Anotaciones sobre la doctrina Pound:
-la mejor poesía, aquella en la que se percibe una "inteligencia poderosa moviéndose detrás de las palabras";
-la poesía "pegada al hueso";
-lenguaje "con la mayor carga de significación posible":
imágenes que tienen en común la poesía como continente: la inteligencia obrando detrás de las palabras como un utilero detrás del escenario; pegada al hueso como la piel; cargada de significación como una bala cargada de pólvora.
jueves, mayo 31, 2007
miércoles, mayo 30, 2007
Hace años -debe de haber sido en 1956 ó 1957-, cuando yo era adolescente -estaba casado y me ganaba la vida como recadero de una farmacia de Yakima, una pequeña ciudad del este del estado de Washington-, una vez fui en coche a llevar un medicamento a una casa de la parte alta de la ciudad. Me invitó a entrar un hombre despierto pero muy viejo que llevaba puesta una chaqueta de punto. Me rogó que por favor esperara en el cuarto de estar mientras buscaba su chequera.
En el cuarto de estar había muchos libros. De hecho, había libros por todas partes; encima de las mesas, en el suelo, junto al sofá -todas las superficies disponibles se habían convertido en sitios aptos para dejar libros encima-. Incluso había una pequeña biblioteca apoyada en una de las paredes de la habitación (anteriormente, yo nunca había visto una biblioteca privada; hileras e hileras de libros colocados en estantes en la residencia privada de alguien). Mientras esperaba, paseando la vista por el cuarto, me fijé que encima de una mesita había una revista con un curioso y, para mí, sorprendente nombre en la tapa: Poetry. Estaba pasmado, y la cogí. Era la primera vez que veía una «revista de poca circulación», por no decir una revista de poesía, y me había quedado mudo. Puede que sintiera envidia: también cogí un libro, uno que se titulaba The Little Review Anthology, editada al cuidado de Margaret Anderson. (Debería de añadir que para mí era un misterio lo que significaba «editada al cuidado de»). Recorrí las páginas de la revista y, tomándome todavía más libertades, empecé a hojear las páginas del libro. En el libro había muchísimos poemas, pero también fragmentos en prosa y lo que parecían observaciones o incluso páginas enteras de comentarios sobre cada poema seleccionado. ¿Qué demonios era aquello? Anteriormente yo nunca había visto un libro así -ni, claro está, una revista como Poetry-. Pasaba la vista de una a otra de aquellas dos publicaciones, y en secreto sentí la necesidad de poseerlas.
Cuando el anciano terminó de llenar el cheque, dijo, como si me leyera la mente: «Puedes llevarte ese libro, hijo. A lo mejor encuentras algo que te guste. ¿Te interesa la poesía? ¿Por qué no te llevas también la revista? Puede que algún día llegues a escribir algo. Si lo haces, tienes que saber adónde mandarlo».
Adónde mandarlo. Algo -no sé exactamente qué, pero noté que había sucedido algo de gran importancia-. Yo tenía dieciocho o diecinueve anos, estaba obsesionado con la necesidad de «escribir algo» y por entonces ya había hecho unos cuantos intentos fallidos con algunos poemas. Pero, la verdad, nunca se me había ocurrido que pudiera existir un sitio al que uno pudiera mandar esos esfuerzos con la esperanza de que los leyeran y hasta, algo perfectamente posible -increíblemente, o así me lo parecía-, pensaran en publicarlos. Pero allí mismo, en la mano, tenía la prueba visible de que existían personas responsables en ciertas partes del vasto mundo que editaban, Dios santo, una revista mensual de poesía. Estaba pasmado. Me sentía, como he dicho, en presencia de una revelación.
Raymond Carver
Un sendero nuevo a la cascada. Visor, Madrid, 1993. Traducción de Mariano Antolín Rato
En el cuarto de estar había muchos libros. De hecho, había libros por todas partes; encima de las mesas, en el suelo, junto al sofá -todas las superficies disponibles se habían convertido en sitios aptos para dejar libros encima-. Incluso había una pequeña biblioteca apoyada en una de las paredes de la habitación (anteriormente, yo nunca había visto una biblioteca privada; hileras e hileras de libros colocados en estantes en la residencia privada de alguien). Mientras esperaba, paseando la vista por el cuarto, me fijé que encima de una mesita había una revista con un curioso y, para mí, sorprendente nombre en la tapa: Poetry. Estaba pasmado, y la cogí. Era la primera vez que veía una «revista de poca circulación», por no decir una revista de poesía, y me había quedado mudo. Puede que sintiera envidia: también cogí un libro, uno que se titulaba The Little Review Anthology, editada al cuidado de Margaret Anderson. (Debería de añadir que para mí era un misterio lo que significaba «editada al cuidado de»). Recorrí las páginas de la revista y, tomándome todavía más libertades, empecé a hojear las páginas del libro. En el libro había muchísimos poemas, pero también fragmentos en prosa y lo que parecían observaciones o incluso páginas enteras de comentarios sobre cada poema seleccionado. ¿Qué demonios era aquello? Anteriormente yo nunca había visto un libro así -ni, claro está, una revista como Poetry-. Pasaba la vista de una a otra de aquellas dos publicaciones, y en secreto sentí la necesidad de poseerlas.
Cuando el anciano terminó de llenar el cheque, dijo, como si me leyera la mente: «Puedes llevarte ese libro, hijo. A lo mejor encuentras algo que te guste. ¿Te interesa la poesía? ¿Por qué no te llevas también la revista? Puede que algún día llegues a escribir algo. Si lo haces, tienes que saber adónde mandarlo».
Adónde mandarlo. Algo -no sé exactamente qué, pero noté que había sucedido algo de gran importancia-. Yo tenía dieciocho o diecinueve anos, estaba obsesionado con la necesidad de «escribir algo» y por entonces ya había hecho unos cuantos intentos fallidos con algunos poemas. Pero, la verdad, nunca se me había ocurrido que pudiera existir un sitio al que uno pudiera mandar esos esfuerzos con la esperanza de que los leyeran y hasta, algo perfectamente posible -increíblemente, o así me lo parecía-, pensaran en publicarlos. Pero allí mismo, en la mano, tenía la prueba visible de que existían personas responsables en ciertas partes del vasto mundo que editaban, Dios santo, una revista mensual de poesía. Estaba pasmado. Me sentía, como he dicho, en presencia de una revelación.
Raymond Carver
Un sendero nuevo a la cascada. Visor, Madrid, 1993. Traducción de Mariano Antolín Rato
Raymond Carver / Salud
Vodka seguido por café. Cada mañana
cuelgo el letrero en la puerta
SALÍ A ALMORZAR
pero nadie le presta atención; mis amigos
miran al letrero y
a veces dejan un mensaje corto escrito,
o si no llaman – Vení a jugar
Ray-mond.
Un vez mi hijo, el cabrón,
entró y me dejó un huevo pintado
y un bastón.
Creo que se tomó un poco de mi vodka.
Y la semana pasada pasó mi mujer
con una lata de sopa de carne de res
y un cartón de lágrimas.
Ella también se tomó un poco de mi vodka, creo,
y después huyó en un auto extraño
con un hombre que nunca he visto.
Ellos no entienden; estoy bien,
estoy bien acá donde estoy,
y en cualquier momento
estaré, estaré, estaré…
Me propongo tomarme todo el tiempo en este mundo,
considerar cualquier cosa, hasta milagros,
y sin embargo mantener mi guardia,
siempre más cuidadoso, más vigilante,
contra ellos que pecarían contra mí,
contra ellos que robarían vodka,
contra ellos que me harían daño.
Raymond Carver (Clatskanie, Oregon, 1938-Port Angeles, Washington, 1988)
Versión de Andrew Hax
domingo, mayo 27, 2007
¿Oís?
¿Oís el río?
¿Oís el río, Okusai? No está lejos.
Tiene el sonido ambiguo de la vida.
Son como cascotitos limpiándose
con la corriente, algo múltiple.
Prestá atención. Detrás del ruido
se ve el nacimiento rudo de las cosas,
eso íntimo, desesperado, casi, casi
enorme en su notoria nimiedad.
¿Oís, Okusai? ¿Ves? No necesito
que me pongas esa cara de tintorero
feliz. Dejate ir nomás, un poco.
¿O vinimos nada más que para esto?
Javier Adúriz (Buenos Aires, 1948)
sábado, mayo 26, 2007
Elizabath Bishop / Un arte
Un arte
El arte de perder no es difícil de dominar;
hay tantas cosas que parecen llenas de la intención
de ser perdidas que su pérdida no es un desastre.
Pierde algo todo los días. Acepta la molestia
de llaves perdidas, la hora malgastada.
El arte de perder no es difícil de dominar.
Después practica perder más y más rápido:
cosas y nombres y el lugar adónde pensabas
viajar. Ninguna de estas cosas traerá un desastre.
Perdí el reloj de mi madre. ¡Y miren!: mi última,
o penúltima, de tres casas amadas se fueron.
El arte de perder no es difícil de dominar.
Perdí dos ciudades, hermosas ambas. Y, más vastos,
algunos dominios que me pertenecían, dos ríos, un continente.
Los extraño. Pero no fue un desastre.
--Hasta perderte a ti (la voz jocosa, un gesto
que amo) no hubiera mentido. Es evidente
que el arte de perder no es difícil dominar,
aunque se vea (¡escríbanlo!) como un desastre.
Elizabeth Bishop (Worcester, 1911-Boston, 1979).
Versión de Andrew Hax
One Art
The art of losing isn't hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.
Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn't hard to master.
Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.
I lost my mother's watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn't hard to master.
I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn't a disaster.
---Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan't have lied. It's evident
the art of losing's not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.
El arte de perder no es difícil de dominar;
hay tantas cosas que parecen llenas de la intención
de ser perdidas que su pérdida no es un desastre.
Pierde algo todo los días. Acepta la molestia
de llaves perdidas, la hora malgastada.
El arte de perder no es difícil de dominar.
Después practica perder más y más rápido:
cosas y nombres y el lugar adónde pensabas
viajar. Ninguna de estas cosas traerá un desastre.
Perdí el reloj de mi madre. ¡Y miren!: mi última,
o penúltima, de tres casas amadas se fueron.
El arte de perder no es difícil de dominar.
Perdí dos ciudades, hermosas ambas. Y, más vastos,
algunos dominios que me pertenecían, dos ríos, un continente.
Los extraño. Pero no fue un desastre.
--Hasta perderte a ti (la voz jocosa, un gesto
que amo) no hubiera mentido. Es evidente
que el arte de perder no es difícil dominar,
aunque se vea (¡escríbanlo!) como un desastre.
Elizabeth Bishop (Worcester, 1911-Boston, 1979).
Versión de Andrew Hax
One Art
The art of losing isn't hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.
Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn't hard to master.
Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.
I lost my mother's watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn't hard to master.
I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn't a disaster.
---Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan't have lied. It's evident
the art of losing's not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.
viernes, mayo 25, 2007
En el estudio de la lengua, dice Steiner, hay positivistas y trascendentalistas. A estos últimos se los reconoce porque parecen creer que el lenguaje es exterior a la especie humana: ¿un don, un implante, tal vez un "virus" (cf. Burroughs)? En todo caso, el impresor isabelino que cita Steiner, ¿no parece más bien haber escuchado mal que haber leído mal? ¿No parece su falla un error de dictado?
De donde un poeta francés dio lugar a un gran verso en lengua inglesa:
"Al traducir a Villon, Thomas Nashe había escrito: a brightness falls from her hair [un resplandor sale de su cabello]; el impresor isabelino se equivocó y escribió: a brightness falls from the air [un resplandor sale del aire], ¡que se ha convertido en uno de los versos talismánicos en lengua inglesa!"
George Steiner, Los logócratas, Fondo de Cultura Económica-Siruela, México DF y Madrid, 2007
"Al traducir a Villon, Thomas Nashe había escrito: a brightness falls from her hair [un resplandor sale de su cabello]; el impresor isabelino se equivocó y escribió: a brightness falls from the air [un resplandor sale del aire], ¡que se ha convertido en uno de los versos talismánicos en lengua inglesa!"
George Steiner, Los logócratas, Fondo de Cultura Económica-Siruela, México DF y Madrid, 2007
jueves, mayo 24, 2007
Eugenio Montale / La casa de los aduaneros
Tú no recuerdas la casa de los aduaneros
en la elevación inclinada sobre la escollera:
desolada te espera desde la noche
en que entró en ella el enjambre de tus pensamientos
y se detuvo inquieto.
La marejada azota hace años la vieja muralla
y el sonido de tu risa ya no es alegre:
la brújula gira loca a la ventura
y el cálculo de los dados no regresa.
Tú no recuerdas; otro tiempo trastorna
tu memoria; un hilo se devana.
Tengo todavía la punta; pero se aleja
la casa y sobre el techo la ennegrecida
veleta gira sin piedad.
Tengo la punta; pero tú estás sola
casi ni respiras en la oscuridad.
Oh el horizonte en fuga donde se enciende
rara la luz del petrolero.
¿Es este el paso? (Pulula todavía el oleaje
sobre el acantilado que se desploma).
Tú no recuerdas la casa de esta
noche mía. Y yo no sé quién va y quién queda.
Eugenio Montale, (Génova, 1891-Milán, 1981) Le occasioni, 1928-1939, Einaudi, Turín, 1996
Versión J. Aulicino
La casa dei doganieri
Tu non ricordi la casa dei doganieri
sul rialzo a strapiombo sulla scogliera:
desolata t’attende dalla sera
in cui v’entrò lo sciame dei tuoi pensieri
e vi sostò irrequieto.
Libeccio sferza da anni le vecchie mura
e il suono del tuo riso non è più lieto:
la bussola va impazzita all’avventura
e il calcolo dei dadi più non torna.
Tu non ricordi; altro tempo frastorna
la tua memoria; un filo s’addipana.
Ne tengo ancora un capo; ma s’allontana
la casa e in cima al tetto la banderuola
affumicata gira senza pietà.
Ne tengo un capo; ma tu resti sola
né qui respiri nell’oscurità.
Oh l’orizzonte in fuga, dove s’accende
rara la luce della petroliera!
Il varco è qui? (Ripullula il frangente
ancora sulla balza che scoscende...)
Tu non ricordi la casa di questa
mia sera. Ed io non so chi va e chi resta.
desolada te espera desde la noche
en que entró en ella el enjambre de tus pensamientos
y se detuvo inquieto.
La marejada azota hace años la vieja muralla
y el sonido de tu risa ya no es alegre:
la brújula gira loca a la ventura
y el cálculo de los dados no regresa.
Tú no recuerdas; otro tiempo trastorna
tu memoria; un hilo se devana.
Tengo todavía la punta; pero se aleja
la casa y sobre el techo la ennegrecida
veleta gira sin piedad.
Tengo la punta; pero tú estás sola
casi ni respiras en la oscuridad.
Oh el horizonte en fuga donde se enciende
rara la luz del petrolero.
¿Es este el paso? (Pulula todavía el oleaje
sobre el acantilado que se desploma).
Tú no recuerdas la casa de esta
noche mía. Y yo no sé quién va y quién queda.
Eugenio Montale, (Génova, 1891-Milán, 1981) Le occasioni, 1928-1939, Einaudi, Turín, 1996
Versión J. Aulicino
La casa dei doganieri
Tu non ricordi la casa dei doganieri
sul rialzo a strapiombo sulla scogliera:
desolata t’attende dalla sera
in cui v’entrò lo sciame dei tuoi pensieri
e vi sostò irrequieto.
Libeccio sferza da anni le vecchie mura
e il suono del tuo riso non è più lieto:
la bussola va impazzita all’avventura
e il calcolo dei dadi più non torna.
Tu non ricordi; altro tempo frastorna
la tua memoria; un filo s’addipana.
Ne tengo ancora un capo; ma s’allontana
la casa e in cima al tetto la banderuola
affumicata gira senza pietà.
Ne tengo un capo; ma tu resti sola
né qui respiri nell’oscurità.
Oh l’orizzonte in fuga, dove s’accende
rara la luce della petroliera!
Il varco è qui? (Ripullula il frangente
ancora sulla balza che scoscende...)
Tu non ricordi la casa di questa
mia sera. Ed io non so chi va e chi resta.
---
Foto: Eugenio Montale, Milán, años 60 Giorgio Lotti/Mondadori/Getty Images
Eugenio Montale / Motetes
de Eugenio Montale
Versiones de Jorge Aulicino
El balcón
Parecía fácil juego
convertir en nada el espacio
que me había abierto, en un tedio
incierto tu fuego verdadero.
Ahora en aquel vacío he concentrado
cada uno de mis tardíos motivos,
sobre la ardua nada se levanta
el ansia de esperarte vivo.
La vida que da vislumbres
es aquella que sólo tú distingues.
A ella te asomas desde esta
ventana que no se ilumina.
1
Lo sabes: debo perderte otra vez y no puedo.
Como un tiro preciso me subleva
cada obra, cada grito y también el soplo
salino que desborda
los muelles y hace la oscura primavera
de Sottoripa.
País de herrajes y arboladuras
selváticas en el polvo del atardecer.
Un zumbido largo llega de lo abierto,
raya como uña contra los vidrios. Busco el signo
perdido, el testimonio que sólo tuve en gracia
de ti.
Y el infierno es cierto.
2
Muchos años, y uno más duro sobre el lago
extranjero en el que arden los crepúsculos.
Después descendiste de los montes a traerme
San Jorge y el Dragón.
Imprimirlo podría sobre el pavés
que se agita con el azote del gregal
en el corazón...
Y por ti descender a un torbellino
de fidelidad, inmortal.
3
Escarcha sobre los vidrios; reunidos
siempre y siempre separados
los enfermos; y sobre las mesas
los largos soliloquios ante los naipes.
Fue tu exilio. Reconsidero
el mío: a la mañana
cuando oía entre las rocas crepitar
las bomba bailarina.
Y duraban mucho las nocturnas luces
de Bengala: como en una fiesta.
Ha pasado un ala ruda, te ha rozado las manos,
pero en vano: tu carta no es esta.
4
Hace mucho, estaba contigo cuando tu padre
entró en la sombra y te dejó su adiós.
¿Qué sabía hasta entonces? El desgaste
de antes me salvó sólo por esto:
que te ignoraba y no debía: a los golpes
hoy lo sé, si desde allá se abate
un soplo y me trae Cumerlotti
o Anghébeni –entre estallidos de espoletas
y los lamentos y el acudir de los escuadrones.
5
Adioses, soplidos en la sombra, señas, toses
y ventanillas bajas. Es la hora. Quizá
los autómatas tienen razón. ¡Como parejas
murallas a lo largo de los pasillos!
.........................................................................
-¿También tú prestas a la queda
letanía de tu rápido esta hórrida
y fiel cadencia de carioca?-
6
La esperanza de verte aún
me abandonaba;
y me pregunté si esto que me cierra
todo sentido de ti, pantalla de imágenes,
tiene los signos de la muerte o el pasado
es eso, distorsionado y lábil,
un resplandor tuyo:
(en Módena, entre los pórticos,
un criado con librea arrastraba
dos chacales con una traílla).
7
El ir y venir blanco y negro de los
vencejos desde el palo
de telégrafo hasta el mar
no conforta tus disgustos sobre el muelle
ni te devuelve adonde ya no estás.
Ya perfuma el saúco aferrado
a la explanada; el chubasco mengua.
Si la claridad es una tregua,
tu querida amenaza la consume.
8
He aquí la señal; se enerva
sobre el muro en que se dora:
una mata de palma
quemada por fulgores de la aurora.
El paso que proviene
del invernadero, tan leve,
no está afelpado por la nieve, es aún
tu vida, sangre tuya en mis venas.
9
El lagarto se dispara
bajo la gran canícula
hacia los rastrojos –
la vela cuando flota
y se abisma en el salto
de la roca –
el cañón del mediodía
más apagado que tu corazón
y el cronómetro
arranca sin ruido –
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¿y entonces? Luz de relámpago
en vano puedo mudar en algo
rico y extraño. Otro era tu sello.
10
¿Por qué tardas? En el pino la ardilla
bate con su cola contra la corteza.
La medialuna desciende con su pico
en el sol que la apaga. El día está hecho.
De un soplo el lento humo se enrosca,
se detiene en el punto que te encierra.
Nada termina, o todo, si tu fulgor
deja la nube.
11
El alma que dispensa
furlana y rigodón en cada nueva
estación del camino se alimenta
de cerrada pasión, le reencuentra
en cada recodo más intensa.
Tu voz es esta alma dispersa.
Sobre hilos, sobre alas, al viento, al acaso,
con el favor de la musa o de una orden
regresa alegre o triste. Hablo de otro
y de otros que te ignoran y su esquema
es acá el que insiste: do re la sol sol...
12
Te limpio la frente de carámbanos
que recogiste atravesando las altas
nebulosas; tienes las plumas laceradas
de ciclones, despiertas en un sobresalto.
Mediodía: alarga en el recuadro el níspero
la sombra negra, se obstina en el cielo un sol
friolento; y las otras sombras que descantan
el callejón no saben que estás aquí.
13
La góndola que se desliza en un fuerte
resplandor de alquitrán y de amapolas,
la furtiva canción que se alzaba
desde las masas de cordajes, las altas puertas
cerradas sobre ti y risas de máscaras
que huían en bandadas –
¡una noche entre miles y mi noche
es más profunda! Se agita allá bajo
una pálida madeja que me reanima
a sacudones y me iguala a aquel absorto
pescador de anguilas en la ribera.
14
¿Arrecia sal o granizo? Hace estragos
de campánulas, arranca la cedrina.
Un tañido submarino se avecina
cuando tú lo despiertas, y se aleja.
La pianola de su infierno por sí misma
acelera los registros, sal en
las esferas del hielo ... – brilla como tú
cuando fingiste con tu timbre de aria
Lakmé en el Aria de las Campanillas.
