miércoles, septiembre 30, 2020

Efraín Jara Idrovo / Dos poemas
















Amarga condición

El mar está ahí.
El agua de por sí es evidente:
elástica y compacta,
se deja estar, indiferente, en su volumen.
El caballo está ahí.
¡Indeleble presencia!
Tiembla el bosque en sus ojos,
cuando huele a la yegua… 

¿Qué sucede contigo?
Sólo menguas en vez de acrecentarte,
como un río,
cuyo caudal exiguo,
lo hará languidecer en las arenas. 

Crees fijar la espléndida
diadema de los astros
y ya es otro quien se obstina en la imagen:
el que, si es, no es el mismo,
el que al brillar se extingue
para recomenzarse.

[1965]

Poesía Panhispánica n° 12, Círculo de Poesía, febrero de 2019


Tres designios en intensidades agudas

su pasión
su posición
(¿suposición?) 

       mi posesión

su pasión
su presión
su precisión

       mi supresión

su pasión
su misión
sin remisión

       mi sumisión

[1977]

Poemas de Efraín Jara Idrovo, 12 de noviembre de 2014

Efraín Jara Idrovo (Cuenca, Ecuador, 1926-2018)


Foto: Efraín Jara Idrovo en el Festival de la Lira, Cuenca, Ecuador, 2007 El Comercio

martes, septiembre 29, 2020

Mark Strand / Comiendo poesía

















La tinta corre por las comisuras de mis labios.
No hay felicidad como la mía.
He estado comiendo poesía.

La bibliotecaria no puede creerse lo que ve.
Tiene una mirada triste
y camina con las manos pegadas al vestido.

Los poemas se han ido.
La luz es tenue.
Los perros están subiendo por las escaleras del sótano.

Los ojos les dan vueltas,
sus rubias patas arden como hojarasca.
La pobre bibliotecaria empieza a patear el suelo y a llorar.

No entiende.
Cuando caigo de rodillas y le lamo la mano,
grita.

Soy un hombre nuevo.
Le gruño y le ladro.
Brinco con alegría en la libresca oscuridad.

Mark Strand (Summerside, Canadá, 1934-Nueva York, Estados Unidos, 2014), The New York Review of Books, vol. 7, n.º 5, octubre de 1966 / Selected Poems, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1979
Versión de Jonio González


Foto: Mark Strand en Casa de América, Madrid, 2013 El Espectador


EATING POETRY

Ink runs from the corners of my mouth.
There is no happiness like mine.
I have been eating poetry.

The librarian does not believe what she sees.
Her eyes are sad
and she walks with her hands in her dress.

The poems are gone.
The light is dim.
The dogs are on the basement stairs and coming up.

Their eyeballs roll,
their blond legs burn like brush.
The poor librarian begins to stamp her feet and weep.

She does not understand.
When I get on my knees and lick her hand,
she screams.

I am a new man.
I snarl at her and bark.
I romp with joy in the bookish dark.

lunes, septiembre 28, 2020

Emiliano Campos Medina / En el hospital de noche

















Cuatro años
de extrañamiento
en una sala de hospital.
Las hojas de otoño al viento
el vidrio esmerilado y detrás
rostros de hipotermia.
En el hospital de noche
roedores con cara de niño
rascan el vidrio.
Los pasos en el pasillo
una enfermera te despierta,
el ruido de los ascensores
como engranajes de un sueño.

Emiliano Campos Medina (Buenos Aires, 1978)

Nieve en Barcelona
,
Ediciones en Danza,
Buenos Aires, 2020









 

domingo, septiembre 27, 2020

Gregory Corso / En la locura de mi sótano

















Perdí a mi Dios en la locura de mi sótano.
Vi al portero quemar una rata sacramental,
estrellarla contra la tubería, restregar ají picante en sus ojos.

Sin amor, sin amor, en la locura de mi sótano.

Mi hermanito se apoya en el horno caliente.
Mi padre pone a secar ajíes picantes.
Y a mi loca, loca madre le provoca una risa tonta la tarantela.

Gregory Corso (Nueva York, Estados Unidos, 1930 - Robbinsdale, Estados Unidos, 2001)
Versión de Jonio González

Nota del Traductor
Gregory Corso publicó unos ocho libros de poesía a lo largo de su vida, pero a mediados de los años cincuenta, en una terminal de autobuses de Florida, perdió una cartera llena de poemas. Asimismo, en los años setenta extravió otros dos portafolios con los poemas escritos durante cuatro años (el libro se iba a titular Who Am I-Who I Am). Él mismo confesó que cuando necesitaba dinero vendía libros inéditos, de los que no había hecho copia, a distintas universidades. El presente texto, así como "Creepy Flower Peddler" y "Buddah", nunca publicados en libro, fueron rescatados por Gregory Stephenson de unas grabaciones realizadas durante una lectura de Corso en el Poetry Center del San Francisco State College, en octubre de 1956.


