Los corredores del miedo
He vuelto al cuarto oscuro
donde mi corazón fue entregado
como verbo de la creación
a las manos invisibles de la noche.
En mí se vertieron las caricias de la infancia
con su calor de aliento derramado.
Así eran los cuerpos que me traía la noche.
Ningún ser palpable
y con nombre.
Posteridad
Sólo una mujer sería capaz
de encender la vela que no apague jamás.
En cada sombra se esconderá otra
con su pábilo negro.
Lobas de una mordida desigual.
Está escrito en el reverso del sueño
que los ojos pueden volverse córvidos.
¿Quién enseñará a los niños
la palabra rebelión
la desobediencia de los santos
y la deserción de la colmena?
El dulce legado
Hemos venido
a señalar las mismas cosas de siempre
a irnos cuando se cae el sol
y todos juegan en la luz.
Hemos venido como raquíticos terrenales
colmados ya de sueños.
Éramos como jóvenes que escriben
con cursiva de testamento.
Se nos ha ido secando la tinta
de a poco
nos hemos ido engañando
hasta llegar a la noche del alma
donde nadie es testigo
de los pasos que se dan.
Ariana Daniele (Rufino, Argentina, 1990), Poética de un corazón abierto, inédito
Foto: Ariana Daniele/Facebook
Bella tu poesía, Ariana
ResponderBorrarHermosos poemas... hondos, con apariencia simple. Gracias
ResponderBorrarLa infancia, la noche, los sueños y la tinta seca, en la mano de Daniele, nos invitan a descubrir su universo de escritora.
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