15
En la primera claridad, cuando
súbitamente un rumor
de vía férrea me habla
de hombres cerrados en viaje
por el túnel de la piedra
iluminado a tajos
de cielo y agua mezclados;
en la primera oscuridad, cuando
el punzón que carcome
el escritorio redobla
su fervor y el paso
del guardián se detiene:
en la claridad y en la sombra,
estaciones todavía humanas
si tú en trenzarlas con tu hilo insistes.
16
La flor que se repite
a la orilla del barranco
no se olvida de mí,
no hay tinte más alegre ni más claro
que el espacio tendido entre tú y yo.
Un chirrido se descerraja, se aleja,
el azul obstinado no reaparece.
En el bochorno casi visible me transporta al opuesto
paradero el funicular.
17
La rana, antes de probar la cuerda
del estanque que sepulta
juncos y nubes, murmullos de algarrobos
abrazados donde enciende sus antorchas
un sol sin calor, tardo en las flores
zumbido de coleópteros que liban
todavía linfa, últimos sonidos, avara
vida de la campiña. Con un soplo
la hora se extingue: un cielo de pizarra
se prepara a un irrumpir de descarnados
caballos, a las chispas de los cascos.
18
No cortes, tijera, aquel rostro,
solo en la memoria que se dispersa,
no hagas de su gran rostro atento
mi niebla de siempre.
Un frío cala... Duro el golpe trunca.
Y la acacia herida se sacude
la cáscara de cigarra
en el primer fango de Noviembre.
19
La caña que despluma
blandamente su rojo
penacho en Primavera;
la senda en la zanja, sobre la negra
correntada sobrevolada de libélulas;
y el perro jadeante que regresa
con su fardo en la boca,
hoy aquí no me toca reconocer;
pero sí allá donde el reverbero quema más
y la polvareda se aplaca, más allá, sus
pupilas ya remotas, sólo dos
haces de luz cruzados.
Y el tiempo pasa.
20
... pero así sea. Un sonido de corneta
dialoga con los enjambres del robledal.
En la valva que el véspero refleja
un volcán pintado fuma contento.
La moneda incrustada en la lava
brilla también ella sobre la mesa
y retiene unas hojas. La vida que parecía
vasta es más breve que tu pañuelo.
Eugenio Montale (Génova, Italia, 1891 - Milán, Italia, 1981), Mottetti, edición de Dante Isella, Adelphi, Milán, 1992
Mottetti
Il balcone
Pareva facile giuoco
mutare in nulla lo spazio
che m'era aperto, in un tedio
malcerto il certo tuo fuoco.
Ora a quel vuoto ha congiunto
ogni mio tardo motivo,
sull'arduo nulla si spunta
l'ansia di attenderti vivo.
La vita che dà barlumi
è quella che sola tu scorgi.
A lei ti sporgi da questa
finestra che non s'illumina.
1
Lo sai: debbo riperderti e non posso.
Come un tiro aggiustato mi summuove
ogni opera, ogni grido e anche lo spiro
salino che straripa
dai moli e fa l'oscura primavera
di Sottoripa.
Paese di ferrame e alberature
a selva nella polvere del vespro.
Un ronzìo lungo viene dall'aperto,
strazia com'unghia ai vetri. Cerco il segno
smarrito, il pegno solo ch'ebbi in grazia
da te.
E l'inferno è certo.
2
Molti anni, e uno più duro sopra il lago
straniero su cui ardono i tramonti.
Poi scendesti dai monti a riportarmi
San Giorgio e il Drago.
Imprimerli potessi sul palvese
che s'agita alla frusta del grecale
in cuore … E per te scendere in un gorgo
di fedeltà, immortale.
3
Brina sui vetri; uniti
sempre e sempre in disparte
gl'infermi; e sopra i tavoli
i lunghi soliloqui sulle carte.
Fu il tuo esilio. Ripenso
anche al mio, alla mattina
quando udii tra gli scogli crepitare
la bomba ballerina.
E durarono a lungo i notturni giuochi
di Bengala: come in una festa.
È scorsa un'ala rude, t'ha sfiorato le mani,
ma invano: la tua carta non è questa.
4
Lontano, ero con te quando tuo padre
entrò nell'ombra e ti lasciò il suo addio.
Che seppi fino allora? Il logorìo
di prima mi salvò solo per questo:
che t'ignoravo e non dovevo: ai colpi
d'oggi lo so, se di laggiù s'inflette
un'ora e mi riporta Cumerlotti
o Anghébeni — tra scoppi di spolette
e i lamenti e l'accorrer delle squadre.
5
Addii, fischi nel buio, cenni, tosse
e sportelli abbassati. È l'ora. Forse
gli automi hanno ragione. Come appaiono
dai corridoi, murati!
. . . . . . . . . . . . . . . .
— Presti anche tu alla fioca
litania del tuo rapido quest'orrida
e fedele cadenza di carioca?—
6
La speranza di pure rivederti
m'abbandonava;
e mi chiesi se questo che mi chiude
ogni senso di te, schermo d'immagini,
ha i segni della morte o dal passato
è in esso, ma distorto e fatto labile,
in tuo barbaglio:
(a Modena, tra i portici,
un servo gallonato trascinava
due sciacalli al guinzaglio).
7
Il saliscendi bianco e nero dei
balestrucci dal palo
del telegrafo al mare
non conforta i tuoi crucci su lo scalo
né ti riporta dove più non sei.
Già profuma il sambuco fitto su
lo sterrato; il piovasco si dilegua.
Se il chiarore è un tregua
la tua cara minaccia la consuma.
8
Ecco il segno; s'innerva
sul muro che s'indora:
un frastaglio di palma
bruciato dai barbagli dell'aurora.
Il passo che proviene
dalla serra sì lieve,
non è felpato dalla neve, è ancora
tua vita, sangue tuo nelle mie vene.
9
Il ramarro, se scocca
sotto la grande fersa
dalle stoppie —
la vela, quando fiotta
e s'inabissa al salto
della rocca —
il connone di mezzodì
più fioco del tuo cuore
e il cronometro se
scatta senza rumore —
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
e poi? Luce di lampo
invano può mutarvi in alcunché
di ricco e strano. Altro era il tuo stampo.
10
Perché tardi? Nel pino lo scoiattolo
batte la coda a torcia sulla scorza.
La mezzaluna scende col suo picco
nel sole che la smorza. È giorno fatto.
A un soffio il pigro fumo trasalisce,
si difende nel punto che ti chiude.
Nulla finisce, o tutto, se tu fólgore
lasci la nube.
11
L'anima che dispensa
furlana e rigodone ad ogni nuova
stagione della strada, s'alimenta
della chiusa passione, la ritrova
a ogni angolo più intensa.
La tua voce è quest'anima diffusa.
Su fili, su ali, al vento, a caso, col
favore della musa o d'un ordegno,
ritorna lieta o triste. Parlo d'altro,
ad altri che t'ignora e il suo disegno
è là che insiste do re la sol sol . . .
12
Ti libero la fronte dai ghiaccioli
che raccogliesti traversando l'alte
nebulose; hai le penne lacerate
dai cicloni, ti desti a soprassalti.
Mezzodì: allunga nel riquadro il nespolo
l'ombra nera, s'ostina in cielo un sole
freddoloso; e l'altre ombre che scantonano
nel vicolo non sanno che sei qui.
13
La gondola che scivola in un forte
bagliore di catrame e di papaveri,
la subdola canzone che s'alzava
da masse di cordame, l'alte porte
rinchiuse su di te e risa di maschere
che fuggivano a frotte—
un sera tra mille e la mia notte
è più profunda! S'agita laggiù
uno smorto groviglio che m'avviva
a stratti e mi fa eguale a quell'assorto
pescatore d'anguille dalla riva.
14
Infuria sale o grandine? Fa strage
di campanule, svelle la cedrina.
Un rintocco subacqueo s'avvicina,
quale tu lo destavi, e s'allontana.
La pianola degl'inferi da sé
accelera i registri, sale nelle
sfere del gelo . . . — brilla come te
quando fingevi col tuo trillo d'aria
Lakmé nell'Aria delle Campanelle.
15
Al primo chiaro, quando
subitaneo un rumore
di ferrovia mi parla
di chiusi uomini in corsa
nel traforo del sasso
illuminato a tagli
da cieli ed acque misti;
al primo buio, quando
il bulino che tarla
la scrivanìa rafforza
16
Il fiore che ripete
dall'orlo del burrato
non scordarti di me,
non ha tinte più liete né più chiare
dello spazio gettato tra me e te.
Un cigolìo si sferra, ci discosta,
l'azzurro pervicace non ricompare.
Nell'afa quasi visibile mi riporta all'opposta
tappa, già buia, la funicolare.
17
La rana, prima a ritentar la corda
dallo stagno che affossa
giunchi e nubi, stormire dei carrubi
conserti dove spenge le sue fiaccole
un sole senza caldo, tardo ai fiori
ronzìo di coleotteri che suggono
ancora linfe, ultimi suoni, avara
vita della campagna. Con un soffio
l'ora s'estingue: un cielo di lavagna
si prepara a un irrompere di scarni
cavalli, alle scintille degli zoccoli.
il suo fervore e il passo
del guardiano s'accosta:
al chiaro e al buio, soste ancora umane
se tu a intrecciarle col tuo refe insisti.
18
Non recidere, forbice, quel volto,
solo nella memoria che si sfolla,
non far del grande suo viso in ascolto
la mia nebbia di sempre.
Un freddo cala . . . Duro il colpo svetta.
E l'acacia ferita da sé scrolla
il guscio de cicala
nella prima belletta di Novembre.
19
La canna che dispiuma
mollemente il suo rosso
flabello a primavera;
la rèdola nel fosso, su la nera
correntìa sorvolata di libellule;
e il cane trafelato che rincasa
col suo fardello in bocca,
oggi qui non mi tocca riconoscere;
ma là dove il riverbero più cuoce
e il nuvolo s'abbassa, oltre le sue
pupille ormai remote, solo due
fasci di luce in croce.
E il tempo passa.
20
. . . ma così sia. Un suono di cornetta
dialoga con gli sciami del querceto.
Nella valva che il vespero riflette
un volcano dipinto fuma lieto.
La moneta incassata nella lava
brilla anch'essa sul tavolo e trattiene
pochi fogli. La vita che sembrava
vasta è più breve del tuo fazzoletto.
El balcón
Parecía fácil juego
convertir en nada el espacio
que me había abierto, en un tedio
incierto tu fuego verdadero.
Ahora en aquel vacío he concentrado
cada uno de mis tardíos motivos,
sobre la ardua nada se levanta
el ansia de esperarte vivo.
La vida que da vislumbres
es aquella que sólo tú distingues.
A ella te asomas desde esta
ventana que no se ilumina.
1
Lo sabes: debo perderte otra vez y no puedo.
Como un tiro preciso me subleva
cada obra, cada grito y también el soplo
salino que desborda
los muelles y hace la oscura primavera
de Sottoripa.
País de herrajes y arboladuras
selváticas en el polvo del atardecer.
