lunes, abril 30, 2007

José Hierro / Batir la carne contra el yunque


Yepes cocktail

Juan de la Cruz, dime si merecía
la pena descolgarte, por la noche,
de tu prisión al Tajo, ser herido
por las palabras y las disciplinas,
soportar corazones, bocas, ojos
rigurosos, beber la soledad...

-¡Otro whisky! ...

La pelirroja
-caderas anchas, ojos verdes-
ofrece ginebra a un amigo.
hombros y pechos le palpitan
en el reír. ¡Oh llama de amor viva,
que dulcemente hieres!...

Junto al embajador de China.
detrás de la cantante sueca,
del agregado militar
de Estados Unidos de América.
Juan de la Cruz bebe un licor
de luz de miel...

(Dime si merecía
la pena, Juan de Yepes, vadear
20 noches, llagas, olvidos, hielos, hierros,
adentrar en la nada el cuerpo, hacer
que de él nacieran las palabras vivas,
en silencio y tristeza, Juan de Yepes...
Amor, llama, palabras: poesía,
tiempo abolido... Di si merecía
la pena para esto...)

El aplaudido
autor con el puro del éxito,
la amiguita del productor
velando su pudor de nylon.
las mejillas que se aproximan
femeninamente: «Mi rouge
mancha, preciosa...» (Mancha amor
cuando en las bocas no hay amor.)

(Juan de la Cruz, dime si merecía
la pena padecer con fuego y sombra,
beber los zumos de la pesadumbre,
batir la carne contra el yunque, Juan
de Yepes, para esto... Vagabundo
por el amor, y huérfano de amor...)

José Hierro (Madrid, 1922-2002), Libro de las alucinaciones, 1964

jueves, abril 26, 2007

Osip Mandelstam / Leningrado











Volví a mi ciudad, conocida hasta las lágrimas,
hasta los capilares, hasta las hinchadas glándulas pueriles...

Volviste a tu ciudad, ¡entonces devora rápidamente
aceite de pescado de los faroles ribereños!

Reconoce pronto este día de diciembre,
donde el huevo con la brea macabra se mezcla.

¡Petersburgo!, no me quiero morir todavía:
debes tener los núneros de mis teléfonos.

¡Petersburgo!, aún tengo las direcciones,
donde encontraré las voces de los muertos.

Vivo en la escalera de servicio, y recibo en la sien
golpes de timbre, arrancado de cuajo...

Y toda la noche espero a los visitantes queridos,
moviendo los grilletes de las trabas de la puerta.

Osip Mandelstam (Varsovia, 1891-Vladivostok, 1938)
Trad. de Irina Bogdaschevski

vÍA  Nostalgias Imperiales

Foto: Osip Mandelstam, c. 1938

martes, abril 24, 2007

Jorge Calvetti / Bar "La Cristina"


Dios está aquí.
Como las flores o la soledad o el silencio,
que a veces nos sorprenden con su aparición,
Dios está aquí.
¿Hay aquí alguien que esté limpio de culpa?
Sin embargo
El cielo tiembla en cada una de estas criaturas de pecado.
Y yo, que soy el testigo y el delator
de que Dios está aquí,
más cierto y más firme que el mal,
¿he de hacer del escarnio mi profesión, mi oficio?
Oh Dios,
entre matones, tangos y desoladas prostitutas
siento Tu Presencia
como un forajido que hubiera hallado en mi corazón
un sótano seguro;
como un hombre extraviado golpeas en mi pecho;
eres un borracho que ha encontrado en mi alma
un rincón oscuro donde acostarse
y dormir.

Jorge Calvetti (San Salvador de Jujuy, 1916 -Buenos Aires, 2002)
Vía  El Rey de la Boca

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Foto: The Tilcarallajta Herald

sábado, abril 21, 2007

Si yo fuera el gobierno, tendría una brigada de gendarmes para vigilar a la gente que realiza paisajes al aire libre. Oh, no quiero que nadie muera, ¡pero aceptaría que para empezar les disparasen con perdigones!... Es mucho mejor dibujar lo que ya solo se ve en la memoria. Es una transformación durante la cual la imaginación colabora con el recuerdo; solo se reproduce lo que ha llamado la atención, es decir, lo necesario.

