martes, septiembre 12, 2006

Garbeld y el suicida perfecto

Un integrante de la cámara de los lores amaneció con la cabeza hundida en el agua de la bañadera. Sobre la tapa del retrete se encontró una nota con su firma: "No tengo ganas de matarme". La Policía pensó en un asesinato, pero no había signos de lucha ni de violencia en la casa ni en el cuerpo. Garbeld acudió a la casa acompañado del inspector Arrob. Examinó todo sumariamente y dijo: -Este hombre no quería matarse. -Entonces nuestra tesis es correcta, fue muerto --dijo Arrob. -Este hombre se mató -respondió Garbeld. -No entiendo jota de lo que dice--dijo Arrob. -Pues este hombre no quería matarse y se mató --dijo Garbeld. Y presa de súbita irritación, salió de la casa vociferando: -¡Demonios!¿Cuándo la gente aprenderá a no ser consecuente? ¿No ven que la lógica perfecta de sus hechos desconcierta a las mentes mejor preparadas para la intuición? Arrob lo siguió hasta el coche y lo tomó del brazo. -No permitiré que esto quede en otra de sus enseñanzas orientales -le dijo. -¿Por qué se mató este hombre que no quería matarse? -Era un suicida, inspector -respondió Garbeld-. Sin daño a la voluntad de vivir, el suicidio se reduce a un acto formal, cual es pasar de la vida a la muerte aquello que ya ha dejado de vivir.

Gustav Who. Obras completas, Mercedes, 1935.

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