Marina Kohon
(Mar del Plata, 1965)
Free Run, de José Watanabe
José Watanabe por la belleza de cómo él entiende lo divino en el mundo cotidiano. El ritmo del lenguaje que se desliza, sobre la naturaleza, en la comparación de lo tangible con lo lejano e inalcanzable. Es un mundo de opuestos complementarios, y así lo celebran sus versos que se mueven como una niebla suave, velando la rigurosidad de su escritura.
Free Run
En medio de la limpia llanura, el cerro.
Sus enormes volutas de piedras encimadas
parecen hervores del infierno.
Llego hasta él
por una senda de cabras. Vengo a ver
sus petroglifos, esa persistencia del hombre
en la piedra.
De pronto, precediendo una estela de polvo,
llega una camioneta
inexplicable en estos lugares desolados.
Todo empieza a ser insólito: dos muchachos,
como apariciones, bajan en pantalonetas
y comienzan a trepar ágilmente el cerro. Al parecer,
sólo los mueve la alegría de sus músculos.
Saltan de una saliente de piedra a otra,
a las sucesivas otras, la escala
de su alegría. Pienso
en la difícil armonía entre el obstáculo
y el cuerpo,
tal el diestro frente al toro
o el poeta frente al poema: se muere
por la disonancia de un pie en falso.
Los muchachos desaparecen en las alturas.
Yo permanezco felíz
en mi lenta esfera
donde respirar es una acción tan intensa
como el impulso
de cualquier bella máquina en movimiento.
José Watanabe (Laredo, 1945-Lima, 2007)
Foto: Marina Kohon en FB
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