Edgard Degás, citado por Maurice Sérullaz en El impresionismo, EUDEBA, 1971
La principal ventaja que podría ofrecernos la instauración del socialismo será, sin duda, la de liberarnos de esta sórdida necesidad de vivir para los demás.

Oscar Wilde, El alma del hombre bajo el socialismo, traducción de Matías Puzio, prólogo de Daniel Molina, Libros del Rojas, 2000

miércoles, abril 18, 2007

Wallace Stevens / La casa estaba en silencio y el mundo estaba calmo
















La casa estaba en silencio y el mundo estaba calmo.

El lector se convirtió en el libro; y la noche de verano
Era como el ser consciente del libro.
La casa estaba en silencio y el mundo estaba calmo.
Se hablaron las palabras como si no hubiera libro,
Salvo que el lector se inclinaba sobre la página,
Quiso inclinarse, quiso ser, de veras ser
El erudito para quien el libro es real, para quien
La noche de verano es como la perfección de pensar.
La casa estaba en silencio porque tenía que estarlo.
El silencio era parte del sentido, parte de la mente:
El acceso de la perfección a la página.
Y el mundo estaba calmo. La verdad en un mundo calmo,
En el que no hay otro sentido, es en sí misma
La calma, es en sí misma el verano y noche, es en sí misma
El lector allí inclinándose tarde y leyendo allí.

Wallace Stevens (Reading, Pennsylvania, 1879-Hartford, Connecticut,1955), The Collected Poems of Wallace Stevens, Alfred A. Knopf, 1954, Poetry Foundation
Versión de Andrew Hax


The house was quiet and the world was calm.
The reader became the book; and summer night

Was like the conscious being of the book.
The house was quiet and the world was calm.

The words were spoken as if there was no book,
Except that the reader leaned above the page,

Wanted to lean, wanted much most to be
The scholar to whom his book is true, to whom

The summer night is like a perfection of thought.
The house was quiet because it had to be.

The quiet was part of the meaning, part of the mind:
The access of perfection to the page.

And the world was calm. The truth in a calm world,
In which there is no other meaning, itself

Is calm, itself is summer and night, itself
Is the reader leaning late and reading there.
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jueves, abril 12, 2007

El surfer rosa










***
El Surfer Rosa espera la tanda para entrar al agua. Es la mañana y las cosas están heladas
(no es necesario tocarlas para saberlo). El sol brilla y los pájaros heavy metal cantan. En los
videos de surf, los chicos rubios entran en los tubos, salen de los tubos, giran, cortan las olas
para abajo, cortan las olas para arriba, y saltan por el aire, para caer del otro lado y esperar la
siguiente serie. En La Flecha las cosas son distintas. Los bodyboarders no pueden deslizarse
a través de las olas conquistadas por los jóvenes surfers. Los jóvenes surfers no pueden
interferir en el camino fluvial de los surfers viejos. Los surfers viejos no pueden, pero igual te
cortan con la quilla si no te metés bien abajo del agua, lo más abajo que puedas. Y de vez en
cuando aparece algún lobo marino. No hacen nada, pero dan miedo. La piel del Surfer Rosa
parece mexicana. Helada su mente, que nada y filtra a contrapelo la espuma verdosa, y su
madera se pierde sola entre las olas pequeñas.

***

Matías Moscardi, Mar del Plata, 1983



  • En La infancia del procedimiento
  • lunes, abril 09, 2007

    Gerardo Gambolini / Puerto Stanley


    Dos veces advirtió Cuchulain a Etarcomal,
    perdonándole la vida.
    "No me iré hasta que mi espada
    no enrojezca de tu sangre
    -dijo sin embargo Etarcomal-
    o tu espada no enrojezca de mi sangre".
    "Si es ésa tu voluntad, ésta es tu hora",
    le respondió Cuchulain, e hizo honor a su palabra.