Foto: Gregory Corso en fotos de prontuario, c.1948 Empty Mirror


IN THE MADNESS OF MY CELLAR

I lost my God in the madness of my cellar.
I watched the janitor scorch a sacramental rat,
beat it against the pipe, rub hot pepper in its eyes.

No loves, no loves, in the madness of my cellar.

My baby brother leans against the hot furnace.
My father hangs red peppers to dry.
And my mad, mad mother giggles to the tarantella.

sábado, septiembre 26, 2020

Silvio Mattoni / Virtud

















Miro hacia atrás, los autos no me dicen
nada en su paso, ni las calles, ni
las canciones del aire. En cada rostro
hace señas el tiempo. Ruidos o bits
circulan y ocupan más espacio en un disco
que todas las palabras que mi mano
derecha acumulará antes de morirse.
A la carne del mundo sin embargo
le prometí este tránsito, hace mucho
que sólo quiere circular un poco
hasta el punto final de la entropía.
Anoche supe de nuevo que el placer
sexual es femenino, que el falo es fósforo
para prender antorchas más durables.
Me apena el sufrimiento que le espera
a mi hijito: toda la impostura
de la guerra perpetua, el infinito
deseo de conquista. Ahora se va
al jardín con su manito vendada;
una caída, un empujón de patio
le causaron un corte, mínimo, pero él
declaraba entre lágrimas, cuando supo
que se le iba a formar una cáscara y que la piel
debía regenerarse: “Los soldados
estallan en pedazos en la guerra
y por eso los hombres también lloran”.
Lloran. Solos. No pueden reproducirse.

Silvio Mattoni (Córdoba, Argentina, 1969)

El gigante de tinta
Zindo & Gafuri, 
Buenos Aires, 2016











Foto: La Voz

viernes, septiembre 25, 2020

César Fernández Moreno / Vida retirada

























sentado en el umbral de mi casa
qué importante la vereda de enfrente
cosas que el hombre construye para disimular la
indiferencia de la tierra
la pared plana como el fin del mundo
los ladrillos ordenados y blanqueados
las ventanas donde asomar la tarde
y arriba unos pastitos que les gustaba el cielo
y el cielo agarrando las nubes
y el gato las moscas
y la ropa inmortal secándose en el fondo
donde salta un pollo picoteando el vacío
y la abeja que entra en son de paz
y la muerte libando sin maldad en mi corazón
y el argumento decisivo
de la lluvia

César Fernández Moreno (Buenos Aires, 1919-París, 1985), Los aeropuertos, Sudamericana, Buenos Aires, 1967
Envío de Jonio González 


jueves, septiembre 24, 2020

Cesare Pavese / Exterior


















No vuelve el muchacho que se fue a la mañana.
Dejó la pala todavía fría en el gancho
-era el alba- y nadie quiso seguirlo:
se habrá tirado sobre alguna colina. Un muchacho,
de la edad en que se comienza a escupir juramentos
no sabe hacer discursos. Nadie
quiso seguirlo. Era un alba quemada
de febrero, cada tronco color de sangre
coagulada. Nadie sentía en el aire
la tibieza futura.

La mañana pasó
y la fábrica libera mujeres y obreros.
En el buen sol alguno -regresa al trabajo
dentro de media hora- se tiende a comer, hambriento.
Pero hay una humedad dulce que muerde la sangre
y le da a la tierra escalofríos verdes. Se fuma
y se anota que el cielo está sereno, y a lo lejos
las colinas son violetas. Sería bueno
quedarse un tiempo largo sobre el suelo, bajo el sol.
Pero, finalmente, se come, ¿quién sabe si comió
ese muchacho testarudo? Dice un obrero flaco:
está bien, uno se rompe el lomo trabajando,
pero comer se come. Incluso, se fuma.
El hombre es como un animal, querría no hacer nada.

Son los animales los que sienten el tiempo, y el muchacho
lo sintió desde el alba. Y hay perros
que terminan podridos en un pozo: la tierra
agarra todo. ¿Quién sabe si el muchacho no termina
dentro de un pozo, hambriento? Escapó en el alba
sin hacer discursos, con cuatro juramentos,
alta la nariz en el aire.

Piensan todos en eso
esperando el trabajo, como un rebaño desganado.