Un zumbido largo llega de lo abierto,
raya como uña contra los vidrios. Busco el signo
perdido, el testimonio que sólo tuve en gracia
de ti.
Y el infierno es cierto.
2
Muchos años, y uno más duro sobre el lago
extranjero en el que arden los crepúsculos.
Después descendiste de los montes a traerme
San Jorge y el Dragón.
Imprimirlo podría sobre el pavés
que se agita con el azote del gregal
en el corazón...
Y por ti descender a un torbellino
de fidelidad, inmortal.
3
Escarcha sobre los vidrios; reunidos
siempre y siempre separados
los enfermos; y sobre las mesas
los largos soliloquios ante los naipes.
Fue tu exilio. Reconsidero
el mío: a la mañana
cuando oía entre las rocas crepitar
las bomba bailarina.
Y duraban mucho las nocturnas luces
de Bengala: como en una fiesta.
Ha pasado un ala ruda, te ha rozado las manos,
pero en vano: tu carta no es esta.
4
Hace mucho, estaba contigo cuando tu padre
entró en la sombra y te dejó su adiós.
¿Qué sabía hasta entonces? El desgaste
de antes me salvó sólo por esto:
que te ignoraba y no debía: a los golpes
hoy lo sé, si desde allá se abate
un soplo y me trae Cumerlotti
o Anghébeni –entre estallidos de espoletas
y los lamentos y el acudir de los escuadrones.
5
Adioses, soplidos en la sombra, señas, toses
y ventanillas bajas. Es la hora. Quizá
los autómatas tienen razón. ¡Como parejas
murallas a lo largo de los pasillos!
.........................................................................
-¿También tú prestas a la queda
letanía de tu rápido esta hórrida
y fiel cadencia de carioca?-
6
La esperanza de verte aún
me abandonaba;
y me pregunté si esto que me cierra
todo sentido de ti, pantalla de imágenes,
tiene los signos de la muerte o el pasado
es eso, distorsionado y lábil,
un resplandor tuyo:
(en Módena, entre los pórticos,
un criado con librea arrastraba
dos chacales con una traílla).
7
El ir y venir blanco y negro de los
vencejos desde el palo
de telégrafo hasta el mar
no conforta tus disgustos sobre el muelle
ni te devuelve adonde ya no estás.
Ya perfuma el saúco aferrado
a la explanada; el chubasco mengua.
Si la claridad es una tregua,
tu querida amenaza la consume.
8
He aquí la señal; se enerva
sobre el muro en que se dora:
una mata de palma
quemada por fulgores de la aurora.
El paso que proviene
del invernadero, tan leve,
no está afelpado por la nieve, es aún
tu vida, sangre tuya en mis venas.
9
El lagarto se dispara
bajo la gran canícula
hacia los rastrojos –
la vela cuando flota
y se abisma en el salto
de la roca –
el cañón del mediodía
más apagado que tu corazón
y el cronómetro
arranca sin ruido –
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¿y entonces? Luz de relámpago
en vano puedo mudar en algo
rico y extraño. Otro era tu sello.
10
¿Por qué tardas? En el pino la ardilla
bate con su cola contra la corteza.
La medialuna desciende con su pico
en el sol que la apaga. El día está hecho.
De un soplo el lento humo se enrosca,
se detiene en el punto que te encierra.
Nada termina, o todo, si tu fulgor
deja la nube.
11
El alma que dispensa
furlana y rigodón en cada nueva
estación del camino se alimenta
de cerrada pasión, le reencuentra
en cada recodo más intensa.
Tu voz es esta alma dispersa.
Sobre hilos, sobre alas, al viento, al acaso,
con el favor de la musa o de una orden
regresa alegre o triste. Hablo de otro
y de otros que te ignoran y su esquema
es acá el que insiste: do re la sol sol...
12
Te limpio la frente de carámbanos
que recogiste atravesando las altas
nebulosas; tienes las plumas laceradas
de ciclones, despiertas en un sobresalto.
Mediodía: alarga en el recuadro el níspero
la sombra negra, se obstina en el cielo un sol
friolento; y las otras sombras que descantan
el callejón no saben que estás aquí.
13
La góndola que se desliza en un fuerte
resplandor de alquitrán y de amapolas,
la furtiva canción que se alzaba
desde las masas de cordajes, las altas puertas
cerradas sobre ti y risas de máscaras
que huían en bandadas –
¡una noche entre miles y mi noche
es más profunda! Se agita allá bajo
una pálida madeja que me reanima
a sacudones y me iguala a aquel absorto
pescador de anguilas en la ribera.
14
¿Arrecia sal o granizo? Hace estragos
de campánulas, arranca la cedrina.
Un tañido submarino se avecina
cuando tú lo despiertas, y se aleja.
La pianola de su infierno por sí misma
acelera los registros, sal en
las esferas del hielo ... – brilla como tú
cuando fingiste con tu timbre de aria
Lakmé en el Aria de las Campanillas.
15
En la primera claridad, cuando
súbitamente un rumor
de vía férrea me habla
de hombres cerrados en viaje
por el túnel de la piedra
iluminado a tajos
de cielo y agua mezclados;
en la primera oscuridad, cuando
el punzón que carcome
el escritorio redobla
su fervor y el paso
del guardián se detiene:
en la claridad y en la sombra,
estaciones todavía humanas
si tú en trenzarlas con tu hilo insistes.
16
La flor que se repite
a la orilla del barranco
no se olvida de mí,
no hay tinte más alegre ni más claro
que el espacio tendido entre tú y yo.
Un chirrido se descerraja, se aleja,
el azul obstinado no reaparece.
En el bochorno casi visible me transporta al opuesto
paradero el funicular.
17
La rana, antes de probar la cuerda
del estanque que sepulta
juncos y nubes, murmullos de algarrobos
abrazados donde enciende sus antorchas
un sol sin calor, tardo en las flores
zumbido de coleópteros que liban
todavía linfa, últimos sonidos, avara
vida de la campiña. Con un soplo
la hora se extingue: un cielo de pizarra
se prepara a un irrumpir de descarnados
caballos, a las chispas de los cascos.
18
No cortes, tijera, aquel rostro,
solo en la memoria que se dispersa,
no hagas de su gran rostro atento
mi niebla de siempre.
Un frío cala... Duro el golpe trunca.
Y la acacia herida se sacude
la cáscara de cigarra
en el primer fango de Noviembre.
19
La caña que despluma
blandamente su rojo
penacho en Primavera;
la senda en la zanja, sobre la negra
correntada sobrevolada de libélulas;
y el perro jadeante que regresa
con su fardo en la boca,
hoy aquí no me toca reconocer;
pero sí allá donde el reverbero quema más
y la polvareda se aplaca, más allá, sus
pupilas ya remotas, sólo dos
haces de luz cruzados.
Y el tiempo pasa.
20
... pero así sea. Un sonido de corneta
dialoga con los enjambres del robledal.
En la valva que el véspero refleja
un volcán pintado fuma contento.
La moneda incrustada en la lava
brilla también ella sobre la mesa
y retiene unas hojas. La vida que parecía
vasta es más breve que tu pañuelo.
Eugenio Montale (Génova, Italia, 1891 - Milán, Italia, 1981), Mottetti, edición de Dante Isella, Adelphi, Milán, 1992
Mottetti
Il balcone
Pareva facile giuoco
mutare in nulla lo spazio
che m'era aperto, in un tedio
malcerto il certo tuo fuoco.
Ora a quel vuoto ha congiunto
ogni mio tardo motivo,
sull'arduo nulla si spunta
l'ansia di attenderti vivo.
La vita che dà barlumi
è quella che sola tu scorgi.
A lei ti sporgi da questa
finestra che non s'illumina.
1
Lo sai: debbo riperderti e non posso.
Come un tiro aggiustato mi summuove
ogni opera, ogni grido e anche lo spiro
salino che straripa
dai moli e fa l'oscura primavera
di Sottoripa.
Paese di ferrame e alberature
a selva nella polvere del vespro.
Un ronzìo lungo viene dall'aperto,
strazia com'unghia ai vetri. Cerco il segno
smarrito, il pegno solo ch'ebbi in grazia
da te.
E l'inferno è certo.
2
Molti anni, e uno più duro sopra il lago
straniero su cui ardono i tramonti.
Poi scendesti dai monti a riportarmi
San Giorgio e il Drago.
Imprimerli potessi sul palvese
che s'agita alla frusta del grecale
in cuore … E per te scendere in un gorgo
di fedeltà, immortale.
3
Brina sui vetri; uniti
sempre e sempre in disparte
gl'infermi; e sopra i tavoli
i lunghi soliloqui sulle carte.
Fu il tuo esilio. Ripenso
anche al mio, alla mattina
quando udii tra gli scogli crepitare
la bomba ballerina.
E durarono a lungo i notturni giuochi
di Bengala: come in una festa.
È scorsa un'ala rude, t'ha sfiorato le mani,
ma invano: la tua carta non è questa.
4
Lontano, ero con te quando tuo padre
entrò nell'ombra e ti lasciò il suo addio.
Che seppi fino allora? Il logorìo
di prima mi salvò solo per questo:
che t'ignoravo e non dovevo: ai colpi
d'oggi lo so, se di laggiù s'inflette
un'ora e mi riporta Cumerlotti
o Anghébeni — tra scoppi di spolette
e i lamenti e l'accorrer delle squadre.
5
Addii, fischi nel buio, cenni, tosse
e sportelli abbassati. È l'ora. Forse
gli automi hanno ragione. Come appaiono
dai corridoi, murati!
. . . . . . . . . . . . . . . .
— Presti anche tu alla fioca
litania del tuo rapido quest'orrida
e fedele cadenza di carioca?—
6
La speranza di pure rivederti
m'abbandonava;
e mi chiesi se questo che mi chiude
ogni senso di te, schermo d'immagini,
ha i segni della morte o dal passato
è in esso, ma distorto e fatto labile,
in tuo barbaglio:
(a Modena, tra i portici,
un servo gallonato trascinava
due sciacalli al guinzaglio).
7
Il saliscendi bianco e nero dei
balestrucci dal palo
del telegrafo al mare
non conforta i tuoi crucci su lo scalo
né ti riporta dove più non sei.
Già profuma il sambuco fitto su
lo sterrato; il piovasco si dilegua.
Se il chiarore è un tregua
la tua cara minaccia la consuma.
8
Ecco il segno; s'innerva
sul muro che s'indora:
un frastaglio di palma
bruciato dai barbagli dell'aurora.
Il passo che proviene
dalla serra sì lieve,
non è felpato dalla neve, è ancora
tua vita, sangue tuo nelle mie vene.
9
Il ramarro, se scocca
sotto la grande fersa
dalle stoppie —
la vela, quando fiotta
e s'inabissa al salto
della rocca —
il connone di mezzodì
più fioco del tuo cuore
e il cronometro se
scatta senza rumore —
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
e poi? Luce di lampo
invano può mutarvi in alcunché
di ricco e strano. Altro era il tuo stampo.
10
Perché tardi? Nel pino lo scoiattolo
batte la coda a torcia sulla scorza.
