel Inchauspe / 4 y 5 de "Poemas"


Una vez más estás en el comienzo de la mañana,
herido, insoportable, más débil todavía,
mirando cómo fluye la luz de las cosas,
la clara quietud renaciendo de las sombras.

Una vez más la luz por fuera de la ventana
y por dentro sombras apaciguadas y lentas.
La ceniza sobre la mesa, el lomo de los libros
y ese desorden de papeles como de algo
que fue nerviosamente buscado durante la noche.

5

No tenés nada más que palabras
y decir esto
y decir que eliminaste los límites
entre el tener y no tener
es casi decir lo mismo.

Trabajás con nada.
Escribís sobre el vacío.
Frente a la rugosa realidad
tus herramientas se deshacen.

Asomado a una noche extraña
arrasada por los vientos
poblada de estrellas furiosas
que una vez dictaron a otros hombres
los nombres de fuego de Arturo
la Osa y el Centauro:
tu lengua sin cielo
tiembla y se retuerce.

Juan Manuel Inchauspe (Santa Fe, 1940-1991), de "Poemas", 1977; Una antología de la poesía argentina, Jorge Fondebrider, editorial LOM, Santiago de Chile, 2008 

jueves, agosto 13, 2009

Liliana García Carril / Dos poemas


Algas marinas arrancadas...

Algas marinas arrancadas de sus costas
por ciclones de verano
se arrastran hasta una zona calma.

me arrastro hasta encontrar una zona calma,
no hay que alarmarse; se llega
en algún momento de la conversación
y se cambia de tema, se habla
del brillo de las algas en el agua.


Estoy de vacaciones...

Estoy de vacaciones con una gran poeta.

Será lo nutritivo de la conversación
lo que me hace aumentar de peso.

Noto que la gran poeta
no sufre el horror de la página en blanco
sino del vacío de la heladera,
la incertidumbre de qué comeremos
las cinco noches que nos quedan.

Liliana García Carril (Buenos Aires, 1951), La paciencia, ediciones Bajo la Luna, Buenos Aires, 2009

Foto: García Carril Bajo la Luna

miércoles, agosto 12, 2009

Ramón Cote / Aviso de tormenta


Pasan las horas de la tarde y este gris
acumulado durante semanas no se decide
a ser tormenta.
Por todas partes de la ciudad se siente un presagio
de trueno, por todas las esquinas se huye
de su amenaza de metal,
como de un temible cuchillo.
Quizás eso explique el esquivo
perfil de sus habitantes, el retroceso
de palomas en los parques,
el angustioso pregón de los loteros y hasta la impaciencia
de los vendedores de paraguas.
Sucede que de su veredicto depende
tanto cautivero. Basta una advertencia,
un tácito relámpago rasgando el cielo
para que Bogotá sea limitada y muda,
y para que los cerros del oriente,
que parecían protegernos,
se conviertan en cómplices de su resonancia.

Así se vive en esta ciudad de las alturas:
esperando que pase lo peor
y llegue el día en que todos
podamos habitar la merecida inmensidad
del azul que desde hace siglos se nos niega.

Ramón Cote (Cúcuta, Colombia, 1963), Los fuegos obligados, Colección Visor de Poesía, Madrid, 2009

Foto: Cote Letralia

martes, agosto 11, 2009

Anne Sexton / Todos ustedes conocen...

Todos ustedes conocen la historia de la otra mujer

Es un pequeño Walden.
Ella está sola en su jadeo
mientras el cuerpo de él despega y vuela,
vuela tan derecho como una flecha.
Pero es una mala interpretación.
La luz del día no es amiga de nadie.
Dios llega como un amo
y enciende su lámpara de bronce.
Ahora ella se siente más o menos.
El coloca sus huesos de vuelta
retrasando una hora el reloj.
Ella conoce la carne, ese globo de piel,
los miembros sin dirección, las tablas,
el tejado, el cambiante tejado.
Ella es su selección, horario partido.
¡Ustedes también conocen la historia! Miren,
cuando esto termina él la cuelga
como un teléfono de vuelta en su lugar.

Anne Sexton (Massachusetts, Estados Unidos, 1928-1974), La Danza del Ratón n° 8, agosto de 1987
Versión de Jonio González

De Anne Sexton en este blog:
Santa, versión de Verónica Zóndek
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lunes, agosto 10, 2009

Alberto Girri / Gato muerto


Gato gris muerto

Brujos enseñaron que los gatos
pueden alojar almas humanas.

Figura empapada del asfalto o vuelto hacia las nubes,
eres el muerto más perfecto que yo he visto.
Pero cómo descubrir en la vigilia que te llega,
ya indiferente a cualquier invocación,
tu realidad verdadera de hijo del demonio,
de locatario esbelto de almas,
que estableció para tu antepasado africano
la voluntad miedosa de los clanes familiares
y confirmó la impar justicia de la magia.

Pronto vendrán hasta tu cuerpo abandonado
ladrones de velas,
y robarán las tibias, su recatada médula.
Porque es sabido que cuando tales huesos despierten
despertarán las almas en ellas internadas,
y en un pueblo lejano y caníbal,
hombres que trabajan y tenían amores,
instantáneamente se convierten en estatuas.

Brujos enseñaron que los gatos
pueden alojar almas humanas,
y arañar, si quieren, el corazón del huésped.

Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), recopilado en El libro de los gatos, ediciones Bajo la Luna, Buenos Aires, 2008

Ilustración: Hieronymus Bosch, El jardín de las delicias (detalle), 1502. Museo de El Prado, Madrid

Elsie Vivanco / Gata



Cuando la gata...

Cuando la gata -ya vieja- vuelve después de 3 días de coitos
ininterrumpidos, me pide salir de nuevo y no la dejo, duda
un instante y exclama algo así como ¡qué alivio! Se
acuesta en algún sofá y duerme 48 horas ininterrumpidas.

Elsie Vivanco (Buenos Aires, 1936), recopilado en El libro de los gatos, ediciones Bajo la Luna, Buenos Aires, 2008

Ilustración: Masaki Shinozaki

William Wordsworth / Gato


Amar y gustar

(...)
Ama siempre al ratón inquilino en tu casa
aunque sea de la tribu que es plaga y arrasa.
Que no te disguste la crueldad de la gata,
enemiga mortal del ratón y la rata:
sólo cumple la ley de la naturaleza
y el instinto no admite ceguera o flaqueza.
Piensa luego en su grácil andar delicado:
ni siquiera podría aplastar a un gusano,
y en su sedante canción junto al fuego,
suave acorde final de una lira, en invierno.
(...)

William Wordsworth (Cockermouth 1770-Rydal Mount, 1850), versión de Mirta Rosenberg en El libro de los gatos, ediciones Bajo la Luna, Buenos Aires, 2008


Long may you love pensioner mouse, / Though one of a tribe that house: / Nor dislike for her cruel sport the cat, / Deadly foe both of mouse and rat; / Remember she follows the law of her kind, / An Instinct is neither wayward nor blind. / Then think of her beautiful gliding form,/ Her tread that would scarcely crush a worm, / An her soothing song by the winter fire, / Soft as the dying throb of the lyre.
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Ilustración: Alicia y el Gato de Chesire, en Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll, con ilustración de John Tenniel eBooks Adelaide

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