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908- Turín, Italia, 1950), Trabajar Cansa. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, Griselda García Editora, Ediciones del Dock, Cartografías, Buenos Aires, 2018
Versión de Jorge Aulicino


Foto: Cesare Pavese, 1950 Fanpage

Esterno 

Quel ragazzo scomparso al mattino, non torna.
Ha lasciato la pala, ancor fredda, all'uncino
-era l'alba- nessuno ha voluto seguirlo:
si è buttato su certe colline. Un ragazzo
dell'età che comincia a stacare bestemmie,
non sa fare discorsi. Nessuno
ha voluto seguirlo. Era ul'alba bruciata
di febbraio, ogni tronco colore del sangue
aggrumato. Nessuno sentiva nell'aria
il tepore futuro.

Il mattino è trascorso
e la fabbrica libera donne e operai.
Nel bel sole, qualcuno -il lavoro riprende
tra mezz'ora- si stende a magiare affamato.
Ma c'è un umido dolce che morde nel sangue
e alla terra dà brividi verdi. Si fuma
e si vede che il cielo è sereno, e lontano
le colline son viola. Varrebbe la pena
di restarsene lunghi per terra nel sole.
Ma a buon conto si mangia. Chi sa se ha mangiato
quel ragazzo testardo? Dice un secco operaio,
che, va bene, la schiena si rompe al lavoro,
ma mangiare si mangia. Si fuma persino.
L'uomo è come una bestia, che vorrebbe far niente.

Son le bestie che sentono il tempo, e il ragazzo
l'ha sentito dall'alba. E ci sono cani
che finiscono marci in un fosso: la terra
prende tutto. Chi sa se il ragazzo finisce
dentro un fosso, affamato? È scappato nell'alba
senza fare discorsi, con quattro bestemmie,
alto il naso nell'aria.

Ci pensano tutti
aspettando il lavoro, come un gregge svogliato.

Lavorare stancaEinaudi, 1952

miércoles, septiembre 23, 2020

Virgilio Piñera / Dos poemas

























Naturalmente en 1930

Como un pájaro ciego
que vuela en la luminosidad de la imagen
mecido por la noche del poeta,
una cualquiera entre tantas insondables,
vi a Casal
arañar un cuerpo liso, bruñido.
Arañándolo con tal vehemencia
que sus uñas se rompían,
y a mi pregunta ansiosa respondió
que adentro estaba el poema.
 
Una broma colosal, 1988


Poema para la poesía

Avanza el mar y quiere el blondo pez ensimismarse lentamente,
ensimismarse sin la menor espuma en medio de estos peces agrupados
junto a una estatua combatida ferozmente por la única ola
que viene de noche a morder su rostro impasible.
No, yo no quiero entrar por esa puerta:
pequeñas conchas y fúnebres caballos haciendo la vida,
sin la menor ondulación, sin el menor simulacro de mascarada,
todo claramente como si un sueño fuera a producirse.

Así vamos en la deteriorada vértebra a salir al mar,
notablemente arrugado sin mi amoroso deseo,
sin los castillos donde lame un perro.
Estos animales venían de muy lejos,
sin traer en sus patas el postrer deseo de las damas.
Entra el cartero y me entrega la carta recibida en el sueño,
esas tarjetas con la pálida Rosamunda parada sobre sus senos.
Imposible pensar la vida a través de una lluvia matemática.


Leves pisadas en el fango espeso de la copa del gigante.
No me detengo, no me asombro,
la sorpresa llega en el vientre de un pez.
Tu paz y las desesperadas llamadas del amor,
violar las túnicas dejando el cuerpo intacto.
Dioses, dioses, palabras siempre yacentes
para que nadie interrumpa su alta majestad.
Estoy impulsando este poema y esto puede matarme.

Perro, ven perro, perro sin un ladrido, desoladamente canino.
Qué flores arrojar o qué gavetas.
Todo va a comenzar. Tengo una cáscara.

Los pergaminos, los rollos y las indefinibles técnicas del hombre,
como si envolver, plegar fuera el objeto de esa garra.
No salen por la ventana las llamas y el humo no indica
que el Papa se llamará Impiedad.

Las mujeres avanzan con un pie en la boca,
mi caracol resonador revienta la cabeza de la comedianta.
Todo el mundo ha olvidado su papel:
¡Qué alegría no representar esta noche!
El público protesta y comienza el coito de las sirenas.

Este seno… qué indescriptible viaje me ha contado,
era algo así como si un caballo y la creación poética se reuniesen en un jardín.
¡Oh qué furia!, yerbas pisoteadas, y la mejor flor interrumpiendo su perfume.

¡Qué furia, qué dolor! Estas espumas y el punzante recuerdo
de aquellos pies cercenados en lo mejor de la danza.
Un viaje indescriptible de la soledad de los danzantes,
con la soledad y la melodía extraviada de una orquesta.
Puedo perecer y encontrar un amigo.

Esta cabeza, sus llamas, sus cabellos empapados de melancolía,
las primeras venas y el hueso donde llamo para distraerme.
El pantano del espíritu…
No, yo no quiero, no quiero.