La mezzaluna scende col suo picco
nel sole che la smorza. È giorno fatto.
A un soffio il pigro fumo trasalisce,
si difende nel punto che ti chiude.
Nulla finisce, o tutto, se tu fólgore
lasci la nube.
11
L'anima che dispensa
furlana e rigodone ad ogni nuova
stagione della strada, s'alimenta
della chiusa passione, la ritrova
a ogni angolo più intensa.
La tua voce è quest'anima diffusa.
Su fili, su ali, al vento, a caso, col
favore della musa o d'un ordegno,
ritorna lieta o triste. Parlo d'altro,
ad altri che t'ignora e il suo disegno
è là che insiste do re la sol sol . . .
12
Ti libero la fronte dai ghiaccioli
che raccogliesti traversando l'alte
nebulose; hai le penne lacerate
dai cicloni, ti desti a soprassalti.
Mezzodì: allunga nel riquadro il nespolo
l'ombra nera, s'ostina in cielo un sole
freddoloso; e l'altre ombre che scantonano
nel vicolo non sanno che sei qui.
13
La gondola che scivola in un forte
bagliore di catrame e di papaveri,
la subdola canzone che s'alzava
da masse di cordame, l'alte porte
rinchiuse su di te e risa di maschere
che fuggivano a frotte—
un sera tra mille e la mia notte
è più profunda! S'agita laggiù
uno smorto groviglio che m'avviva
a stratti e mi fa eguale a quell'assorto
pescatore d'anguille dalla riva.
14
Infuria sale o grandine? Fa strage
di campanule, svelle la cedrina.
Un rintocco subacqueo s'avvicina,
quale tu lo destavi, e s'allontana.
La pianola degl'inferi da sé
accelera i registri, sale nelle
sfere del gelo . . . — brilla come te
quando fingevi col tuo trillo d'aria
Lakmé nell'Aria delle Campanelle.
15
Al primo chiaro, quando
subitaneo un rumore
di ferrovia mi parla
di chiusi uomini in corsa
nel traforo del sasso
illuminato a tagli
da cieli ed acque misti;
al primo buio, quando
il bulino che tarla
la scrivanìa rafforza
16
Il fiore che ripete
dall'orlo del burrato
non scordarti di me,
non ha tinte più liete né più chiare
dello spazio gettato tra me e te.
Un cigolìo si sferra, ci discosta,
l'azzurro pervicace non ricompare.
Nell'afa quasi visibile mi riporta all'opposta
tappa, già buia, la funicolare.
17
La rana, prima a ritentar la corda
dallo stagno che affossa
giunchi e nubi, stormire dei carrubi
conserti dove spenge le sue fiaccole
un sole senza caldo, tardo ai fiori
ronzìo di coleotteri che suggono
ancora linfe, ultimi suoni, avara
vita della campagna. Con un soffio
l'ora s'estingue: un cielo di lavagna
si prepara a un irrompere di scarni
cavalli, alle scintille degli zoccoli.
il suo fervore e il passo
del guardiano s'accosta:
al chiaro e al buio, soste ancora umane
se tu a intrecciarle col tuo refe insisti.
18
Non recidere, forbice, quel volto,
solo nella memoria che si sfolla,
non far del grande suo viso in ascolto
la mia nebbia di sempre.
Un freddo cala . . . Duro il colpo svetta.
E l'acacia ferita da sé scrolla
il guscio de cicala
nella prima belletta di Novembre.
19
La canna che dispiuma
mollemente il suo rosso
flabello a primavera;
la rèdola nel fosso, su la nera
correntìa sorvolata di libellule;
e il cane trafelato che rincasa
col suo fardello in bocca,
oggi qui non mi tocca riconoscere;
ma là dove il riverbero più cuoce
e il nuvolo s'abbassa, oltre le sue
pupille ormai remote, solo due
fasci di luce in croce.
E il tempo passa.
20
. . . ma così sia. Un suono di cornetta
dialoga con gli sciami del querceto.
Nella valva che il vespero riflette
un volcano dipinto fuma lieto.
La moneta incassata nella lava
brilla anch'essa sul tavolo e trattiene
pochi fogli. La vita che sembrava
vasta è più breve del tuo fazzoletto.
Cristina Campo/ Dos poemas
El tigre ausencia
Ah el Tigre
el Tigre Ausencia
¡oh queridos
ha todo devorado
de este rostro vuelto
a ustedes! La boca sola,
pura,
ruega todavía
a ustedes: ruega todavía
que el Tigre,
el Tigre Ausencia
oh queridos
no devore la boca
y el ruego.
(La tigre assenza, Adelphi, Milán, 1991; originariamente publicado en Conoscenza Religiosa N° 3 en 1969)
La nieve estaba suspendida entre la noche y las calles...
La nieve estaba suspendida entre la noche y las calles
como el destino entre la mano y la flor.
En un sonido suave
de campanas dilecto has venido...
Como una vara floreció la vejez de estas escaleras.
¡Oh tierna tempestad
nocturna, rostro humano!
(Ahora toda la vida está en mi mirada,
estrella sobre ti, sobre el mundo que tu paso vuelve a cerrar)
(de Passo d’addio, Scheiwiller, Milán, 1956, vía Poesia in rete)
Cristina Campo (Vittoria Guerrini), Bolonia, 1923-Roma, 1977
Versiones de Jorge Aulicino
La tigre assenza
Ahi che la Tigre,
la tigre Assenza,
o amati,
ha tutto divorato
di questo volto rivolto
a voi! La bocca sola
pura
prega ancora
voi: di pregare ancora
perché la Tigre,
la Tigre Assenza,
o amati,
non divori la bocca
e la preghiera…
La neve era sospesa tra la notte e le strade
La neve era sospesa tra la notte e le strade
Come il destino tra la mano e il fiore.
In un suono soave
Di campane diletto sei venuto…
Come una verga è fiorita la vecchiezza di queste scale.
O tenera tempesta
Notturna, volto umano!
(Ora tutta la vita è nel mio sguardo,
stella su te, sul mondo che il tuo passo richiude).
---
Foto: 900 Letterario
revisado en nov. 12 de 2019
martes, mayo 22, 2007
Cierta dureza en la sintaxis, 3
28
Puso el pie entre el caniche y una mujer
para bajar el escalón hacia la calle
cuando pasó ante sus ojos ese rostro joven desfigurado
por un lampazo de rápidas galaxias.
Suele hablarse de las pinturas fáciles con gramática compleja.
A este Bacon que se interpuso entre el perro trivial
y la imagen de la vacua vereda de enfrente
nada es posible agregar.
En los ojos no había desesperación
y la mandíbula se iba hacia el Oriente
mientras pasaba oteando el mundo de los otros
aquella figura concebida con apuro por el dolor indiferente
--vencido por las sociales cuestiones de una Cartago
en llamas, abrumado por la clásica escultura
de un Prometeo entregado a los buitres, conmovido
por la furia de los pobres, el pintor estaba ausente.
Solo Bacon pudo haber dicho: ella está en el orden
de los planetas que os abandonan.
Jorge Aulicino, Cierta dureza en la sintaxis, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2008
Puso el pie entre el caniche y una mujer
para bajar el escalón hacia la calle
cuando pasó ante sus ojos ese rostro joven desfigurado
por un lampazo de rápidas galaxias.
Suele hablarse de las pinturas fáciles con gramática compleja.
A este Bacon que se interpuso entre el perro trivial
y la imagen de la vacua vereda de enfrente
nada es posible agregar.
En los ojos no había desesperación
y la mandíbula se iba hacia el Oriente
mientras pasaba oteando el mundo de los otros
aquella figura concebida con apuro por el dolor indiferente
--vencido por las sociales cuestiones de una Cartago
en llamas, abrumado por la clásica escultura
de un Prometeo entregado a los buitres, conmovido
por la furia de los pobres, el pintor estaba ausente.
Solo Bacon pudo haber dicho: ella está en el orden
de los planetas que os abandonan.
Jorge Aulicino, Cierta dureza en la sintaxis, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2008
jueves, mayo 17, 2007
Geoffrey Hill / Los fragmentos de Asís
Los fragmentos de Asís
Para G. Wilson Knight
1
León y leona, apacibles
E inflamables bestias,
En su preciso peligro mantuvieron
Distancia y reposo –
Y allí la serpiente
Hizo brillar su cabeza
Inocentemente.
2
Pues el halcón tuvo su persecución,
Pues la muerte abrió sus ojos
De niño. Pues los ángeles superaron
A Adán: Él fue amancillado
Por bálsamo. Creador, y criatura
Hecha de tierra no natural;
Aulló al cuervo: Encuéntrame;
Al lobo: Come, mi hermano;
Y al fuego: Estoy limpio.
Geoffrey Hill (Bromsgrove, Reino Unido, 1932-Cambridge, Reino Unido, 2016),de King Log, 1968. Versión de Andrew Hax.
The Assisi Fragments
To G. Wilson Knight
1
Lion and lioness, the mild/Inflammable beasts,/ At their precise peril kept/Distance and repose –/And there the serpent/Innocently shone its head.
2
So the hawk had it’s pursuit. So Death/Opened its childish eyes. So the angels/Overcame Adam: he was defiled/By Balm. Creator, and creature made/Of unnatural earth, he howled/To the raven find me; to the wolf/Eat, my brother; and to the fire I am clean.
Para G. Wilson Knight
1
León y leona, apacibles
E inflamables bestias,
En su preciso peligro mantuvieron
Distancia y reposo –
Y allí la serpiente
Hizo brillar su cabeza
Inocentemente.
2
Pues el halcón tuvo su persecución,
Pues la muerte abrió sus ojos
De niño. Pues los ángeles superaron
A Adán: Él fue amancillado
Por bálsamo. Creador, y criatura
Hecha de tierra no natural;
Aulló al cuervo: Encuéntrame;
Al lobo: Come, mi hermano;
Y al fuego: Estoy limpio.
Geoffrey Hill (Bromsgrove, Reino Unido, 1932-Cambridge, Reino Unido, 2016),de King Log, 1968. Versión de Andrew Hax.
The Assisi Fragments
To G. Wilson Knight
1
Lion and lioness, the mild/Inflammable beasts,/ At their precise peril kept/Distance and repose –/And there the serpent/Innocently shone its head.
2
So the hawk had it’s pursuit. So Death/Opened its childish eyes. So the angels/Overcame Adam: he was defiled/By Balm. Creator, and creature made/Of unnatural earth, he howled/To the raven find me; to the wolf/Eat, my brother; and to the fire I am clean.
