Liliana Díaz Mindurry
(Buenos Aires, 1953)
Después de la lluvia, de Eugenio Montale
Siempre me gustó Montale por estar en contra del exceso y la poetización altisonante. No me imagino a Giannuzzi (que tan bien le hizo a nuestra poesía) sin Montale, sin alguna de sus técnicas como la de este poema, que trabajan desde lo particular de la experiencia cotidiana hasta, generalmente, una conclusión incierta, nuestra mirada sobre el mundo, tan personal. No sé si “Dopopioggia” influyó en mi manera de escribir (o de pensar), pero siempre la tengo en cuenta por su sequedad y esa sensación que le deja a mi soberbia: el mundo no es un libro a descifrar, como uno desearía creer, debo desarmar esa idea del sentido y aceptar lo gratuito, de mi vida y del cosmos. Puede haber un lenguaje en la Naturaleza pero no es decodificable: incluso tal vez sea absurdo de acuerdo con esa razón a través de la cual pretendemos inventar una ciencia, una filosofía. No me parece que cierre la puerta a una mística, pero eso sí, que esta mística no sea interpretación cierta de nada. “Dopopioggia” es una lección de humildad y de duda. “Serà passata un’anatra stanca, forse azzoppata. / Non saprei decrittare quel linguaggio”. Y también esa belleza distante, lo extranjero del mundo, belleza nacida justamente de la finitud: “Basterà un soffio/ di vento a scancellarlo”. Cristo escribía en la arena, toda palabra está destinada al viento que borra, al tiempo que elimina. La felicidad de no tener significado, de no ser una moraleja, para edificación de nadie y además efímera, sin dejar rastros.
Después de la lluvia
Sobre la arena mojada aparecen ideogramas
como patas de gallina. Miro hacia atrás
pero no veo refugios o asilos de aves.
Habrá pasado un pato cansado, quizá cojo.
No sabría descifrar ese lenguaje
aunque fuera chino. Bastará un soplo
de viento para borrarlo. No es cierto
que la Naturaleza sea muda. Habla sin ton ni son
y la única esperanza es que no se ocupe
demasiado de nosotros.
Eugenio Montale (Génova, 1896-Milán, 1981)
Versión de Carlos Vitale
Foto: Liliana Díaz Mindurry en Agencia NaN
escribes muy bello
ResponderBorrarMontale
ResponderBorrar1- Afirma que son ideogramas lo que él ve.
2- Conjetura sobre el origen cierto de esos ideogramas indudables.
3- Acepta su incapacidad para descifrar ese texto.
4- Le atribuye una lengua -ideogramática- al fablar de Natura y una estrategia de eliminación de lo escrito.
5- Afirma, nuevamente, el sinsentido de esa codificación lograda por la Naturaleza a ojos vista.
6- Enuncia su esperanza de que Ella - primordial y compleja y confusa e incomprensible -, "no se ocupe demasiado de nosotros".Ésto último es el misterio del poema.
Montale enmudece toda justificación a este deseo singular.
Para mí ni es una lección ni tampoco este poema embiste contra la soberbia de nadie ni se plantea como manifestación de duda o de humildad.Lo leo como una mera comprobación de un suceso acaso irrelevante. Como cuando soñamos algo con todo detalle y al despertar verificamos la perfección de su lengua, la del sueño, imposible de decodificar; siempre por fuera de cualquier certeza que no sea lo soñado, su incompartibilidad.
Bello árido, seco poema como la lengua con la que la poesía nos trabaja.
Un poema es una lectura. La mía, la tuya. Ninguna es verdadera. Ni siquiera Montale podría afirmar que es lo que escribió. Lo excede.
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