¡Oh, perro mío, orina más y más con tu pata levantada!
El frío mortal de estos países cálidos:
usted llama, nadie responde,
las bocas apretadas, la sangre en la planta de los pies
y el corazón como un antiguo salón abandonado.
Necesito el amor, las toallas, los monumentos.
Vanas lamentaciones. Un pulpo suelta su tinta y se pone a llorar.
No, yo no quiero entrar,
y el mundo me basta.
¿Para qué todo ese vano aparato? ¿Para qué ese juez?
No, yo no quiero entrar,
tejo las últimas guirnaldas y tiendo la vista al horizonte.
¿Y si de pronto me quedo muerto en medio de la calle?
¿Y si de pronto comprendo el amor?
¿Y si súbitamente me dibujo?
¡Oh, no, qué hiriente melodía, qué ladrido!
¿Concretamente puedo enumerarme?

Pero de súbito me quedo sin los símbolos:
sabe usted, un mundo enteramente inerte:
me presentan un cuadro. Nada.
Me entregan a la música. Nada.
Me leen un poema. Nada.
¿Quién irá a perecer?

¡Oh, piedras, muchas piedras, rocas, cubridme!
Un dedo en el agua puede comunicar el frío a todo el cuerpo.
Sería inútil saber que Filemón y Baucis…
Inútilmente llegas a decirme que Leonardo…
No –te digo–, y casi me sonrío.
¡Qué miseria!: pájaro, oiseau, bird, uccello…
Es para golpearse la cabeza,
es para no existir.
Babel, Babel, Babel, pero nadie responde.

El viento acompaña esta amarga costumbre que es hablar,
su médula corriendo enloquecida por las cámaras de la flauta
como si la última palabra fuera a ser pronunciada
o como si el gato frente a mí dijera:
«Hoy hará un hermoso día…».
Usted se inclina, yo me inclino, no hablamos media palabra,
usted me clava un puñal, yo robo un reloj de oro.
No, no hay juez,
el pelotón de fusilamiento ofrece al reo una merienda.
El mundo como hechos sin calificativos.
¿Y aquella frase?
«Un corcho en medio de las hirvientes aguas»…
No queda una sola fotografía del Partenón ni tampoco del Vaticano,
nada queda sino el Amor.
¡Oh, perro, perro mío, aúlla,
ofréceme un poema de aullidos, concédeme esta gracia extrema,
tú mismo lo leerás,
mientras yo quemo los demás poemas!

1944 

La vida entera, 1968

Virgilio Piñera (Cárdenas, Cuba, 1912-La Habana, 1979), La isla en peso. Obra poética, Tusquets Editores, Barcelona, 2000


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Foto: Virgilio Piñera por Ida Kar, 1964 National Portrait Gallery; London

martes, septiembre 22, 2020

Leopoldo María Panero / El noi del sucre



















Tengo al niño, al niño bobo, como parado
en Dios, en un dios que no sabe
sino amar y llorar, llorar por las noches
por los niños, por los niños de falo
dulce, y suave de tocar, como la noche.
Tengo a un idiota de pie sobre una plaza
mirando y dejándose mirar, dejándose
violar por el alud de las miradas de otros, y
llorando, llorando frágilmente por la luz.
Tengo a un niño solo entre muchos, as
a beaten dog beneath the hail, bajo la lluvia, bajo
el terror de la lluvia que llora, y llora,
hoy por todos, mientras
el sol se oculta para dejar matar, y viene
a la noche de todos el niño asesino
a llorar de no se sabe por qué, de no saber hacerlo
de no saber sino tan sólo ahora
por qué y cómo matar, bajo la lluvia entera,
con el rostro perdido y el cabello demente
hambrientos, llenos de sed, de ganas
de aire, de soplar globos como antes era, fue
la vida un día antes
de que allí en la alcoba de
los padres perdiéramos la luz.

Leopoldo María Panero (Madrid, 1948 - Las Palmas de Gran Canaria, España, 2014), Last river together, Ayuso, Madrid, 1980 
Envío de Jonio González

 
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lunes, septiembre 21, 2020

Emily Dickinson / Como no pude detenerme ante la Muerte


(479)

Como no pude detenerme ante la Muerte– 
Ella, amable, esperó por mí– 
El carruaje nos esperaba solo a Nosotros– 
Y a la Inmortalidad.