---
Foto: The Telegraph
miércoles, mayo 16, 2007
nacido así
Charles Bukowski por Charles Bukowski
(Andernach, Alemania, 16 de agosto de 1920 - Los Ángeles, Estados Unidos, 9 de marzo de 1994)
Versión de Andrew Hax
nacido así
a esto
mientras sonríen las caras de tiza
mientras la señora muerte se ríe
mientras paisajes políticos se disuelven
mientras que peces aceitosos escupen su presa aceitosa
nosotros nacemos así
a esto
a hospitales que son tan caros
que es más barato morir
a abogados que cobran tanto
que es más barato confesarse culpable
a un país donde las cárceles están repletas
y los manicomios clausurados
a un lugar donde las masas elevan a necios
a héroes ricos
nacido a esto
caminando y viviendo a través de esto
muriendo por esto
castrado
corrompido
desheredado
por esto
los dedos se extienden hacia un dios que no responde
los dedos se extienden hacia la botella
la píldora, la pólvora
nacemos a la letalidad amarga
en las calles habrá asesinato abierto y sin castigo
será armas y muchedumbres vagabundas
la tierra será inútil
la comida será un bien con retornos en baja
la energía nuclear será tomada por la gente
explosiones sacudirán a la tierra continuamente
hombres contaminados con radiación
comerán la carne de hombres contaminados con radiación
los cuerpos podridos de hombres y animales
apestarán el viento oscuro
y habrá el silencio más bello nunca oído
nacido de eso
el sol escondido allí
esperando el próximo capítulo
Charles Bukowski por Charles Bukowski
(Andernach, Alemania, 16 de agosto de 1920 - Los Ángeles, Estados Unidos, 9 de marzo de 1994)
Versión de Andrew Hax
nacido así
a esto
mientras sonríen las caras de tiza
mientras la señora muerte se ríe
mientras paisajes políticos se disuelven
mientras que peces aceitosos escupen su presa aceitosa
nosotros nacemos así
a esto
a hospitales que son tan caros
que es más barato morir
a abogados que cobran tanto
que es más barato confesarse culpable
a un país donde las cárceles están repletas
y los manicomios clausurados
a un lugar donde las masas elevan a necios
a héroes ricos
nacido a esto
caminando y viviendo a través de esto
muriendo por esto
castrado
corrompido
desheredado
por esto
los dedos se extienden hacia un dios que no responde
los dedos se extienden hacia la botella
la píldora, la pólvora
nacemos a la letalidad amarga
en las calles habrá asesinato abierto y sin castigo
será armas y muchedumbres vagabundas
la tierra será inútil
la comida será un bien con retornos en baja
la energía nuclear será tomada por la gente
explosiones sacudirán a la tierra continuamente
hombres contaminados con radiación
comerán la carne de hombres contaminados con radiación
los cuerpos podridos de hombres y animales
apestarán el viento oscuro
y habrá el silencio más bello nunca oído
nacido de eso
el sol escondido allí
esperando el próximo capítulo
martes, mayo 15, 2007
William Carlos Williams / De "Paterson"
Las multitudes se concentraron el día señalado, a ambos lados. Apareció él y pronunció un corto discurso, como se esperaba. ¡Un discurso! ¿Qué podía decir sino que tenía que saltar, desesperadamente, para completar la faena? Y se arrojó a la corriente. En lugar de descender en picado, hizo ondear su cuerpo. El discurso le habría fallado, estaba confuso. La palabra había sido despojada de su sentido. No hay error en Sam Patch. Golpeó el agua de lado y desapareció.
William Carlos Williams, Paterson, versión de Margarita Andanaz, Cátedra, Madrid, 2001
William Carlos Williams, Paterson, versión de Margarita Andanaz, Cátedra, Madrid, 2001
Pues, del mismo modo, la ciudad de menguada población no será autosuficiente (y la ciudad ha de ser autosuficiente), al paso que otra de excesiva población, por más que pueda bastarse en sus necesidades, será como un conglomerado étnico, pero no será una ciudad, ya que no le será fácil tener un gobierno constitucional. ¿Quién podrá, en efecto, ser general de una multitud tan considerablemente excesiva, o quién podrá ser su heraldo, a menos de tener una voz estentórea? La ciudad mínima, por lo tanto, requiere de un mínimo de población que pueda bastarse a sí misma para vivir una vida decorosa en una comunidad política.
Aristóteles, Etica Nicomaquea. Política, Traducc. Antonio Gómez Robledo, Editorial Porrúa, México, 1994
Aristóteles, Etica Nicomaquea. Política, Traducc. Antonio Gómez Robledo, Editorial Porrúa, México, 1994
sábado, mayo 12, 2007
Sergio Esenin, Vladimiro Maiacovski / Duelo
Fotos: Esenin- Maiacovski
En pleno proceso revolucionario en Rusia, el poeta Sergio Esenin apareció colgado en el hotel Inglaterra, en Leningrado, las venas cortadas. Esénin, poeta del lar, de la aldea, había virado hacia la poesía revolucionaria y su muerte causó un enorme impacto. Vladimiro Maiacovski, líder del futurismo y en términos teológicos, oficialista, se sintió obligado a contrarrestar el efecto dramático y político de este suicidio. Su artículo "Cómo se hacen los versos" es, al estilo de "Método de composición", de Poe, una explicación de cómo fue concebido su poema "A Sergio Esénin", y, sobre todo, de por qué. Maiscovsky relata: "Su fin afligió sencillamente, humanamente. Pero de pronto su muerte me pareció algo completamente natural y lógico. Me enteré de la noticia de noche. Mi aflicción posiblemente hubiese continuado hasta ir calmándose, pero a la mañana siguiente los diarios publicaron las estrofas de su poema póstumo, que finaliza así: En esta vida, vivir no es cosa nueva / Pero vivir tampoco es novedoso. Después de estas estrofas, la muerte de Esenin -sigue Maiacovski- se transformó en un hecho literario. Era evidente que este poema fuerte precisamente haría vacilar a muchos y los podría conducir al suicidio". Y enseguida: "De esta manera y por esta razón los poetas de la URSS recibieron el encargo social de escribir sobre Esénin. El encargo era excepcional, importantísimo y urgente, pues las estrofas de Esénin comenzaban a obrar rápido y con puntería" (Maiacovski, Obras escogidas, traducción de Lila Guerrero, Editorial Platina, Buenos Aires, 1957).
Maiacovski, quien a su vez se suicidó en 1929, asumió el encargo y produjo una larga réplica al autoepitafio de Esenin. El poema de Maiacovski concluye con una paráfrasis de los versos finales de la despedida de Esenin.
HASTA LA VISTA...
Hasta la vista, amigo mío, hasta la vista.
Querido mío, estás en mi pecho.
La predestinada separación
promete una cita en el porvenir.
Hasta la vista, amigo mío, sin dar la mano, sin palabras.
No te afijas; no pongas tan triste el ceño.
En esta vida el morir no es cosa nueva;
pero el vivir —seguro— es menos novedad.
(Escrito con sangre en la noche del 27 de diciembre de 1925, en Leningrado)
Sergio Esenin, Ediciones M. Segura, Buenos Aires, Argentina, 1958
Traducción de Vera Vinogradova. Arreglo de Octavio Corvalán.
Vía Nostalgias Imperiales
*
A SERGIO ESENIN
Usted se fue,
como se dice,
al otro mundo.
¡Qué vacío!
Vuela usted
hasta incrustarse en las estrellas.
No lo ayuda ya
ni el dinero
ni el bodegón.
¡Sobriedad pura!
No, Esénin, no me burlo.
En la garganta
el dolor ajusta un nudo
y no es la risa...
Yo veo
sus brazos colgando
y su mano cortada,
balanceando la propia bolsa de sus huesos.
¡Qué hace!
¡Deje!
¿Está usted en su juicio?
Dejar que las mejillas
se cubran de tiza mortal.
Si usted sabía cantar
como nadie en este mundo.
¿Por qué?
¿Para qué?
Se encogen asombrados
los críticos rezongan -Es el vino,
es aquello
o lo de más allá.
Y como resultado, mucho vino y cerveza.
Cambiando
la bohemia por la "clase",
la clase tendría influencia sobre usted
y no habría por qué pelear.
¿Y la "clase" acaso
calma la sed con limonada?
La clase no es idiota,
sabe beber.
Es decir
si contase con el apoyo
de algunos de los del Puesto (1)
tendría otra orientación
y usted escribiría cada día
cien estrofas fatigantes y largas
como las de Doronin.
A mi juicio, realizándose semejante pesadilla
usted igual se colgaría.
Es mejor morir de vodka
que de aburrimiento.
No revelarían
la causa de esta pérdida
ni la cuerda
ni el puñal suicida.
Tal vez si hubiese tinta en el hotel Inglaterra
no tendría razones
para cortarse las venas.
Los imitadores se alegraron -¡Bis!
Contra él
casi un pelotón entero
pareciera haber realizado el atentado.
¿Para qué aumentar el número de suicidas?
Mejor aumentar la cantidad de tinta.
Ahora se cerraron los labios para siempre.
Inoportuno
y penoso
es hablar de estos misterios.
Al pueblo,
al creador del idioma,
se le ha muerto
un sonoro
cantaor
vicemaestro.
Y llevan los versos viejos al velorio,
sacados de otro entierro,
casi sin rehacer,
sin afilar las rimas.
¿Acaso
así se debe rendir homenaje a este poeta?
A usted
aún
no le han erigido monumento.
¿Dónde está el bronce sonoro
o las aristas de granito?
Al pie del monumento ya han dejado
homenajes y dedicatorias.
Su nombre
ya lo bordan con mocos en todos los pañuelitos.
Sus versos los entona cantando Sóbinov
saliendo detrás de un abedul de decorado.
"Oh amigo mío
ni palabras ni suspiros".
¡Eh!
Hablaría yo de otra manera
con ese Leónidas Lohengrinóide!
Me levantaría
aquí
estridentemente escandaloso -¡No permito
babear ni ajar el verso!
Los dejaría sordos con un silbido de tres pisos
y los mandaría a casa de su madre, de Dios y de su abuela.
Hasta destrozar esa mediocridad insoportable.
Hasta hacer trizas al bigotudo Kógan
clavado con lanzas más agudas que sus bigotes retorcidos.
Lo malo
por desgracia
es lo que más abunda.
Asuntos hay muchos
sólo hace falta tiempo.
Hay que transformar
primero la vida;
transformada,
la podremos cantar.
Nuestro tiempo
es difícil para la pluma.
Pero decídme vosotros,
mutilados y lisiados,
dónde,
cuándo
y cuál de los grandes
eligió el camino más gastado y más fácil.
Verbo,
comandante en jefe de la fuerza humana,
¡march!
Para que el tiempo quede atrás hecho girones
y únicamente el viento
despeine los mechones de pelo alborotado.
¡Para la alegría nuestro planeta
está poco preparado!
Debemos arrancar la alegría
a los días venideros.
En esta vida
morir es cosa fácil.
Hacer vida
es mucho más difícil.
Vladimiro Maiacovski, Obras escogidas, traducción de Lila Guerrero, Editorial Platina, Buenos Aires, 1957
(1) "Puesto": Órgano de la Asociación de Escritores Proletarios.
*
A SERGIO ESENIN
Usted se fue,
como se dice,
al otro mundo.
¡Qué vacío!
Vuela usted
hasta incrustarse en las estrellas.
No lo ayuda ya
ni el dinero
ni el bodegón.
¡Sobriedad pura!
No, Esénin, no me burlo.
