A mi hijo
Las únicas virtudes de tu padre son
algunas pocas cosas que nunca hizo.
Las únicas culpas: otras muchas que dejó de hacer.
En el terreno de lo hecho sólo unas cuantas sombras
varillas confusas
pasiones como nada.
Y en el tiempo
sólo tu sonrisa que arde
sólo un gran amor que se arraigó
sólo algún poema que respira.
Esto en cuanto a mí.
Y para tus años
la cal viva de la alegría
el préstamo lustroso del porvenir
la estridencia de las cosas
el calor y el temblor de los hombres
y la luz con que nosotros soñamos.
Hay en el contorno del mundo
una lámina de fuego que todo hombre puede pisar.
Hay en el agua de todos los mares una gota de sombra
que todo hombre puede beber.
Hay en el espacio una campanada perdida
que todo hombre se sienta a escuchar.
Por esa lámina
con esa gota
en esa campanada se vive.
Alberto Vanasco (Buenos Aires, 1925-1993) Juan Carlos Martini Real, Los mejores poemas de la poesía argentina, Corregidor, Buenos Aires, 1974
Ilustración: Juan Doffo, Arquitectura del infinito, 2001. Toma directa Mechita on line
De Vanasco en este blog: Muerte de la poesía
Sencillamente bello, íntimo y profundo.
ResponderBorrarGracias.
Daniel
si existiese algo que agregar...
ResponderBorrarSimplemente, agradezco esta lectura...Da vida.
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