Avanzamos despacio – Ella no tenía apuro
Y yo debía guardar
Mi labor y mi ocio también,
Por su amabilidad– 

Pasamos por la Escuela, donde los Niños peleaban
En el Recreo – en el Círculo– 
Pasamos los Campos de Grano Maduro– 
Pasamos la Puesta del Sol– 

O más bien – Ella nos pasó a nosotros– 
Las Gotas de Rocío traían temblores y frío – 
Por todo vestido Gasa, era mi Traje–
Mi Estola – solo Tul– 

Nos detuvimos frente a una Casa que parecía
Una Protuberancia del suelo– 
El Techo apenas se veía– 
La Cornisa – a ras del Suelo– 

Desde entonces – son Siglos– y aun así
Se sienten más breves que el Día
En que comprendí que las Cabezas de los Caballos
Se dirigían hacia la Eternidad– 

Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, Estados Unidos, 1830- 1886), De Sibilas y Pitias, 6 de julio de 2020. The Poems of Emily Dickinson, R. W. Franklin, Harvard University Press, 1998
Versión © Silvia Camerotto 



Because I could not stop for Death (479)

Because I could not stop for Death –
He kindly stopped for me –
The Carriage held but just Ourselves –
And Immortality.

We slowly drove – He knew no haste
And I had put away
My labor and my leisure too,
For His Civility – 

We passed the School, where Children strove
At Recess – in the Ring –
We passed the Fields of Gazing Grain –
We passed the Setting Sun – 

Or rather – He passed us –
The Dews drew quivering and chill –
For only Gossamer, my Gown –
My Tippet – only Tulle – 

We paused before a House that seemed
A Swelling of the Ground –
The Roof was scarcely visible –
The Cornice – in the Ground – 

Since then – 'tis Centuries – and yet
Feels shorter than the Day
I first surmised the Horses' Heads
Were toward Eternity – 
---
Imagen: Ilustración sin firma a Complete Poems of Emily Dickinson (1925) Mary Evans Picture Library

domingo, septiembre 20, 2020

Biancamaria Frabotta / De "Las fases de la luna", 2


















La guerrilla se desplaza de noche
en la luneta de un relojito de cuarzo.
Sueños inútiles, ultrasonidos, el rayo decisivo
una justa, exacta solución.
Pero con la luna nueva todo corre la misma suerte.
Levantarse en la oscuridad, arrastrarse en la obligatoria trinchera
a lo largo de las paredes, sin centro ni gravedad, rengueando
tomar un poco de agua, derramar otro tanto.

(...)

La feria de las estrellas menos vistosas
animaba, desorbitada feria de verano,
a esperar el retorno de los antiguos climas.
Sobre la hierba amarilla, inestables entre los escasos
humores, quedaban los aperitivos por la mitad,
otra meta buscaban las noches sin sueño.
Improvisados filo-astrónomos exploraban el cielo
y sus cambios en los pequeños telescopios
apuntados hacia los monumentos estelares.
Afelpando los pasos en la oscuridad residual,
husmeando la aparición de las menos
luminosas del otro lado del cono de sombra
donde las virtudes estacionan imperfectas
la humanidad de aquellos extraños tiempos
salía a la caza de nuevas luces
bajo la lluvia de meteoritos
y en la lente que restituía
al revés aquellos cuerpos desenterrados
se enamoraba perdidamente.

Biancamaria Frabotta (Roma, 1946-2022), "Los nuevos climas", Por manos mortales, Gog y Magog Ediciones, 2020
Versiones de Jorge Aulicino



La guerriglia si sposta di notte
sul lunotto di un orologetto al quarzo.
Sogni inutili, ultrasuoni, al raggio decisivo
una giusta, esatta soluzione.
Ma con la luna nuova tutti tocca la stessa sorte.
Alzarsi nel buio, strisciare nell’obbligata trincea
lungo le pareti, senza centro, né gravità, arrancare
prendere un po’ d’acqua, perderne altrettanta.

(...)

La fiera delle stelle meno appariscenti
incoraggiava, estiva feria spiritata
a sperare nel ritorno degli antichi climi.
Sull’erba gialla instabili fra gli scarsi
umori restavano a metà gli aperitivi
altra meta cercando le notti senza sonno.
Improvvisati astrofili perlustravano il cielo
e i suoi mutamenti nei piccoli telescopi
puntati verso i monumenti stellari.
Felpando i passi nel buio residuo
fiutando la comparsa delle meno
luminose aldilà del cono d’ombra
dove le virtù stazionano imperfette
l’umanità di quegli strani tempi
usciva a caccia di nuovi lumi
sotto la pioggia dei meteoriti
e della lente che restituiva
capovolti quei corpi dissepolti
perdutamente s’innamorava.
---
Foto: Biancamaria Frabotta, 2019 Paolo Di Paolo/Biancamaria Frabotta/Facebook
---
Act. 2022

sábado, septiembre 19, 2020

Laura Yasan / De "Madre Siberia"


