En la garganta
el dolor ajusta un nudo
y no es la risa...
Yo veo
sus brazos colgando
y su mano cortada,
balanceando la propia bolsa de sus huesos.
¡Qué hace!
¡Deje!
¿Está usted en su juicio?
Dejar que las mejillas
se cubran de tiza mortal.
Si usted sabía cantar
como nadie en este mundo.
¿Por qué?
¿Para qué?
Se encogen asombrados
los críticos rezongan -Es el vino,
es aquello
o lo de más allá.
Y como resultado, mucho vino y cerveza.
Cambiando
la bohemia por la "clase",
la clase tendría influencia sobre usted
y no habría por qué pelear.
¿Y la "clase" acaso
calma la sed con limonada?
La clase no es idiota,
sabe beber.
Es decir
si contase con el apoyo
de algunos de los del Puesto (1)
tendría otra orientación
y usted escribiría cada día
cien estrofas fatigantes y largas
como las de Doronin.
A mi juicio, realizándose semejante pesadilla
usted igual se colgaría.
Es mejor morir de vodka
que de aburrimiento.
No revelarían
la causa de esta pérdida
ni la cuerda
ni el puñal suicida.
Tal vez si hubiese tinta en el hotel Inglaterra
no tendría razones
para cortarse las venas.
Los imitadores se alegraron -¡Bis!
Contra él
casi un pelotón entero
pareciera haber realizado el atentado.
¿Para qué aumentar el número de suicidas?
Mejor aumentar la cantidad de tinta.
Ahora se cerraron los labios para siempre.
Inoportuno
y penoso
es hablar de estos misterios.
Al pueblo,
al creador del idioma,
se le ha muerto
un sonoro
cantaor
vicemaestro.
Y llevan los versos viejos al velorio,
sacados de otro entierro,
casi sin rehacer,
sin afilar las rimas.
¿Acaso
así se debe rendir homenaje a este poeta?
A usted
aún
no le han erigido monumento.
¿Dónde está el bronce sonoro
o las aristas de granito?
Al pie del monumento ya han dejado
homenajes y dedicatorias.
Su nombre
ya lo bordan con mocos en todos los pañuelitos.
Sus versos los entona cantando Sóbinov
saliendo detrás de un abedul de decorado.
"Oh amigo mío
ni palabras ni suspiros".
¡Eh!
Hablaría yo de otra manera
con ese Leónidas Lohengrinóide!
Me levantaría
aquí
estridentemente escandaloso -¡No permito
babear ni ajar el verso!
Los dejaría sordos con un silbido de tres pisos
y los mandaría a casa de su madre, de Dios y de su abuela.
Hasta destrozar esa mediocridad insoportable.
Hasta hacer trizas al bigotudo Kógan
clavado con lanzas más agudas que sus bigotes retorcidos.
Lo malo
por desgracia
es lo que más abunda.
Asuntos hay muchos
sólo hace falta tiempo.
Hay que transformar
primero la vida;
transformada,
la podremos cantar.
Nuestro tiempo
es difícil para la pluma.
Pero decídme vosotros,
mutilados y lisiados,
dónde,
cuándo
y cuál de los grandes
eligió el camino más gastado y más fácil.
Verbo,
comandante en jefe de la fuerza humana,
¡march!
Para que el tiempo quede atrás hecho girones
y únicamente el viento
despeine los mechones de pelo alborotado.
¡Para la alegría nuestro planeta
está poco preparado!
Debemos arrancar la alegría
a los días venideros.
En esta vida
morir es cosa fácil.
Hacer vida
es mucho más difícil.
Vladimiro Maiacovski, Obras escogidas, traducción de Lila Guerrero, Editorial Platina, Buenos Aires, 1957
(1) "Puesto": Órgano de la Asociación de Escritores Proletarios.
viernes, mayo 11, 2007
América
Centro de hijas iguales, hijos iguales
Todos, todos parecidos, queridos, crecidos,
No crecidos, jóvenes o viejos,
Fuertes, amplios, bellos, duraderos, capaces, ricos,
Perennes con la Tierra, con Libertad, Ley y Amor,
Una grande, cuerda, altísima, madre sentada,
Sentada en el adamante del Tiempo.
Walt Whitman (West Hills, condado de Suffolk, Nueva York, 1819 – Camden, Nueva Jersey, 1892).
Versión de Andrew Hax.
America
Centre of equal daughters, equal sons
All, all alike endear'd, grown, ungrown, young or old,
Strong, ample, fair, enduring, capable, rich,
Perennial with the Earth, with Freedom, Law and Love,
A grand, sane, towering, seated Mother,
Chair'd in the adamant of Time.
Walt Whitman in voce
Centro de hijas iguales, hijos iguales
Todos, todos parecidos, queridos, crecidos,
No crecidos, jóvenes o viejos,
Fuertes, amplios, bellos, duraderos, capaces, ricos,
Perennes con la Tierra, con Libertad, Ley y Amor,
Una grande, cuerda, altísima, madre sentada,
Sentada en el adamante del Tiempo.
Walt Whitman (West Hills, condado de Suffolk, Nueva York, 1819 – Camden, Nueva Jersey, 1892).
Versión de Andrew Hax.
America
Centre of equal daughters, equal sons
All, all alike endear'd, grown, ungrown, young or old,
Strong, ample, fair, enduring, capable, rich,
Perennial with the Earth, with Freedom, Law and Love,
A grand, sane, towering, seated Mother,
Chair'd in the adamant of Time.
Walt Whitman in voce
jueves, mayo 10, 2007
Raúl Artola / Dao rojo fuego
Uno mira el cuadro
se conmueve, lo comenta
y dice: esta mujer es feliz
no pueden faltarle hombre,
mujer, vecinos, hijos
que la amen.
Uno mira el cuadro
y le dan ganas de llorar
por uno mismo.
Después nos enteramos
que la autora ha pasado
malos tiempos:
estuvo internada
toma barbitúricos
y nadie la cuida.
Raúl Artola, 1947. Vive en Viedma. Dirige la revista El Camarote - Arte y Cultura desde la Patagonia
Artola en La Infancia del Procedimiento
se conmueve, lo comenta
y dice: esta mujer es feliz
no pueden faltarle hombre,
mujer, vecinos, hijos
que la amen.
Uno mira el cuadro
y le dan ganas de llorar
por uno mismo.
Después nos enteramos
que la autora ha pasado
malos tiempos:
estuvo internada
toma barbitúricos
y nadie la cuida.
Raúl Artola, 1947. Vive en Viedma. Dirige la revista El Camarote - Arte y Cultura desde la Patagonia
miércoles, mayo 09, 2007
Philip Larkin / Días
¿Para qué sirven los días?
Los días son donde vivimos.
Vienen, nos despiertan
Una y otra vez.
Son para estar felices
dentro de ellos.
¿Dónde podemos vivir,
salvo en los días?
Ah, solucionar esa pregunta
Trae al cura y al doctor
Con sus largas chaquetas
Corriendo a través de los campos.
Los días son donde vivimos.
Vienen, nos despiertan
Una y otra vez.
Son para estar felices
dentro de ellos.
¿Dónde podemos vivir,
salvo en los días?
Ah, solucionar esa pregunta
Trae al cura y al doctor
Con sus largas chaquetas
Corriendo a través de los campos.
Philip Larkin (Coventry, Inglaterra, 1922 -Hull, Inglaterra, 1985), The Whitsun Weddings, Faber and Faber, Londres, 1967
Versión de Andrew Hax
Days
What are days for?/Days are where we live./They come, they wake us/Time and time over./They are to be happy in:/Where can we live but days?//Ah, solving that question/Brings the priest and the doctor/In their long coats/Running over the fields.
---
Foto: The Hull of Fame
What are days for?/Days are where we live./They come, they wake us/Time and time over./They are to be happy in:/Where can we live but days?//Ah, solving that question/Brings the priest and the doctor/In their long coats/Running over the fields.
---
Foto: The Hull of Fame
martes, mayo 08, 2007
Jubilate Agno (fragmento)
Pues consideraré a mi gato Jeoffry.
Un fragmento del poema Jubilate Agno (1762),
de Christopher Smart (1722- 1771).
Versión de Andrew Hax.
Pues consideraré a mi gato Jeoffry.
Pues es el sirviente del Dios Vivo y diariamente y debidamente lo sirve a El.
Pues a la primera vista de la gloria de Dios en el Este, él lo venera a su modo.
Pues esto lo hace torciendo su cuerpo en siete vueltas redondas con elegante rapidez.
Pues entonces brinca para agarrar el almizcle que es la bendición de Dios sobre su oración.
Pues se vuelca sobre su espalda para trabajar en ello.
Pues con su deber hecho y su bendición recibida comienza a considerarse a sí mismo.
Pues esto lo hace en diez etapas.
Pues en primer lugar se mira las patas para ver si están limpias.
Pues en segundo lugar larga una patada para atrás para aclarar todo por allí.
Pues en tercer lugar se da un estirón con las patas de adelante extendidas.
Pues en cuarto lugar afila sus garras en madera.
Pues en quinto lugar se limpia a sí mismo.
Pues en sexto lugar se revuelca sobre lo limpio.
Pues en séptimo lugar se despulga, para no ser interrumpido sobre la marcha.
Pues en octavo lugar se frota contra un palo.
Pues en noveno lugar mira hacia a arriba para recibir sus instrucciones.
Pues en décimo lugar sale en búsqueda de comida.
Pues habiendo considerado a Dios y a sí mismo, considerará a su vecino.
Pues si se encuentra con otro gato lo besará en gentileza.
Pues cuando toma su presa, juega con ella para darle una oportunidad.
Pues un ratón de cada siete se escapa por sus coqueteos.
Pues cuando el trabajo del día concluye comienza su quehacer más serio.
Pues mantiene la vigilancia del Señor durante la noche contra el Adversario.
Pues contrarresta los poderes de la oscuridad con su piel eléctrica y sus ojos que deslumbran.
Pues trabaja en contra el Diablo --que es la muerte-- zarpando por la vida.
Pues en sus plegarias matutinas él ama el sol y el sol lo ama a él.
Pues es de la tribu del Tigre.
Pues el Gato Querubín es un término del Tigre Ángel.
Pues tiene la sutileza y el silbido de la serpiente, que en su bondad lo suprime.
Pues no cometerá destrucciones, si esta bien alimentado, y tampoco escupirá sin provocación.
Pues ronronea en gratitud, cuando Dios le dice que es un buen gato.
Pues es un instrumento por el cual los niños aprenden benevolencia.
Pues cada casa es incompleta sin él y le falta una bendición de espíritu.
Pues el Señor encomendó a Moisés en cuanto a los gatos en la salida de los Hijos de Israel hacia Egipto.
Pues cada familia tuvo un gato, por lo menos, en una bolsa.
Pues los gatos ingleses son los mejores de Europa.
Pues es el más limpio en el uso de sus garras de todos los cuadrúpedos.
Pues la destreza de su defensa es una instancia del extremo amor de Dios hacia él.
Pues es el más rápido en su marco que cualquiera criatura.
