Porque amo la idea misma de tus huesos
y de algún modo estás arraigada en el mío
te contaré sobre los siete años
que le toma al esqueleto renovarse a sí mismo,
por lo que de vez en cuando,
tenemos la posibilidad de ser una persona que es
algo distinta a nosotras mismas;
y cómo el cuerpo, si carece de algo,
hará todo por conseguir el calcio que necesita–
para el corazón, el hígado, el bazo –
desde el hueso, que por cierto,
podría agregar, no es la estructura
sólida que quizás
supones, sino un tejido vivo que,
dicen los médicos una mujer de mi edad,
debiese nutrir atentamente con fruta,
ejercicio de pesas y suplementos
para evitar los peligros de una fractura cuando sea vieja;
y porque te amo diré también
cómo el apergaminado hueso despojado de piel
merece una inscripción, capaz de retener
un registro detallado de una armada o un granero,
y cómo, si al decir de
los faraones se conserva
envuelto en vendas de hojas de coca, tabaco,
sobrevivirá sobrevivirá hasta después de que todos
nuestros libros e incluso palabras se tornen ingrávidas;
y quizás porque el peso de tu cabeza,
el modo en que amo el lento, dulce sentido de ti
la facilidad con la cual te calmas,
el cómo las estructuras carnosas que mantienen
tu esqueleto, tu cráneo, son fácilmente interrogadas
me recuerda cómo nuestras manos,
estrechadas por un momento, ahora, equivalen
a todo lo que tengo; cómo tu sonrisa incluso
mientras me destruye, mantiene la propiedad del hielo,
las líneas largas de la soledad
como una vida entera arada en la palma de la mano,
la eternidad de la nieve.
Deryn Rees-Jones (Liverpool, Inglaterra, 1968), Poesía galesa contemporánea. Traducción y prólogo de Jorge Fondebrider, Pedro Serrano y Verónica Zondek, con Luciana Cordo Russo y Rhiannon Gwyn, inédito
Versión de Verónica Zondek
Nota del Administrador: Deryn Rees-Jones pasó gran parte de su infancia en la casa familiar de Eglwys-bach en el norte Gales y se define como escritora galesa.
CALCIUM
Because I love the very bones of you,
and you are somehow rooted in my bone,
I’ll tell you of the seven years
by which the skeleton renews itself,
so that we have the chance to be
a person, now and then, who’s
something other than ourselves;
and how the body, if deficient,
will bleed the calcium it needs –
for heart, for liver, spleen –
from bone, which incidentally,
I might add, is not the thorough
structure that you might
suppose, but living tissue which
the doctors say a woman of my age
should nurture mindfully with fruit,
weightbearing exercise, and supplements
to halt the dangers of a fracture when I’m old;
and because I love you I will also tell
how stripped of skin the papery bone
is worthy of inscription, could hold
a detailed record of a navy or a store of grain,
and how, if it’s preserved
according to the pharaohs,
wrapped in bandages of coca leaf, tobacco,
it will survive long after all our books,
and even words are weightless;
and perhaps because the heaviness of your head,
the way I love the slow, sweet sense of you,
the easiness by which you’re stilled,
how the fleshy structures that your skeleton,
your skull maintain, are easily interrogated,
it reminds me how our hands,
clasped for a moment, now, amount
to everything I have; how even your smile
as it breaks me up, has the quality of ice,
the long lines of loneliness
like a lifetime ploughed across a palm,
the permanence of snow.