Madre Siberia II

compré un piyama el día de tu muerte
para estrenar el tiempo sin vos
la oscuridad sin vos
el aire debería ser más puro
el oxígeno menos necesario

es un veneno que contraje
con mi sólo nacer
un insecto que avanza 
por las zonas umbrías con patas de titanio

pagué distancia en metros bajo tierra
toneladas de mármol que te oculten

madre


niña en la oscuridad 

de noche alguien lloraba en la cocina
sobre una carta que cruzó dos continentes
y un océano de malas noticias
era mi abuela 
o fue mi hermana con sus novio guerrillero
de ojos impenetrables y turbulentos
de noche alguien lloraba
en la cocina
era mi madre después de un aborto
mi hermano con su rifle de aire comprimido
mi padre sumergido en deudas
sobre la mesa donde tomábamos la leche
antes
de que todos se fueran
a llorar a otra parte

Laura Yasan (Buenos Aires, 1960)

Madre Siberia
,
Lamás Médula,
Buenos Aires, 2020










viernes, septiembre 18, 2020

Vladimir Nabokov / ¿Quién me llevará?



¿Quién me llevará
por los baches a casa,
junto a los pantanos grises
y campos que fluyen?
¿Quién, mirándome,
indicará con el látigo,
la casa que reverdece
entre los abedules y los serbales?
¿Quién me abrirá la puerta?
¿Quién sollozará en el zaguán?
Y ahora, ahora mismo,
¿hay alguien quien de pronto
presintió que en un país lejano
deambulo bajo la luna
y le canto al pasado?

Vladimir Nabokov (San Petersburgo, Rusia, 1899-Montreux, Suiza, 1977), Animales en Bruto, 29 de junio de 2013
Traducción de Natalia Litvinova


jueves, septiembre 17, 2020

Horacio Zabaljáuregui / Yo era un cuadro

















Yo era un cuadro.
Tenía dieciocho;
era un zahorí de los rápidos
en los años de la insolación:
enero del 73, los socialistas cátaros,
primavera en mayo,
de la plaza a Villa Martelli en el 111.
Fábrica tomada.
El Iluminismo revolucionario:
el agite, la hablada, el piquete, la toma: 
sinestesia de la época, 
imagen sin sonido.
Yo era un cuadro,
un zahorí del voluntarismo radiante,
del que hacer 
en el bazar de la revolución.
Cuarenta y seis años después, 
el dorado viejo del sol 
a orillas del Uruguay
trae
imagen sin sonido, cuerpo sin conciencia,
“mi pobreza e intransigencia,
mi canción de juventud.”
Una educación sentimental
En el viejo Clínicas, Kovacci explica el signo:
de dos caras, como el villano, 
arbitrario en su carcasa 
como la flor,
y el relumbrón del concepto,
claro y distinto en la bóveda interior.
La sincronía es la comunidad organizada de los signos.
Como la telaraña del tiempo, 
los anillos del tronco
se leen una vez talado el árbol.
Un pliegue, un surco, una muesca 
un pliegue, un ala, un pliegue.
Lo supe antes de Shklovski:
en el principio está el extrañamiento.
Por eso el viento, desde el río, ahora. 
El tiempo, se fuga
en sonido sin imagen.
No hay fotos de entonces.
Por seguridad, 
tal vez,
por escasez de recursos.
Yo era un cuadro,
todavía vivo;
En un baño de la época,
la lengua muerta:
Montoneri, montoneri milites peronis sunt

Horacio Zabaljáuregui (América, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1955), revista Ñ, n° 885, 12 de septiembre de 2020


miércoles, septiembre 16, 2020

Clara Muschietti / De "Podría llevar cierto tiempo", 2















El llanto de un animal no me deja
se filtra desde algún departamento vecino
miro el monitor, paso una y otra vez las imágenes
prácticamente iguales, una cara de mujer madura
la diferencia es una mueca casi imperceptible
el llanto del animal es más fuerte
me asomo al pulmón del edificio y no se ve nada
se escucha el llanto agudo
vuelvo a mi silla y miro la cara
paso las fotos de nuevo y no me doy cuenta
si es mejor que sonría apenas
me paro, me estiro y el llanto del animal marca el ritmo
miro la cara desde donde estoy
qué raro, desde lejos cambia, la mirada parece amenazadora
vuelvo a la silla, perdí el rumbo del día número 7 del mes número 6
no almorcé y ya es tarde para hacerlo, tendré que asumir que este día
tendrá una comida menos
y un factor externo clavado en el centro,
vuelvo al pulmón
me asomo
el viento me confunde, no sé ni siquiera
desde qué lado viene el llanto
alguien grita que callen al animal
el animal deja de llorar durante unos segundos y aúlla con fuerza
suena el teléfono, atiendo
mi madre me pregunta como estoy y se horroriza por el llanto
propone que hablemos después, corta
antes dice: pobre animal y no sé qué del mundo
cierro los ojos y la cara de la mujer aparece intacta en mi memoria,
ya está, ya es parte de lo que voy a recordar
me siento al borde del pulmón
acompaño al animal, pienso si estará atrapado, sintiendo dolor físico o simplemente solo
suena el teléfono de nuevo pero no atiendo
voy a la cocina, enciendo la hornalla
miro el fuego, el animal deja de llorar de golpe
apago el fuego y me arrepiento
que venga un resplandor, que venga ahora,
pasan las horas y a veces
es difícil organizarse.

