jueves, enero 09, 2014

Leopoldo María Panero / Mutis



Era más romántico quizá cuando
arañaba la piedra
y decía por ejemplo, cantando
desde la sombra a las sombras,
asombrado de mi propio silencio,
por ejemplo: "hay
que arar el invierno
y hay surcos, y hombres en la nieve"
Hoy las arañas me hacen cálidas señas desde
las esquinas de mi cuarto, y la luz titubea,
y empiezo a dudar que sea cierta
la inmensa tragedia
de la literatura.

Leopoldo María Panero (Madrid, 1948 - Las Palmas de Gran Canaria, España, 2014), El que no ve, Ediciones de la Banda de Moebius, Madrid, 1980

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9 comentarios:

  1. Alicia Silva Rey09 enero, 2014 00:12

    Es el confortable arropamiento lo que lleva a escritores como este Panero o Yourcenar, a posarse como estupefacientes en un más allá de la "literatura" de la que ellos -no me detengo aquí en sus habilidades o talentos- sus buenos dividendos han obtenido, aunque más no sea como capital simbólico.

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  2. Panero pasa su "confortable arropamiento", desde hace años, en un psiquíatrico y me parece que no le queda resto para "posarse", menos aun como "estupefaciente". Dividendos creo que no obtuvo muchos, ni de su literatura ni de su esquizofrenia

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  3. Mallarmé y seguidores, se alejan cada vez más.
    ¡ Merece la pena buscar alternativas!
    Deben estar en algún lugar.

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  4. Alicia Silva Rey09 enero, 2014 12:02

    El arropamiento...Panero no iría a encontrarlo seguramente en El Hospital Borda de la CABA. No lo halló Bispo do Rosario en la horrorosa Colonia Juliano Moreira, en el barrio de Jacarepaguá, en Río de Janeiro ni tampoco mi padre a quien nadie conoce, y no sé cuán mal lo pasó Jacobo Fijman en su reclusión voluntaria.Ciertas "internaciones" son arropamientos, sí.

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  5. En 2012, invitado a Cosmopoética, un gran festival de poesía en Córdoba, España, tuve oportunidad de compartir cinco días con Leopoldo María Panero, a quien habían hecho venir desde las islas Canarias, donde vive internado en un hospicio desde hace años. Llegó con una amiga que se ocupó de él durante toda su accidentada estancia. Viajó porque el festival había decidido honrar a los Novísimos y a sus alrededores, produciendo un encuentro inédito en más de tres décadas. Y pese a los muchos reparos puestos contra Panero, algunos de los poetas invitados condicionaron su asistencia a la de él. Entre otros, y en primer lugar, José María Álvarez. Panero no está enteramente en sus cabales: fuma interminablemente y, a falta de cualquier otro estimulante, bebe incontables coca colas, una detrás de otra. Su discurso alterna incoherencias y frases muy agudas. Su poesía fue la mejor que se escuchó en el festival. Lejos de beneficiarse con su situación, sufre todo tipo de restricciones. Además de estar muy medicado, ha recibido electroshocks en repetidas ocasiones. Pensar que saca algún beneficio de todo esto, que acaso es más leído o que tiene seguidores es un error. Escribe lo que escribe y, como en el caso de todos, habrá a quien le guste más y a quien le guste menos, pero doy fe de que no saca ningún provecho de su particular desgracia.

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  6. Alicia Silva Rey10 enero, 2014 13:09

    Y...sí...soy esa clase de bestia.

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  7. Alicia Silva Rey11 enero, 2014 00:56

    Soy esa clase de bestia, Sr, Fondebrider, que además sabe cuándo debe disculparse. Y pido perdón por mi excesiva frialdad y desconsideración ante una dolencia que leyendo su relato y tocándome tan de cerca, ahora sé que es sin límites. La auténtica locura es peor que la muerte. Los electroshocks son el martirio inmerecido al que aún son sometidas las personas que han sido condenadas a causa de su enfermedad mental. Ignoraba que en una Unidad Psiquiátrica de Canarias -usted me ilustra dolorosísimamente al respecto- se hicieran, TODAVÏA, esos horrorosos "tratamientos". Mire, no hay peor cuña que la del mismo palo. Justamente conociendo de primera mano el daño irreparable que provocan los electroshocks, he prejuzgado por no haber tenido empatía ni con el hombre ni con su poesía.Lamento hondamente mis dichos. Ustedes deben haberse quedado atónitos ante mis exabruptos. A veces se aúlla de espanto y uno no puede escucharse. Éste ha sido el caso.

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    1. Una disculpa conmovedora. Que placer leer cosas tan bien escritas.

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