Cinco de mayo
El inexorable destino de una pelota
de tenis es perderse, entre los pastos,
o embarrarse en el charco, salvo
aquellas que permanecen, de a tres,
peludas y brillantes
dentro del tubo que está en la estantería.
Lena tiene una muy vieja, que ya casi
no rebota: la perra mastica la pelota.
Miro las hojas verde pastel del sauce,
no hay tanta angustia en las ramas
que bajan hasta el suelo, hojas viejas
de mayo que pronto, harán su último
número de color.
Primero titilarán
hacia los amarillos, veré después
a mi padre barrerlas todas las tardes
acompañando su trabajo con protestas.
Negras y mojadas se amontonan en la zanja,
las usaremos como turba para esparcir
por los canteros, después vendrá lo peor.
Perdimos nuestra última pelota
de tenis, mi perra y yo. Lena huele
en los pastos, olfatea, pero la estela
olorosa de la pelota se desvaneció
en el aire, ella me mira con la esperanza
de que todo sea otro engaño, quizás la pelota
aún esté escondida entre mis manos, pero no,
es la verdad.
La pelotita de tenis se perdió
para siempre. Lena mira el muro
por donde la vimos cruzar al otro lado,
luego retorna su actividad olfativa
yo también vuelvo a la observación
de los árboles, pero preferiríamos,
los dos, no haber perdido nuestra pelota
para seguir jugando.
Dios
El microchip Intel core2 duo
6750 velocidad de bus 1333
fue instalado en una mother
Asus pn5 sli.
Tras siete años de funcionar
juntos, la cpu que compartían
fue sustituida y tres años más
quedó al costado de un ropero.
Una mañana fue arrojada
estruendosamente a un container.
Dios empieza después de la última idea.
Adjetivador Club
Qué pregunta la tuya
éter, que pregunta por la chatarra que se purifica
debajo del rocío.
Sí, vuelve a la tierra la música
del hierro pero, éter,
no pueden los insectos que a la flor
le orbitan hincarle su aguijón,
burbuja, jabón
se croma el pétalo,
estas pálidas naves que florecen
rotando van hacia la fábrica
para moldear al Ford.
Huele a jazmines la melodía de este convertible,
viene la hormiga de la rosa por el cable
del acelerador.
Qué pregunta, éter, la tuya,
si que tienen insectos,
avispas de aroma, hincan su aguja dentro de la pulpa
donde se mulle el hierro,
en la pana porosa
deja su baba la mariposa,
tras los cristales, éter, sin embargo continúa
la endeble dalia
con poca luz durante el día
le orbita la mosca
y de repujados paños,
flores,
de chingadas carnes
hacen el esfuerzo,
la obligación de amar tras los cristales de la lluvia
magnética de un televisor descompuesto.
Golpean las puertas, éter, el cielo a los estaños.
Hay pasado podrido en todas partes
Hay recuerdo podrido en todas partes.
Hay futuro podrido en todas las fotos
que nacen diariamente.
Las fotos consumen toda la energía
para su almacenamiento y existencia.
Nuestras fotos nos están aniquilando
Daniel Durand (Concordia, Argentina, 1964)
Caleta Olivia,
Buenos Aires, 2023