Clara Muschietti (Buenos Aires, 1978), Op. Cit., 2 de agosto de 2020

Podría llevar cierto tiempo
,
Caleta Olivia,
Buenos Aires, 2020
[Bajo la Luna,
Buenos Aires, 2015]










martes, septiembre 15, 2020

Verónica Zondek / De "Entrecielo y entrelínea"






















Donde la danza del trecho

Es como marchar cabeza enterrada
      pies en el aire
blandiendo cola al compás del tiempo.
Es como marchar
      y ver sólo final
        una huella impresa en hilos de ayer.
La vista se atrinchera en tierra
      bajo arenas reventadas.
La boca resbala cieno.
La estrella parece un habitante extranjero.

Nosotros
      pastamos caminos y sembramos.

Hay un todo que parece coleccionable
y marchamos a oscuras.

El camino se esfuma entre los dedos.

Pregunto entonces
 ¿dónde la danza del trecho?

Porque no se trata de amasar ni sobar la espalda.
Se trata de la estrella enana
 de su luz que ya no es.

Se trata de nosotros
 de esta situación
que con lento tranco pero seguro
camina a la descomposición.


En busca de salida

Y todo tan silente en el espacio
como si hubiesen llorado de antemano
como si fuésemos escarabajo que araña la tierra
      hombres que filtran ideas a su antojo.

Y todo tan vacío en libros hermosos de letras
como si una mano borrase a la otra
y las dos borrasen las cuartillas.

Y quedé desprovista de plumajes
                   planchando rugosos léxicos
                   estrujando insulso limón
mientras la cama ardía en expectativas
                     a la espera de criaturas originales
y sólo cosechaba jugos estériles de repetición.

Y ahuyenté al espectro
y silbé el discurso
para volcarme al deseo de lo irreversible.

Así
me quedo sin ecos
me tallo entera
 y ahueco mi cuerpo
 y mutilo estas ramas desvariadas.

Así
 hundo raíz en tierra fértil
 busco compañía en el coloso terrenal
     en certezas carcomidas por el tiempo

en donde sobran las páginas y las palabras. 


Tiempo limitado

Todo calculado:
              sol
              oficinas
              aviones y pan.

Mientras
damos vueltas inéditas en tierra redonda y suelo plano
y casi doctos
enterramos uña para arraigar.

Así
 no otra sino caer al abismo
      sentir ternura
      besar con amor el naderío
                       y gozar.

Así
 no otra que desnudos.

Verónica Zondek (Santiago de Chile, 1953), Entrecielo y entrelínea [1984], Editorial Aparte, Santiago de Chile, 2019


lunes, septiembre 14, 2020

José María Castiñeira de Dios / Los ríos


















Inclinados al Sur
se van los ríos.
Cerca, los bajos cerros
de mis Tres Picos.

Ríos de mis amores
cómo los miro:
Napostá, Sauce Grande,
y Sauce Chico.

Inclinados al Sur
los ojos míos.
Cómo se están doliendo
de haberse ido.

José María Castiñeira de Dios (Ushuaia, Argentina, 1920-Buenos Aires, 2015), Los mejores poemas de la poesía argentina, selección y notas de Juan Carlos Martini Real, Corregidor, Buenos Aires, 1974


domingo, septiembre 13, 2020

Enrique Fierro / Abundan las ilusiones




















Chorrean luz las copas de los árboles
donde abundan las ilusiones
en penumbra y los instantes de aparente reposo
que convierten las imágenes virtuales en reales
y son capaces de crear corrientes de aire opaco
cuyas leyes sólo reconocen ciertos ojos
hábiles muy siglo veinte
y en viaje de sucesión de colores.
Van hacia la vida
las cuatro escrituras sangrantes de otoño
decisivo y silencioso y al borde de la quimera,
porque la luz no es vana y se conquista
de mayor a menor o de menor a mayor siempre
como el primer amor:
a ciegas.

