jueves, febrero 07, 2008

Mauli en el Malba

SMS a mi hijo: “Estoy sentada en el piso, rodeada de cacatúas, finas todas, como yo”. El mensaje fue una forma de llenar el pequeño hiato angustioso que me produjo llegar a la presentación de Julian Barnes, organizada por el British Council (BC) que había respondido a mi solicitud de ubicación en el salón del MALBA con la sugerencia de seguirla en “pantalla gigante”, fuera del auditorio. Eso sí, quedaba invitada, igualmente, para el vino de honor y la firma de libros.

Así pues, estaba sentada el hall del MALBA, en los amplios escalones que van de la planta baja a un nivel inferior, compartiendo el momento con gran cantidad de mujeres y menos hombres, con mucha gente de mediana edad y menos jóvenes, con muchos vecinos de Barrio Norte y menos de Palermo Viejo, muchos de todos ellos al parecer ligados al BC. “Éste es el lugar más divino de Buenos Aires”--dijo una. “Pobre Constantini, con los problemas que tuvo, sobre todo por los neighbours”-le respondió la otra. “Tenían miedo de que en los week ends se les llenara de negros”, “Por favor, qué negros van a venir acá.”

Una de las pocas jóvenes llegó pisando entre los blancos que dejaba la gente sentada y le preguntó a mis vecinas: ¿Hay alguien acá? “Sí, nosotras dos?” “Ah, me siento en este huequito”. “Por favor, ésta no es la 12. Fijate si más abajo encontrás otro lugar.” La chica se hizo la sorda y yo le ofrecí una laminilla de menta para mostrarle algo de cortesía pero, sobre todo, para que no me confundiera con las cacatúas. Es sabido que todo gesto de generosidad esconde un motivo poco altruista.

La presentación empezó con algo de retraso, lo cual fue motivo de agitación a mi alrededor porque “Djúlian (sepamos pronunciar) pidió que se respetaran los horarios”. “Sí, él sabe que nosotros somos así, impuntuales, y pidió puntualidad. And no interviews and no photos”.

Djúlian se mostró encantandoramente irónico y, al mismo tiempo, respetuoso con la audiencia. Uno de los presentadores, cuyo nombre no recuerdo pero que no fue Quiroga, sacó a relucir que Borges había escrito “en un micro relato, como se dice ahora, de 16 líneas”, lo que el invitado había escrito en más de 300 páginas en “Inglaterra, Inglaterra”. “Esa referencia a Borges no es una manera de sentirse muy bien recibido en Buenos Aires”, dijo palabra más palabra menos JB. Y, en adelante, ya no lo dejó en paz al hombre. Quizá deberíamos abandonar la costumbre de sacar a Borges del aparador como sacamos la loza buena cuando vienen invitados a casa.

No puedo resumir el contenido verdaderamente importante de lo que dijo Barnes. Agrego solamente que, ante nueva infeliz intervención del presentador torpe, que preguntó si había notado la similitud de un relato no ya con Borges sino con Sartre, Djúlian dijo que agregar datos verdaderos a un relato puede quitarle verosimilutd. Todos lo sabemos, me dirán a coro. No lo sabemos a veces en el momento de escribir. Me lo hizo notar en carne propia, cierto día, un escritor local menos glamoroso pero igualmente profesional, Juan Martini.

Y lo último: ante la pregunta de quiénes eran los escritores contemporáneos que más le gustaban hizo una diferencia entre los muertos, que pueden sentirse como contemporáneos más allá de la época a la que pertenezcan, y los vivos. Retuve lo que podía en medio de la incomodidad y del idioma ajeno: entre los primeros nombró a Chejov y entre los segundos, a John Updike y a ¡Lorrie Moore!, una escritora nortemericana poco conocida aquí. Menciono esto último porque a mí también me gusta mucho y me hace sentir más tranquila con mis elecciones. Soy una chica insegura.

Hice la cola con la gente de la 12 y las cacatúas, que se portaron peor porque se sentían con derecho a adelantarse. Mientras esperaba, practiqué una frase en inglés y traté de decidir cuál era la mejor página para que firmara mi ejemplar de una malísima traducción de “Talking it over” (Hablando del asunto). Hablé demasiado bajo cuando estuve frente a la mesa: “I’m very pleased to see you”. Al principio me miró interrogante, pero creo que entendió el “to see you” y dedujo el sentido: “Thank you…tank you too much”. En cuanto a la firma, él eligió el lugar y la página: debajo de su propio nombre impreso en la hoja con el título de la novela, volvió a escribirlo a mano, con su propia mano.

Cuando salí, la cola para la firma seguía con unas cincuenta personas más y el vino de honor, afuera, ya casi terminaba.
Mauli

3 comentarios:

  1. Muy buena crónica Mauli. El otro presentador, si no me equivoco, era Vicente Batista.
    Ahora que ya te fogueaste, esperamos que nos cuentes cómo es una clase de filosofía (o una misa) con Hugo Mujica.
    Gracias de nuevo.

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  2. jorge, parece que Hugo Mujica (a quien acabo de conocer por tu referencia) ya tiene exégetas y cronistas de sobrados méritos.Para muestra, un botón:
    "Nos encontramos con Hugo Mujica en su morada. Un hogar henchido de madera y de anaqueles habitados por cientos de libros. El hechizo de un clima introspectivo rápido nos predispuso al resplandor compartido del diálogo. (...) Con Mujica, entre los collares de las preguntas y las respuestas, invocamos los rubíes de la poesía y lo sagrado; el lenguaje y sus atavíos menos habituales; la imagen poética y su afinidad con el cine y la música. Con Mujica intentamos cincelar árboles de cuarzo en cuyas copas entrevimos como algo cercano, y al mismo tiempo oculto, distante, la emergencia del decir poético y la creación trascendente" (http://tinyurl.com/2c8hlf)

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  3. Querida Mauli (creo que después de la crónica sobre los rubíes de la poesía y los árboles de cuarzo cincelado en lo del padre Mujica puedo decirte así):

    ¿Ves? Yo te decía... Podés ser presentadora en "Rumbo a lo desconocido", hacer las veces de Andrés Redondo (el de "Telecataplún")en el sketch de "Veladas paquetas" o convencernos de que estuviste de lenguaraz con el Cnel. Mansilla cuando viajó a los ranqueles. Te juro que yo te creo todo. Incluso si me decís que los reyes son los padres también te lo creo.
    De veras, gracias. La pasé fenómeno y me reí un buen rato.

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