Pues es tenaz en su punto.
Pues es una mezcla de gravedad y de travesura.
Pues sabe que Dios es su salvador.
Pues no hay otra cosa más dulce que su paz cuando está en su descanso.
Pues no hay nada más vigoroso que su vida cuando está en movimiento.
Pues es de los pobres de Dios y por eso es llamado por benevolencia perpetuamente -- ¡Pobre Jeoffry! ¡Pobre Jeoffry! La rata ha mordido su garganta.
Pues yo bendigo en nombre del Señor Jesús que Jeoffry se ha mejorado.
Pues el espíritu divino desciende por encima de su cuerpo para sostenerlo como un gato completo.
Pues su lengua es tan extremadamente pura que tiene en pureza lo que le falta en música.
Pues él es dócil y puede aprender ciertas cosas.
Pues se puede armar de gravedad que es la paciencia por encima de la aprobación.
Pues puede ir a buscar y traer, que es la paciencia en el empleo.
Pues puede saltar por encima de un palo, que es la paciencia sobre la comprobación positiva.
Pues puede moverse y menearse en el momento que es mandado.
Pues puede saltar de una eminencia al pecho de su maestro.
Pues puede agarrar el corcho y tirarlo de nuevo.
Pues es odiado por el hipócrita y el avaro.
Pues el anterior es temeroso de ser descubierto.
Pues el siguiente rehúsa de la acusación.
Pues arquea su espalda para soportar la primera idea de trabajo.
Pues es bueno para contemplar, si un hombre se expresara con cuidado.
Pues hizo una gran figura en Egipto por sus servicios señalados.
Pues mató la rata Ichneumon, muy perniciosa para la tierra.
Pues sus orejas son tan agudas que nuevamente pican.
Pues de esto procede la rapidez de su atención.
Pues por acariciarlo he descubierto la electricidad.
Pues percibí la luz de Dios a su alrededor creciendo y en fuego.
Pues el fuego eléctrico es la sustancia espiritual que Dios manda desde el cielo para sostener los cuerpos tanto del hombre como de las bestias.
Pues Dios lo ha bendecido en la variedad de sus movimientos.
Pues, aunque no puede volar, es un excelente trepador.
Pues sus movimientos sobre la tierra son más que los de cualquier otro cuadrúpedo.
Pues puede pisar todos los acordes de la música.
Pues puede nadar por la vida.
Pues puede deslizarse.
Un fragmento del poema Jubilate Agno (1762),
de Christopher Smart (1722- 1771).
Versión de Andrew Hax.
Pues consideraré a mi gato Jeoffry.
Pues es el sirviente del Dios Vivo y diariamente y debidamente lo sirve a El.
Pues a la primera vista de la gloria de Dios en el Este, él lo venera a su modo.
Pues esto lo hace torciendo su cuerpo en siete vueltas redondas con elegante rapidez.
Pues entonces brinca para agarrar el almizcle que es la bendición de Dios sobre su oración.
Pues se vuelca sobre su espalda para trabajar en ello.
Pues con su deber hecho y su bendición recibida comienza a considerarse a sí mismo.
Pues esto lo hace en diez etapas.
Pues en primer lugar se mira las patas para ver si están limpias.
Pues en segundo lugar larga una patada para atrás para aclarar todo por allí.
Pues en tercer lugar se da un estirón con las patas de adelante extendidas.
Pues en cuarto lugar afila sus garras en madera.
Pues en quinto lugar se limpia a sí mismo.
Pues en sexto lugar se revuelca sobre lo limpio.
Pues en séptimo lugar se despulga, para no ser interrumpido sobre la marcha.
Pues en octavo lugar se frota contra un palo.
Pues en noveno lugar mira hacia a arriba para recibir sus instrucciones.
Pues en décimo lugar sale en búsqueda de comida.
Pues habiendo considerado a Dios y a sí mismo, considerará a su vecino.
Pues si se encuentra con otro gato lo besará en gentileza.
Pues cuando toma su presa, juega con ella para darle una oportunidad.
Pues un ratón de cada siete se escapa por sus coqueteos.
Pues cuando el trabajo del día concluye comienza su quehacer más serio.
Pues mantiene la vigilancia del Señor durante la noche contra el Adversario.
Pues contrarresta los poderes de la oscuridad con su piel eléctrica y sus ojos que deslumbran.
Pues trabaja en contra el Diablo --que es la muerte-- zarpando por la vida.
Pues en sus plegarias matutinas él ama el sol y el sol lo ama a él.
Pues es de la tribu del Tigre.
Pues el Gato Querubín es un término del Tigre Ángel.
Pues tiene la sutileza y el silbido de la serpiente, que en su bondad lo suprime.
Pues no cometerá destrucciones, si esta bien alimentado, y tampoco escupirá sin provocación.
Pues ronronea en gratitud, cuando Dios le dice que es un buen gato.
Pues es un instrumento por el cual los niños aprenden benevolencia.
Pues cada casa es incompleta sin él y le falta una bendición de espíritu.
Pues el Señor encomendó a Moisés en cuanto a los gatos en la salida de los Hijos de Israel hacia Egipto.
Pues cada familia tuvo un gato, por lo menos, en una bolsa.
Pues los gatos ingleses son los mejores de Europa.
Pues es el más limpio en el uso de sus garras de todos los cuadrúpedos.
Pues la destreza de su defensa es una instancia del extremo amor de Dios hacia él.
Pues es el más rápido en su marco que cualquiera criatura.
Pues es tenaz en su punto.
Pues es una mezcla de gravedad y de travesura.
Pues sabe que Dios es su salvador.
Pues no hay otra cosa más dulce que su paz cuando está en su descanso.
Pues no hay nada más vigoroso que su vida cuando está en movimiento.
Pues es de los pobres de Dios y por eso es llamado por benevolencia perpetuamente -- ¡Pobre Jeoffry! ¡Pobre Jeoffry! La rata ha mordido su garganta.
Pues yo bendigo en nombre del Señor Jesús que Jeoffry se ha mejorado.
Pues el espíritu divino desciende por encima de su cuerpo para sostenerlo como un gato completo.
Pues su lengua es tan extremadamente pura que tiene en pureza lo que le falta en música.
Pues él es dócil y puede aprender ciertas cosas.
Pues se puede armar de gravedad que es la paciencia por encima de la aprobación.
Pues puede ir a buscar y traer, que es la paciencia en el empleo.
Pues puede saltar por encima de un palo, que es la paciencia sobre la comprobación positiva.
Pues puede moverse y menearse en el momento que es mandado.
Pues puede saltar de una eminencia al pecho de su maestro.
Pues puede agarrar el corcho y tirarlo de nuevo.
Pues es odiado por el hipócrita y el avaro.
Pues el anterior es temeroso de ser descubierto.
Pues el siguiente rehúsa de la acusación.
Pues arquea su espalda para soportar la primera idea de trabajo.
Pues es bueno para contemplar, si un hombre se expresara con cuidado.
Pues hizo una gran figura en Egipto por sus servicios señalados.
Pues mató la rata Ichneumon, muy perniciosa para la tierra.
Pues sus orejas son tan agudas que nuevamente pican.
Pues de esto procede la rapidez de su atención.
Pues por acariciarlo he descubierto la electricidad.
Pues percibí la luz de Dios a su alrededor creciendo y en fuego.
Pues el fuego eléctrico es la sustancia espiritual que Dios manda desde el cielo para sostener los cuerpos tanto del hombre como de las bestias.
Pues Dios lo ha bendecido en la variedad de sus movimientos.
Pues, aunque no puede volar, es un excelente trepador.
Pues sus movimientos sobre la tierra son más que los de cualquier otro cuadrúpedo.
Pues puede pisar todos los acordes de la música.
Pues puede nadar por la vida.
Pues puede deslizarse.
lunes, mayo 07, 2007
Silvia Dabul / Multiplicación
Próxima a territorio
de murciélagos duerme
entre telones
con una ventana abierta
rigor de oscuridad
ramalazos de agua helada
ni duda
ni estigma
aparecen en la escena
de rodillas desentierra
divide bulbos bajo el sol
desliza las manos por el vestido
palma dorso
hasta dejarlas limpias
dorso
palma
libres de temblor
de toda náusea
Silvia Dabul (Mendoza, Argentina, 1962), Lo que se nombra, Ediciones en Danza, 2006
de murciélagos duerme
entre telones
con una ventana abierta
rigor de oscuridad
ramalazos de agua helada
ni duda
ni estigma
aparecen en la escena
de rodillas desentierra
divide bulbos bajo el sol
desliza las manos por el vestido
palma dorso
hasta dejarlas limpias
dorso
palma
libres de temblor
de toda náusea
Silvia Dabul (Mendoza, Argentina, 1962), Lo que se nombra, Ediciones en Danza, 2006
domingo, mayo 06, 2007
Hablaré de los videojuegos porque se mencionan recurrentemente vinculados a una violencia nihilista, cuando realmente son el mayor antídoto contemporáneo contra el Vacío y la Nada. Obviamente vivimos en un mundo complejo, sin ideales colectivos, apático y anodino, sin proyectos revolucionarios, aislado, decadente y feo, sin esperaza y desencantado; pero cualquier videojuego nos ofrece una misión en un mundo vivo y coherente, nos da unos objetivos atractivos, nos aporta una visión de amigos y enemigos, personajes carismáticos, desafíos y estrategias, nos sumerge en una historia de búsqueda y sentido.
Rizomas
martes, mayo 01, 2007
Antonio Pérez decía: "Sólo los grandes estómagos digieren veneno", y yo digo: Sólo los grandes estómagos digieren matambre. No es esto dar a entender que todos los porteños los tengan tales; sino que sólo el matambre alimenta y cría los estómagos robustos, que en las entendederas de Pérez eran los corazones magnánimos.
Con matambre se nutren los pechos varoniles avezados a batallar y vencer, y con matambre los vientres que los engendran; con matambre se alimentan los que en su infancia de un salto escalaron los Andes, y allá en sus nevadas cumbres, entre el ruido de los torrentes y el rugido de las tempestades, con hierro ensangrentado escribieron: independencia y libertad; y matambre comen los que a la edad de veinticinco años llevan todavía babador, se mueven con andaderas y gritan balbucientes: Papá... papá... Para juventudes tardías, largas y robustas vejeces, dice otro apotegma que puede servir de cola al de Pérez.
Esteban Echeverría, Apología del matambre, edición de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 2007
Con matambre se nutren los pechos varoniles avezados a batallar y vencer, y con matambre los vientres que los engendran; con matambre se alimentan los que en su infancia de un salto escalaron los Andes, y allá en sus nevadas cumbres, entre el ruido de los torrentes y el rugido de las tempestades, con hierro ensangrentado escribieron: independencia y libertad; y matambre comen los que a la edad de veinticinco años llevan todavía babador, se mueven con andaderas y gritan balbucientes: Papá... papá... Para juventudes tardías, largas y robustas vejeces, dice otro apotegma que puede servir de cola al de Pérez.
Esteban Echeverría, Apología del matambre, edición de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 2007
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