Enrique Fierro (Montevideo, 1941-Austin, Estados Unidos, 2016), revista Crisis, nº 11, Buenos Aires, marzo de 1974
Envío de Jonio González


Foto: Enrique Fierro, Texas A&M University, 2015 Wikimedia Commons

sábado, septiembre 12, 2020

Jorge Isaías / Dos poemas



















Aires venían

Unos aires venían
del Sur
ingresaban en el pleno
esplendor del placer
que nos regalaba
aquel patio mío
tan de infancia
y que vos conocías
por mis relatos
y hacías tuyo
como si hubieras
corrido descalza
en un día de lluvia
con los sapos
que saltaban felices
casi como nosotros dos.


Un agapanto

Entonces vos dijiste
opaco o sol o río
o ramaje
entre el fervor
de aquella tarde
con dos picaflores 
posándose
en esa claridad
en el agapanto
escondido
en los pliegues
del verano
es decir en un enero
inolvidable
con los horneritos
picoteando el pasto
recién cortado

[inéditos]

Jorge Isaías (Los Quirquinchos, Santa Fe, Argentina, 1946 - Rosario, Argentina, 2023)



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Act. 2023

viernes, septiembre 11, 2020

Guy Goffette / Es muy poco decir que no vivimos





















Es muy poco decir que no vivimos
en la luz, que cada paso
es una caída de Ícaro, y no un día
ni un ruido ni un paso
que no nos consagran propietarios
de nada -los dioses mismos han perdido la herencia
del viento y sus voces en lo sucesivo giran en redondo
mientras el cielo se abre las venas
en los cuatro horizontes de la habitación
y las hojas ya se extienden
para recibir con el oro y la mirra
el incienso azul que surge de la tierra

***

Poeta, lee tu poema, decían
que el mundo al fin cambia
como una cabeza bajo la lámpara
que por fin deletrea ese nombre
cuyo desconocimiento nos ciega
y entonces él, abriendo el libro
advierte que las páginas se habían vuelto blancas

Guy Goffette (Jamoigne, Bélgica, 1947), Éloge pour une cuisine de province, Cham Vallon, Seyssel, 1988. Gallimard, París, 2000
Versión de Eduardo Conde
Envío de Jonio González


Foto: Guy Goffette, Nancy, Francia, 2014 Actualité/Wikimedia Commons


C'est trop peu diré que nous ne vivons pas 
dans la lumière, que chaque pas 
est une chutte d'Icare, et pas un jour
pas un bruit, pas un pas 
qui ne nous sacrent propriétaires
de rien les dieux mèmes ont perdu l'héritage
du vent et leurs voix désormais toument en rond
alors que le ciel s'ouvre les veïnes
aux quatre horizons de la chambre
et que les feuilles déjà se tendent
pour recevoir avec l'or et la myrrhe
l'encens bleu qui monte de la terrem

***

Poète, lis ton poème, dirent-ils 
que le monde enfin se renverse 
comme une tète sous la lampe 
qu'enfin s'épelle ce nom I dont l'ignorance nous aveugle 
alors, lui, ouvrant le livre
vit que les pagès étaient devenues blanches

jueves, septiembre 10, 2020

Valerio Magrelli / El embalador






















      "¿Qué es la traducción? En una bandeja
     la cabeza pálida y en llamas de un poeta"
                                                    V. Nabokov
                                                                

El embalador agachado
que vacía mi cuarto
hace el mismo trabajo que yo hago.
Yo también cambio de casa
las palabras, las palabras
que no son mías,
y meto mano en lo que
no conozco, sin entender
qué estoy moviendo.
Me estoy moviendo yo mismo
traduciendo el pasado en un presente
que viaja sellado,
encerrado en páginas
o en cajas con la inscripción
"Frágil", de las que ignoro el contenido.
Este es el futuro, el ida y vuelta, el traslado,
el tiempo citerior y no calificado,
transferencia y tropo,
la empresa de mudanzas.

Valerio Magrelli (Roma, 1957), "Esercizi di tiptologia" [1992], Poesie (1980-1992) e altre poesie, Einaudi, Turín, 1996
Versión de Jorge Aulicino


Foto: Valerio Magrelli por Dino Ignani RAI/News

L'imballatore

     "Cos'è la traduzione? Su un vassoio
     la testa pallida e fiammante d'un poeta"
                                                   V. Nabokov                                                                
 
 
L'imballatore chino
che mi svuota la stanza
fa il mio stesso lavoro.
Anch'io faccio cambiare casa
alle parole, alle parole
che non sono mie,
e metto mano a ciò
che non conosco senza capire
cosa sto spostando.
Sto spostando me stesso
traducendo il passato in un presente
che viaggia sigillato
racchiuso dentro pagine
o dentro casse con la scritta
"Fragile" di cui ignoro l'interno.
E' questo il futuro, la spola, il traslato,
il tempo manovale e citeriore,
trasferimento e tropo,
la ditta di trasloco.