    Diverso fue el juicio de sus pares:
    Etarcomal el Valiente, Etarcomal el Breve,
    o Etarcomal el Idiota.

    Una fama menos perdurable,
    pero una vida más larga
    eligieron, por ejemplo, Iollan el Galgo
    o Menéndez el Argentino.


    Gerardo Gambolini, Arañas, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 2007

    viernes, abril 06, 2007

    El Consejo de Seguridad de la ONU debatirá por primera vez durante este mes el cambio climático como amenaza a la paz y a la seguridad internacional (EFE)

    martes, abril 03, 2007

    Estimado señor:

    Por razones que enseguida comprenderá, me abstengo de firmar este comentario, breve relato de una perplejidad que todavía no he superado. Fui jurado de preselección de un premio literario y tuve la oportunidad de leer un texto que comenzaba de este modo: "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, me enteré de que había muerto mamá, ese mismo día, o el anterior, no sé."
    La increíble unión de dos citas ilustres (de Cervantes y Camus) presagiaba un juego verbal al que me volqué con el mayor deleite. En efecto, eso era. Si el autor hacía un flash back, comenzaba diciendo: "Me han pedido que ponga por escrito todo lo referente a mi aventura, pero omitiendo la ubicación exacta de las locaciones..." Comenzaba un capítulo diciendo: "Nuestro enfermero tenía esa peculiarísima condición". Terminaba otro anotando: "Mas esos incidentes los narraré tal vez en otro volumen." Para aludir a su dolor, escribía: "Como quien se desangra". Consignaba el lento paso del tiempo con: "El amanecer no había terminado la segunda parte de su trabajo". Le hacía exclamar a un personaje alto y calvo que había estado preso: "¡Mujeres!" Otro personaje lavaba una vereda y el narrador reflexionaba: "Ahora es el momento de hablar del vaciado del tonel." Y lo hacía en términos físico-matemáticos. Si el hombre entraba a un bar, buscaba "un lugar limpio y bien ilumindado", y al enumerar a los presentes en un restaurante, culminaba con: "Y el finadito Rosendo."
    En fin, aquello era un festival de citas. Pero aun así la novela tenía un desarrollo. Básicamente, contaba la historia de un motociclista que recorría el llamado "camino de Quijote" en La Mancha, un itinerario que consiste en unir los sitios a los que alude la egregia obra cervantina. En esas circunstancias, se entera de la muerte de su madre cuando chequea sus mails en un poblado, pero está tan dado vuelta que duda si es un antiguo hidalgo que sueña ser un motociclista o un motociclista que sueña ser don Quijote y apenas entiende el mecanismo de respuesta del correo electrónico. El caso es que la novela narra el largo regreso del narrador a su casa. Cuando llega, no le sale al encuentro su padre, como esperaba, sino un hijo que no sabía que tenía, quien abre la puerta y le dice: "Viejo, ¿llegaste aquí a pie?", glosa directa a la Odisea, constatada. No voy a seguir la narración porque quizá el libro se publique. Sólo quiero comunicarle que el jurado de preselección consideró plagio universal esta novela, ante mis dudas y cavilaciones. Y no se quiso siquiera hablar de intertextualidad. Reconozco que había escenas malogradas por el afán de cita, o la epiléptica copia, como la ya mencionada del durmiente que duda de su condición y la de el hombre que innecesariamente musita: "¡El horror, el horror!", pero en conjunto el relato tenía el sabor de una antigua aventura. Así que voté por la abstención y renuncié.
    Espero Dios me ilumine y logre poner en orden mis ideas para dar a la imprenta la relación completa de estos sucesos increíbles, antes de entregar mi alma.